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Vigilar y castigar: qué hay detrás de los linchamientos
Por Diego Galeano – Cosecha Roja - Monday, Mar. 31, 2014 at 1:24 PM

/ 31 Abrzo 2014 | Leo en un diario argentino: “Murió el ladrón de 18 años linchado por vecinos en Rosario”. ¿Un linchamiento? Abro google, acelero el cliqueo, nervioso, perturbado. Aparecen otras versiones de lo mismo. “Agoniza un ladrón linchado por vecinos en Rosario”. “Murió el joven linchado por vecinos en Rosario”. “El escalofriante relato de un linchamiento en Palermo”. “Estalló Twitter por el intento de linchamiento a un carterista en Palermo”. Unas pocas palabras sobrevuelan la lectura, inconexas y recursivas. Es como un mantra tortuoso: joven, ladrón, linchamiento, vecinos, Rosario, Palermo. Leo todo frenéticamente y en diagonal. No logro salir del estupor y el palabrerío aturde. Igual se perciben las posiciones en la lucha de discursos: que si llamarlo joven o ladrón, que robó, que no robó, que no importa si robó o no robó. Sigo aturdido, afásico. Otros ya se atreven a diagnosticar: patotas de la derecha, violencia engendrada por los medios de comunicación y por los demagogos de la inseguridad. Eso dicen. Según parece, aquellos que pueden interpelar multitudes a través de un micrófono incitan a la violencia, van sedimentando odio. Un cierto día cincuenta vecinos se ponen de acuerdo, bajo el consenso tácito de ese odio acumulado, y acribillan a patadas a un joven, peón de albañil. Lo dejan tirado en el asfalto, más de dos horas, con golpes gravísimos y pérdida de masa encefálica. Muere en el hospital cuatro días después.

Vigilar y castigar: ...
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He aquí una explicación de los hechos: los discursos políticos y periodísticos que piden mano dura generan episodios de linchamiento y otras manifestaciones de una violencia popular, irracional, pre-civilizatoria. ¿Me permiten dudar de esta explicación? ¿Cuál es la mecánica de ese fervor eliminacionista? ¿Los vecinos de Rosario serían los “verdugos voluntarios” de quién? ¿De una derecha cínica que –con complicidad mediática– podría canalizar electoralmente estas incipientes furias? ¿Dónde está Massa? ¡Claro! ¿Dónde iba a estar? En Nueva York, dándose la mano con el temible paladín mundial de la derecha securitaria, el padre de las políticas de tolerancia cero, Rudolph Giuliani. El círculo empieza a cerrar. ¡Rebrote de fascismo! ¡Eso es! Hay un rebrote de fascismo con su dialéctica perversa entre los justicieros populares y el líder por venir; los camicie nere y el futuro Duce. El argumento nos muestra una realidad aterradora, pero reconforta saber que tenemos una explicación. Y desde esta explicación daremos pelea. Mostramos, entonces, el retoño fascista: vecinos que festejan por Facebook el asesinato del joven rosarino, otro (fallido) linchamiento en Palermo, una mujer platense que se compra un revólver calibre 32 y 50 balas para dormir en paz.

Insisto: ¿puedo dudar de esta explicación? La historia de los fascismos mundiales tiende a mostrar que entre la propaganda fascista y las expresiones de violencia popular no hay una relación mecánica. No se trata de negar a los discursos propagandísticos cualquier tipo de capacidad productiva y relegarlos al espacio de la retórica inútil. Pero entre el mensaje y el linchamiento hay un espacio de mediación, todo un campo de experiencia social que se cocina con otros ingredientes. En la televisión y en la radio tenemos agitadores de la peor barbarie punitiva desde que tengo uso de la memoria y no es frecuente que la audiencia salga a reunirse en hordas de cincuenta personas para una masacre digna del primer capítulo de Vigilar y castigar.

