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Siria, lógica y empecinamiento
Por Luis E. Sabini Fernández - Tuesday, Sep. 03, 2013 at 1:27 AM
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Una réplica a las tesis que desarrolla Santiago Alba Rico en su nota “Siria, la intervención soñada”, analizando la responsabilidad por el gaseo mortal de más de mil seres humanos el 21 de agosto ppdo. en las afueras de Damasco.

“Elijamos un relato. Y carguemos con las consecuencias”. Asì remata Santiago Alba Rico su nota sobre Siria del 1º. de setiembre, “Siria la intervención soñada”.
Y tengo la impresión que esa asunción la cae particularmente y con mucho intensidad a él mismo, que designaremos (como habitualmente) SAR.
SAR ha rechazado con vehemencia un dérive habitual en cierta izquierda maniquea, de tender a defender la dictadura baasista porque es atacada por la OTAN, Israel y Occidente en general (hay todavía otra izquierda que apoya al régimen sirio por sus “realizaciones”, “estado de todo el pueblo”, educación laica, respeto a religiones diversas, pero que no tiene ojos ni le interesa ver la carencia de libertades públicas, el manejo de las voluntades electorales, el verticalismo imperante).
Esas izquierdas bizcas cometen una escotomización de la que tan habitualmente hemos tenido que criticar en la derecha: si criticas los valores occidentales, la democracia que supimos conseguir, ¡eres comunista! se nos decía simplificadamente durante buena parte del s. XX. Aunque a menudo quien criticaba la seudodemocracia de clase y racista occidental rechazara con igual ímpetu, la burocratización soviética y su política genocida, su industria concentracionaria y falta de libertades púbicas.
Ese rechazo de SAR a sostenedores del baasismo es comprensible. Y compartible.
Más difícil de compartir es ese exclusivismo emocional de SAR que se apasiona contra “el más abyecto negacionismo” (a que Siria sea una dictadura y como tal despreciativa y asesina) y que al referirse, en cambio, al intervencionismo asesino, genocida, racista, egoísta, de EE.UU. en los países en que asienta sus tropas proclama: “condenamos, condenamos, condenamos”, una suerte de hipérbole cuantitativista, carente del empuje que vimos en el deslinde anterior.
Lo que le cuesta a algunos es admitir la complejidad de, en este caso, las realidades políticas.
SAR, enancado en una crítica radical a la dictadura (hereditaria) assadista, recibió con enorme regocijo lo que se consideró hace un par de años la llegada de “la primavera árabe” a Siria, un comienzo de cuestionamiento público, abierto, callejero a la autocracia alauita. Aunque esa suerte de levantamiento cívico se entremezcló de inmediato con el “aporte” de fuerzas islámicas ajenas a Siria, aunque vecinas, que indudablemente querían convertir el cuestionamiento a Assad en revancha islámica.
Un Islam dedicado, como en Irak, en Libia, a destruir sociedades árabes laicas. Con una peculiaridad: tales fuerzas islámicas se presentan estrechamente ligadas a Occidente (de lo que pueden ser como un martillo machacador…), Occidente que, según el maniqueísmo ad usum, promueve la democracia y la laicidad…
Vía la Arabia de la dinastía saudí, vía Qatar, estas fuerzas islámicas tienen una colaboración estrecha con el eje EE.UU.-R.U.-Israel… cosas veredes, Sancho…

