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Servidumbres que conlleva el desarrollo técnico en la escritura, la lectura...
Por (reenvio) Etcétera - Saturday, Mar. 15, 2014 at 7:09 PM

Apenas sin darnos cuenta empezamos a escribir de otra manera. A partir del teclado y de las pantallas modernas empezamos a teclear nuestros comunicados –e-mails, watsapp, sms, etc.,– según la forma dictada por el aparato en su intención de ganar espacio y tiempo, empezando pues a escribir de otra manera de la que hasta ahora escribíamos.

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Servidumbres que conlleva el desarrollo técnico en la escritura, la lectura y la comunicación

Para la eficacia de la máquina, de este sistema binario, no hace falta distinguir entre mayúsculas y minúsculas; podemos prescindir de la acentuación; a penas se contempla la puntuación; el mismo orden de las letras en la palabra puede alterarse; el tempo de la escritura se acorta comparado con el tempo de la comunicación por carta convencional.

En la escritura de una carta, por ejemplo, no es el ahorro de tiempo el que manda sino la aproximación al otro, que se mantiene durante todo el tiempo desde la escritura hasta recibir la respuesta. Importancia tiene la puntuación y la acentuación. Importante la distinción entre letras mayúsculas i minúsculas. En la pantalla todo esto se invierte, las palabras van pasando a ser signos.

Al teclear, nuestros dedos se mueven impelidos por las necesidades del aparato más que por nuestro viejo saber gramatical y ortográfico. Es normal recibir mails de amigos buenos escritores con estas irregularidades. El sistema técnico es el que manda. Otra forma de escritura está surgiendo. De la palabra, siempre metafórica, que dice más de lo que dice, pasamos a unos signos de comunicación, que simplifican y empobrecen la cualidad de la comunicación y cuyas consecuencias están por ver.

Lo mismo o algo parecido podemos decir de la lectura. Con el soporte no en papel sino en plasma, se acaba –como tendencia– una forma de leer y empieza otra. El gesto de pasar página bien distinto en ambos soportes, la forma de retener lo que más te interesa, la forma de subrayar, la manera de avanzar y retroceder página, el almacenamiento que permite tener miles (¿todos?) de libros, alargando sin límite la extensión de lo posible, todas ellas formas bien distintas y no exentas de consecuencias. También el tempo es bien distinto, tempo que marca no el lector sino el artilugio.

Añadamos a los cambios en la manera de escribir y de leer la de los cambios en la manera de comunicarnos a través del penúltimo artilugio: el último móvil (ya penúltimo, tanta es la velocidad de los cambios), la tableta,…Con el facebook, el twitter, el watsapp, desaparece la privacidad, la intimidad, todo es público, todo a la vista. Desaparece la distancia, siempre estás presente al lado del otro, junto al otro en un tiempo presente y espacial, todo presente en un mismo espacio que anula el tiempo entendido como antes y después. La historia, el desarrollo histórico desaparece en la inmediatez de lo acontecido.

Presencia al lado del otro que se juega a dos o más planos: atención plural, se mantienen dos o más comunicaciones a la vez. Una sobreproducción de información desborda las redes sociales por las que circula esta comunicación y nos deja incomunicados. Desaparece la separación y ésta es necesaria para el posible encuentro con el otro; demasiada o poca, marcan los límites topológicos del posible estar con el otro. Al límite, fue la separación primera, la de con la madre, la que nos constituyó como sujetos. La inmediatez, todo posible ya, son otras formas que nos van y nos irán configurando. Si al nivel personal y clínico la ausencia de separación inclina hacia la sicosis y la de creer (saber) que todo es posible orienta hacia la perversión, tendremos que ver al nivel social qué categorías epistemológicas serán pertinentes para comprender estos cambios.

Cambios importantes de efectos difíciles de considerar. Pensemos en la televisión, que lleva más de cincuenta años mirándonos y de la que no acabamos de comprender aún los cambios fundamentales que ha operado en el comportamiento humano, aunque mucho ya sepamos de ellos. Cuánto más difícil será pues comprender el alcance de estos artefactos que justo llegan, en continua mutación, que no ves crecer porque tu creces con ellos, de igual forma que no ves crecer a los amigos de tu misma edad porque has crecido con ellos. Comprender el alcance de los cambios que posibilita la técnica que ahora emerge, combinando los dos principios: si algo se puede hacer se hará, y hoy, con el actual desarrollo técnico, podemos hacer más de lo que podemos imaginar. ¿Cambios para bien o para mal? Para bien y para mal: ambivalentes. La ambivalencia sea quizás la categoría que mejor defina el desarrollo técnico.

Constatamos pues los cambios, intentamos entenderlos, prever su desarrollo, sin demonizarlos ni apuntarnos a su celebración. Tonto sería oponerse, sin más, a ellos. Como oponerse a la caída libre de los cuerpos: pero se estudió su carácter necesario y se midió. ¿Pero estamos ahora en la inevitabilidad de este desarrollo técnico? Igual que el hombre y la mujer han creado estos artefactos ¿podían haber creado otros? ¿O se han creado a partir de ellos mismos, como una cosa que te lleva a otra y así sucesivamente? ¿Utilizarlos de otra manera? sabemos la respuesta de Ellul y de Anders: solo hay un uso, el uso técnico; el peligro que nos amenaza no está en el mal uso de la técnica sino en su esencia. Nos queda pues pensar estos cambios, más allá de la ideología del progreso (Sorel, Péguy, Benjamin, Lasch,…) y más allá de la vuelta a un pasado idílico.

fuente: Revista Etcétera nº52, noviembre 2013 http://www.sindominio.net/etcetera/REVISTAS/NUMERO_52/TECNICA-52.htm

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