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“Acá no están sentados los policías médicos. Yo los acuso”
Por Indymedia Derechos Humanos - Wednesday, Feb. 26, 2014 at 1:21 AM

El pasado viernes 21 de febrero concluyó la tercera semana de declaraciones testimoniales en el juicio que se realiza en La Plata por delitos cometidos en el Centro Clandestino de Detención “La Cacha”. Declararon cuatro familiares de desaparecidos que estuvieron en ese CCD: la madre Carlos Esteban Alaye, Adelina Dematti de Alaye; el hermano de María Rosa Tolosa, Eduardo Tolosa; y los dos hijos de María Rosa Tolosa y Juan Enrique Reggiardo, Matías Ángel y Gonzalo Javier Reggiardo Tolosa, quienes nacieron a fines de abril de 1977 en la maternidad clandestina que funcionó en la Unidad 8 del Servicio Penitenciario Bonaerense, a pocos metros del CCD “La Cacha”, y fueron apropiados por el policía Samuel Miara. La primera en declarar fue Adelina Dematti de Alaye, quien comenzó su declaración aclarando que su testimonio sería extenso “…pasaron más de 35 años”. Terminaría su testimonio, con una sala colmada de aplausos por el público, cantando “Madres de la plaza, el pueblo las abraza”.

Por Indymedia Derechos Humanos
[Foto: Gabriela B. Hernández]

 

Pasadas las 10:30 hs, comenzó el viernes pasado la sexta audiencia del año del juicio que se realiza en La Plata por algunos de los delitos cometidos en el CCD “La Cacha”. La primera testigo en tomar la palabra fue Adelina Dematti de Alaye, Madre de Plaza de Mayo, cuyo hijo Carlos Esteban fue secuestrado el 5 de mayo de 1977 y fue visto en “La Cacha” por sobrevivientes de ese centro clandestino.

A sus 86 años, Adelina Dematti de Alaye, se sienta nuevamente frente a un tribunal para dar testimonio sobre el secuestro de su hijo, los primeros encuentros con otras madres, la incansable búsqueda de verdad y justicia por sus hijos, y el pormenorizado trabajo de investigación sobre las tumbas NN del Cementerio de La Plata, el rol de la morgue policial y de los médicos.

Comienza su declaración aclarando que su testimonio será extenso. Pasaron más de 35 años. Adelina se dispone a declarar por su hijo y por los hijos de todas las madres que ya no están.

 

Carlos Esteban Alaye


Adelina era maestra jardinera. Su marido, Luis María, trabajaba en el Banco Nación, y había fallecido en un accidente cuando Carlos, el mayor de los hijos del matrimonio, tenía 12 años.

El noviembre de 1973, cuenta Adelina, Carlos había participado de un acto relámpago en la escuela secundaria a la que iba, bajando las escaleras del edificio con otros compañeros, cantando la marcha peronista. Meses antes un grupo de cinco de esos jóvenes le habían pedido autorización a la directora del colegio para ir unos días a Chile, donde un golpe de Estado había derrocado a Salvador Allende. “Ahí comienzan los controles en la escuela”. A fines de ese año, la dirección del colegio les pondría a esos jóvenes el máximo de amonestaciones.

Adelina se mudó junto a sus hijos Carlos Esteban y María del Carmen, a la ciudad de La Plata. Se instalaron en una casa en calle 11 entre 62 y 63, mientras Carlos terminaba el secundario. Estando en La Plata, Carlos comenzó a estudiar Psicología en la Universidad, se unió a la Juventud Universitaria Peronista (JUP) – Montoneros, y entró a trabajar en una tornería de Berisso. En julio de 1976 se casó con Inés Ramos y se fueron a vivir a una casa en Ensenada.

