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El dinero: esta absurda maldición
Por (reenvio) Etcétera - Friday, Nov. 01, 2013 at 1:57 PM

Aunque actualmente encontramos que el dinero es y está omnipresente y se inmiscuye en cualquier gesto, hecho o acción más rutinarios de nuestra vida cotidiana, no es por demás recordar que siempre no fue así. De hecho la especie humana ha vivido más tiempo sin Estado y sin dinero que bajo ellos. Hasta hace poco más de un siglo, grandes espacios de la tierra, con sus poblaciones, su sociabilidad y su cultura, ignoraban e incluso rechazaban el Estado y el dinero como formas de dominación, a pesar de conocer y practicar las técnicas necesarias para la fabricación de monedas.

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Fue la gran invasión colonial europea de finales del siglo XVIII y del XIX la que impuso por la fuerza de las armas las formas de dominación capitalista, los castigos, las leyes, los impuestos en dinero como forma de imponer el trabajo asalariado o esclavo y el uso dinerario «en los tiempos de la implantación de la monarquía absoluta, con la transformación de todos los impuestos en dinero; el dinero se presenta, en realidad, como el Moloch al que ha de ser sacrificada toda la riqueza real» (Marx).

Hace aproximadamente 2700 años se acuñaron en Lidia (Asia Menor) las primeras monedas. Se celebra el hecho como una solución a problemas técnicos, como que la pequeña dimensión de las monedas, en comparación con los pesados lingotes de metal, facilitaba el transporte y su circulación, cosa que estimulaba el comercio y la producción, lo que generaba más riqueza y progreso técnico. Sin embargo, la acuñación de monedas con el sello o imagen real en una de sus caras, que certificaban su validez, significaba la imposición de una sociedad intrincada y jerarquizada, con la división de clases netamente separadas, con un Estado burocratizado con instituciones especializadas donde dominaba la propiedad privada y la economía crematística basada en la acumulación ilimitada de riquezas y dinero por unos pocos.

No obstante, estas generalizaciones históricas, como donde apareció la primera moneda, deben tomarse siempre con muchas reservas. Antes y después de estas dataciones de los historiadores, los seres humanos se basaron y se basarían en amplias zonas geográficas en el trueque para realizar los intercambios, lo que suponía una coincidencia de deseos entre los participantes. Esto nos señala la existencia de sociedades más igualitarias, donde la economía representaba la producción de bienes necesarios para asegurar una buena vida de los individuos y de la comunidad.

En algunas sociedades el intercambio consistía en un sistema de prestaciones totales de tipo agonístico a través del cual se construía la jerarquía entre las personas y los grupos. Es el caso del Potlach amerindio tal como lo estudia Marcel Mauss en su Ensayo sobre el don. Dicho intercambio pasaba por la destrucción suntuaria de riquezas con la finalidad de establecer la jerarquía entre los distintos grupos. El más fuerte es el que habría ofrecido y destruido más riquezas. Según Maus, el acto de regalar engrandece al donante; el don, además, implica establecer relaciones de correspondencia y ayuda mutua. En el Kula polinesio lo que primaba no es la rivalidad y la destrucción de riquezas sino el intercambio ceremonial durante el cual se instaurarían relaciones estables; los objetos intercambiados, los más importantes pulseras y collares, no permanecían como posesión de los que los recibían, rápidamente reiniciaban su circulación para así restablecer relaciones.

Paralelamente, entre el trueque y la moneda, encontramos sociedades que utilizan lo que se podría denominar «primeras formas dinerarias», algunas de ellas, pero no todas, ya presentaban formas jerarquizadas con la sumisión y división del trabajo y de clases: el cacao entre los aztecas, la cebada en Mesopotamia y en otras partes el arroz o el ganado, todos ellos bienes consumibles y perecederos, «pero estas primeras formas de dinero aparecen todavía en su determinación como medida, más que como instrumento de cambio real». A medida que se complejizan los sistemas de dominación y aparece la forma Estado se emplean metales elaborados, algunos con formas de miniaturas de herramientas, piedras preciosas, marfiles… es decir, materiales que no se deterioran y se pueden atesorar, el trabajo servil o esclavo se imponía a la mayoría de la población y la guerra por el botín era ya parte del comercio.

El dinero toma forma.

