Julio López
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La Piedra fundacional
Por republicado / Ecos Cordoba - Sunday, Nov. 24, 2013 at 10:40 PM

Después de luchar contra el viento para poner una mediasombra que nos protegiera del sol en el verano que empieza a asomarse, ahí pegaditos a la casa de Raúl, nos disponemos a tomar mate. Están Marina, Julio y los chicos que no dejan de ir y venir jugando. Está el agua en el termo y la yerba en el mate, con azúcar. Estamos en la toma de Piedra Blanca.

En enero de este año comenzó la toma de tierra en una porción de terrenos fiscales que un tal Galetto usó para sembrar soja hasta que la tierra se agotó. Ahí, sobre la ruta 36, en una zona declarada “gris” por las indefiniciones acerca de los límites entre municipios, un grupo de personas se organizó para, de manera pacífica, tratar de obtener lo que ni las políticas públicas ni las privadas supieron darles: la tierra para vivir dignamente. El estudio que realizó el Llano en LLamas sobre las tomas de tierra en la provincia expresa que “Las condiciones de vida en las tomas son claramente precarias, se vive en carpas improvisadas con lonas y chapa, sin agua, sin luz; además de las condiciones de inseguridad y temor al accionar represivo de las fuerzas de seguridad”. Esto se siente en el lugar, “a nadie le gusta vivir así” explica Raúl, uno de los más visibles. No se refiere solo a las condiciones de vivienda, si no también a la policía que nunca deja el lugar. Empieza la ronda de mates.

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Cuando comenzaron, eran 150 personas. Cuentan como sabían que muchos eran oportunistas, que tenían terrenos propios pero que se acercaban “para aprovecharse”. No les dijeron nada porque sabían que no iban a durar mucho. Hoy solo quedan 9 familias que se sustentan con los cortaderos de ladrillos de la zona, 40 personas en total contando a los niños. Y es que se sabe que este tipo de luchas no son un reflejo de oportunismo, si no de necesidad, “sólo así pueden pensarse y soportarse las crueles condiciones de vida que la toma implica” explica el estudio ya mencionado.

Personas organizadas

Es importante recordar que en la toma de Piedra Blanca hay personas, son varones y mujeres, niños y niñas, no hay que perder de vista las individualidades en lucha. Raúl llegó a la Argentina en 1997, “tenía 19 años más o menos”, primero vivió en el norte y luego en Mendoza. Julio llegó cuando tenía más o menos la misma edad. Ambos son de Potosí y se conocieron en Argentina. Raúl tiene 4 nenas y Julio 3 varones. Acá trabajaron y echaron raíces, no piensan en volver, quizás cuando los “chicos sean grandes y decidan solos”.

“Si no lo haces por nosotros, hacelo por nuestros hijos que son argentinos” le dijo Marina a la fiscal que lleva adelante la causa por la cuál se iba a decidir el futuro de la toma. Marina tan madre como luchadora, es esposa de Raúl, boliviana también, no toma mate. Explica que cuando fueron a hablar ella y las otras mujeres de la toma, la fiscal hizo referencia a que ni siquiera eran argentinos, por eso ella habló de mujer a mujer sobre sus hijos que nacieron en Argentina. Pero, argentinos o bolivianos, es importante recalcar que “a diferencia de los asentamientos, en las “tomas” hay una clara intención de habitar y hacer del espacio un lugar de sociabilidad e integración al resto del territorio urbano, en tanto y en cuanto sus pobladores hacen claramente expresa su intención de cumplir –en la medida de sus posibilidades– con todas las obligaciones que surgen de su ocupación del lugar, a fin de lograr su completa integración a la ciudad”. (Estudio del Llano en Llamas)

“Para ganar, hay que quedarse”

Todos entienden, los que se quedaron entienden que no va a ser fácil, pero no van a dar el brazo a torcer. Tienen buen humor, aunque reconocen que se cansan de estar ahí. Pasaron frío, no tienen las comodidades que tenían en la casa que habitaban, pero seguro que ahí tienen la dignidad de la casa propia, de la tierra ganada. Pasar el invierno, les dejó un gustito a triunfo. Carlos, vecino de la toma, cuenta como los pollos que producen y venden, estaban con estufa, se ríe del frío que pasaron. Y como una burla o un símbolo del invierno que quedó atrás sembraron flores y varias huertas. Saben de sembrar para cosechar, plantar y plantarse, con la paciencia de una semilla, esperan llegar a árboles en ese lugar que ya sienten propio.