Carlos tenía 21 años, cuando el 5 de mayo de 1977, cerca de las 19:30 horas, fue secuestrado a pocas cuadras de su domicilio en Ensenada. Según los datos aportados por testigos, del operativo participó un grupo fuertemente armado, vestido de civil, entre quienes posteriormente se reconoce a miembros de la CNU y de la Marina. “Le dispararon un tiro por la espalda con arma corta con silenciador, después lo ataron de pies y manos y lo subieron a la parte de atrás de una camioneta”. Carlos iba a encontrarse con una estudiante de veterinaria llamada “Anahí”, que le había pedido ayuda porque estaba siendo perseguida. Iba en bicicleta por la calle Bossinga, entre México y Don Bosco, muy cerca de su casa, cuando alguien lo paró para pedirle fuego. Él hizo un gesto como diciendo ‘no tengo’ y en ese momento se escucharon los gritos de una persona: “¡Es él!” y disparos. Carlos cayó al suelo sangrando mientras la patota discutía y se gritaban. Un enfermero que trabajaba enfrente intentó ayudar a Carlos pero fue ‘persuadido’ en forma violenta. Para esta emboscada, el grupo de tareas había ocupado tres casas del vecindario. Según el testimonio de Orestes Vaello, “Anahí” había estado en Montoneros y desde hacía tiempo estaba al servicio del BIM 3.

Los primeros testimonios de sobrevivientes que vieron a Carlos en el CCD “La Cacha” fueron dados en el año 1979 en Brasil, ante la organización CLAMOR (Comité de Defensa de los Derechos Humanos para los países del Cono Sur). El testimonio de Orestes Vaello apunta en el mismo sentido. Según él, Carlos Alaye había sido entregado, directamente después del secuestro, al BIM 3. La orden provenía directamente del primer cuerpo del Ejército comandado por Suárez Mason. En relación a esto Vaello había declarado que su actuación se había limitado "al apoyo logístico en la fase de traslado" y que había tenido conocimiento, luego, de que Carlos Alaye había sido trasladado a “La Cacha”.

Adelina hizo referencia también a Juan Carlos Herzberg (capitán de navío retirado de Infantería de Marina), quien en mayo de 1977, cuando secuestraron a Carlos, se encontraba al frente de la Fuerza de Tareas número 5, que operaba en el Área Naval de La Plata, Berisso y Ensenada. En junio de 1984 Herzberg fue citado a declarar por el Juez Federal De la Serna, en cumplimiento a lo dispuesto por la Cámara Federal de Apelaciones, en el marco de una causa en la que también se tomó declaración a Agosti, Harguindeguy, Videla, Camps y Massera. Las declaraciones de los mencionados fueron tomadas por un decreto del entonces ministro de Justicia y Educación, Carlos Alconada Aramburú, en la sede del Regimiento 7, en el primer caso, y luego en el Regimiento 601. Al preguntar a Herzberg sobre las funciones de la Marina en esa época, el mismo contestó que “sólo actuaban cuando había un blanco móvil. El juez de La Serna nunca le preguntó qué hacían cuando había un blanco móvil”. (1)

Todos estos datos, reiterados en su testimonio del viernes pasado, fueron aportados ya en el año 1998, en la declaración de Adelina Dematti en el Juicio por la Verdad de La Plata.

(1) Juan Carlos Herzberg fue condenado en el año 2010 por los delitos de retención, sustracción y ocultamiento de un menor y alteración del estado civil de María Natalia Suárez Nelson. El 8 de agosto de 1977 Herzberg había entregado a la niña nacida en cautiverio al matrimonio conformado por Omar Alonso y María Luján Di Mattía. La madre de Natalia Suárez Nelson había estado detenida en La Cacha.

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La búsqueda en el escenario del terror


El 5 de diciembre de 1977 era el primer cumpleaños en ausencia de su hijo. Adelina, como otras madres, logró que publicaran un aviso en el diario convocando a una misa “por él y por todos los que estuvieran en idéntica situación, por su recuperación física y espiritual”. El terror azotaba el país. A través de avisos en clave, publicados en forma periódica en el diario La Prensa, Adelina se comunicaba con su hija, que estaba en el extranjero. Era la forma para que su familia supiera que ella estaba bien y si había tenido novedades de Carlos.

