Julio López
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Una cierta "Madame" Washington-Paris: Conmoción y pavor para gobernar
Por Agencia Brutus fans Club - Wednesday, Jan. 22, 2014 at 3:34 PM
Gentileza de Les Blough, editor, miembro de Rebelión

La negrera serviCIAl Deborah Palfrey es acusada de dirigir una red de prostitución destinada a políticos de Washington. Una red que ha empleado a más de 130 mujeres. También fue acusada de Crimen Organizado y lavado de dinero. Pero no es todo. Esta historia picante estuvo crepitando en los medios corporativos durante las últimas semanas -desde los medios “respetables” a los sitios porno-. Es el nuevísimo, tremendo, nuevo escándalo sexual de Washington...La punta de un Iceberg en el seno del nuevo poder imperial totalitario y depravado. Les Blough tiene la palabra:

El gobierno y los medios corporativos presentaron a Randall Tobias como la primera víctima de la madame Palfrey. Era el jefe de programas de ayuda externa del régimen de Bush que abandonó su puesto después de que los medios revelaron su nombre como cliente de la red de prostitución de la madame Deborah Jean Palfrey en Washington DC.

Palfrey es acusada de dirigir su red de prostitución a 400 dólares por hora durante 13 años en Washington desde su casa en Vallejo, California. La red ha empleado a más de 130 mujeres. También ha sido acusada con múltiples cargos de crimen organizado y lavado de dinero.
Sí, aburre un poco, todos estos viejos políticos decrépitos pillados de nuevo con los pantalones por el suelo mientras realizan sus negocios para la “superpotencia” del mundo. Pero por este camino nos topamos con unas pocas historia que lo hacen interesante.

Los medios corporativos pusieron primero a Tobias, pero no fue el primer nombrado por "madame Palfrey". Según documentos judiciales, el primer nombre entregado a las autoridades por la "madame" fue el del doctor Harlan K. Ullman. No es de extrañar que nunca hayamos oído hablar de él. A Harlan le gusta actuar en segundo plano y por lo que cuesta encontrar fotos suyas, parece sentirse también un poco cohibido frente a las cámaras.

¿Quién es el doctor Harlan K. Ullman?... Ullman, Mister Conmoción y Pavor en persona, es uno de los neoconservadores que planificaron la invasión de Irak por Estados Unidos.
Es un comandante naval (R) de EEUU, conocido como el cerebro en la estrategia de “dominación rápida” que ese país utilizó para bombardear Irak en abril de 2003.
Por cierto, él acuñó la frase Conmoción y Pavor. Es un asesor sénior del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS) y del Consejo Atlántico. Uno de sus libros, producto de la Universidad Nacional de la Defensa, promueve la aterradora doctrina de Conmoción y Pavor.
Técnicamente es conocida como “dominación rápida” y es una doctrina militar basada en el uso de una “fuerza decisiva abrumadora”, una “percepción dominante del campo de batalla”, “maniobras dominantes”, y “demostraciones espectaculares de poder” para “tener la percepción clara del campo de batalla de un adversario y destruir su voluntad de combatir”.

Según Global Security, "Mr. Ullman dice que Conmoción y Pavor y su uso de ataques selectivos (finamente orquestados contra objetivos específicos), es el camino para eliminar a la dirigencia enemiga que puede conducir a una victoria rápida, relativamente incruenta. Dice que sabremos suficientemente rápido si esto sucederá con la Operación Libertad Iraquí”.

En su "Incomprehensible Destruction" del 20 de marzo de 2003, Sandy Tollman describió los planes de Ullman para Irak:“Se espera que el plan del Pentágono para estas primeras 48 horas de ataques contra Bagdad incorporará una doctrina militar conocida como Conmoción y Pavor: unas 3.000 bombas y misiles, cerca de uno por minuto, caerán como rayos sobre la capital iraquí. La doctrina fue inventada por Harlan Ullman, un veterano estratega militar, cuyo libro de 1996: Conmoción y Pavor: logrando dominación rápida, recomienda ‘niveles casi incomprensibles de destrucción masiva’ para lograr un ‘nivel abrumador de conmoción y pavor contra un adversario de manera inmediata o suficientemente oportuna para paralizar su voluntad de continuar’.

