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Rulli quiere en el banquillo a promotores del agronegocio
Por Uno Entre Ríos - Thursday, Nov. 21, 2013 at 12:28 PM

Jueves 21.11.2013 | Descubriendo Entre Ríos. Un debate se desató en Paraná durante una conferencia en la que el ecologista Jorge Rulli abogó para que los agronegocios con transgénicos sean considerados crímenes de lesa humanidad.

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Contundente. “No debemos legitimarlos, los queremos juzgar por crímenes de lesa humanidad”, expresó en Paraná.

Tirso Fiorotto/ De la Redacción de UNO
tfiorotto@unoentrerios.com.ar

Invitado por jóvenes del Proyecto Sur, docentes de Agmer y la Cátedra Abierta por una Nueva Economía, el dirigente Jorge Rulli, fundador del Grupo de Reflexión Rural (GRR), repasó en Paraná una serie de efectos del sistema agropecuario, con severas impugnaciones contra las multinacionales, los pooles, las grandes corporaciones que lideran el régimen y los gobiernos que lo facilitan.

En presencia de estudiantes, docentes, profesionales y militantes ecologistas, Rulli fundamentó porqué los principales responsables del sistema de producción a escala con transgénicos y agroquímicos deben ser juzgados por delitos de lesa humanidad.

Advirtió sobre la “amenaza” de una nueva legislación en materia de patentes de semillas, agregó un alerta por el deterioro grave de los suelos y reconoció que en el mundo hay pensadores que están revisando el concepto de revolución para salir de las políticas de desarrollo no sustentable en que cayeron, dijo, muchos militantes de los años 70.

Al disertar en la sede de Agmer Paraná sobre Producción y Neocolonialidades, Rulli confesó una situación personal que le produjo su trabajo para generar conciencia en torno de los riesgos de las fumigaciones. “El espectáculo de los niños nacidos con malformaciones me enfermó”, sostuvo.

Recordó que desde años están advirtiendo, desde el GRR y otras organizaciones, que estamos frente a un “genocidio” y que piden a funcionarios y profesionales que se preocupen por el sistema de agronegocios.

“Pensamos que algún día se van a considerar delitos de lesa humanidad”, manifestó, y reconoció que incluso declinó una invitación a debatir con el empresario Gustavo Grobocopatel para no generar corrientes de afecto con alguien que él entiende debe estar en el banquillo de los acusados, junto con otros empresarios como el magnate terrateniente Eduardo Elsztain, que crearon o fomentaron el sistema sojero a escala con agroquímicos y transgénicos que domina en el país, en complicidad con los gobiernos.

“No debemos legitimarlos, los queremos juzgar por crímenes de lesa humanidad”, repitió.

No legitimar

Las expresiones de Rulli generaron intercambios entre los presentes, principalmente jóvenes, que en algún punto coincidieron con los efectos negativos del sistema pero tenían distintas posiciones en torno de qué hacer con los responsables de la actual economía no sustentable, extractivista.

Rulli dijo que conoce diversos proyectos para proteger de las fumigaciones áreas y localidades, y aclaró que con esto había que ser cuidadosos. “La lucha es legítima pero no debe legitimar el modelo. Muchas normas de buenas prácticas son maquillajes”, sentenció.

Su idea radica en que el reclamo puede enfocarse en una localidad, pero en conciencia de que el dañino es el sistema, así se aplique en un lado o en el otro.

También apuntó que el problema de los agronegocios a escala no es exclusivo de la Argentina, y trajo a colación una anécdota de Brasil. Había comprado una lata de la etiqueta de “maíz natural”, que tenía, en letra chica, una “t” de transgénico. “Un engaño manifiesto”, se rió.

Para Rulli, los pensadores y luchadores sociales deben revisar la idea de revolución, porque la de los años 70 ha terminado en el mejor de los casos en propósitos de crecimiento y desarrollismo, sin considerar los males del extractivismo o de la petróleo dependencia.

Dijo que según la escritora Marie Monique Robin, en la Argentina la aceptación de Monsanto y su sistema es más alta que en el resto del mundo, y que los partidos mayoritarios en general parecen disentir en muchas cosas pero admiten el sistema de los agronegocios. También reconoció que en la lucha contra Monsanto que realizan vecinos de Malvinas Argentinas, a pasos de la ciudad de Córdoba, vio a poca gente.

Como ejemplo del extravío de ciertos grupos de izquierda, apuntó que había escuchado a algunos hablar “del control obrero de la Barrick, una cosa que da vergüenza”.

Lo mismo en torno de las viejas consignas de reforma agraria. Se preguntó “reforma agraria para qué, con qué fines”. No debemos caer –dijo-, en un reclamo de distribución de tierras solo para que sean muchos los que hagan lo mismo, es decir, soja, y seguir “con una mentalidad desconectada del suelo”.

