Julio López
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Malvinas: gloria y honor al soldado maestro Julio Cao
Por Dr. Oscar Abudara Bini - Monday, Mar. 31, 2014 at 8:32 AM
drabudarabini@yahoo.com.ar

El soldado Miguel Angel Trinidad, se ha tomado 32 años de su vida para rendir homenaje a un camarada muerto, el soldado maestro Julio Cao

La foto casual.

Una foto es un instante de la vida de alguien o de un lugar. No sospechamos que una foto pueda ser el primer paso de un largo camino que puede devenir en un sendero de emociones, profundamente humano e indeleblemente histórico. Fue una tarde en la que como al pasar un soldado conscripto de profesión maestro le solicitaba a otro soldado, dejar plasmada en una imagen su impronta de soldado al servicio de la Patria, ignorando que 3 décadas después la memoria nacional lo adoptaría como Maestro de la Patria por no haber mezquinado su vida ofrendándola por ella, la madre tierra, la Patria.

Julio Cao sabia que le faltaban pocas semanas para ser dado de baja de las filas de la milicia. Por eso le solicito a Miguel Ángel Trinidad la foto consabida de colimbas que no podría faltar en al álbum familiar de su adultez o tal vez de una imaginada vejez siendo aun docente y seguramente padre de familia. La fotografía, tomada con una cámara profesional nunca llego a sus manos. La vuelta a la vida civil merced a su condición de conscripto que contrajo nupcias, lo habilitaba. La foto, seguía en el film de un rollo de 36 tomas depositado en la Nikkon del colimba fotógrafo que aguardaba algún franco largo de descanso y unos mangos para pagar el revelado; fue tomada en la entrada del antiguo cuartel del Regimiento de Infantería Mec 3 de La Tablada en Buenos Aires. La foto congelo un instante, el de un hombre joven con casco, fusil y uniforme, un instante que el tiempo volvería un icono de la historia reciente y en constante construcción.



La Guerra.

Los efectos del 2 de Abril de 1982 los rencontraría a los dos. El uno de pie en la puerta de la oficina del cuartel, recibiendo al Maestro que volvería a vestir el uniforme y a empuñar el fusil. El otro emocionado por saberse protagonista individual y colectivo de una pagina de la historia patria, de esa de la que tantas veces hablaba en sus clases a sus alumnos de 5to grado.

La parafernalia de los preparativos bélicos del Regimiento, las emociones encontradas de aquellos que pronto estarían en camino a las Islas, la incertidumbre de las miradas de los seres queridos que veían partir a sus hijos, esposos y hermanos, todo ese conglomerado de sentimientos y vivencias humanas también era una foto que acompañaría a ambos durante el conflicto, y a el otro toda su vida.

Mucho lamento Miguel Ángel el no poder haber llevado su cámara al teatro de operaciones, rumiaba su bronca cuando ya estaba en vuelo a Malvinas. Julio Cao también iba en el mismo vuelo sin saber que no retornaría.

La foto había quedado en Buenos Aires, lejos y ajena, por un tiempo, a los sucesos que vendrían. Además ni el uno ni el otro se acordaron de su existencia, al principio.

Cuando los acontecimientos inherentes al hecho bélico en su faz determinante se habían instalado en las narices de los dos soldados, cuando la inminencia de la batalla final oteaba en el horizonte de sus vidas, la foto, el recuerdo de “esa” foto surgió casi impertinente en medio del estruendo del fuego de la artillería propia y enemiga, cuando uno enrumbaba a Wireless Ridge que luego seria la ultima batalla de la Guerra de las Malvinas, y el otro se aprestaba a la defensa de las posiciones de su Regimiento. Allí Julio Cao se acercó a Trinidad y simplemente con la certeza de quien se sabe consorte de la muerte le hizo prometer que esa foto, la del instante de vida cuartelara, la que pensó alguna vez poner en el álbum familiar de esa hija que sabia estaba en camino, seria, debía ser entregada a su familia, si el acaso no volvía. La oscuridad interrumpida con los destellos de los proyectiles ingleses que caían en derredor fue testigo de honor de ese pacto. Julio continuo su camino al combate final, Miguel Ángel desando el camino que originalmente seria conjunto a Wireless Ridge, y se apresto a fortificar su posición, a esperar la batalla final habiéndose fundido en un abrazo con Julio luego de prometer cumplir la misión encomendada.

Fue en la madrugada del final cuando por radio este oyó la noticia de la caída en combate del Soldado Maestro. Supo en el alba lúgubre y de manto blanco y frio del 14 de Junio de 1982 que Malvinas, devenida en un legado de vida y causa, no había terminado aun, pues la promesa debía ser cumplida.

La muerte no era el final, sino el principio. La muerte de los compañeros es en realidad el inicio de una nueva manera de ver la vida y de vivirla, máxime cuando se tiene porqués para continuar. Así fue como el sobreviviente supo que a partir de ese día nada seria igual, por lo malo y por lo bueno que dejaba en miles de hombres, pero en este caso en el particularmente, aquel 2 de Abril de donde nada seria igual.