El impacto de los actuales ataques puede ser mejor comprendido a través de una lectura atenta del libro, que cita a las bombas atómicas contra Hiroshima y Nagasaki como exitosos ejemplos pasados de conmoción y pavor”. “Sugiere que las víctimas civiles serán mucho más elevadas de lo que los funcionarios del Pentágono habían calculado previamente. Además, parece que las acusaciones del gobierno contra el uso de “escudos humanos” por Saddam Hussein pueden forma parte de una campaña para transferir la culpa por una gran cantidad de muertes civiles en Irak. Y plantea serias dudas en cuanto a la estrategia de la democracia mediante la invasión: ¿cómo podrían las tropas estadounidenses ser consideradas como liberadoras después de una devastación semejante?
En su libro de 1996, publicado por la Universidad Nacional de la Defensa, Ullman y el co-autor J. P. Wade gestan el fundamento para el actual pensamiento del Pentágono sobre Irak y Oriente Medio. La parálisis de la voluntad del enemigo, escriben, lo volverá ‘totalmente impotente y vulnerable’ a través de ‘total dominio logrado a velocidad extraordinaria y a través de los ámbitos táctico, estratégico, y político’, que ‘destruirán la voluntad de resistir’”.

El veterano periodista John Pilger escribió 3 meses antes de la invasión de Irak:“Un estratega militar llamado Harlan Ullman declaró a la televisión estadounidense: ‘No habrá un sitio seguro en Bagdad. La pura dimensión de esto no ha sido nunca vista antes, no ha sido nunca contemplada antes’.
La estrategia es conocida como Conmoción y Pavor y Ullman es al parecer su orgulloso inventor. Dijo: ‘Se logra este efecto simultáneo, más bien como las armas nucleares en Hiroshima, sin que cueste días o semanas, sino minutos’. ¿Que hará realmente su “efecto Hiroshima” a una población de la cual casi la mitad está compuesta de niños bajo la edad de 14? La respuesta se encuentra en un documento ‘confidencial’ de la ONU basado en cálculos de la Organización Mundial de la Salud, que dice que ‘hasta 500.000 personas podrían requerir tratamiento como resultado de lesiones directas o indirectas’”.

A diferencia de Paul Wolfowitz, Richard Perle, Douglas Feith y otros servis neoconservadores que planificaron la invasión y ocupación de Irak, Harlan Ullman trata de pasar desapercibido cuando se presentan preguntas sobre Palestina.

Middle East Realities (MER), un sitio analítico en la Red sobre el Estado de Israel, dice lo siguiente sobre Ullman:
“Cuando se trata de Israel, Ullman se anda con mucho cuidado. Apenas si menciona a Israel hasta casi el final; y entonces lo hace mucho según el modelo Kissinger/Brzezinski de nunca mencionar la ayuda y las armas para Israel o al lobby israelí; sólo alude de modo muy indirecto a la necesidad de poner amablemente en vereda a Israel incluso respecto a las políticas e intereses de EEUU, mientras se coloca la mayor la mayor parte del peso sobre los palestinos ocupados y los regímenes árabes para que hagan lo que se les dice y acepten lo que sea que se les ofrezca”.
Por de pronto, la única opinión fuerte sobre Palestina e Israel encontrada en nuestro amplio estudio de sus escritos fue:“No es cuestión de quién tiene razón y quién se equivoca. Es una cuestión de impedir que esa parte del mundo estalle. Así que eso requerirá una diplomacia muy agresiva, muy contundente, en un país que es muy favorable a Israel, en el que el Congreso es muy favorable a Israel y en el público lo es y eso va a requerir una declaración y una posición que considero que va a ser muy difícil, si no imposible, para que el gobierno la pueda asumir. De modo que por lo tanto aunque usted dice que existe una oportunidad, y yo estoy de acuerdo, esa especie de diplomacia agresiva dinámica puede estar fuera del alcance de cualquier gobierno, y particularmente de éste”.

No puede caber duda que se trata de un miembro sólido del club neoconservador que preparó cuidadosamente los planes para la invasión de Estados Unidos datando de por lo menos los inicios de los años noventa.

Su biografía revela que (es) :

-miembro senior y director del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS)
-director de Programas Político-Militares y Estrategia; consultado por una serie de compañías de Fortune 100
-elegido al consejo del Wall Street Fund; formó su propia compañía, el Killowen Group, una consultora con amplios intereses financieros
-sirvió en los consejos de administración de varias compañías de inversión y de capital de riesgo relacionadas con participaciones en Asia; socio sénior y vicepresidente de dos compañías en el área de alta tecnología
-actualmente es presidente del consejo consultivo de dos empresas involucradas en la administración de control de inventario y de seguridad interior
-preside el Seminario Sénior en el Centro de Análisis Navales
-sirve en la Universidad Nacional de la Defensa y está en el Consejo Consultivo Sénior del Comando Europeo de EE.UU. y en el Colegio de Defensa de la OTAN (NADEFCOL)”.

