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Pim pim, el carnaval de los guaraníes, una fiesta grande para resistir
Por Fuente: Télam - Friday, Mar. 07, 2014 at 6:14 PM

Las 13 comunidades guaraníes del ramal, en el este jujeño, donde la selva es de yungas y el calor abraza hasta sofocar, también festejan el carnaval corporizado en espíritus que salen de un árbol y que junto a los vivos bailan el hipnotizante pim pim, una danza apoyada en el sonido repetitivo de pingullos y tambores.

Pim pim, el carnaval...
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A simple vista el carnaval es una concreta liberación de los sentidos, beber, bailar y amar pero los esforzados avá-guaraní convierten a esos pocos días en el año, en un manifiesto de resistencia cultural por el que recuerdan que están aquí para “buscar la tierra sin mal”.

Desde la metáfora espiritual, la mburuvichá guazú Claudia Farías, vecina de Fraile Pintado en el noreste jujeño, frente a su humilde casa que se va llenando de invitados, amigos y parientes ansiosos por festejar, saluda solemnemente a Télam en su lengua materna y enseguida explica el significado del “areté guazú” o fiesta grande.

“Arete es el ‘verdadero tiempo’ para nosotros. En esta época sacamos el carnaval, a la mucha gente que ya no está con nosotros, papá, mamá, abuelos que en estos días vienen a bailar y compartir. Ellos nos ayudan a luchar por nuestra identidad y por las tierras. En Jujuy el pueblo guaraní no tiene tierras, por eso buscamos sin descanso la tierra sin mal”, asegura la mburuvichá guazú (cacique grande).

"En Jujuy el pueblo guaraní no tiene tierras por eso buscamos sin descanso 'la tierra sin mal'" Mientras habla arrecian los golpes a los bombos de varios tamaños y el flautero, toda una categoría que implica una responsabilidad en la comunidad, lleva y trae a los percusionistas y a los danzantes. De la mano, hombres y mujeres bailan sin parar un ritmo insistente y acompasado. Se escuchan gritos que salen de las vísceras. Al participar uno siente que no puede haber carnaval sin pim pim.

Imposible sustraerse a las sonrisas y calidez de las mujeres guaraníes o a la galantería de sus hombres que se desviven por atender a la periodista “caraí” (blanca) invitada.


Rosita Pochi, característica canción guaranítica

A pocas cuadras del lugar, en la casa de Eduardo Romero, “dueño” del Pimpim “Recuperemos lo nuestro” cerca de 70 niños guaraní se preparan para ir a sacar de un lapacho al carnaval. De ese árbol emergen los “añá”, espíritus enmascarados y vestidos con túnicas de brillantes colores que salen a bailar, beber y compartir con los mortales.

Todos marchamos en fila rumbo a una canchita al costado del barrio Sagrado Corazón de Jesús de Fraile Pintado. En ese escenario y durante horas, tras la ofrenda a la madre tierra, los añá de dos en dos bailarán entre las rondas de pim pim.

“Nosotros pedimos permiso al dueño de la naturaleza para que deje que los espíritus salgan a compartir con nosotros. Durante el pim pim hablamos nuestra lengua, quizás reímos, quizás lloramos en este momento” precisa Farías, sucesora de la recordada Gloria Pérez, mburuvichá que marcó a su pueblo objetivos para ir hacia la tierra sin mal.

El festejo dura unas 72 horas y está restringido a los avá-guaraní y sus vecinos criollos. Sin el ‘marketing’ de los carnavales andinos que cada año atraen más y más gente a un hecho cultural precolombino, masivo y participativo, el pim pim de los guaraní se transforma en un manifiesto político y una afirmación cultural.

“El guaraní siempre tiene el pensamiento en la tierra sin mal ¿qué es la tierra sin mal? No estar enfermos y nosotros ahora estamos muy enfermos” asegura Farías, responsable de mantener las cualidades, costumbres y metas de su pueblo. Y el pim pim, un festejo desconocido y hasta despreciado, no es más que la decisión terca de ir hacia ese territorio por parte de uno de los pueblos más importantes del continente.

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