El dinero puede metamorfosearse de varias maneras y a lo largo de su historia ha podido adoptar múltiples apariencias: medida o valor de cambio para todas las mercancías, unidad de cuenta y unidad contable; como depósito de valor representa la forma abstracta y cuantitativa de la riqueza, pero también puede ser dinero signo o legal, dinero mercancía, dinero bancario, electrónico, virtual… oculta y cambia de rostro tan a menudo que es un enigma efectivo, un verdadero transformista, tan rápido como Fregoli. El dinero es, por lo tanto, un símbolo con muchos significados, pero uno de los más comprensibles y reconocibles es como signo de dominación. El rey que manda acuñar monedas con su esfinge y su escudo emite el dinero como símbolo de endeudamiento, es la deuda de una comunidad ya en poder de un individuo y su cohorte armada, a los que pagan los impuestos como signo de sometimiento y sumisión. Si el emperador o monarca absoluto lo era por la gracia de dios, aún en la actualidad el lema que aparece inscrito en los billetes y monedas de EEUU proclama: In God We Trust (En Dios confiamos). Marx nos recordaba, «el dinero como el Estado no nacen de una convención», no es consecuencia de un acuerdo social de una comunidad, sino de su disolución.

El dinero convierte todo en equivalente y se transforma en equivalente de todo. Es la absoluta abstracción y sin embargo encarna y sublima la relación práctica de los individuos con los objetos de su deseo en cuanto que posee la propiedad de comprarlo todo, es precisamente esto lo que simboliza su poder. Por lo tanto el dinero constituye el medio universal para cualquier fin humano, «la universalidad de su calidad es la omnipotencia de su esencia», pero el medio cobra autonomía, determina fines y deviene «fin de fines». Es esta cualidad de abstracción del dinero, de convertirse en equivalente general y en sí mismo no ser nada más que esto: no tener más uso que ser gastado para conseguir otra cosa o más dinero si se invierte, lo que hace que el anhelo por él, como objeto, radique en otra parte, en aquel más allá de la mercancía deseable o en la ilusión de la riqueza alcanzable. Todo ello hace del dinero un elemento paradójico: un objeto vacío y que solo adquiere sentido por las cosas que pueden comprarse con él; como nos indica Simmel en La Filosofía del dinero, «la importancia incomparable del dinero en el proceso evolutivo de la mentalidad práctica alcanza la reducción más lograda de las cualidades específicas y de toda manifestación empírica contingente. Cuanto más se impone la abstracción más se desmaterializa lo real».

Para constatar la ficción que envuelve al dinero y que su valor simbólico es una imposición desde la fuerza del Estado que el tiempo y las sumisiones convertirán en costumbre para las poblaciones, baste recordar que los mismos griegos, tan sólo tres siglos después de ponerse en circulación las monedas ya habían establecido la costumbre de «la falsificación del dinero por parte de los príncipes». Así, hacia el 400 a.d.n.e. el rey Dionisio de Siracusa acuñó monedas de latón con su rostro y decretó que todo el mundo, incluidos los mercaderes, tenían que aceptar estos dracmas como si fueran de plata y todo el mundo lo aceptó; es decir, que desde el principio del dinero «no queda nada del peso originario de las piezas monetarias, salvo el nombre».

Quizás sea cierto que el uso del dinero aceleró el comercio y la circulación de mercancías. También es seguro que sin la mediación del dinero la sociabilidad y contactos humanos se desarrollan de otras maneras. Pero lo que sí es cierto es que la aparición del dinero actúa como disolvente de toda sociabilidad anterior y que a través de él se construyen nuevas relaciones sociales, se imponen estilos y formas de vida, vínculos y objetos de consumo; el dinero simboliza la aceleración del ritmo de la vida y se impone como máximo poder regulador y como tal lo desregula todo.

La linealidad de la Historia nos explica una historia progresiva del dinero. En un avance constante e imparable pasará de la invención de la moneda al dinero papel hasta llegar a la plena modernidad del dinero electrónico, la tarjeta de crédito y la economía virtual financiera. Desde los inicios del crédito, a las primeras formas de dinero papel en China y Europa, pasando por las letras de feria y de cambio, los giros y las libranzas, hasta la consolidación de los principios de la banca moderna durante el «Renacimiento» europeo. Sin embargo, no es banal recordar, con Walter Benjamin, que detrás de cada monumento o forma de cultura hay un monumento o forma de ignominia, la historia nos recuerda los progresos de la economía y el dinero, pero no sus crueldades. Así, durante el Renacimiento, los nativos de América se suicidaban en masa para no tener que soportar los sufrimientos del trabajo en las minas de plata y oro que les imponían los conquistadores españoles o portugueses o el hecho que el crédito es una deuda que si no puede pagarse comporta el castigo al deudor, que durante siglos fue la condena al trabajo esclavo.