En noviembre de 1977 madres y familiares de desaparecidos se habían convocado frente al Congreso de la Nación para hacer entrega de peticiones por los desaparecidos. El encuentro fue reprimido. Alrededor de 400 personas fueron llevadas detenidas. “Nos llevaron en el micro 60 a la comisaría 15, había también periodistas extranjeros. (…) Esa fue la primera vez que me detuvieron. La segunda vez me hice llevar presa yo, porque estaban deteniendo a dos madres de La Plata, una de ellas era Ñata, que tenía problemas motrices. La otra era Laura Rivelli. Y yo pensé que Laura no iba a poder sola con Ñata”.

Adelina recordó también la publicación de una solicitada en el diario La Nación, el 10 de diciembre de 1977. “Después de esto muchos familiares fueron perseguidos y varias madres fueron desaparecidas. Años después, gracias a la gente de la costa, logró encontrarse los cuerpos”. Entre ellas se encontraba Azucena Villaflor, Esther Ballestrino de Careaga y María Ponce de Bianco.

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El cementerio de La Plata


“Licha de La Cuadra y Chicha Mariani, con la excusa de ir a llevar una florcita, iban con una libretita y anotaban las tumbas NN”, relata. En base a esos registros, realizados por las dos madres que buscaban a sus hijos y a sus nietos, se realizó el informe sobre las tumbas NN del Cementerio de La Plata, que fue entregado a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) en su visita a Argentina en el año 1979. En ese entonces Adelina viajaba a París, a visitar a su familia, y a ver a su nieta Florencia (hija de Carlos) que cumplía dos años.

Al retirarse del país el secretario de la OEA había dicho que se iban con la certeza de que “no quedaba nadie”, refiriéndose a los asesinatos de las personas detenidas-desaparecidas. “Yo escribía cartas, por si mi hijo volvía, para que supiera todo lo que habíamos hecho con las madres. Dejé de escribirlas cuando escuché las palabras del secretario de la OEA”.

“Nadie llegaba como NN al Cementerio”

Según los datos aportados en la causa del Juicio por la Verdad en la que se investigan las tumbas NN del Cementerio de La Plata, a partir de finales de 1976 en las actas de inhumaciones provenientes del Cementerio de La Plata, comienzan a aparecer, además de los números habituales, una numeración de tres cifras.

En su testimonio Adelina cuenta que, hace unos años, pudo hablar con Oscar Quincoces, quien trabajaba en la empresa que proveía de ataúdes a la Municipalidad de La Plata. Quincoces declaró en el año 2003 en el Juicio por la Verdad de La Plata, y contó que luego del golpe el municipio modificó la forma de compra de cajones, por el incremento de la demanda. Del relato surge, por relatos de sepultureros del Cementerio local, que en una oportunidad tuvieron que levantar muchas sepulturas buscando al hijo de un diplomático peruano que había sido enterrado como NN días antes.

Después de este hecho el Ejército comenzó a entregar, a la empresa que proveía los ataúdes, tarjetas con números para que las pegaran en los ataúdes. “Esos números se los ponían a los cajones y el Ejército tenía un registro donde anotaban el número de cada cajón con el nombre de la persona a la que correspondía. Nadie llegaba como NN al Cementerio”.

Elena Arce, Nora Formiga y Margarita Delgado

Al año siguiente de su testimonio en el Juicio por la Verdad de La Plata, Adelina fue entrevistada por la periodista de Página 12 María Seoane, sobre el Cementerio de La Plata y las tumbas NN. Al día siguiente de la publicación de esta nota, el padre de Elena Arce, se comunicó con ella, diciéndole “yo quiero saber qué pasó con mi hija”.

“En mi archivo personal encontré tres certificados NN de tres jóvenes encontradas muertas en la ruta 215, el mismo día que salen de la comisaría octava”. En el año 2000 el Equipo Argentino de Antropología Forense realizó una exhumación en el Cementerio de La Plata, en la cual fueron identificadas Elena Arce, Nora Formiga y Margarita Delgado. “Estaban en dos hileras sepultadas como NN, cuando en la Comisaría Octava figuraban con nombre y apellido”. El lugar adonde fueron arrojadas quedaba muy cerca de La Cacha. Estando en la Comisaría octava, Nora Formiga y Elena Arce habían transmitido a otras detenidas que antes de llegar ahí habían estado en un lugar al que llamaban “La Cacha”.