Sucedió en Rosario, una ciudad que viene mostrando un preocupante ciclo de homicidios y corrupción policial. Sucedió en Argentina, un país que en más de treinta años ininterrumpidos de democracia no ha sabido, o no ha podido, cambiar su putrefacto sistema de justicia penal, policía y régimen penitenciario. No ha sabido cómo hacerlo, a pesar de los numerosos intentos de reforma, y no ha podido, por la fortaleza de las corporaciones y sus habilidades para reacomodarse, gestionando emociones, ante cada caso resonante. Desde Blumberg hasta Carolina Piparo.

Ahora bien, ¿cuál es el caldo de cultivo de estos nuevos linchamientos que nos lastiman y exponen llagas? ¿Los discursos de un puñado de charlatanes y políticos oportunistas? ¿O la silenciosa trama de la violencia que se teje en las ciudades y sus contornos, día a día, al ritmo de lazos sociales corroídos? ¿No sobredimensionamos un poco el poder de los medios, de las palabras que viajan por ondas electromagnéticas? ¿Qué lleva a una portera platense a comprarse un revólver? ¿La acumulación de horas de Eduardo Feinmann? ¿O la experiencia cotidiana de vivir en La Plata entre policías bonaerenses que coimean comerciantes so pena de declararlos zona liberada? ¿Qué secreto encadenamiento de miserias va construyendo las condiciones de posibilidad de un linchamiento? ¿Cuántas patadas, cuántas trompadas, recibió David? ¿Qué siente, qué piensa, qué pasa por la cabeza del supuesto justiciero cuando golpea el cuerpo inerte de un joven desconocido? Tengo más preguntas que respuestas, más desasosiego que rivales a quien culpar.

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Cómo se fue formando el grupo agresor
Por Rosario|12 - Monday, Mar. 31, 2014 at 1:26 PM

Cómo se fue formando...
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Ayer a la tarde el barrio tenía el ritmo normal de un sábado a la tarde, con poca gente en la calle. Imagen: Andrés Macera.

LOS DETALLES DE LA SALVAJE GOLPIZA QUE TERMINO CON LA VIDA DE DAVID MOREYRA.

Los testimonios son escasos. En el barrio Azcuénaga se impone el silencio alrededor de los posibles responsables de la muerte del joven acusado de un robo. Desde el club le negaron a Rosario/12 que los agresores hayan salido de ahí.

Por José Maggi

David Moreyra estuvo tirado más de una hora en el pavimento antes que llegara la policía, y muchos que pasaban le pegaban, lo pateaban, uno de un auto le pegó un portazo, otro lo pateó con unos botines con punteras, y hasta un flaco lo pasó con su moto por arriba. El relato escabroso, resulta ser sólo una parte de la tortura a la que fue sometido el chico de 18 años, que momentos antes, junto a un cómplice, le arrebató la cartera a una joven en la esquina de Marcos Paz y Liniers. Rosario/12 reconstruyó en pleno barrio Azcuénaga, ese trágico momento en el que el joven quedó a merced del desprecio y la violencia desenfrenada, para luego dejar de existir en el Hospital de Emergencias Clemente Alvarez.

Según la reconstrucción que pudo hacer este diario, todo comenzó alrededor de las 16.45 con el arrebato y la fuga de los dos jóvenes a bordo de un moto 125 centímetros cúbicos marca Guerrero color roja, en contramano por calle Liniers, en dirección a San Luis. Allí se produjo un encontronazo con un utilitario color clarito, al que algunos identifican como un Fiat Fiorino color blanca, para algunos un choque fortuito y para otros intencional para evitar la huída del dúo.

