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La profundización del modelo, confesión de la esencia kirchnerista
Por Gustavo Robles - Monday, Dec. 02, 2013 at 1:17 PM

Según dicen los acólitos del gobierno, después de haber perdido 4 millones de votos en las últimas elecciones parlamentarias, lejos de replantearse las cosas, el kirchnerismo va en estos últimos dos años que le quedan por la “profundización del modelo”, y que a eso apuntan los cambios en el plantel oficial. A la vista de las medidas que han ido tomando, es bueno que reconozcan para dónde han apuntado sus políticas desde el comienzo.

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El nombramiento de Capitanich como jefe de gabinete de ministros, el protagonismo que ha tomado, es toda una declaración de principios: el asumido menemista-duhaldista-kirchnerista (PJotista, en síntesis), admirador de las bases yanquis (a tal punto que permitió la instalación de una en su provincia, Chaco, mientras fue gobernador), represor de originarios y trabajadores, es una figura aceptada de buen grado por el establishment. Con CFK entre algodones, parece ser el hombre que maneja los hilos en La Rosada.

El acuerdo con Repsol, es decir, pagarle a la compañía española por haberle expropiado casi la totalidad accionaria que poseía en YPF, después de haber bravuconeado lo contrario durante un año, no significa otra cosa que compensarla por habernos saqueado y hacernos dependientes de la importación de energía. Era una consecuencia inevitable de la política de confrontación verbal, pero sumisión en los hechos, a las reglas de la globalización capitalista. La señora Fernández de Kirchner dijo alguna vez que “no debemos sacar los pies del plato de la globalización mundial”. Pues bien señora, “pertenecer” tiene su precio.

Así es que el pretendido “desendeudamiento” tan difundido por los medios y la militancia oficialistas, se ha derretido en el imaginario popular como helado al sol: en números aproximados, cuando Kirchner asumió en el 2003 había alrededor de u$d200 mil millones de “deuda” (ilegal, ilegítima y fraudulenta), el gobierno pagó desde entonces u$d174 mil millones, a pesar de lo cual el país todavía debe algo más de u$d200 mil millones ¿¿Y el desendeudamiento, dónde está?? El hecho de haber pergeñado una estructura de país dependiente de las ventas, las inversiones y del financiamiento externos, no dejó otra salida al gobierno que ir –otra vez- con el caballo cansado a las puertas del FMI, pues sin el acuerdo con este instrumento fundamental del imperialismo financiero, los demás negaban la posibilidad de nuevos préstamos. La baja en el superávit comercial y un déficit fiscal creciente, la necesidad de importar energía y de construir infraestructura para generarla, hicieron el resto. Así que desde diciembre, el nefasto FMI controlará la medición de índices del despedazado Indec, y desde el año que viene, las cuentas mismas del país. De esa manera, y con el compromiso de saldar la cuenta pendiente con el Club de París, el gobierno consiguió u$d3000 millones de préstamo del Banco Mundial, es decir, más deuda para las futuras generaciones. Cabe otra pregunta, entonces: ¿¿y la “soberanía” dónde quedó??

Aristóteles decía aquello de “la única verdad es la realidad”, y algo sabía el hombre. Alguien puede decir que es tal o cual cosa, pero la realidad dicta que uno es fundamentalmente lo que hace. El kirchnerismo verbalizó y asumió una imagen de confrontación con los poderes que dictan el rumbo del mundo, pero en los hechos nunca quiso cambiar nada: su intención fue, irónica, irresponsable y hasta delirantemente, “enseñarles” a manejar el sistema a los que lo han inventado y viven holgadamente de ello. Quiso ponerse al nivel de ellos, ser de “su clase”. Daba vergüenza ajena escuchar a CFK hablar en los estrados internacionales en contra del concepto de “lucha de clases” y explicar cómo implementar el capitalismo “seriamente”, mientras la muchachada que la vitorea en cada aparición pública dentro del país le canta “somos tus soldados para la liberación” ¿Liberación tocando alegremente la campanita en Wall Street?

Nunca hubo tal intención: no podía haberla con las políticas aplicadas, más allá de los discursos. No puede haber liberación si se le entrega ( vaya como símbolo) Vaca Muerta –tercer reservorio mundial de gas- nada menos que a Chevron. No puede haberla si nuestros minerales son puestos en manos de Barrik Gold, o si la política agropecuaria se escribe en las oficinas de Monsanto. No puede haberla si se depende de lo que le vendamos a EEUU, China, Brasil o Europa, ya sea mayoritariamente “comodities” o incluso productos con valor agregado. Las consecuencias de esas políticas no quedan sólo en la dependencia, sino en una sociedad desigual, de pocos ricos muy ricos y muchos pobres y cada vez más pobres. Que el propio Indec de Moreno reconozca en sus estadísticas que el 90% de los asalariados en el país gana por debajo de $6800 cuando la Canasta Familiar supera los $8500 exime de mayores comentarios.

