Julio López
está desaparecido
hace 6402 días
versión para imprimir - envía este articulo por e-mail

La peligrosa y banal existencia del ni-ni político
Por (reenvio) Información Clandestina - Tuesday, Mar. 04, 2014 at 11:49 PM

De semejanzas curiosas y agujeros negros ideológicos

"Si usté ya está acostumbrao / andar dando volteretas y ningún daño le hará / estar donde las papas queman. Usted, no es na / no es chicha ni limoná." (Víctor Jara, "Ni chicha ni limoná", del álbum Manifiesto

El poder se hizo verbo, y el verbo alumbró la dominación política.

Agujero negro: "región finita del espacio en cuyo interior existe una concentración de masa lo suficientemente elevada para generar un campo gravitatorio tal que ninguna partícula material, ni siquiera la luz, puede escapar de ella" (Wikipedia). El agujero negro actúa como una especie de "cárcel" del espacio, en la que aquello que es atrapado pasa a ser dominado. "No se puede salir de un agujero negro en la teoría clásica, pero la teoría cuántica permite que la energía y la información puedan escapar de él" (Stephen Hawkings, en Nature, 24-1-2014).

"Nunca lo hubiera soñado ¡¿Que me dicen de derecha o de izquierda?!.. ¡¡Del medio, de esa gigantesca clase media!! Despertemos argentinos. El sueño es posible".

Quien así habla, acompañado de un fondo de música celestial (ver el vídeo anterior de 45 segundos, porque merece la pena), no es otro que Ricardo López Murphy. El vídeo es una spot televisivo de las elecciones presidenciales de Argentina en 2003. El mensaje es tan nítido como simple: nada de derechas o de izquierdas; el medio es la verdad porque representa la gigantesca clase media. Concepto este último que viene a ser como un enorme cajón de sastre que la sociología sistémica ha creado, para negar la existencia del antagonismo básico del que deriva la lucha de clases. Con su discurso de nada de derechas ni de izquierdas, López Murphy obtuvo más de tres millones de votos en aquellas elecciones, convirtiéndose en la tercera fuerza, liderando un partido que decía ser un "movimiento" (Movimiento Federal Recrear).

¿Quién es este político con aspecto de personaje de alguna película sobre mafiosos de Scorsese, que se dirigía con paternalismo mimoso en 2003 a los argentinos, para sugerirles que dejasen de pensar en la dicotomía derecha/izquierda? El cara de bulldog, como muchos lo apodan, había sido economista jefe de FIEL (Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas), un laboratorio ultraliberal de ideas y planes políticos y quizás uno de los más retrógados y reaccionarios de aquellos que llegaron a existir en su género en Latinoamérica.

Predicador del dogma mantenido por Martínez de Hoz, por el cual "achicar el Estado es agrandar la Nación" (Emilio Marín, "Con Recrear, lo viejo se presenta como nuevo"), López Murphy fue ministro durante la presidencia de Fernando de la Rúa. En aquel período, lideró el plan económico de salvación nacional, un paquete de duras medidas neoliberales. Su paso por el gobierno resultó fugaz y apenas duró 15 días al frente de la cartera de Economía, pero su línea de política económica se mantuvo; su sucesor, Domingo Cavallo, comulgaba con la misma doctrina y no tardó en acomodarse a lo que llaman la ortodoxia económica. Fueron años en los que Argentina sufría el azote de tecnócratas neoliberales, que provocaron la pauperización de un proletariado argentino ya de por sí pauperizado, y el hundimiento en el abismo de la mal llamada clase media.

López Murphy fue un discípulo aventajado de la Escuela de Chicago de Milton Friedman, donde había completado estudios superiores. Igual que los actuales tecnócratas y expertos de la troika y de los gobiernos de los estados bananeros europeos, para López Murphy el problema de fondo no era un tema de derechas o de izquierdas y la solución pasaba por olvidarse de las ideologías: era una mera cuestión 'imparcial' de Matemáticas (¿les recuerda esto el discurso de Guindos, Solchaga, Almunia, Salgado, Rato, etc.?): "Es un problema aritmético y no se puede discutir”, afirmó justificando "su propuesta de bajar salarios, achicar el gasto público y aumentar el IVA" cuando era ministro de Economía (José Bessone, en El ruido de las nueces). En su expresión más sofisticada, la dominación política presenta aquellas decisiones que resultan socialmente traumáticas, como decisiones que no pueden ser discutidas debido a una supuesta imparcialidad y objetividad supremas, y a una lógica (que sólo el experto tecnócrata conoce) ubicada al margen de las ideologías. La dominación... comienza por el lenguaje y el discurso.

