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Barro en los zapatos. A un mes del asesinato de Jairo Trasante
Por Gustavo Martínez - ATE-CTA Rosario - Thursday, Mar. 06, 2014 at 11:14 AM
ctarosario@gmail.com

El Secretario General de ATE Rosario y Adjunto de la CTA local, Gustavo Martínez, escribió las siguientes palabras al cumplirse un mes del asesinato de Jairo, hermano de Jeremías Trasante, que fue una de las víctimas del Triple Crimen de Villa Moreno del 1º de enero de 2012. “Que los padres entierren a sus hijos en los cementerios, que no están hechos para eso, es la ley del mercado en el que vale todo menos la vida y menos nuestros hijos, es la ley de la ganancia de unos pocos que multiplica la desigualdad social que trae violencia”, es uno de los pasajes del texto que reproducimos a continuación.

Barro en los zapatos...
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Lino Rojo es el nombre del texto que Marcelo Nocetti a empujones me hizo escribir unos cuantos diciembres atrás. "Quiero leer algo como el Pochormiga pero de todos los asesinados en diciembre del 2001". Ese 19y20 de diciembre que se venía encima venía de Acto en Tribunales por la mañana, Marcha a la tarde y por la noche un recital del Duo Coplanacu organizado desde El Canto del Viento en el teatro La Comedia. "Resurrección de la Alegría" fue el nombre del encuentro que Nocetti eligió para que a la cita no faltaran los empujones hacia la esperanza (mal llamados versos) de Armando Tejada Gómez.

Pero Lino Rojo en verdad son las semillas que Dalis Bel (madre de Claudio Pocho Lepratti, asesinado en diciembre de 2001; prima hermana del maestro Ángel Elvio Bel, asesinado en noviembre de 1976 en Trelew en represalia a su militancia por la libertad de los presos politicos y las denuncias por la masacre; y esposa de quien fuera el responsable de las Ligas Agrarias en la provincia de Entre Ríos hasta el golpe genocida de 1976: Orlando Lepratti) sembró en los inmensos canteros de su casa que forman la palabra VIVE.

Imagino que a Marcelo lo empujaron a organizar ese recital aquellos versos de Armando Tejada Gómez en el que nos contaba aquello de "yo no me acuerdo del olvido", pero más que eso, mucho más: los ojos de Graciela Acosta herida de muerte, tendida en el piso a pasos de donde estaba Marcelo en aquella Villa Gobernador Galvez de 2001, imagen que, como dijo decenas de veces, la llevará gravada de por vida en su memoria.

Es probable, seguro, que los Copla llegasen a ese Recital-encuentro empujados por el recuerdo de Germán Cantos, detenido desaparecido, hermano de uno de los integrantes del Duo, Roberto Cantos y también empujados por esa necesidad de sentir de vez en cuando cómo vibra un teatro cuando cientos y cientos corean Peregrinos y los corazones de los presentes se confunden con los bombos y las cajas... "Corazón chiquito rojo vivo lleno, fueguito que arde y que sigue ardiendo. Con ésta canción como una pena suave. Voy acariciándome los sentimientos"... "y el cielo, el mar de arriba...”

La historia de los empujones es nuestra historia, porque así llegaron los canteros de Dalis y el Lino Rojo florecido a la tapa del libro TIERRA MEMORIA de Hernán López Echagüe. Coincidieron en esto un escritor y periodista buscando una imagen de la tierra y la memoria y una imagen de la tierra y la memoria buscando un libro que hablara de ella. Pero este texto, "barro en los zapatos", no se trata de esto, aunque tiene la misma dificultad (duele escribir) que aquel Lino Rojo que leyó Marcelo. Dar muchas vueltas, muchas palabras, muchas imágenes y nombres y apellidos, todos deshilachados por el mal de los males de nuestro tiempo. Aquel texto era el resultado de la ira y el intento de trabajarla torpemente. Fue escrito entre el acto de tribunales y la marcha de la tarde, pasado en limpio e impreso antes del recital. Pero las palabras, recuerdo, sonaron como un texto colectivo empujado por ese vibrar de un teatro lleno de personas que sabían que ese día era 19y20 de diciembre. Sin embargo, todo lo leído era una sola frase: LOS PADRES NO DEBERIAN ESTAR EN EL VELORIO DE SUS HIJOS.