En el siglo XVIII la burguesía toma el Estado y el control de la economía e impone sus formas culturales y morales. La forma dinero se generaliza, la moneda se fracciona según el sistema decimal, se extiende el papel moneda y se consolida la banca de reserva fraccionaria. La ideología de la burguesía impone el concepto moral del trabajo y la riqueza en dinero como máximo símbolo social; cuanto más dinero se gane más respetado será el personaje, el dinero es poder y el tiempo oro. La clase capitalista domina todos los resortes de la superestructura del poder económico-político y se lanza a la conquista del mundo. El colonialismo, que alcanza en el siglo XIX su punto culminante, es el instrumento que le permite la expansión global, así como la de realizar una inmensa acumulación de capital mediante el expolio mundial. Por la fuerza de las armas impone la obligatoriedad de la explotación del trabajo a millones de personas de cualquier edad: niños, jóvenes, adultos, hombres y mujeres e implanta el uso generalizado del dinero mediante el cobro en metálico de los impuestos, disolviendo y exterminando cualquier forma social que no fuese la suya. La forma dinero se expande por el mundo al ritmo del retumbar de los cañones.

¿Es posible intuir donde nos sitúa el protagonismo del dinero?

La implantación mundial de la Banca de reserva fraccional corre paralela a la implantación por los Estados de la institución de los Bancos Centrales a los que otorgan el monopolio de emisión de moneda. La Banca de reserva fraccionada se basa en la particularidad de que sólo mantiene almacenado un pequeño monto del total del dinero depositado por sus clientes, confiando en que todos los depositarios no reclamaran jamás sus depósitos al mismo tiempo. El Banco invierte la mayor parte del dinero confiado por sus clientes en todo tipo de operaciones financieras y especulativas, ganando grandes sumas de interés mientras que al depositario tan sólo le dan un mínimo interés por sus ahorros. La propaganda de la libreta de ahorros exaltaba la demora en la gratificación, el deseo de mercancías posponía su satisfacción en nombre de ver acrecentar el dinero encerrado en la cuenta abierta en el banco. Los bancos y cajas de ahorro acrecentaban «sus» capitales y su poder mediante estrategias y especulaciones realizadas con el dinero que les confiaba un público que, visto lo visto, jamás quiso creer ni acordarse del aviso de B. Brech: «¿Qué es el robo de un banco comparado con la fundación de un banco?».

Posteriormente al crack económico de 1929 que terminó con la 2ª Guerra Mundial, Estados Unidos, como nueva potencia dominante, impuso los acuerdos de Bretton Woods (1944), donde se definió un nuevo orden económico bajo su hegemonía. El patrón sería el dólar vinculado y respaldado por el oro de Fort Knox (se decía que EEUU tenía el 80% de las reservas de oro), también impuso la creación del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial como instrumentos para el control de los mercados mundiales, los carburantes fósiles y sobre todo de materias estratégicas. El dólar se convirtió en la moneda de pago internacional y la referencia de todas las divisas. Eran los años del keynesianismo y la sociedad del consumo: los electrodomésticos, el automóvil y la TV. El dinero había ya penetrado en las cotidianidades de amplios sectores de la población mundial tanto por su presencia como por su falta, es decir, tanto por su tenencia como por su ausencia; se convirtió en un elemento imprescindible para sobrevivir.

En 1971, después de las revueltas sociales de 1968 que se extendieron por Europa y América, cuando EEUU había sido de hecho derrotado en su guerra colonial contra Vietnam, Richard Nixon, en un gesto unilateral, eliminó el respaldo del oro al dólar. Estados Unidos había emitido dólares en tal cantidad que, como señala Jack Weatherfort en La historia del dinero, «…el dólar no está respaldado por el oro de Fort Knox en mayor grado que lo está por las reservas fiscales de queso elaborado y almacenado en depósitos refrigerados». El keynesianismo tocaba a su fin y la propaganda del monetarismo de los llamados neoliberales preparaba sus planes y estrategias para hacerse con el control del aparato ideológico de la economía mundial.

Sin el respaldo del oro desaparecen los teóricos límites que podían impedir la proliferación ilimitada de billetes de dólar. A partir de entonces la curva de la deuda sobre la que se soporta la moneda empezó a subir ilimitadamente. Desde este momento, de entre todas las realidades de la forma dinero se impondrá una: la disponibilidad de dinero como necesidad, implica la existencia de deudas como obligación. El crédito, bajo sus numerosas modalidades, hizo su aparición de manera imparable y se fue extendiendo hasta llegar al 2008. Las familias se hipotecaban y los créditos al consumo cubrían los bajos salarios. La deuda de los Estados se ha hecho tan astronómica que no se podrá pagar jamás. Los bancos están endeudados, aunque ellos sí que reciben dinero vía Bancos Centrales que lo recogen de los impuestos con que el Estado exprime a la mayoría de su población, no a los ricos.