Años de procesamiento hasta hacer llegar la foto a la madre



Entre la promesa y el su cumplimiento, hubo un lapso de toda una vida para Trinidad. En medio transcurrieron muchas cosas. Las personales, la construcción de una familia. Las que trascienden la vida privada: una militancia y construcción del espacio malvinero, con sus logros y derrotas, ante un Estado recuperado para la democracia que padecía de pánico ante cada surgimiento de la memoria colectiva que representaban los excombatientes organizados. Haber tomado la decisión dura de iniciar el Operativo Partida de la patria tan querida pero tan ajena de los 90, para recorrer el mundo con un nuevo paradigma que no suplanto el elegido en su terruño sino que lo complementaria. Todavía hoy el viejo Soldado vivencia el desarraigo de ganarse la vida, seguir construyendo sueños, educar hijos y nietos, ahora desde la distancia y la soledad del expatriado, en tierras de la patria grande, de pueblos y rincones que lo arroparon todos estos años.



Si bien entre la noche de la promesa, y la tarde soleada de Buenos Aires en el barrio de Floresta donde fue entregada de la foto a su viuda solo hubo un par de años, fue en realidad el lapso de tres décadas completas el tiempo que necesito Trinidad para cumplir con su ultima Misión: entregar un cuadro con la foto de Cao Soldado a su madre, devenida en luchadora y símbolo de esa Argentina ocultada pero que late pletórica de heroísmo, dolor y entrega. Y no fue en ambientes citadinos donde tuvo lugar la ceremonia de un hijo sobreviviente a una madre que perdió al suyo: Tierra del Fuego, el Fin del Mundo, en línea paralela a Malvinas, una fría pero soleada mañana del 2 de Abril del 2012, fue el escenario de la emocionada ceremonia hecha al pie del Monumento a los Caídos, momentos antes de que la Presidenta Malvinera reforzara las células de nuestra memoria histórica cincelada en batallas y entregas, corroída por el olvido de otros. Allí el viejo Soldado que había viajado varios miles de kilómetros exclusivamente para la conmemoración del 30 aniversario donde sabia que tendría lugar el encuentro y la entrega, se quebró y cumplió a cabalidad la promesa hecha esa noche de horas aciagas y de prolegómenos de muerte. En el final del relato titulado “El Maestro que fue Soldado”, donde se describe la epopeya de la vida de Julio Cao, Trinidad expresaba su sueño de que algún día podría entregar a esa madre, que bien podría haber sido la suya, esa foto de su hijo Maestro. Otras madres cuyos hijos descansan en el Cementerio de Darwin, otros veteranos y excombatientes, fueron testigos de la ceremonia. Allí termino la Ultima Misión del viejo soldado. Eso al menos creía.

El primer retorno, segundo viaje a las Islas. Búsqueda del lugar de la muerte y acompañamiento de hija.

Si el encuentro con Delmira Cao marco un capitulo en la historia malvinera personal del viejo Soldado, la tentación de volver a las Islas con los años a cuestas, seria un nuevo capitulo prometedor. Así organizo el primer retorno que era el segundo viaje a Malvinas. Allí junto con las emociones del rencuentro con lugares tan sentidos como el área ocupada, los campos de batalla, el soldado busco la zona de Wireless Ridge donde había caído Julio Cao. Difícil establecer el sitio exacto donde cayó Julio. Pero si puedo identificar el área que fue el campo de la última batalla de la guerra de Malvinas. Munido de mapas, y la información aportada por libros argentinos y británicos, ubico la zona, delimito un tentativo perímetro de alcance, camino desde la ladera de Tumbledown, donde se encontraba la Cía. A y la sección de misiles que integraba Julio en horas previas a la movilización y ataque a la cima de Wireless Ridge, en sentido sur norte, al este el valle de Moddy Brooks, al oeste Dos Hermanas y Longdon, al norte la cima de Wireless Ridge. Llego a la misma y de allí pudo imaginar como retrotrayéndose en el tiempo, la batalla. Con el viento brutal golpeando su rostro, saco mapas y fotos, oteo cada horizonte que cuadraba perimetralmente el área. Encontró vainas servidas tanto de los fusiles argentinos como de los ingleses que aun yacían entre las piedras 30 años después. Vio a Julio Cao en la retaguardia de las secciones de Infantería que treparan la cima en lo que constituyo en el único contrataque, en términos estrictamente militares, de la guerra, lo veía viajando en el tiempo con su sección de misiles apoyando la ofensiva de la Cía. A del Regimiento 3. Y lo imagino cayendo, tal como se lo habían descrito sus cros, impactado por un cohete, cayendo en la turba cuando faltaban pocas horas para el amanecer. Entonces bajo en dirección sur y al azar tuvo que establecer un punto en el campo de batalla para señalarlo como el simbólico lugar donde cayera Julio. No era ese seguramente, pero estaba dentro del área de la batalla referida. Allí con una pala pequeña cavo un hoyo y deposito en una bolsa aislante la Foto, si la Foto con que todo empezó. Detrás de la misma, inscribió la leyenda: Soldado Maestro, Julio Cao, RIMEc 3 1981. Miguel Ángel Trinidad, Wireless Ridge, Malvinas, 2012. Y la enterró. Puso unas flores artificiales en el sitio, las semi enterro también. Marco con su GPS el sitio, y se retiro con la emoción y los recuerdos a cuestas.