El CSIS provee “Perspectivas Estratégicas y Soluciones Políticas” al gobierno de los Estados Unidos.Ahora Mr. Ullman vive su propia dosis de “conmoción y pavor” gracias a la bomba colocada por la madam Palfrey cuando lo nombró en primer lugar y lo calificó como uno de sus “clientes regulares”. El dolor de Ullman, por supuesto, no puede ser comparado con la brutalidad que infligió a la buena gente de Irak, un pago adecuado para este "gentleman" será algo eternamente imposible.Ullman se negó a hablar sobre la revelación de Palfrey cuando habló por teléfono con The Associated Press. Todo lo que dijo fue: “las afirmaciones están más allá de merecer un comentario”.

El falso periodista de la Casa Blanca de Bush y prostituto, Jeff Gannon, se juntó con Harlan Ullman en "Q&A Cafe discussion series" en Nathan´s Restaurant en Georgetown a la hora de almuerzo. Cuando le preguntaron sobre su uso del servicio de prostitución de Palfrey, Ullman dijo a la entrevistadora Carol Joynt: “Las afirmaciones son ultrajantes y no ameritan respuesta”.
Cuando Joynt le preguntó si alguna vez había encontrado a Palfrey, respondió: “Absolutamente no”, agregando: “No tengo la menor idea sobre el Dios "americano" de las palabras.

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EL DUEÑO "AMERICANO" DE LAS PALABRAS
Por Presidente Brutus - Wednesday, Jan. 22, 2014 at 3:52 PM
brutuspresidente@protocolo.zzn.com

Agradezco a Les Blough, miembro de Rebelión, la negación timadora de identidad territorial, es decir de atribuirse condición Americana sin permiso de los pueblos originarios; y le doy la palabra otra vez :


El pasado octubre tuve el privilegio de dirigirme a los ciudadanos de la hermosa ciudad venezolana de La Victoria (que tiene una población de 130 000 habitantes, a una hora de distancia al oeste de Caracas). El título de mi conferencia en dos partes fue El imperio corporativo global y el sueño americano. Durante la charla, corregí a quienes se refirieron a Estados Unidos como “América” y a quienes me llamaron “americano” . ¡Les recordé que Estados Unidos no es en absoluto un país “americano”! Al contrario, expliqué, Estados Unidos no es más o menos que una gran y poderosa colonia europea localizada en “las Américas”. Luego, señalé con el dedo la tierra bajo la tarima sobre la que hablaba y declaré, “¡Esto es América! ¡Ahora mismo estamos en América!” En este ensayo, Manuel Talens explica y aclara el uso y el mal uso que les damos a los nombres y su importancia. Es digno de una lectura cuidadosa. Su ensayo me recuerda un verso en la estrofa inicial de l Tao te ' Ching : “El nombre que puede pronunciarse no es el nombre constante”.


«En el principio existía aquel que es la Palabra y aquel que es la Palabra estaba con Dios y era Dios». Así, de una manera tan semiótica, arranca el evangelio de San Juan. Los otros tres, de Mateo, Marcos y Lucas, son menos imaginativos y, por eso, la exégesis suele atribuirles un valor literario inferior cuando los compara con la obra maestra del autor del Apocalipsis. Juan, que era un hombre culto y un magnífico novelista avant la lettre, no dudó en afirmar que el ser comienza con la palabra. Dicho de otra manera, sin palabra nada existe, pues cualquier ente real o de ficción, cualquier objeto o cualquier idea, necesitan ser nombrados para poder atravesar ese espacio que llamamos vida.

Pero los nombres no se deben al azar y pertenecen a la categoría de los códigos inconscientes, como bien han señalado los psicoanalistas de estirpe lacaniana, tan devotos del significado oculto del lenguaje. Uno de ellos, Aldo Naouri, cuenta en su libro de divulgación Madres e hijas el caso de un joven parisino que se fue dando un portazo de la fábrica que iba a heredar, porque no soportaba la manera en que su padre -un racista convencido- trataba al personal magrebí. Más tarde, el joven tuvo una hija, cuyo nombre, Houria, plasmaba a la perfección dicha ruptura con el pasado: Houria, en lengua árabe, significa «independencia». Otro caso, mucho más simpático, era el de una mujer que padeció toda su vida de resfriados. Como por casualidad, llamó a su hijo Geffroy, que en francés significa fonéticamente «tengo frío».

