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Por Daniel Papalardo - Thursday, Apr. 03, 2014 at 10:16 PM
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SE OCULTA DETRAS DE LA PROLIFERACION MEDIATICA DE LOS LLAMADOS LINCHAMIENTOS EL PROPOSITO DE REPRODUCIR UNA LÓGICA REPRESIVA CONSENSUADA

Recuerdo que a la salida concertada de la dictadura, en los comienzos del año 1983, se impuso mediáticamente la proliferación de películas, documentales , y textos, que abrieron una visión de lo vivido, construida sobre un escenario atiborrando de información e imágenes, que busco perfilar el primer discurso posible sobre lo sucedido, a través de lo que finalmente se consolido en el Nunca Más , esto es, la teoría de los dos demonios.

Salvando las distancias, y las diferencias, en estos tiempos ,parece suceder lo mismo, , con los episodios de violencia social que se viven en nuestras calles. No son nuevos, ni diversos de los que ya conocíamos, lo original, es la divulgación mediática y la forma que toma cuerpo ese dato real , a través de esa proliferación de “noticias”

En este plano, el discurso instalado , deja entrever que nuevamente afrontamos dos demonios: el aparato ideológico que emerge de los tratados internacionales sobre derechos humanos , hecho cuerpo en la corriente jurídico-política definida como garantismo, con máximo exponente en el reformismo Norberto Bobbio y Luigi Ferrajioli con su presunta impunidad y la tolerancia cero-ventanas rotas de Rudolph Giuliani, con su eficiencia en el castigo, que pide cancha ante la ineficiencia del otro, para parar los excesos de violencia por propia mano.

Los dos presuntos extremos, vale decirlo, son variantes de una misma necesidad del régimen político que consolida el Estado de la burguesía: ley y orden. Por eso, cuando ambos desnudan por su propia lógica y por los efectos sociales de la dialéctica de las formas de acumulación capitalista, su incapacidad, emerge la acción directa, sea expresada en un incremento de las manifestaciones contrarias a ese orden (que otra cosa son esas conductas a las que se llama delitos) o las que so pretexto de defensa de ese orden, bajo el amparo de la llamada inseguridad, implican lisa y llanamente el despliegue de la fuerza física sobre las personas , por otras, sin mediación del aparato represivo del Estado, poniendo en acto, lo que ideológicamente se concibe como guerra al delito, y que en concreto significa la selección directa y concreta del castigo focalizada en un enemigo estereotipado

Para esto colabora el propio aparato ideológico del Estado, y la criminología mediática, ambos como herramientas vehiculizadoras de esa construcción social que da consenso a la dominación capitalista y , que toma cuerpo incluso en Fiscales y políticos que propugnan soluciones que implican construir ese estereotipo por vía de la prohibición de la circulación en motocicleta por dos personas, el señalamiento de lo “bueno” que sería poner a los jóvenes díscolos en internados, o en trabajo social obligatorio, etc.

Lo cierto es que, cuando lo impulsado toma cuerpo, en tanto algunas personas encarnan esa guerra al delincuente en sentido propio y no figurado, descargando su odio por el otro esteriotipado y por ende peligroso, la reacción medíatica despliega una primer movida , que pasa por la difusión y la generalización de la temática, siempre circunscripta a la superficie del problema y acotada a la inmediatez, con lo que se oculta la trampa, pues no hay soluciones simples para problemas complejos .

Asi, empachando de “linchamientos”, atiborrando de consulta a los “entendidos”, se construye un segundo momento: la toma distancia, que hace cuerpo en el bien intencionado pero funcionalmente adverso, “NO CUENTEN CONMIGO”, para buscar en los sectores medios esa aquiescencia, con la represión , pero razonada. Es claro que esa idea, hace carne en gente de buena madera, pero también de frágiles convicciones, pues si me separo, no construyo, simplemente observo. Una suerte de voyerismo social , que mira, se separa, se distingue , pero no actua, de última las hipotéticas víctimas de estos estragos sociales, “algo habrán hecho”. Este posicionamiento tiene su paralelo, también en la actitud ante las desapariciones, violaciones de derechos humanos y en última instancia el genocidio argentino, pues lo que primero se dijo frente a la atrocidad es que había que reprimir, pero legalmente y no salvajemente como lo hicieron con “excesos” los militares y las bandas parapoliciales armadas.

Hoy parece que estamos nuevamente ante “excesos” que no pueden ser compartidos, porque duelen los ojos cuando mediáticamente observamos esas filmaciones de gente golpeando a otra. Pero la pregunta se impone. No es el Estado el primer violento. No es esa legalidad, que todos otorgamos la que le da a las fuerzas policiales, a las que ahora pedimos “rápida intervención” la que otorga consenso a esta violencia estatal.

Traigo el conocido caso Bulacio, para ilustrar esta idea .Que diferencia hay entre un joven golpeado, vejado y apremiado dentro de una comisaría como frecuentemente ocurre en nuestras sociedades, con los golpes dados por particulares a otra persona en vía pública. Tal vez lo único que aparece disímil es la visibilidad, pero pronto, la misma, por atiborramiento, como las imágenes de los campos clandestinos, terminará por cansar al consumidor de imágenes que pedirá otra cosa para saciarse.

Estamos frente a un malestar en la cultura. Los frenos inhibitorios no juegan cuando la cultura no se impone sobre los impulsos más primarios del sujeto. Pero lo riesgoso es que se haga una cultura sobre la base de lo primario y se precarice la existencia, dividida entre probos y reos sociales, con el solo argumento de un barrio, una gorrita, una vicera, una moto y sobretodo, ese color de tés oscura que tanto nos seduce a la hora de buscar un culpable. No hay guerra posible contra el delito. La única guerra posible es contra el orden social imperante que genera de sus entrañas esta lucha de sectores, amparada desde los aparatos ideológicos de dominación, para que la necesidad del autoritarismo, y las restricciones de nuestra libertad se naturalicen y hagan cuerpo en nuestra conciencia.

Sería bueno que la ceguera no se generalice. Que los ciegos no guíen a otros ciegos. Que la toma de conciencia de nuestros intereses de clase, nos haga orgánicamente comprender las causas y los motivos de los que nos pasa, ubicando las razones y los cambios por debajo de la imagen y la superficialidad mediática. Es hora de dar fin a los opinólogos, los especialistas, y toda esa runfla de promotores del conflicto entre oprimidos y explotados, entre excluidos e “incluidos” en un orden social que no promueve la dignidad del ser humano sino que lo conduce de modo directo o indirecto a su reducción en un objeto o como dice el Indio Solari -Te tenemos allí abandonado allí preso (como un animal feroz) así las cosas la fiera más fiera ¿Dónde está?..... tu sombra va detrás, de hordas de notables, con los secretos para hacer ,un negocio tan pequeño y simple como vos.

Por eso, lejos del “no cuenten conmigo”, lo necesario es el “me hago cargo”. de la construcción politica de un orden social justo , con base en la igualdad de oportunidades , que minimice las carencias y elimine la acumulación capitalista de riqueza, generadora del odio social y la violencia cotidiana. Omitiendo, no hacemos y dejamos hacer a los de siempre . Construyendo política y cultura de clase, evitamos.

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