Pensó en la hija de Julio que había nacido meses después. Tal vez sin querer y como un tributo a la vida que le toco vivir y honrar, Trinidad fue a este primer regreso y homenaje a Cao acompañado por una de sus hijas, Paula, quien meses después lo haría abuelo. Allí en la turba y ante las montañas malvineras hizo el saludo militar como muestra de respeto al compañero que yace repartido en ese campo de marte donde monta guardia por la eternidad.

La Foto siguió marcando el sendero.



Segundo retorno y tercer viaje y encuentro de la flor como signo de la Providencia.



Exactamente un año mas tarde, el ex soldado volvió a las Islas, esta vez acompañado otra de sus hijas.

Las emociones se vieron nuevamente pletóricas pues Trinidad decidió visitar nuevamente el campo de batalla donde había perecido Julio Cao. También volvió a llevar flores artificiales. Imaginaba mientras se encaminaba al sitio que las flores del año anterior ya no estarían, que habrían cedido al desgaste inclemente del viento huracanado de las islas, a la lluvia y a la nieve. Encendió el GPS para poder llegar al sitio exacto. Grande fue la sorpresa, y nuevamente la emoción, al descubrir que el ramo de flores había resistido misteriosa y mágicamente a 12 meses de vientos brutales, meses de nieve, y el paso del tiempo transcurrido. Allí estaba el ramo con el rojo ya lavado y tenue, marcando el sitio elegido. Coloco el nuevo ramo de rosas, esta vez las rodeo de las piedras y guijarros blancos del lugar, monto sin darse cuenta una suerte de altar de la Patria. Nuevamente la ceremonia desde la vida y de cara a la muerte, otra vez una hija como ofrenda de la vida a quien supo perderla sin egoísmos. Esta vez levanto los ojos al cielo y dio gracias por todo, por lo vivido, por lo aprendido, por lo venidero también.

Como en el primer viaje estableció un dialogo imaginario, tal vez no tanto, con los fantasmas que habitan esa tierra. Camino y recorrió los rincones del campo de batalla y del área que ocupara su Regimiento. Se vio joven con 31 años menos, fumando recostado sobre su posición con el fusil al costado, oteando el horizonte, vigilando si algún avión enemigo asoma, se vio exultante realizando disparos al aire la tarde que festejaron derribos de aeronaves enemigas, se vio pibe vistiendo un sucio uniforme verde pero digno. Allí se rencontraron el joven de 20 con el hombre de 50, el joven no quería ni debía volver, sino que se quedaría allí que es su lugar en el tiempo, en la geografía correcta y en la memoria. Fue un dialogo entre dos épocas y dimensiones distintas pero de la misma vida. El joven de 20 debía quedarse allí, acompañado de los fantasmas de Malvinas.

Entrega de las fotos a Delmira y preparación del tercer retorno y cuarto viaje.

Como si aquella Foto no fuera tal sino una consecución de momentos que abarcan los treinta años, Trinidad grabo todo en video y sumo decenas de fotos mas que registraron la ceremonia de la memoria en Malvinas. Y una parte de las mismas se las hizo llegar a Delmira, quien agradeció profunda y afectuosamente el gesto. Así entre llamado y llamado telefónico le comento que estaba en ciernes la planificación y materialización de un nuevo viaje, al lugar, al sitio, y por supuesto, al altar de la patria que esta floreciendo allí. Le propuso construir una suerte de pequeño monolito con una placa.

El próximo viaje esta esperando concretarse. Lo hará acompañado siempre de una de sus hijas, esta vez la mayor. Volverá a donde todo empezó. Porque aunque la vida para este viejo soldado siempre continuo y no se congelo en la Guerra, su vida tuvo un antes y un después de Malvinas, cuya impronta lo acompañaría siempre incluso en tierras lejanas y como un circulo ascendente lo llevaría a encontrarse con el antiguo enemigo del campo de batalla en homenajes conjuntos a sus respectivos caídos.



La muerte que viene con las guerras es inicialmente una tragedia. Pero pasado el tiempo, esas muertes si fueron una ofrenda a la Patria, conservaran el dolor y la ausencia pero se erguirán como superación de la tristeza y como luz de los que quedaron vivos para honrar la vida y harán que aquellos que volvieron vivan la vida dignamente de tal manera que el sacrificio de los que no volvieron no haya sido vano.

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