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La parálisis del sistema político de Estados Unidos
Por (reenvio) Todd May - Friday, Dec. 06, 2013 at 1:11 AM

1 Noviembre 2013 / Corporaciones son conservadoras en su inclinación política pero se interesan también en hacer apuestas compensatorias. Contribuyen a una campaña política, pero a menudo, contribuyen a las campañas de ambas partes, es decir que no apoyan sólo a uno de los lados en vista de no ser marginalizadas si el otro lado gana. En otras palabras, no son ideológicamente rígidos.

Uno de los rasgos de la vida política en los Estados Unidos es el hecho de que sus instituciones políticas formales estén casi siempre paralizadas. Muy poco se puede lograr y lo que se logra se hace, por lo general, bajo la amenaza de un desastre inminente. Este es un rasgo significativo del sistema político actual y sus consecuencias son de gran alcance, tanto para los que están dentro de los Estados Unidos como para los que están fuera de él.

Tal característica también se presta a algunas ironías de la vida política. Por ejemplo, muchos americanos de izquierda se opusieron a la propuesta de iniciar una acción militar contra Siria. Esto se debe a que la intervención de los Estados Unidos raramente conduce a un resultado positivo –un hecho que no requiere ser explicado para los colombianos-. Por otro lado, el Tea Party, Partido de derecha, se opone igualmente a una acción militar. Pero esto no es en razón de los efectos que esta intervención pueda tener en la población siria, sino sencillamente porque el presidente Obama la apoya. La idea de que uno tiene que oponerse a una política simplemente porque el otro lado es favorable a ésta, se presta a la parálisis política y, sin embargo, esta dinámica es un rasgo de la política institucional contemporánea.

Es importante comprender por qué esta parálisis existe. Intentaré ofrecer aquí una explicación inicial. Si bien es fácil querer reducir la explicación a algo simple, este fenómeno es, de hecho, el producto de varios factores que interactúan entre sí.

El primer factor, tal vez el más importante, tiene que ver con la manipulación de los distritos electorales. Estas manipulaciones ocurren cuando los distritos son divididos de tal manera que benefician al partido dominante. Veamos un ejemplo, supongamos que los Republicanos quieren diluir el efecto del voto negro, que generalmente apoya masivamente a los Demócratas. Y supongamos que cierta zona geográfica, que está dividida en tres distritos (es decir que tendrán tres representantes en la Cámara) tiene un 60% de población negra y 40% blanca. Supongamos también que cuando se necesita dividir la zona en distritos específicos, los Republicanos controlan la legislatura del Estado y entonces controlan el proceso de división. Lo que probablemente pasará, es que las áreas del distrito se definirán de tal manera que la población negra se concentrará en una zona mientras que los blancos contaran con la mayoría en las dos otras zonas. Eso servirá para asegurar que los blancos controlen dos distritos mientras que los negros controlen sólo uno, a pesar de ser una mayoría.

Ahora lo que sucede, es que para dividir las cosas de esta manera, el mapa de los distritos tiene que elaborarse de manera muy inusual y esto es exactamente lo que pasa. Si nos fijamos en los mapas de los distritos electorales a la Cámara, vamos a ver que a menudo son diseñados de una manera que parece no tener sentido. Esto se debe a la redistribución de los distritos.

Estas manipulaciones han provocado un aumento de los legisladores de derecha, como aquellos del Tea Party, en muchos distritos. Igualmente, éstas han llevado a una situación donde los legisladores se preocupan por un grupo reducido de la población: el segmento que votó por ellos. En lugar de recurrir a un grupo diverso, los legisladores recurren solamente a un grupo de votantes que aseguren su elección. Esto hace que sea difícil ponerse de acuerdo en las políticas a nivel nacional, ya que hacer este tipo de concesiones no les ayudará a ser reelegidos.

Los efectos de la redistribución de los distritos son reforzados por el papel que juega el dinero en la política electoral. Muchos americanos estaban indignados frente a la decisión de la Corte Suprema sobre el caso de Ciudadanos Unidos, en la que se declaró que no podía haber ninguna restricción en los gastos políticos de corporaciones o de sindicatos. Se temía que el dinero de las corporaciones pudiese financiar las campañas electorales, derrotando la voz de ciudadanos ordinarios. Seguramente es verdad que cada vez más y más dinero corporativo desemboca en estas campañas pero el dinero decisivo no viene de las corporaciones; este proviene principalmente de donantes individuales extremadamente ricos. Como se informó en el New York Times, la parte más grande de las donaciones hechas a las campañas electorales del 2012 venían de donantes individuales y no de corporaciones. De hecho, 44% de más de $6 mil millones en costos de campaña fueron financiados por 0.1% de donantes.