No es fácil ir al grano y explicar el título elegido que habla del barro en los zapatos de alguien. No es fácil, hablar de ese hombre parado en el barro y de su primer paso hacia la salida, de esas primeras huellas y de su rostro con huellas de barro y de sus ojos teñidos de ese día, de esos minutos de barro.

Hace un mes, el 3 de febrero, empujado por el mal de los males de nuestros días, Eduardo Trasante estuvo por segunda vez en un velorio despidiendo a un hijo. Eduardo es pastor evangelista, padre de Jeremías Trasante asesinado en la Masacre de Villa Moreno junto al Mono y al Paton, y padre de Jairo asesinado hace un mes el pasado 2 de febrero.

En dos años, dos de sus hijos asesinados. Los padres no deberían estar en el velorio de sus hijos. Hace un mes acompañamos a Eduardo a enterrar a Jairo un día lluvioso e infinitamente triste. Pudo hablar para despedirlo, pudo ademas hablarnos, pudo nombrar a Jeremías y a sus amigos Mono y Paton, y a su mujer que enfermó y murió después de la muerte de Jeremías. No tenía dudas sobre cómo ese padre podría llegar con fuerza hasta el borde de la tumba de su hijo Jairo.

Nada sabía, nada se y nada sabemos qué empujó a ese padre parado en el barro de la tumba de un hijo para que diera ese primer paso hacia la salida del cementerio. Si vi que volvió a mirar la tumba cuando tomo fuerzas para intentar el segundo lento y demorado paso. Vi también su rostro endurecido y vi sus ojos de espejo en el que estábamos todos, ojos de fuego como antorchas, como las antorchas que iluminaron tribunales en enero para reclamar justicia por los pibes de Villa Moreno y por todos los pibes y pibas. Justicia y futuro digno reclamaban, reclamamos.

No había tanto barro en el borde de la tumba de su hijo como para que sus zapatos marcaran tantas huellas en el largo camino desde la tumba hasta la salida del cementerio.

Los cementerios no fueron hechos para enterrar a nuestros hijos. Al revés es como debe ser, al revés es la ley de la vida, de la naturaleza, de dios. Que los padres entierren a sus hijos en los cementerios, que no están hechos para eso, es la ley del mercado en el que vale todo menos la vida y menos nuestros hijos, es la ley de la ganancia de unos pocos que multiplica la desigualdad social que trae violencia.

No había tanto barro en el borde de la tumba de su hijo, sin embargo, las huellas se marcaron hasta la salida, las vi en ese camino y las he visto desde hace un mes a la entrada y a a la salida de la cárcel a donde concurre Eduardo intentando sembrar futuro entre los que lo necesitan como al agua y las he visto ahí por calle San Martín y Uriburu, y las he visto por el barrio de esa canchita de fútbol que recuerda cada día de lluvia a todo un barrio que el barro esta para que los pibes se diviertan y no para cubrir las tumbas de nuestros pibes.

Los Cientos de Eduardos, de Gregorias, de Dalis, De Mabel... de los últimos años deben ser escuchados por una sociedad que parece resignarse a seguir enterrando hijos en cementerios que no fueron hechos para eso.

Que los escuchemos nada cambia para ellos y ellas, nada calma ese dolor que crecerá todos los días de su vida. Pero servirá para entender a dónde vamos por este camino de tumbas, de empalados y empobrecidos... Y servirá también para saber que verdaderamente existe esa fuerza que necesitamos para dar el primer paso hacia la salida de una sociedad en la que los padres entierran a sus hijos, y saber cómo podemos traspasar esa salida como nos dicen las huellas de barro de Eduardo para empezar a caminar y construir una nueva sociedad en la que "el hombre no sea el lobo del hombre sino su compañero y hermano".

Gustavo Martínez.
Secretario Gral ATE Rosario

Fotos: Frente Popular Darío Santillán

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