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La morgue policial se utilizaba para blanquear las muertes


Durante su relato Adelina señaló que en el marco de las audiencias del Juicio por la Verdad de La Plata, se llegó a la conclusión de que entre los años 1976 y 1983 se habían confeccionado, en la morgue policial, veinticuatro libros. Cada uno, con la capacidad de constatar 1800 registros, entre los que se encontrarían los muertos NN, las licencias médicas del personal policial y las muertes por otras razones, como accidentes. Mil ochocientos registros por cada uno de los veinticuatro libros. Más de cuarenta y tres mil registros.

“Sólo un libro de los 24 sobrevivió a la desaparición”, agregó responsabilizando a Néstor De Tomas (quien se encontraba a cargo de la Dirección Sanidad del Departamento de Policía) de haber sustraído y hecho desaparecer los libros. “Yo me pregunto qué derecho tiene esta persona para hacer desaparecer las constancias de seres que no se pueden defender y que sus familias necesitan saber qué les pasó”.

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“Acá no están sentados los policías médicos. Yo los acuso”


En la mayoría de los casos, la causa de muerte en los certificados de defunción es destrucción de masa encefálica por uso de arma de fuego. “Acá no estamos hablando de enfrentamientos, sino de asesinatos lisos y llanos”, señaló. Mientras exhibía un listado de médicos firmantes de certificados de defunción registrados como NN, Adelina señaló: “Yo voy a hablar de policías médicos, no de médicos de la policía”. Identificó a estas personas como el eslabón final de la impunidad, necesario para cerrar la impunidad sobre los cuerpos.

Se exhibieron los listados de médicos que firmaron actas de defunción que figuraban como NN, entre quienes se encontraban Enrique Pérez Albizu, Carlos Morganti, Jorge Zenof, Roberto Ciafardo, Néstor De Tomas, Raúl Etcheverry, Luis Bajcovec, Omar Langone, Julio Brolese, Eduardo Sotes, Héctor Darbón, Héctor Luchetti, Raúl Canestri, Rolando Llanos, Ernesto Gelemur, Mario Cavazutti, Alberto Vitali, Rubén Ben, Rómulo R. Gauna, Carlos Zenof y Carlos Hid. “Yo encuentro ahí nombres de personas que hoy están en lugares importantes y nunca estuvieron sentados frente a un Tribunal”, señaló y agregó que “entre quienes firman está Enrique Pérez Albizu, que creo que es una persona muy conocida hoy en la Facultad de Ciencias Médicas”.

Según la información aportada, entre los años 1976 y 1978 estos médicos firmaron 227 defunciones, registradas como NN. Al denunciar las irregularidades en la confección de los certificados de defunción, Adelina señaló que cuando se trataba de muertes de personas que no eran perseguidos políticos, se hacía una descripción exhaustiva de la causa de la muerte. Cuando se trataba de perseguidos políticos simplemente se repetía la frase “destrucción de masa encefálica por proyectil de arma de fuego”. No se hacían más descripciones ni se realizaban autopsias. Esos certificados cuentan con anotaciones marginales hechas por los mismos médicos, anotando las letras “sub”, en referencia a la condición de “subversiva” de la persona muerta.

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Acusación contra Jaime Smart


En la audiencia Adelina recordó también el caso Ramírez Abella. María Nélida Ramírez Abella y Nereo Depratti fueron secuestrados en 29 de diciembre de 1977 junto a su bebé Arturo, de cuatro meses. Pasaron varios meses hasta que finalmente el abuelo del niño, Carlos Ramírez Abella, logró recuperar a su nieto. Había sido entregado a un comisario. El abuelo logró recuperarlo luego de ir a hablar con uno de los acusados en esta causa, Jaime Lamont Smart, a quien le pidió por su nieto. “Yo no acepto que funcionarios como el señor Smart digan que no sabían lo que pasaba”, señaló.

“Señores jueces, yo sólo pido justicia”, fueron las palabras finales del testimonio de Adelina Dematti de Alaye. Se retiró mientras el público, de pie y entre aplausos de reconocimiento, cantaba “Madres de la plaza, el pueblo las abraza”.

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