Y ahora, sentadas las premisas de mi exposición, me centraré en el nombre de un país que recientemente fue objeto de enconados debates en los intercambios internéticos del foro plurinacional de traducción al que pertenezco. El nombre no es otro que The United States of America, alias America. Sí, los ciudadanos de Estados Unidos llaman América a su propio país y, en consecuencia, se autodenominan «americanos». Sin embargo, América es todo un continente, con más de treinta países, grandes y pequeños, que podrían reclamar con el mismo derecho llamarse así. Nos encontramos, por lo tanto, ante un caso flagrante de apropiación indebida y unilateral de un nombre común, algo que en clave retórica podríamos calificar de sinécdoque o metonimia, es decir, el trasvase de significado desde un término que designa un todo hasta una sola de sus partes.

Consciente del disparate, un argentino llamado Emilio Stevanovich -el intérprete más joven que ha tenido la ONU-, acuñó durante la guerra fría la denominación de Estados Unidos de Norteamérica, pero tuvo poco éxito, pues conduce a una nueva metonimia igual de ilícita: la del gentilicio «norteamericano». Basta con echar un vistazo a cualquier atlas para ver que en América del Norte, además de Estados Unidos, también «existen» Canadá y México, asimismo norteamericanos.

Recientemente he visto la última película de Jean-Luc Godard, Éloge de l’amour, un lúcido y despiadado ejercicio sobre la memoria, y en ella el director deja bien claro que Estados Unidos ha robado el nombre que utiliza. En la escena que a mí más me impresionó vemos a un abogado hollywoodense adquiriendo los derechos cinematográficos de los avatares durante la Resistencia francesa de un viejo matrimonio de judíos. Lee el contrato en inglés y un intérprete traduce para la familia. En un momento dado, cuando dice que los compradores son americanos, la nieta del matrimonio -militante contra la globalización neoliberal- lo interrumpe: «¿Qué americanos?», pregunta. «De Estados Unidos», responde sorprendido el otro. «Pero los brasileños son también Estados Unidos», replica la joven. «De los Estados Unidos del Norte», continúa el abogado. «Los mexicanos también están en el norte y son Estados Unidos. Lo que pasa es que ustedes no tienen nombre, ni memoria.» Poco después, en un contrapunto extraordinario, aprendemos que el matrimonio, cuyo apellido original era Samuel, ha conservado hasta la fecha el que utilizaban en tiempos de la Resistencia, Baillard, porque ellos sí tienen nombre, y no lo quieren olvidar.

Por supuesto, los causantes de la metonimia America ni siquiera se plantean el trastorno que causa su impostura, pero en los aledaños del imperio se ha intentado remediar este escollo semántico. Los términos «yanqui» o «gringo» hubieran servido, pero son despectivos, como también lo es el malévolo «usano» -de USA, pero peligrosamente limítrofe con gusano- sugerido por el periodista español Julio Camba.

Por fin, apareció la designación «estadounidense» (los mexicanos lo escriben “estadunidense” y los franceses han comenzado tímidamente a utilizar étasunien), que parece más neutral, pero el arreglo dista de ser perfecto, ya que el nombre oficial de la antigua Nueva España es Estados Unidos Mexicanos y, al menos en teoría, los nietos de Cuauhtemoc son también -y con toda la razón- estadunidenses.