El autor del "Nuevo diccionario político argentino" (ver blog Maguila y yo) define a nuestro personaje con una cierta dosis de sabrosa ironía porteña:

López Murphy, Ricardo: dirigente radical de extracción liberal y extracciones bancarias, que en su fugaz paso por el Ministerio de Economía durante el mandato de Fernando De La Rúa propusiera un vasto programa de ajuste fiscal, consistente en que los empleados públicos que sobrevivieron a los despidos aplicados por el menemismo aceptasen trabajar gratis para el gobierno como alternativa a nuevas cesantías, y que el Estado se desprendiese de bienes innecesarios que el sector privado y el mercado podrían manejar con más eficacia, como el Banco de la Nación, las cataratas del Iguazú y el glaciar Perito Moreno.

Y a pesar de todo lo anterior, este garufa oligárquico no dudó en 2003 en marcarse un tango de chulería política, anunciando que había que dejarse de conceptos desfasados como derecha e izquierda. Murphy... ¡pucha que sos divertido! El mensaje político de este chanta iba dirigido a la gran masa ni-ni y, a la vez, iba destinado a fortalecer el propio ninismo. ¿Ni-ni? ¿Ninismo?

Hace pocos años, antes de que la crisis sistémica se presentase en toda su ferocidad, comenzó a utlizarse una nueva categoría sociológica: los ni-ni. Primero fueron los británicos los que empezaron a usar el acrónimo NEET (not in employment, education or training). Enseguida el uso se extendió a muchos países. El término ni-ni (o nini sin guión) hacía referencia sobre todo a un sector social mayoritariamente de jóvenes, que ni estudiaba ni trabajaba, inmerso en una espiral maldita en la que la temprana deserción escolar y la falta de preparación se juntaba con un mercado de trabajo desfavorable, marcado ya por una alta tasa de desempleo.

En tiempos recientes, gente de la izquierda está popularizando una adaptación del término, otorgándole un nuevo significado -de carácter peyorativo- para hacer referencia a un fenómeno que en absoluto es nuevo: no ser de derechas ni ser de izquierdas. Son los ni-ni políticos.

El acriticismo que domina en una buena parte de la masa social indignada, favorece la propagación de mensajes que claramente actúan o pueden actuar como caldo de cultivo del neofascismo y de los populismos. La deriva ideológica de carácter sistémico de una parte de la indignación colectiva, se concreta con frecuencia en posiciones marcadamente reaccionarias, en tanto que fortalecen vigorosamente el status quo. Un buen ejemplo de esto último lo tenemos en la consigna política del ni-ni: ni de derechas, ni de izquierdas. Mensaje muy efectista que cala por su simpleza y que conecta con la más profunda tradición de la antipolítica. Nadie debe engañarse: si hay existe una consigna profundamente sistémica, un eslogan nacido desde lo más profundo de las entrañas de la ideología dominante, es el de ser ni de derechas ni de izquierdas, un mantra que actúa de penicilina política para neutralizar a las fuerzas posicionadas en contra del sistema capitalista. Ser ni de derechas ni de izquierdas es la erótica de masas con la que el establishment narcotiza la conciencia colectiva. Forma parte de la antipolítica, "una lluvia diaria que acaba calando" (como decía Paco Arnau), abriendo el camino para lo peor.

El ninismo no es una forma de nihilismo. En absoluto. El pensamiento nihilista implica un esfuerzo intelectual, lo que provoca una reacción alérgica en el ni-ni. Por ello el ninismo tiene más que ver con el no-pensamiento, con una incapacidad patológica para desarrollar un mínimo análisis de la realidad social. El ni-ni es un ser que reacciona ante estímulos políticamente primarios. Si traducimos el caca-culo-pis de los niños a lenguaje político, el resultado es la visión política que impulsa al ni-ni. En el mejor de los casos, el ni-ni nutre el poder político de las grandes fuerzas sistémicas; en el peor de los casos, el ninismo es lo que fecunda a la bestia parda del fascismo y da alas a los populismos. Por encima de todo, el ninismo es un producto de la dominación política, un elemental pero eficaz flash proyectado por la ideología del Poder que actúa como un gigantesco agujero negro en el universo social.