Sectores de izquierda, laicos, opuestos a la dictadura de los Assad dentro de Siria, también laica, rechazaron la llegada de los “rebeldes”, cada vez más nutridos con pertrechos bélicos “occidentales”. A su manera encarnaban (encarnan) un curioso internacionalismo (o un rabioso chovinismo árabe y mesiánico). El gobierno sirio ha registrado e informado de seis mil muertos “rebeldes” extranjeros dentro de su territorio, provenientes de una treintena de países: saudíes, qataríes, egipcios, yemenitas, jordanos, franceses, libios, ingleses, amén de, obviamente, sirios.
Para algunos sirios, aun si la dictadura assadista era una pesadilla, la salvación otánica u occidental resultaba todavía peor. Basta remitirse a los “aportes” culturales, políticos, económicos, sanitarios de las últimas “salvaciones” otánicas u occidentales, tipo Libia, Irak, Afganistán, para entenderlo (y ni hablar de las penúltimas; Palestina, Serbia...).
El legítimo empeño de SAR contra la dictadura siria lo ha llevado, empero, −según yo lo veo− a sesgar la mirada.
¿Qué quiere decir que “en este mundo terrible es perfectamente posible que Bachar Al-Assad haya usado armas químicas”? Claro que es perfectamente posible. ¿Y qué? ¿Se desprende acaso de esa potencialidad que Assad haya dispuesto el gaseo en su ciudad de residencia (y de residencia además de su numerosa familia, pero ser bien pragmáticos en las consideraciones)?
Que el gobierno encabezado por Assad pueda usar gases no significa casi nada. (A los efectos de lo que estamos analizando: la muerte atroz de miles de seres humanos gaseados.)
Aquí, otra vez, lo que necesitamos es conocer, lo único que nos puede acercar a cierto abordaje racional. Por eso es tan importante una inspección confiable.
Hay datos y testimonios como el de Carla del Ponte (mayo 2013) o el de Dale Glavak (agosto 2013), que podrían señalar que más bien han sido “rebeldes” made in Arabia Saudí, es decir, madeinUSA, los que manipulaban los gases venenosos. Y que por impericia y falta de información los gases se habrían diseminado. Pero hasta ahora tales versiones son sólo indicios.
SAR contrasta un relato maniqueo que presenta a EE.UU. como “una Unidad Ominosa “tan monolítica y ahistórica como un ‘règimen’” al que denomina relato 1 con otro EE.UU. ‘trabajado’ “por muchas contradicciones […] y muchas dudas” al que denomina relato 2.
SAR escribe: “cuando en la ola de las llamadas ‘primaveras árabes’ el pueblo sirio trata de sacudirse el yugo de 40 años de dictadura, el gobierno Obama apoya retóricamente su causa.” ¿Qué es esto de “retóricamente”? Tan retórico y sensible resulta este EE.UU. que habría optado “desde el principio” tratar “por todos los medios de no involucrarse militarmente en un berenjenal del que sabe que no puede obtener nada.” [sic]
En primerísimo lugar, no se le conoce a los cultores del Time is Money un solo involucramiento sin obtención de algo: la pérdida de pragmatismo geopolítico sería una revolución copernicana.
Me llama la atención la benignidad de SAR para referirse a un sistema de poder que se ha globalizado tras el colapso soviético (ya lo estaba de antes, pero entonces vio si podía repetir la edad de oro de 1945-1950), procurando poner todo el planeta a su servicio. Basta leer las reflexiones de George Kennan, tan bien desmenuzadas por Noam Chomsky sobre los métodos para seguir gozando de “la preponderancia” que el resultado de la 2GM le otorgó a EE.UU., o el informe de los intelectuales orgánicos del bushismo “destrozando” con tanto resentimiento a Bill Clinton, titulado “Reconstruyendo las defensas de EE.UU.”, de setiembre de 2000, para no poder compartir la ponderación de SAR ante el sistema de poder que han sabido establecer los centros decisorios que se articulan con la Trilateral, el grupo Bilderberg, el Foro de Davos, WZO, Echelon y la enorme red de organizaciones de la seguridad estadounidense (CIA, NSA y la “docena sucia” de agencias del mismo tipo de que dispone el establishment estadounidense).
El régimen apolítico, ideológicamente liviano y políticamente prescindente desarrollado por los Padres Fundadores y la Masonería en America se ha revelado mucho más dúctil y efectivo para dorarnos la píldora que los regímenes con alta densidad ideológica y con fuertes cargas reivindicativas y vindicativas, y grandes aspiraciones utópicas. Éstos, en general, han saturado a sus sociedades. Y ya sabemos los penosos resultados de estalinistas, franquistas, polpotistas, nazis, y toda la sarta de experimentos con el alma −y los cuerpos− humanos.
En resumen, sí, se trata de elegir, como señala SAR. Pero no entre la peste y el cólera, sobre los cuales tengo la impresión que tenemos historias “clínicas” diferentes. Sino apenas, en el caso sirio, entre una sociedad monstruizada desde adentro o monstruizada desde afuera, para apostar a la que menos se monstruice.
Como entiende Edgar Morin, “Rechazar la idea del mejor de los mundos no significa renunciar a trabajar por un mundo mejor.”
Porque el currículo de atrocidades no es exclusivo del baasismo. Y eso por cierto, lo sabe y lo ha dicho reiteradamente Santiago Alba Rico.

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