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Raúl cuenta que cuando vuelven a la casa (se refiere a las casas que son del dueño de la tierra que alquilan para producir ladrillos) su hija menor se enferma. Duerme mal, se siente adolorida e incluso le da fiebre, “cuando le digo que vamos al terreno se pone a brincar”. También, confiesa que le ofrecieron un terreno en Hogar 3, seguro a él porque es un referente de la toma. Él aclara varias cosas: no quiere sólo el terreno en el barrio, si es en el barrio quiere la casa con la escritura, pero prefiere quedarse en la toma, se siente más seguro. Entiende que en los barrios no es lo mismo, la discriminación, los desconocidos, la violencia, la inseguridad. “Acá nos conocemos todos, pueden volver caminando de noche las niñas, por más chicas que sean, uno está tranquilo”. Julio recuerda que cuando vivió en Orán (Salta), vio un documental sobre una toma, “en Bolivia, no sabía que existían las tomas”, no sabía de qué se trataba. Por ese documental él entendió que no iba a ser fácil, y trató de explicárselo a los compañeros. Insisten ambos, porque comprendieron que “para ganar hay que quedarse”.

Paradojas

A unos 80 metros de la toma y en el mismo terreno, comenzaron a lotear. Dicen que van a hacer un barrio privado, altos postes olimpicos, alambrado perimetral, garita y columnas de la puerta de ingreso en construcción casi lo confirman. A las familias que se dan lugar en la toma les dijeron que esa zona está contaminada por el basural que está enfrente, cruzando la ruta. Raúl dice que los amenazan con eso, que les dicen que se van a enfermar, que van a tener hijos deformes, “eso es mentira” determina. ¿Querrá entonces la gente de country ir a vivir a un lugar contaminado? ¿Estará solo contaminado para los pobres?

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Pero la decisión continúa firme. El Inta, trabajando junto al Encuentro de Organizaciones, les brindó capacitación y financiará la construcción de varias cisternas de placas, una tecnología que se usa en Brasil para proveer de agua potable a comunidades rurales y de las periferias urbanas. Hace unos días en el barrio de Piedra Blanca habitantes de la comunidad construyeron la primera con una capacidad para almacenar 16.000 lts de agua de la que se beneficiarán tanto los habitantes del barrio como los de la toma que está muy cerca.

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A fines de noviembre, dicen, van a comenzar a vender los lotes del country, 50 x 50 mts. para cada comprador. Esperabamos, no un milagro ni un acto de justicia social, si no solo que por esta vez tengamos una justicia con la suficiente lógica para entender que hay gente sin hogar y al lado están construyendo un country. Una vez más nos equivocamos, el pasado jueves 21/11 la Fiscalía Nº4 Turno 3, a cargo de la Dra Romero Díaz, dictó el desalojo.

Hace un tiempo, aumentaron el número de policías que están en la guardia y a partir de la decisión de la justicia se duplicaron. Duele ver como la sociedad es desigual, pero duele más aún ver como apañan o justifican esa desigualdad. La policía “controlando” a la gente que pacíficamente pide tener un lugar donde construir un hogar para la familia, es la muestra de ello, sin contar además el abuso de poder y sumado a eso una justicia que nuevamente desfavorece a los más desfavorecidos.

Con plantas y flores, cisternas o precarias casitas, dicen que quieren vivir tranquilos. Quieren un hogar para criar a sus hijos y dormir con la tranquilidad de la tierra propia ahí. Pacíficamente esperaban una respuesta favorable de parte de la justicia cordobesa. El lunes 25/11 se realizará en Piedra Blanca un Festival Solidario en apoyo a las familias y resistiendo el desalojo. Todos deberíamos acompañar a estas familias porque hoy son ellos pero mañana podemos ser nosotros víctimas de la desigualdad y la injusticia social.

por Diana Segado / Fotos: Fernando Facchin

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