-Nada hay nuevo bajo el sol. El ni-ni en el post-franquismo

Aunque los antecedentes son más lejanos en el tiempo, en el actual período democrático de nuestra historia el ni-ni político (en lo sucesivo suprimiré el adjetivo) hunde sus raíces en el post-franquismo, en la Transición y en la primera etapa de la democracia. Reflejo de la socialización política del franquismo, en aquellos momentos estaba ampliamente extendido el dicho "yo no soy de derechas ni de izquierdas", lo mismo que el "soy apolítico". Entre aquellos ni-ni ya calaba hondo el maximalismo vacío "todos los políticos son iguales", con la misma facilidad que se aconsejaba a los parientes y amigos "no te metas en política" (eco del consejo que Franco le daba a Sabino Alonso, director del periódico falangista "Arriba": "Usted haga como yo y no se meta en política").

¡Vamos, que nadie se piense que estas cosas son de ahora! Como tópicos ideológicos vienen ya de muy atrás, como nos recordaba recientemente nuestro compañero Manuel García.

En aquella época inicial de la democracia, la UCD de Adolfo Suárez se nutrió en parte importante de votos ni-ni, en la medida en que supo establecer una identificación entre la falacia ninista y la consigna de su partido: el centro. La falsa equidistancia del centro político (categoría equiparable al timo del tocomocho) no deja de ser una variante ni-ni. A Suárez le dio resultado. Todos aquellos que decían ser ni de derechas ni de izquierdas, votaron masivamente a la UCD, otorgándole un sonoro triunfo electoral que condicionó el desarrollo posterior de la democracia. Fue el éxito del discurso "del camino del medio", ni derechas ni izquierdas, dirigido a "esa gigantesca clase media" que proclamaba López Murphy en el vídeo anterior. Ni que decir cabe que Suárez, igual que luego López Murphy en Argentina, eran más de derechas que don Pelayo, como decíamos en mi juventud.

-El final de las ideologías como tópico de la ideología dominante y su relación con el ninismo.

Gonzalo Fernández de la Mora (izda.) y Laureano López Rodó (derecha), en una foto de 1976, con Fraga, durante la la presentación pública de Alianza Popular (más tarde, Partido Popular)

Nuestro compañero Manuel García, en un comentario de la entrada anterior del blog, nos recordaba un antecedente clásico del ninismo del franquismo: el del tecnócrata del Opus Dei, Gonzalo Fernández de la Mora y Mon.

Gonzalo Fernández de la Mora, publicó en 1965 una obra ampliamente difundida en la España de Franco: El crepúsculo de las ideologías. En este libro, su autor formulaba "la ley sociológica de que cuanto mayor es el desarrollo cultural y económico de una sociedad, menos factible resulta la adopción de las decisiones públicas en función de ideologías y más se imponen los criterios estrictamente racionales o científicos" (1).

Para el opusino franquista, en el estado que alcanzaba un cierto nivel de modernidad y desarrollo, no había lugar para las ideologías, ya que las decisiones se tomaban exclusivamente en función del criterios técnicos, "racionales", "científicos". Por este motivo vaticinaba que las ideologías políticas habían entrado en un proceso de extinción funcional. Apenas una década después, Fernández de la Mora presentaba públicamente el partido que terminó por aglutinar a la derecha española: Alianza Popular, lo que ahora es Partido Popular. En la fotografía de arriba, lo vemos acompañado de otro ilustre del Opus Dei, López Rodó, y del fundador, Manuel Fraga.

Años más tarde de la publicación de su libro, en plena democracia y en los últimos años de su vida, seguía insistiendo Fernández de la Mora en la idea del fin de las ideologías, cargando contra los políticos a los que acusaba de ser vividores de la política:

"Cuando apareció mi obra, los ideólogos, tanto de la derecha como de la izquierda, reaccionaron con unánime hostilidad. Era natural: se quedaban sin su instrumento de trabajo y su medio de vida".

Este negacionismo del franquista, que en su momento se convirtió en demócrata de un día para otro durante la Transición, sugiere dos cosas:

A) No hay nada más ideológico que negar la ideología. Tal negacionismo resulta ser siempre un tópico sistémico, un elemento de la ideología dominante lanzado con la mirada puesta en la izquierda política. En su expresión más explícita, se acompaña de la negación de los conceptos políticos derecha e izquierda; en su variante más sutil, tales conceptos se relativizan en el discurso con la intención de difuminar su significado. Habitualmente, se acompaña de una crítica visceral a los partidos políticos y a los políticos. Todo ello nutre lo que solemos llamar anti-política. En su perversidad intrínseca como discurso, su objetivo es destruir la izquierda política, o al menos frenar y obstaculizar su avance.

