Julio López
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Salir del capitalismo, sin permanecer en él
Por (reenvio) Etcétera - Wednesday, Nov. 06, 2013 at 1:09 AM

marzo 2013 / A caballo del movimiento 15M1 han ido apareciendo a lo largo de este último año libros, artículos y prácticas con el referente «salir del capitalismo», aunque muchas de estas prácticas y de estas teorizaciones apuntan más bien hacia la consecución de un capitalismo menos devastador y menos inhumano, dirigiéndose contra los efectos cada vez más escandalosos y catastróficos del sistema, lo que podríamos traducir por salir del capitalismo… permaneciendo en él. Primero de una serie de oxímoros que según tales teorizaciones orientan esta salida del capitalismo, como serían la economía solidaria, el comercio justo, la banca ética, el crecimiento sostenible, etc.

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Al igual que gran parte de estas teorizaciones y de estas prácticas, críticas de los aspectos más onerosos del actual estadio capitalista, al decirse y considerarse fuera ya del capitalismo, banalizan la comprensión de este modo de producción y de vida reduciéndolo a una forma extrema de corrupción y de malversación, sin considerar plenamente la relación social de dominio y explotación que establece; también es banalizar, por parte de la teoría crítica, reducir, desde una posición de «saber», estos oxímoros a simples contradicciones o meros engaños, producto de la ingenuidad de los que avanzan tales teorizaciones y tales prácticas.

La crítica radical —a partir de la crítica de la economía política— elaborada en los años 60 y 70 del pasado siglo, a caballo del movimiento de asambleas y de auto-organización de clase nos hizo comprender la sociedad que el desarrollo del capital estaba estableciendo, entender la naturaleza de la relación social que el capitalismo imponía y que a través del fetichismo de la mercancía organizaba —o a esto apuntaba— todas nuestras vidas, proceso de colonización de nuestra vida a partir de la mundialización del capital. Nos hizo comprender que la explotación no era debida a la corrupción de unos burgueses o de unos burócratas –según habláramos de los países del capitalismo realmente existente o de los países del socialismo realmente inexistente–, que la explotación no era una cuestión moral sino la forma de trasvase de trabajo en plusvalía. Nos dio a entender la falacia de un espacio separado, el Estado, donde todos seríamos iguales (ciudadanos). La crítica radical perseguía la posibilidad de establecer un mundo sin dinero, sin capital y sin Estado. No se consideraba una utopía sino una posibilidad —barbarie era la otra posibilidad— vinculada al proceso histórico de una lucha entre clases.

La colonización de nuestras vidas por el capital, su mundialización es una tendencia, tendencia hacia la conversión de todo en mercancía. En la producción de objetos-mercancías se busca no tanto su valor de uso como su valor de cambio, valor que en el desarrollo del modo de producción capitalista tiende a aumentar al tiempo que su valor de uso tiende a disminuir. Tendencia, por otra parte, imposible de culminar, pues siempre quedará valor de uso para soportar el valor de cambio, siendo pues el valor de uso la coartada del valor de cambio. El capital no puede funcionar sin contravenir su propia lógica: lo vemos, por ejemplo, en la práctica de una huelga de celo, cuando el máximo rendimiento de los trabajadores logra colapsar la cadena productiva, o en la necesaria solidaridad entre los obreros en el proceso productivo, obligados a veces a saltarse las normas para asegurar la producción.

Una sociedad del todo capitalista sería inviable. Constatamos, por otra parte, la no total penetración de la forma mercancía a nivel mundial. La mirada eurocéntrica del mundo nos ha hecho desconsiderar gran parte de este mundo (continentes enteros)2 donde tal penetración apenas ha llegado, a la vez que el mundo sí considerado, el llamado primer mundo, también escapa a su total mercantilización, quedando relaciones no mercantiles al exterior de la relación mercantil, relaciones humanas más allá de las relaciones cosificadas. Muchas actividades quedan aún fuera de las que contabiliza el PNB de estos países del capitalismo más avanzado; no todo acaba en la renta monetaria y el consumo mercantil3. La sociedad tecno-capitalista es totalitaria pero no es total: hay un exterior4.

Aquella crítica radical, fuera del movimiento social que la sostenía, se transforma en dogma, en verdad, convirtiendo en esencial lo que es histórico5 y se auto capacita para decir, desde una posición elitista y grandilocuente, qué práctica es o no es radical, anticapitalista, revolucionaria, o si es una simple reforma que alimenta aún el sistema, y considera a estos oxímoros como meros cuentos de hadas.

Para nosotros, continuar con la crítica, es pensar estas contradicciones que los oximoronos expresan, ver las cuestiones que plantean, mirar el mundo antagónico que dibujan, por un lado: economía, comercio, banca, crecimiento, todas las categorías del capital, y por otro lado: solidaridad, justicia, ética, nuestras categorías, que junto a otras como don, gratuidad, apoyo mutuo, dibujan nuestro campo de acción, hacia y desde el mundo por-venir.