Luego del golpe sobrevino la huída. Mientras su compañero corrió por Marcos Paz en dirección a Teniente Agnetta, David lo hizo con rumbo hacia Larrea. La decisión resultó fatal: Aturdido por el choque y tal vez lesionado, se encontró de frente con dos grupos que vestían la camiseta de Rosario Central. Ese día, el club de Arroyito jugaba de local y el partido se disputaba a las 19. Muchos jóvenes del barrio se habían reunido a "hacer la previa" en el club Amistad y Unión, de Marcos Paz entre Liniers y Larrea, mientras un segundo grupo estaba sentado como habitualmente lo hace en la esquina de Larrea y Marcos Paz, disfrutando de una "birra" económica: "Dos por 21 pesos helada" como reza el cartel de un kiosko ubicado a metros de esa esquina.

Los gritos de la joven mujer que caminaba con su chiquita en los brazos y con solo un bolso pañalero colgado de su brazo, hizo reaccionar al grupo.

Desde el propio club se esforzaron ayer en negar que haya estado abierto y que desde allí haya salido el grupo agresor. Prefirieron mirar para la esquina al momento donde paran los pibes a "cervecear". Sin embargo varios vecinos confirmaron la hipótesis anterior. "Abren cuando hay partido porque venden bebida a los que llegan a 'hacer la previa', a vos te dicen que estaba cerrado, porque tienen miedo a que la familia del pibe muerto tome represalias", definió un conocedor de la vida del barrio.

En tanto los dueños del kiosko de Larrea entre Marcos Paz y Rioja, prefieron apuntar hacia el prontuario del chico asesinado, antes que repudiar el linchamiento: "Tenía más de veinte causas, pregunten pregunten, ahora dicen que era un santito y apareció con un arma en una foto del facebook" aseguraron a dúo, la comerciante junto a su esposo y una cliente ocasional que también se mostro más preocupada por la inseguridad del arrebato, que por la sensación que genera el asesinato colectivo y el ensañamiento sobre un pibe moribundo. Y el pacto de silencio que se firmó esa mimsa tarde para tapar el brutal crimen.

"Consiganme un país donde pueda salir a la calle en paz y me voy a vivir" alcanzo a decir la dueña del minimarket al tiempo que este cronsita dejaba su comercio, pensando si un lugar donde linchan a una persona no es más inseguro que uno donde te arrebatan al cartera.

Sin embargo ante la consulta de este diario el comisario Alberto Godoy, jefe de la seccional 14, negó de plano la existencia de prontuario alguno en la vida de Moreyra. "No tiene antecedentes" confirmó el jefe policial.

"La impunidad alienta la repetición del delito", dice Eduardo Galeano desde un posteo de un face colgado por una vecina que participa del grupo Indignados Barrio Azcuénaga, como si la misma frase no alcanzara al homicidio. Es que según aseguró un abogado penalista de Azcuénaga, en esa esquina ya habían golpeado hasta casi matarlo a otro ladrón. "Fue hace como dos años y no pasó nada. Nunca más se supo, pero fue muy parecido, los vecinos lo golpearon hasta que llegó la policia y se lo llevó medio muerto".

En rigor con solo googlear el tema, aparecen varios casos: uno ocurrido en julio de 2013 con dos jóvenes que escapaban de la policía en moto y chocaron, quedando a merced de la bronca de un grupo de vecinos.

De todos modos registros de lo ocurrido no le fatarán al fiscal Florentino Malaponte: en la ochava norte de Marcos Paz y Liniers, puntualmente en la casa que tiene el número 990 sobre esta última calle, la propiedad tiene dos cámaras de seguridad que si bien vigilan celosamente esa vereda, pudieron haber captado distintos movimientos. Pero sin dudas el testimonio de los habitantes de esta vivienda puede resultar más que útil ya que la fotografía que circula en los medios de prensa y las redes sociales, donde aparece Moreyra tirado al costado de la moto, parece haber sido tomada por el ángulo y la dirección, desde esa propiedad.

Pero mucho más interesantes podrían ser las imágenes captadas por otra cámara de seguridad ubicada sobre el 929 de Liniers. Sobre la terraza en el frente de una propiedad enrejada, se puede ver una pequeña cámara que mira en dirección a la esquina donde tuvieron lugar los brutales maltratos a Moreyra.