Sostuvo que la revolución “no pasa por la tecnología, no pasa por lo material”, y abogó por la convivencialidad, los cinturones frutihortícolas, las ferias de cercanía, la energía sustentable”. Luego llamó a estar “preparados para responder a la crisis energética”.

Tras un documental sobre la creciente fuerza de las multinacionales en el mundo, Rulli dio algunas interpretaciones de la situación económica que permiten generar expectativas de cambio. “Podemos decir no al secuestro de nuestras vidas por las multinacionales”, afirmó.

También apuntó coincidencias con “la corriente de la decolonialidad”, y aseguró que la Argentina ha alcanzado un punto de “extrema vulnerabilidad” gracias al modelo del agronegocio que involucra cadenas de insumos, comercio internacional, servicios, hipermercados, industrias alimenticias y comodities cuyos valores se fijan en Chicago. “Vamos donde el viento sopla”, lamentó.

Deterioro del suelo

Rulli, que el día anterior había presentado un libro sobre el peronismo, advirtió que debemos cuestionar el uso de semillas transgénicas y las patentes, y defender los patrimonios genéticos, y a la vez estar atentos al “agresivo deterioro de los suelos. Están liquidando la biodiversidad, los pastizales, la ley de semillas es una amenaza, pero tenemos que pensar qué haremos con las semillas si no tenemos suelo, por los efectos que genera el cultivo de soja tras soja”, alertó.

Apuntó que la rotación de ganadería y agricultura, “con cuatro años de agro y cuatro de bosteo”, podía ser un sistema también oligárquico pero más amigable con el suelo que el actual, y más sustentable.

Dijo que ese sistema debía corregirse. Sin embargo, durante el menemismo se aprobó la soja transgénica y empezó la escalada de más de 1 millón de hectáreas por año hasta la situación actual, con 20 millones de hectáreas de soja y 24 de cultivos transgénicos. “Es una barbaridad. Sin aceptar la sojización, tendríamos derecho aunque sea a pedir cierta racionalidad”.

La charla de Rulli provocó diversos comentarios de los jóvenes y en algunos casos de profesionales que completaron un inquietante panorama en torno de la producción, el maquinismo, el éxodo rural, el riesgo de la biodiversidad y el hacinamiento en las ciudades.

Para Rulli, en la búsqueda de un diagnóstico sobre la situación actual y de los posibles remedios, deben explorarse diversas formas de participación social de tipo asambleario, incluso antiguas, para convertirlas en instituciones permanentes que superen el estado de cosas.

Dependiente

Rulli en un reciente editorial de su programa radial Horizonte Sur: “Durante años hemos denunciado las previsibles y cada vez más notorias consecuencias de la implantación en los años 90 del modelo de los agronegocios y de una agricultura química de monocultivos transgénicos, en reemplazo brusco de una sustentabilidad centenaria basada en la rotación de agricultura con ganadería. Como tantas otras profundas transformaciones habidas en los últimos años, fue imposible abrir algunos debates sobre el tema que, desde entonces no hizo sino aumentar y profundizarse. Depositamos no obstante, esperanzas en cada uno de los candidatos electos que se sucedieron desde aquellos años, pero más allá de sus promesas generalizadas o de sus desconocimientos sobre el tema, una vez en los cargos de gobierno no hicieron sino tomar como propio el discurso de la sojización y de la biotecnología, como si fuesen parlamentos propios del poder que los esperaban ya redactados, en sus podios y escritorios de diputados y de altos funcionarios”.

“Los efectos de aquellas políticas no se hicieron esperar. Hoy la Argentina es un país fuertemente dependiente de sus cosechas de soja y de maíz transgénico. Esto significa que no solamente dependemos de los rindes y de las cosechas que exportamos, debemos estar pendientes cada año, de los precios que se establecen para las comodities en el mercado de Chicago, situaciones que escapan absolutamente a la voluntad de los productores o del Gobierno. Esta disposición, de abastecer los mercados globales y aceptar de manera obediente y servicial, las nuevas reglas de la globalización, establecida como un destino argentino a lo largo de los últimos años, ha facilitado en la dirigencia política un creciente y obsceno maridaje con los grandes pooles sojeros, con los exportadores, con los grupos financieros y con los organismos internacionales que proyectan sobre el planeta las políticas de los mercados”.

“En ese sentido suele resultarnos dificultoso saber quiénes toman ciertas decisiones, a quiénes responden ciertos funcionarios elegidos para ocupar importantes cargos de Gobierno, y dónde se deciden algunas políticas. Y todo ello, más allá de los simulacros habituales con que el progresismo suele ocupar la atención de los argentinos, entre ellos, las confrontaciones permanentes que son parte de los juegos del poder, que se imaginan como verdaderos distractivos para enmascarar la realidad última que implica la subyacente situación de Colonialidad, y que tenemos que aprender a dejar de lado como maraña de una virtualidad que nos oculta la verdadera realidad”.

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