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¿Y Tarapacá presidente Humala?
Por Herbert Mujica Rojas - Monday, Dec. 09, 2013 at 9:55 AM
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El cretino lenguaraz acaso pudiera pretextar la lejanía de las fechas y la globalización contemporánea. En cualquier caso, 1824 está más en la nebulosa de los tiempos que 1879 y el próximo año nos impondremos del veredicto de la Corte Internacional de Justicia de La Haya para el contencioso marítimo por inexistencia de límites a que llevamos a Chile.

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Perú

Señal de Alerta
por Herbert Mujica Rojas
9-12-2013

¿Y Tarapacá presidente Humala?
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Los medios de comunicación, con alborozo subrayado, dan cuenta que hoy asistirá a la conmemoración de la Batalla de Ayacucho de 1824, el jefe de Estado Ollanta Humala. Esos mismos medios, con silencio acusador ¡ni siquiera! se preocuparon del aniversario de la Batalla de Tarapacá, 27-11-1879 y ¡mucho menos! de noticiar al país de qué hacía el primer mandatario en ocasión de un triunfo -uno de los pocos- que valientes le dieron al Perú entonces.

¿Quiénes, señor presidente Humala, sugirieron a usted integrante del Ejército, que se saltara a la garrocha la efemérides de Tarapacá? ¿sus asesores o asesora? ¿cree alguien que hay divorcio entre un gobierno que muestra cortesías más que exageradas a los del sur y pretende pasar por alto las fechas célebres, y los medios de comunicación? En otras cosas quizás, pero cuando se trata de mantener la media voz del infame y tácito pacto que denunciaba González Prada ¡de ninguna manera!

El cretino lenguaraz acaso pudiera pretextar la lejanía de las fechas y la globalización contemporánea. En cualquier caso, 1824 está más en la nebulosa de los tiempos que 1879 y el próximo año nos impondremos del veredicto de la Corte Internacional de Justicia de La Haya para el contencioso marítimo por inexistencia de límites a que llevamos a Chile.

Cuando un pueblo, inducido por los miedos de comunicación y por los peleles que habitan episódicamente los puestos de mando, empieza a olvidar los jalones de su forja, insuficiente o no, gana las dudosas preseas de su disolución. Y acaso la violencia cotidiana traducida en asaltos a balazo letal, despidos irregulares, abuso consuetudinario contra usuarios de toda clase de servicios, públicos y privados, sean ya referentes inocultables que Perú ha emprendido ese nefasto derrotero.

Entonces, ocurrirá -si acaso no es ya realidad monda y lironda- que cada quien entenderá que debe fletar ejércitos y bandas particulares para la defensa de su patrimonio y que las leyes, como casi todo en Perú, están hechas para no cumplirse y que siempre habrá jueces y autoridades a comprar según la oferta y la demanda, en buena cuenta y en castellano directo: la ley de la selva.

Si se trata de pusilanimidades hay aberrantes expresiones de cuya indignidad no hay la menor hesitación. No mucho atrás el entonces presidente García -refiriéndose a Chile- dijo que no había que cuestionarlos porque "se podían molestar". Su frondosa e inane oratoria no fueron nunca suficientes como para disimular la felonía de tanta bajeza inmoral.

¿Y Tarapacá presidente Humala?

Que el nipón Fujimori rematara en porciones jugosas el país y que su banda hiciera literalmente humo más de 8 mil millones de dólares de las privatizaciones que hasta el día de hoy ¡nadie sabe dónde están!, no es extraño. Mucho menos que durante sus administraciones el peruano fuera convertido en un vulgar guarismo, ignorante de cualquier sentido terrenal de historia o sentido de Patria.

Que el fujimorismo sin Fujimori se siguiera practicando durante los regímenes de Toledo y García Pérez, tampoco hay mucha sorpresa, toda vez que ambos continuaron el modelo económico pleno en contratos ley y entreguismo a troche y moche, con el agravante de una despersonalización absoluta del país.

Pero que un militar como el presidente Humala tienda a hacerse comparsa de olvidos que poseen cuotas inmensas de responsabilidad, sí es un asunto que no puede pasarse por alto y ¡menos! cuando Perú debe ubicar, por los medios posibles más urgentes, su propia respuesta frente a un asunto con Chile que debe servir de plataforma de lanzamiento del destino nacional para los próximos cien años.

Desde que nacimos a la civilización y la vida republicana, el pueblo peruano ha pagado los yerros e imbecilidades claudicantes de sus castas políticas y económicas. Ha asumido, esta masa sin nombre y apellido, pero con obligación tributaria de sufragar en silencio y sin protesta, el pasivo monstruoso de aventureros que confundieron al Perú con una chacra para sus perros y matones y, ciertamente, para su enriquecimiento desmedido.

¿Por causa de qué esto debe continuar de este modo abyecto?

Que los intelectuales a la carta cobren muy bien sus producciones y coticen mejor sus silencios, prosiga ineluctable su camino vergonzoso. Otros habremos de continuar pregonando el respeto y recuerdo de la historia, aquella que reivindica al hombre y mujer de abajo, de aquél a quien la Patria debe una y muchas victorias, las mismas que habrán de conseguirse en el yunque diario de un fuego amoroso por y para el Perú.

¿Y Tarapacá presidente Humala?


¡Atentos a la historia, las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos al poder, el gobierno lo tiene cualquiera!

¡Rompamos el pacto infame y tácito de hablar a media voz!

¡Sólo el talento salvará al Perú!


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