B) Aunque no es una idea original suya ni mucho menos, Fernández de la Mora viene a defender un principio de actuación política que posteriormente ha ido minando cada vez más la democracia burguesa: las decisiones las deben tomar expertos, técnicos, no contaminados por cuestiones ideológicas, sino guiados por una racionalidad que se supone apolítica. Este principio se aplica especialmente a la Economía. La falacia (falacia, porque cualquier decisión es política e ideológica y no existe tal racionalidad neutral), en los tiempos actuales se ha ido concretando en una praxis política gubernamental y en un poderoso discurso de justificación y legitimación de las políticas económicas llevadas a cabo por los gobiernos. Tales políticas son aplicadas en función de los intereses del capital y contra los intereses de los trabajadores. Las llamadas comisiones de expertos o de sabios, sean de gobiernos como el de Merkel o el de Rajoy, o de la misma troika europea, y las decisiones por ellos tomadas, se revisten de tal legitimidad que otorga la supuesta toma de decisiones desde una inexistente racionalidad neutra al margen de las ideologías. Ya lo decía López Murphy: "Es un problema aritmético y no se puede discutir”. Con esto, lo que hace la ideología dominante es invitarnos a la resignación, a aceptar las decisiones como inevitables. Planteamiento que ya estaba presente en 1965, en el libro de Fernández de la Mora, integrante de lo que se acabaría conociendo como gobierno de los tecnócratas de Franco, formado en porcentaje relevante por allegados al Opus Dei.

El "final de las ideologías", es la expresión culta del ninismo. Goza ya de un amplio recorrrido temporal. En los 60, Daniel Bell, un sociólogo conservador e insigne intelectual del establishment, contribuyó a dar gran popularidad al tópico, con su libro "El fin de las ideologías" (1960). Es cierto que a menudo se han hecho lecturas muy superficiales del libro de Bell y que sustancialmente se refiere a lo que considera fracaso y agotamiento de las ideologías surgidas en el XIX (idea cuestionable, ya que las actuales formaciones ideológicas son variantes y adaptaciones de las mismas). Su obra también alude a otra idea que luego llegó a calar hondo, como dije antes: Bell consideraba positiva la eliminación de la "política ideológica", en tanto era un factor de polarización y crispación de la sociedad civil. La implantación universal de la "democracia" (?) y de la economía de mercado, para Bell actuaban de disolventes de las ideologías, dejándolas sin función. Por otra parte, el capitalismo avanzado había conseguido destruir la ideología revolucionario del proletariado, sostenía Daniel Bell.

En los años 70, la crisis del estructuralismo vino a dejar paso poco a poco al huracán postmoderno, que tuvo en Jean-François Lyotard uno de sus pioneros y profetas más conocidos (La condición postmoderna, 1979). Aunque desde luego ha tenido sus aspectos positivos, en líneas generales el pensamiento postmoderno ha recibido más críticas que aplausos en todos los campos científicos. A nivel político, la postmodernidad se ha proyectado sobre algunos de los tópicos que dan forma al ninismo, tales como el mito del ocaso de las ideologías y, consiguientemente, el negacionismo de la escala derecha-izquierda. Frente a un estructuralismo anclado en códigos binarios o dualistas, el pensamiento postmoderno se ha manifestado como fundamentalmente antidualista. Izquierda o derecha, pierden su sentido bajo la óptica postmoderna.

Sin embargo, mientras haya explotadores y explotados, dominantes y dominados, mientras sigan existiendo las condiciones que provocan la lucha de clases..., en tanto que exista el capitalismo, seguirá habiendo izquierda y derecha. Izquierda, aquellas formaciones ideológicas enfrentadas al capitalismo. Derecha, aquellas otras cuyo objetivo es su conservación. El ninismo, incluso en su variante más culta, no es otra cosa que una expresión del Poder hecho verbo, ideología hegemónica en esta guerra ideológica que tiene lugar.

La crisis sistémica actúa de factor catalizador del ninismo. Por este motivo, no debe extrañarnos que los mensajes hacia esa dirección que conduce al agujero negro ideológico, vayan en aumento, expresados en múltiples variantes y formatos. Hasta ese conocido paladín mediático del PSOE y periodista de PRISA, Iñaki Gabilondo, parece apuntarse a cierta variante ni-ni al afirmar "no hay salida ni por la izquierda ni por la derecha". Es parte de la guerra ideológica. Pero... "a luta continua", como decía el FRELIMO durante la lucha por la liberación nacional contra el colonialismo en Mozambique.

fuente http://informacionclandestina.blogspot.com.ar/2014/02/ni-ni-politico_21.html

agrega un comentario