Es por eso que se ven protestas de trabajadores a diario en el país, difuminadas por la política de división del movimiento obrero que no es nueva pero que ha continuado eficazmente el kirchnerismo, entre mercenarios que se venden, burócratas pasados a la oposición dentro del PJ y opositores al modelo y al sistema. Las luchas se ven entonces fragmentadas y encabezadas o fogoneadas generalmente por comisiones internas combativas, las que intentan ser controladas por la burocracia sindical traidora y por la judicialización de la protesta, política que ha profundizado el oficialismo. Así asistimos por ejemplo, a la posibilidad de que seis trabajadores petroleros de Las Heras sean condenados a cadena perpetua en una causa armada “al estilo Chicago” por la muerte de un policía, cuando lo que se quiere verdaderamente es condenar la protesta social, ya que los compañeros fueron parte de una pueblada que se manifestaba en contra del confiscatorio impuesto al salario. La persecución a los luchadores como norma queda claramente manifestada en las cifras: 6500 procesados por oponerse a las políticas de precarización, saqueo y entrega de nuestro patrimonio, es un récord que debe atribuirse a la cofradía K.

Hay que temerle entonces a esa “profundización”. Un gobierno que no ha dudado en promulgar y aplicar una ley como la “Antiterrorista”, el Proyecto X, la represión salvaje a originarios, campesinos pobres y ambientalistas, no es raro que eche mano a una reforma del Código Civil antiobrera, clerical, reaccionaria, cipaya y neoliberal como la que ya tiene media sanción del Senado y pretende aprobar el kirchnerismo el año que viene. Esa es una de las grandes herencias que dejará: la base legal donde se desarrollan las relaciones sociales, será una normativa claramente en favor del Capital en detrimento de los trabajadores, del mercado por sobre los derechos fundamentales, de la iglesia en contra de las libertades individuales, y de la justicia extranjera por sobre la nacional.

La “profundización” también significa apelar al ajuste que tanto han negado, con la liberación de los precios en comestibles y combustibles ya en marcha, y los próximos aumentos de tarifas que, de no mediar una fuerte oposición popular, serán aplicadas. Gobierno nacional y el de la CABA van de la mano entonces, en volcar todo el peso de la crisis en quienes no son responsables de ésta. Por algo el contrabandista de autopartes Mauricio Macri no se sonrojó al declarar que CFK “se estaba haciendo del PRO”.

En definitiva, “la profundización del modelo” es demostrar sin tapujos los verdaderos intereses que defiende el kirchnerismo, que si bien para algunos siempre estuvo claro, para millones de personas no. Incluso, para sectores que se autodenominan “progresistas” y “de izquierda” que terminaron apoyando un proyecto que claramente iba en favor de los intereses de los explotadores del país y del mundo, a quienes les llenó los bolsillos como nadie en la historia. El “mérito” innegable del kirchnerismo es que ha sabido amontonar en una misma bolsa a quienes hablan de soberanía pero festejan la entrega de nuestro patrimonio, a los que hablan de socialismo pero alaban al capitalismo “serio”, a los que dicen defender los intereses de los trabajadores pero apoyan el enriquecimiento sideral de los patrones, a los que declaman los Derechos Humanos pero miran para otro lado ante los atropellos del poder, y no se avergüenzan de compartir espacios con los mismos que han sido parte responsable del genocidio de sus padres, hijos y nietos. Habría que preguntarse cómo es posible que Hebe de Bonafini, Estela de Carlotto o el mismo Cabandié puedan confluir con Milani o el espía Gerardo Martínez, quienes pudieron haber entregado a sus propios seres queridos.

Eso es lo tremendamente nefasto del kirchnerismo, mucho peor que la propia entrega de nuestras riquezas que viene protagonizando: la bastardización de las viejas banderas de lucha, la tergiversación de los conceptos de liberación nacional y social. El terrible hecho de que miles y miles de seres humanos, sobre todo jóvenes, hayan asumido culturalmente la consciencia de que todos los dislates expuestos en esta nota son el camino para constituir una sociedad justa, libre y soberana.

Argentina tiene todas las condiciones para encarar un desarrollo verdaderamente soberano. Pero eso no puede ser posible sometiéndose a los designios de la globalización imperialista. Y no someterse no es “bravuconear”, sino “hacer”, tomar medidas que corten realmente con la dependencia. No pagar lo que no debemos y encima nos han saqueado. Romper con los saqueadores. No depender de lo que nuestras mamporreras burguesías agraria e industrial le puedan vender a las potencias extranjeras, que, además, sólo los enriquecen a ellos. No creer en los números macroeconómicos que ocultan las inequidades sociales. Vivir con lo nuestro, en comunión con nuestros hermanos de Suramérica, sobre todo con los que integran el ALBA. Podemos. Producimos alimentos para 400 millones de personas, siendo sólo 40. Tenemos materia prima e ingenio para desarrollar nuestra propia infraestructura. Podemos encararlo relacionándonos de una forma distinta con la naturaleza, respetándola, que es lo mismo que respetarnos a nosotros mismos. Claro, para ello habría que cambiar la estructura social del país, pasarle por encima a ese 10% rico que es el que goza del país y del mundo: ellos sufrirían un cambio semejante. Pero el 90% restante comenzaría a vivir en una sociedad que estaría mucho más cerca de asegurarle la vida digna que permanentemente le niega el Capitalismo.



Gustavo Robles

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