El sistema financiero cobra protagonismo y el dinero mundial establece una relación social entre deudores y acreedores. El dinero muestra sus dos caras, pero sólo está en poder de una de ellas: por un lado los propietarios del dinero, una pequeña minoría que lo posee, por otro la gran mayoría de deudores a los que les falta el dinero. Los Estados terriblemente endeudados, como también lo están sus aparatos burocráticos, obedecen a los dueños del dinero y continúan privatizando, recortando, haciendo más precaria la ya de por si precariedad de la gente. La deuda aparece como parte imprescindible para el funcionamiento del sistema capitalista. Tras la «deuda pública», está la cara oculta del poder del dinero privado.

Asimismo, también en 1971 un banco instaló en California el primer cajero automático para tarjetas de crédito y rápidamente se generalizo el uso de ambos a medida que se aceleraba la tecnología electrónica e informática. Este mismo año se creó el NASDAQ, que es la bolsa privada de valores electrónicos y automáticos, actualmente tiene un movimiento más grande que cualquier otra bolsa, con casi 6 millones de transacciones diarias. La mayor parte de la masa de dinero que se desplaza por el mundo, no tiene ni presencia ni sustancia. Según nos cuentan, casi un 80% de la población mundial tiene tarjetas de crédito, aunque no nos dicen si las usan o las tienen en el cajón. Según cuenta Visa Internacional, procesa unos 25.000.000 de transacciones cada hora. Como ya advertía Simmel: «cuanto más abstracto y formal el dinero, más pesa en nuestra vida». El crédito permite gastar un dinero futuro. La compra de dinero crea ficticiamente nuevo dinero, al tomarlo prestado del futuro y ponerlo en el mercado del presente. Con el crédito el futuro de las personas queda hipotecado, la deuda es un pagaré a futuro que coacciona y moldea los comportamientos de los individuos.

La globalización financiera y el capitalismo financiero realizan la esencia del dinero, en tanto que máxima abstracción. Los mercados del dinero se han desprendido definitivamente de la ficción que aún identificaba el capital productivo con el Estado nacional. En la competencia global de divisas, la territorialidad del Estado ya no define al dinero que, a través del espacio total marcado por las bolsas, se ha transformado en dinero mundial.

El mercado de divisas es la abstracción más descarnada. Fantásticamente, sin distinguir entre el día y la noche, el dinero circula sin imagen ni descanso por el mundo, transformándose en más dinero, acumulando capital como un monstruo fantasmagórico difícil de comprender pero cuyas consecuencias sufrimos y padecemos la gran mayoría de la población mundial. «Este capital flotante, en su frenética búsqueda de inversiones más rentables, vive su vida en un nuevo contexto; no ya en las fábricas y espacios extractivos y productivos, sino en la bolsa de acciones luchando por una rentabilidad más intensa, como especulación misma: espectros de valor, como podría decirlo Derrida, bregando entre sí en una fantasmagoría descarnada dentro de una vasta escala global» (F. Jameson).

No es que no exista relación entre los mercados de valores de la llamada economía financiera y la economía productiva; lo que hay es una discontinuidad, una discordancia, aparentemente toman caminos paralelos sin más puntos de encuentro que los beneficios que reportan a una minoría de accionistas. El dinero como mercancía, en los mercados financieros, es capital que rinde intereses, es decir, engendra grandes beneficios: D-D* «convirtiéndose así, de un valor dado a un valor que se valoriza, que se aumenta a sí mismo» saltándose la mediación de la mercancía: M (D-M-D*). El dinero, en apariencia, sin la intervención de la producción real de mercancías, tiene «la cualidad oculta» de metamorfosearse en mercancía para generar, presuntamente, más dinero. «En el capital que devenga interés, la relación de capital alcanza su forma más enajenada y fetichista» (Marx).

¿Pero se podrá concretar toda esta inmensa cantidad de dinero virtual que circula por las redes tecnológicas y da tan inmensos beneficios? ¿Verdaderamente ha estallado la burbuja financiera? Difícil contestarse y tratar de explicarse la gran cantidad de dudas e incertidumbres que genera el sistema capitalista y más cuando cuesta tanto entender el funcionamiento de estos mercados financieros y los múltiples productos especulativos que en ellos actúan, como por ejemplo los «activos tóxicos», el verdadero activo toxico que envenena nuestras vidas es el capitalismo.

fuente: revista Etcétera n51, marzo 2013 http://www.sindominio.net/etcetera

Descargar revista en PDF http://www.sindominio.net/etcetera/REVISTAS/NUMERO_51/ETCETERA_No_51.pdf

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