Entre las reacciones de esa violenta jornada, un vecino recordó a un hombre de unos 50 años, que pasó en un Palio gris con su esposa y dos hijos adolescentes. "¿Qué pasó?" preguntó. "Un chico que robó y esta lastimado, pero vivo" le contestaron. "¿Y no podemos hacer algo para que deje de respirar?", pregunto antes de retirarse.

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El alma negra de una ciudad
Por Rosario|12 - Monday, Mar. 31, 2014 at 1:27 PM

El alma negra de una...
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Imagen: Sebastián Granata

¿Qué costado de Rosario refleja el asesinato a golpes de David Moreyra? Los mensajes y debates en las redes sociales, el hartazgo y la ruptura de los contratos sociales. Los comunicadores que repudian pero vierten mensajes tóxicos sobre las penas y la "mano dura". El problema policial.

Por Leo Ricciardino

Los entretenidos enredos y el misterio que rodea al delito complejo de amplio desarrollo en Rosario, quedaron absolutamente superados esta semana por otra espiral de violencia que no se esperaba. Casi el mismo día en que se daban a conocer las escuchas telefónicas entre dos presos que imaginaban retorcidas formas de atentar contra la vida del juez Juan Carlos Vienna y el fiscal Guillermo Camporini -los principales investigadores de los crímenes que rodean a la banda Los Monos-; en el barrio Azcuénaga David Moreyra de 18 años era molido a palos hasta la muerte por un nutrido grupo de cobardes que se ensañó con el joven ya caído y absolutamente indefenso.

El debate que siguió en los medios y las redes sociales no tuvo precedentes. Desde el caso del ingeniero Santos en la década del '90 (que persiguió y mató a un hombre que le robó el pasacassette) que una sociedad no discutía con tanta vehemencia el desatino institucional que supone la justicia por mano propia que, por supuesto, no es ninguna clase de justicia.

El arco político en su totalidad y las instituciones -incluida la vecinal del barrio Azcuénaga- repudiaron el hecho; pero la cantidad de vecinos, perfiles de Facebook y llamados a las radios locales tuvieron un mensaje único: "Nos sentimos indefensos, el Estado nos abandonó, vamos a tomar cartas en el asunto", parecían decir palabras más, palabras menos.

Uno de los que más firmemente se encargó de desterrar el argumento de la ausencia del Estado fue el ministro de Justicia y Derechos Humanos de la provincia. Juan Lewis no discutió si estaba más o menos presente el Estado, simplemente dijo que "aún en una isla sin Estado, ese tipo de conductas no son aceptables desde lo humano". Y caracterizó fuerte a la acción al señalar que "la turba violenta que golpeó a ese joven cometió homicidio", es decir un delito mucho más grave del que se le imputó a David Moreyra acusado del arrebato de una cartera.

Es cansador repetir la línea que intenta responder a esa muletilla funesta que señala "a vos porque no te pasó". Y el esfuerzo es denodado para explicar que uno puede reaccionar de un modo inesperado, pero que uno no es el Estado y tampoco puede reivindicar una acción violenta porque tuvo un ataque de furia en ese momento y porque está harto de los robos y de la inseguridad. Y eso fue lo que pasó: El hecho violento es injustificable a todas luces, pero podría ser explicado. Nunca reivindicado. Es sencillamente inaceptable.

Dicho esto, también hay un párrafo para los comunicadores y opinadores en general. Casi sin excepción lo que se escuchó y leyó en los medios -afortunadamente- fue un cerrado rechazo a la aceptación de la línea dura que imponían lectores y oyentes en notoria mayoría. Pero además de repudiar habría que empezar también por analizar qué es lo que se descarga como mensaje a diario sobre la inseguridad en general. Y si no sólo hay que revisar unos días atrás cuando el discurso de la "mano dura" se filtró permanentemente en candidatos oportunistas que pretenden congraciarse con la sociedad a través de la crítica furibunda al anteproyecto de reforma del Código Penal. Ese mar de simplificaciones y ese velado desprecio por lo que se supone esconde el "garantismo" y un progesismo idiota y benevolente con el delito; es líquido tóxico que se filtra a diario por las grietas de las distintas capas sociales. Los resultados están a la vista.