Las complicaciones no terminan aquí, pues no solamente los ciudadanos de Estados Unidos carecen de nombre -lo cual ya es grave-, sino que el binomio «Estados Unidos» tampoco es un nombre en sentido estricto. En general, los países suelen tener un apelativo claramente identificable -Australia, Gabón o Venezuela, por citar tres al azar- y nadie utiliza circunlocuciones extrañas a la hora de nombrarlos, pues una cosa es que existan la República Francesa o el Reino de Marruecos y otra muy distinta que nos refiramos a ellos así, salvo en documentos legales. En cambio, un nombre tan absurdo como Estados Unidos de América ha necesitado la creación de abreviaturas. En inglés la sigla es USA. ¿Y en nuestra lengua? La discusión en el foro al que me refería antes empezó cuando se intentó unificar la grafía castellana de la abreviatura de marras, con vistas a establecer los criterios editoriales de una revista electrónica que hemos empezado a publicar. Fue entonces cuando nos dimos cuenta del galimatías en que se ha enredado la cuestión, pues, en España, el libro de estilo de El País recomienda EE UU -separado y sin puntos-, El Mundo opta por EEUU -junto y sin puntos-, el Abc y La Vanguardia se ciñen al académico EE.UU. -junto y con puntos- y el Diccionario de dudas y dificultades de la lengua española de Manuel Seco escribe EE. UU. -separado y con puntos-, mientras que el Manual de español urgente de la Agencia EFE prefiere EUA (Estados Unidos de América) y una rápida visita a la Red permite ver que, por ejemplo, el periódico mexicano La Reforma utiliza EU y El Mercurio chileno indistintamente EEUU o EE.UU. Elegir, en tales condiciones, equivale a una lotería.

Una última posibilidad, que recientemente me ha sugerido un compañero, sería renunciar por completo a traducir la sigla inglesa del país y derivar de ésta el nombre de sus habitantes, que pasarían a ser «usamericanos», es decir, americanos de USA. Eso acabaría de una vez por todas con la metonimia original y con las discordancias citadas más arriba.

Está claro que a estas alturas de la historia, y dado el peso político planetario de Estados Unidos, nos enfrentamos a un problema insoluble, susceptible de análisis pero carente de remedio. Es irrebatible que tantas discrepancias sugieren, como poco, una relación conflictiva de todos nosotros, los periféricos, con esa nación que desde principios del siglo XX se arrogó el papel de gendarme del universo.

Pero volvamos a Lacan, para quien nada en las palabras es casual: si fuese cierto que somos lo que nos dicta el nombre o el apellido que llevamos, algunos patronímicos muy cargados de sentido imprimirían carácter a su portador. Veamos un ejemplo: Fidel Castro permanece «fiel» a unos postulados que le bloquean en gran medida la posibilidad de desviacionismo; su apellido, del latín castrum («campamento», origen del término castellano «castrense»), me recuerda los tiempos del bachillerato, cuando traducíamos en clase largos fragmentos de La guerra de las Galias, de Julio César. Supongo que alguien habrá señalado ya estos detalles del líder cubano, que me parecen de una evidencia cristalina: tengo para mí que estaba predestinado a ser un inflexible soldado y que sus estudios iniciales de abogacía fueron solamente un desvío fugaz.

Veamos un segundo ejemplo, éste graciosísimo: Jacques Chirac, el actual Presidente francés, instaló un circuito de retretes para alivio de paseantes en las calles de París cuando fue alcalde de dicha ciudad. Eran bastante lujosos y se accedía a ellos a cambio de unas monedas. Quién sabe si, muy a su pesar, cumplió inconscientemente con el destino de su apellido -o al menos los franceses lo entendieron así-, pues en lenguaje vulgar las dos sílabas de Chirac complementan lo escatológico (del verbo chier, cagar) y lo económico (del verbo raquer, pagar), de tal manera que a los pocos días de inaugurar los retretes corría por toda Francia el siguiente eslogan humorístico, nacido en la calle: avec Chirac, tu chies et tu raques, es decir, «con Chirac, cagas y pagas».

No es nada extraño tropezarse con ingenieros de caminos que se llaman Puente, con policías Alguacil o con dermatólogos Pellejero, y así hasta el infinito. Todos ellos -siempre según Lacan- eligieron la profesión que les dictó el apellido. De la misma manera, el país America (es decir, su maquinaria política, no sus habitantes, a pesar de que la contaminación existe) incluye en el ADN de sus cromosomas estatales la esencia del depredador que luego ha sido, pues ya en 1787 inició su andadura expoliando un nombre colectivo y, después, ha impuesto el lenguaje mercantilista de su industria del espectáculo y de sus multinacionales, tanto por las buenas como por las malas.

Quién le iba a decir a San Juan que el Dios de ficción de su evangelio, aquel cuya metáfora era la Palabra, cobraría vida muchos siglos después, adoptaría el nombre del continente en que está situado y, desde el despacho «oval» de una casa pintada de blanco -símil embrionario del huevo podrido fundador-, crearía un nuevo orden mundial - imitando así el primer versículo del Génesis: «En el principio Dios creó los cielos y la tierra»- y lo pondría a su servicio mezquino a través del control de las telecomunicaciones y la propaganda, es decir, de las palabras.




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