Avanzar estas categorías y la práctica que de ellas se deriva cuestiona el estadio actual del sistema. Su cuestionamiento, cada vez más a pie de calle —las protestas (manifestaciones, ocupaciones…) contra los tijeretazos en sanidad y enseñanza, contra los despidos, la reforma laboral, los desahucios, el desmantelamiento de lo público, etc.— dibuja un amplio movimiento pro reformas, para acabar con los efectos más perniciosos y catastróficos de este sistema. Hay que anotar que este cuestionamiento se hace en buena parte desde la insumisión. El exceso de corrupción administrativa y legislativa pone cada vez más al descubierto la ilegitimidad de unas leyes —injustas— y estimula y legitima la práctica de su desobediencia: la desobediencia civil.

Desvalorar estas acciones por reformistas no tiene más interés. Siempre se ha luchado por reformas, aunque unas parecen más bien reforzar las categorías del mismo sistema que se pretende destruir, su misma lógica (¿la moneda propia por ejemplo?) y otras abren, más bien, una brecha en esta lógica al introducir otra, ahora no económica, no mercantil. Una lógica de intercambio y ayuda mutua, en un escenario donde el intercambio de bienes y servicios gane terreno al cambio monetario, la agricultura biológica a la industria alimentaria, la conciencia ecológica al despilfarro programado.

Regresa la cuestión social: regreso de lo político. Se está ocupando el espacio político con la actividad en la calle y desde la calle, no mediante la participación en el parlamento o sus derivados a menor escala, o en partidos políticos, o en militancias varias. Esta nuestra intervención es más transformadora que la «parlamentaria». La TV y, más en general, las tecnologías de la información y la comunicación (TICs) pesan. Es a través de ellas que vemos el mundo y también es a través de ellas que nos vemos a nosotros mismos. Y esta mirada reduce nuestra intervención a marginal, igual que, por ejemplo, reduce a marginal nuestra creación artística (música, teatro, …), y valora solamente la que actúa desde la TV, o se promociona a través de ella. La gente común y su actividad desaparecen de la pantalla. El peso mediático hace que infravaloremos el protagonismo diario de la gente de a pie, que ha conseguido las mejoras que hoy el capital en su victoria suprime. La misma gente que hoy consigue frenar desahucios, frenar recortes,…

Otra cosa es si y cómo instituir esta nuestra actividad política, instituirla en una estrategia o en un movimiento. Para unos, esta carencia sería el lastre del 15M, para otros, su autonomía y su acierto. Mantener el poder del Estado siempre desfalleciente, hablar más de su debilidad que de su fortaleza, más de nuestra fuerza que de nuestra alienación, afirmar nuestro poder y construir con nuestro hacer nuestra vida individual y colectiva y no la vida del capital y de su Estado.

Regresa la cuestión social: vuelve la cuestión nacional. Como siempre, en repetidas ocasiones, cada vez que aflora con fuerza el conflicto social, vuelve aquí la cuestión nacional, que ha servido siempre para taponar la cuestión social. Otra vez se repite ahora con la manifestación del 11S en Barcelona, convocada por el Estado y sus mass media y desde la legalidad institucional, y con la deriva que de ella se sucede. Culpar al otro, en este caso Madrid, de una política de desmantelamiento económico y social es un buen recurso momentáneo. Para que resista, hace falta un mito y el nacionalismo juega este papel al convertir la diferencia en mito, convirtiendo lo que es del campo del proceso histórico en una cuestión esencialista.

Y juega aún una segunda conversión en el interior del país, la de convertir la diferencia en desigualdad: el otro ha de adaptarse para ser igual. Pero aquello que nos hace iguales no es precisamente la supresión de las diferencias culturales sino la eliminación de privilegios y la consecución del bien general para todos y en este bien figura la cultura de los pueblos. La cuestión nacional se desvela pues como una falacia. Pero la cuestión social manda, la historia es cabezona: no hay solución nacional al conflicto social.

notas:
1) Etcétera, n. 49, marzo 2012
2) Serge Latouche, La otra África, Autogestión y apaño frente al mercado global. Oozebap. 2007.
3) Ahmet Insel, al anotar la amplitud de las prácticas que no dependen (o no dependen más que parcialmente) de la lógica del mercado en la actual sociedad francesa, la cifra en una magnitud aproximadamente igual a las tres cuartas partes del PIB. (Ahmet Insel, La part du don, essai d’évaluation. La revue du MAUSS, nº 1, 1993, pág. 221)
4) Etcétera, 47, diciembre 2010.
5) La crítica esencialista no tiene en cuenta el carácter histórico de la realidad, aplicando un mismo cliché intemporal a realidades distintas. Así por ejemplo la crítica radical de los media o del voto o del sindicalismo, pertinentes hoy en las sociedades tecno capitalistas, dejan de serlo en otras sociedades o en otros tiempos donde su uso fue y puede ser revolucionario.

fuente http://www.sindominio.net/etcetera/REVISTAS/NUMERO_51/salir51.htm

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