Claro que la inseguridad es algo violento, porque supone una pérdida abrupta de la libertad. Ya no soy libre para sentarme con mis vecinos en la vereda a determinada hora, no soy libre de que mis hijos vayan solos al almacén o al kiosko, no soy libre de llegar a mi casa a guardar el auto a la hora que se me antoje, las damas no son libres de usar la cartera, y muchísimos ejemplos más. Y claro que alguno de esos arrebatos pueden generar resistencias violentas. Hace muy poco una abuela mató de un balazo a un delincuente que ingresó armado a su casa. La justicia encontró rápidamente que la mujer había ejercido legítima defensa. Esto es, opuso una resistencia proporcional a la amenaza que estaba sufriendo y además adentro de su propiedad. Fue exonerada en ocho días. Pero el hecho, que no admite discusión, no quiere decir que esa abuela hoy sea la misma después de haber tenido que matar a una persona. Nadie lo es.

En el caso del barrio Azcuénaga no hay atenuantes. Estaban en plena calle, la agresión ya había sido cometida por el joven que ya estaba en el piso y desarmado controlado por los vecinos. Lo que siguió después, las patadas en la cabeza, una moto que le pasó por arriba, gente que se iba sumando para golpearlo, son respuestas desproporcionadas respecto de la agresión. Es claramente un homicidio, sin atenuantes. Por el contrario, puede haber agravantes por haber actuado en grupo.

Por eso es necesario esclarecer este hecho, encontrar a los responsables y que sean juzgados por un tribunal. Es decir, la oportunidad que ellos no le dieron a David Moreyra a quien condenaron a muerte de manera sumaria. Ahora se conoció que hay una cámara de seguridad que pudo haber captado la acción. Se supone que el fiscal Florencio Malaponte va a pedir esas imágenes, si es que no lo hizo todavía.

Muchos que no pueden comprender los resultados de la desintegración social, las consecuencias de tres generaciones de desocupados, la ausencia casi total de movilidad y ascenso social para los sectores que componen la pobreza estructural; seguramente habrán pensado que la madre de David Moreyra que habló por los medios pidiendo por el caso de su hijo muerto, debió acordarse antes de él y educarlo o formarlo para que no se mezclara con el delito. Pero en realidad lo que no quieren escuchar es a una madre que con escasa formación y muchísima humildad pidió "justicia para mi hijo, no venganza".

Ahora queda claro que la narcocriminalidad y los delitos complejos en general son un problema grave de la actualidad que ocupa la agenda del Estado en todos sus niveles. Pero también es notorio el deterioro social que les propina a los vecinos diariamente el delito sencillo, la violencia cotidiana. Una cosa es ver las historias de los fascinerosos y policías corruptos por los diarios y otra muy distinta es sufrirla a la vuelta de la esquina, allí donde nunca vieron a un narcotraficante o a un sicario pero sí han presenciado asaltos de todo tipo.

El tema es grave porque la policía santafesina parece no dar respuestas en ninguno de esos planos. Ahora el gobierno piensa en nuevas estrategias y repite con razón que no hay recetas mágicas. Pero la gestión debe dar necesariamente alguna muestra de resultados concretos, como parcialmente sucedió con el narcotráfico y el delito de más alto grado. Cada vez hay más conciencia de que hay una ruptura en la cadena de mandos de la policía, que los jefes que reciben las órdenes de los funcionarios civiles no pueden trasladarlas luego hacia abajo. Y ese escenario es desalentador, porque ya no pone en tela de juicio solamente la conducción política de la fuerza, sino que desnuda una falla estructural que llevará tiempo reparar.

lricciardino@pagina12.com.ar

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