Este hecho es significativo en términos políticos. Por lo general las Corporaciones son conservadoras en su inclinación política pero se interesan también en hacer apuestas compensatorias. Contribuyen a una campaña política, pero a menudo, contribuyen a las campañas de ambas partes, es decir que no apoyan sólo a uno de los lados en vista de no ser marginalizadas si el otro lado gana. En otras palabras, no son ideológicamente rígidos. Por el contrario, los donantes individuales, particularmente de derecha como los hermanos Koch, tienen una tendencia a ser ideológicamente extremos. Si se combina esta financiación ideológicamente extrema con las manipulaciones de los distritos, lo que resulta es la aparición de una clase de políticos de derecha sin ningún interés en hacer acuerdos. Esto es exactamente lo que existe actualmente en el Congreso y particularmente en la Cámara de Representantes.

Además de la redistribución de los distritos y de la financiación ideológica, hay otros dos factores que deben ser mencionados. El primero es la polarización de diferentes partes del país. Este es el fenómeno de estados rojos (Republicanos) y estados azules (Demócratas). La gente en los Estados Unidos se define más por la zona – azul o roja – en la que viven que por ser miembros de un país.

El segundo, es el efecto que esto tiene sobre los ciudadanos. Debido a que la política electoral se ha convertido en algo tan polarizado y tan impregnado de dinero, es difícil para los individuos sentir que sus acciones tienen un efecto sobre la política electoral. La gente se siente, entonces, desesperanzada y alienada con respecto a las instituciones políticas. Esto ha llevado a algunos movimientos positivos, como por ejemplo el movimiento Occupy, pero también ha dado lugar, y creo que esto es más generalizado, a una desesperación política. La gente siente que no puede incidir en la cultura política del país, entonces se retira de cualquier participación política o resistencia.

Hasta ahora, lo que he descrito es el surgimiento de una clase política intransigente, particularmente de derecha. Ahora bien, eso no explica toda la historia de la parálisis política. Si la redistribución de los distritos y la contribución económica en política mueven la Cámara de Representantes hacia la derecha, este movimiento no refleja al país en su conjunto, que tiende a ser más centrista. Por ejemplo, a pesar de que periódicamente la Cámara de Representantes amenaza con recortar los fondos al gobierno de los Estados Unidos si no se deroga el plan de salud, el Presidente Obama ha sido reelecto en su cargo. La concentración de electores demócratas en las costa este y oeste, y en la región central del norte de los EEUU, asegura que, en las elecciones nacionales, los Demócratas serán competitivos, o incluso saldrán victoriosos. En todo caso, alguien elegido por el voto nacional sería, probablemente, ideológicamente mucho menos de derecha que los que ocupan la Cámara de Representantes.

El resultado de todo esto es la parálisis. Hay muy poca o ninguna base común para hacer acuerdos políticos. Cuando nos enfrentamos a una emergencia, como la del cierre total del gobierno, se llega sólo a pequeños acuerdos. Ahora bien, uno puede preguntarse cuánto tiempo puede continuar esta situación, dado que los acuerdos hechos bajo estas condiciones se aplican sólo a un rango estrecho de la política. Por otro lado, como la administración de Obama lo ha demostrado, cualquier acuerdo que se logre tiende a hacerse cuando los centristas se mueven hacia la derecha, esto es porque, como ya debe ser claro, los legisladores de derecha no tienen motivaciones electorales para moverse hacia el centro.

No hay ninguna razón para creer que esta situación va a cambiar en el corto plazo. Podemos esperar que la política de los Estados Unidos vaya de crisis en crisis. Cuando escribo esto, la parálisis no ha conducido a una crisis generalizada. Sin embargo, no hay garantías para que esto no pase en el futuro. Si el Congreso decide, por ejemplo, no aumentar el techo de la deuda y permitir así a los Estados Unidos faltar al pago de sus deudas, es difícil anticipar las repercusiones que esto tendría para el resto del mundo. Por un lado, algunos pueden consolarse con la idea de una parálisis política en los Estados Unidos.

Después de todo, cuando el sistema político estadounidense funciona sin contratiempos, es generalmente una mala noticia para el resto del mundo. Por otro lado, los Estados Unidos siguen siendo un elemento central en el sistema económico global. Cuando sus instituciones políticas no pueden funcionar del todo, puede resultar de esto un conjunto de problemas completamente diferentes. Es así que sin una izquierda vibrante, que llame la atención sobre estos problemas y que resista a la alineación política actual, soy pesimista frente a las perspectivas, en un futuro próximo, de la política en los Estados Unidos.

fuente http://palabrasalmargen.com/index.php/articulos/item/la-paralisis-del-sistema-politico-de-estados-unidos?category_id=279

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