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Reina pudo contar su historia a través de una intérprete
Por Redacción Diagonales - Monday, Dec. 16, 2013 at 8:16 AM

27.11.2013 | Es la mujer que está presa desde hace tres años acusada de matar a su pareja. Pero como no habla español nunca pudo contar su historia de sometimiento y violencia doméstica. Presentaron un amicus curiae.

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Reina Maraz (de espaldas) durante la entrevista con Andar (Foto: Helen Zout -Archivo CPM)

Desde tres años, Reina Maraz está presa acusada de matar a su pareja, pero recién ahora pudo contar su historia, la que está cargada de sometimiento y violencia doméstica. Ella es boliviana y solo habla quechua. Pero nunca nadie se preocupó porque comprendiera la acusación o pudiera defenderse. Ahora, la Comisión Provincial por la Memoria (CPM) presentó un amicus curiae en su favor, y logró obtener su versión, para que sea escuchada tanto ante la justicia como una nota periodística que se transcribe más abajo.

La presentación realizada desde la Dirección de Litigio Estratégico y el Programa de Pueblos Originarios y Migrantes hace hincapié en la necesidad de que las actuaciones sean asumidas desde una perspectiva integral de derechos humanos, así como que se garantice que se tomen en cuenta las circunstancias, condicionamientos y situaciones en las que se encontraba y se encuentra la mujer, y las múltiples violencias que la misma padeció y padece.

En la presentación se desarrolla el concepto de “interseccionalidad”, que en este caso incluye sus condiciones de “mujer en situación de violencia”, “indígena”, “migrante” y “pobre”, las cuales la colocan en intensa situación de vulnerabilidad.

A continuación se transcribe la nota de la Agencia Andar con Reina Maraz:

En un cuarto pequeño de la Unidad 33 de Los Hornos, Reina desnuda su soledad. La soledad que la acompaña cada día en la cárcel, pero que viene de mucho antes: cuando se quedó sola con sus guaguas en Bolivia mientras su marido venía a trabajar a la Argentina, cuando los familiares de su esposo la acusaron de adulterio, cuando su marido la convenció de venir a nuestro país, cuando soportó golpes y vejaciones, cuando vio crecer su panza durante meses en una comisaría de Quilmes sin que nadie creyera que estaba embarazada.

Reina Maraz, 25 años, quechua parlante, oriunda de Avichuca, Bolivia, está detenida desde noviembre de 2010 acusada por el asesinato de su marido Limber Santos. Estuvo un año y medio sin que nadie se comunicara con ella en su idioma. Hoy puede hablar, y lo hace en un tono monocorde interrumpido a veces por el llanto. Habla mucho, a borbotones, casi en un susurro. Habla mientras mira a Frida Rojas, la intérprete que la Comisión por la Memoria logró que se designara a partir de que intervino en el caso. Frida alterna la tercera y la primera persona cuando nos cuenta lo que Reina dice.

“Ella vivió siempre en el campo, donde no pasan autos, donde no hay luz eléctrica, donde se cocina a leña”, relata Frida. De ese lugar vino Reina con su marido y sus dos hijos pequeños en el año 2009, a vivir a la casa de una cuñada en Villa Soldati. La relación con la hermana de su marido era muy mala, por lo que al poco tiempo se mudaron a la casa de un tío. Pero allá las cosas no mejoraron. Una madrugada, según relata Reina, Limber la golpeó durante horas, rompiendo todo lo que encontraba a su paso.

Con la ayuda de su hermana huyó a la casa de otros familiares e intentó regresar con los hijos a Bolivia. Pero al retenerle los documentos su marido hizo que volviera a vivir con él, esta vez en Florencio Varela, donde ambos trabajaron apilando ladrillos.

Reina recuerda entre lágrimas ese tiempo que duró casi un año “era muy poco lo que se ganaba; ella nunca manejaba dinero, y como era poco apenas les alcanzaba para comer; sus hijos nunca fueron a la escuela, porque el marido no quiso”. Y sigue “Ella no la pasó nada bien, porque al final la plata nunca les alcanzaba para nada porque él bebía. Había plata para eso pero no para la educación y menos para que ella se pudiera vestir. Ella nunca durante ese tiempo se compró una vestimenta un zapato, nada… Ella todo el tiempo pensaba y hacía como cierto análisis de toda esta situación que estaba pasando y no estaba bien. O sea, no estaba bien que no estudien sus hijos, no estaba bien que ella pase esa situación y se miraba cada vez a sí misma, que tenía cada vez menos ropa, que no tenía zapatos que ponerse y estaba todo el tiempo así y él bebía. Ella estaba completamente sola”.

Después de la detención por el asesinato de su esposo, estuvo siete meses en una Comisaría. “No sabía si era de día o si era de noche, estaba en un ambiente cerrado y pensaba mientras mi panza crecía “¿qué es lo que está pasando? ¿Qué es esto?’.

Reina no quiere hablar “del hecho”. Porque durante mucho tiempo no pudo hacerlo en instancias judiciales. Porque firmó papeles que no sabe qué decían. Porque logró decirle a una compañera de encierro que estaba embarazada pero no le creían.

Su hija nació en la Unidad 33 en el mes de agosto de 2011. “Ella recibió con mucha alegría a la guagua, pero con una preocupación muy grande, porque la alimentación durante el embarazo no fue buena”, nos dice Frida, interpretando a Reina. Y agrega “No fue nada lindo llegar acá, en un ambiente donde todos te miran con odio, porque hay esa mirada de odio, dice….te odian, mucho, y te lo hacen sentir”.

También se llora de alegría. Ahora Reina puede hablar. Y puede comprender su situación, y siente que no está tan sola. Dice que “siente que tiene alguien que la escuche, que la ayuda…Que está muy agradecida porque si no, no sabría dónde está parada”.

En marzo de 2014 está previsto el juicio oral. Y Reina podrá hablar ante los jueces y hacer su propio relato. Podrá decirles, como nos dijo a nosotras, que lo que más quiere es reencontrarse con sus dos hijos. Con el que está con sus padres en Bolivia y con el cual habla de vez en cuando. Con el mayor, que está con la familia de su esposo y no sabe dónde está. Con su pequeña que hoy la acompaña en la cárcel.

“Es lo que más deseo. Si comemos bien, si no comemos también, pero que estemos juntos. Ese es mi pensamiento. Yo quiero que mis hijos estudien. Yo quiero que vayan a la escuela porque no quiero que sufran como yo, que no puedo entender algunas cosas. Quiero que ellos sepan, que ellos estudien para que no les pase lo que a mí me pasó”. Y antes de despedirse nos dice “Se llora también de alegría y cuando a veces estoy sola con mis pensamientos, puedo llorar de alegría, no sólo de tristeza. Les agradezco mucho”.

Acá, el audio de la entrevista (http://www.andaragencia.org/?wpfb_dl=49) y la desgrabación completa (http://www.andaragencia.org/?wpfb_dl=48).

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