Julio López
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De la política a la vida. Quitándole a la anarquía la carga pesada de la Izquierda
Por Wolfi Landstreicher - Saturday, Apr. 05, 2014 at 12:04 PM

Desde el tiempo en que el anarquismo se definió por primera vez como un movimiento radical distinto, ha sido asociado con la izquierda, pero esa asociación siempre ha sido un tanto incomoda. Lxs izquierdistxs que estaban en posiciones de autoridad(incluyendo aquellxs que se llamaban anarquistas, como lxs lideres de la CNT y la FAI de España de 1936-37)encontraron que los objetivos anarquistas de la transformación total de la vida y los principios consecuentes que señalan que los fines ya deberían existir en sus medios de lucha, eran obstáculos para sus programas políticos.

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La insurgencia real siempre se revienta mucho más allá que cualquier programa político, y lxs anarquistas más coherentes vieron la realización de sus sueños precisamente en este lugar desconocido del¨más allá¨. Sin embargo, tiempo después, cuando bajaban las llamas de la insurrección(y a veces ocasionalmente, como en España en 1936-37, mientras aúnquemaban fuertemente, lxs anarquistas dirigentes tomarían su lugar de nuevo como ¨la conciencia de la izquierda¨. Pero si la expansividad de los sueños anarquistas y los principios que implica han sido un obstáculo para los esquemas políticos de la izquierda, estos esquemas han sido una carga aun más grande que cuelga del cuello del movimiento anarquista, sujetándolo al realismo¨ que es incapaz de soñar.

Para la izquierda, la lucha social en contra de la explotación y la opresión esencialmente es un programa político a ser realizado por cualquiera de los medios convenientes. Semejante concepción obviamente requiere de una metodología política de lucha, y semejante metodología está destinada a contradecir algunos principios anarquistas básicos. Ante todo, la política como una categoría distinta de existencia social es la separación de las decisiones que determinan nuestras vidas de la ejecución de esas decisiones.

Esta separación reside en las instituciones que toman e imponen esas decisiones. Importa muy poco qué tan democrático o consensual sean estas instituciones; la separación y la institucionalización inherentes en la política siempre constituyen una imposición simplemente porque requieren que las decisiones se tomen antes de que surjan las circunstancias a las cuales se aplican. Esto hace que sea necesario que tomen forma de reglas generales que siempre se aplican en ciertos tipos de situaciones sin importar las circunstancias específicas. Se encuentran aquí las semillas del pensamiento ideológico –en la cual las ideas rigen las actividades de lxs individuxs en lugar de servir a lxs individuxs en el desarrollo de sus propios proyectos– pero esto lo veremos más tarde. Desde una perspectiva anarquista es de igual importancia el hecho de que el poder yace en estas instituciones de toma de decisiones y de hacerlas cumplir. Y la concepción izquierdista de la lucha social es precisamente la de influenciar, tomar control y crear versiones alternativas de estas instituciones. Es decir, es una lucha para cambiar las relaciones de poder institucionalizado, y no de destruirlas.

La concepción de lucha, con su base programática, requiere una organización como medio para llevar a cabo la lucha. La organización representa la lucha, porque es la expresión concreta de su programa. Si aquellxs involucradxs definen ese programa como revolucionario y anarquista, entonces la organización llega a representar la revolución y la anarquía para ellxs, y la fortaleza de la organización se equipara con la fortaleza de una lucha revolucionaria y anarquista. Podemos ver un ejemplo claro de esto en la revolución española con el liderazgo de la CNT, que después de inspirar a lxs obrerxs y campesinxs de Cataluña a expropiar los medios de producción(así como las armas que usaban para formar sus milicias, no disolvió la organización ni permitió a lxs obrerxs explorar la recreación de la vida social en sus propios términos, pero en cambio se hicieron cargo de la gestión de la producción. Esta confusión de la gestión por el sindicato para la autogestión de lxs trabajadores tuvo resultados que .pueden ser estudiados por cualquiera que esté dispuesto a ver estos sucesos críticamente. Cuando la lucha en contra del orden dirigente es entonces separada de lxs individuxs que la llevan a cabo y es puesta en las manos de la organización, cesa de ser el proyecto autodeterminado de esxs individuxs y en cambio se convierte en una causa externa a la que se adhieren. Dado que esa causa se equipara con la organización, la actividad primaria de lxs individuxs que se adhieren a ella es el mantenimiento y expansión de la organización.

De hecho, la organización izquierdista es el medio a través del cual la izquierda pretende transformar relaciones de poder institucionalizadas. Importa muy poco si esto está hecho a través de la apelación a lxs lideres actuales y el ejercicio de derechos democráticos, a través de la conquista electoral o violenta del poder del Estado, a través de la expropiación institucional de los medios de producción o a través de una combinación de éstas. Para llevarlo a cabo, la organización se engaña a sí misma para convertirse en un poder alternativo o un contra-poder. Esto es porque debe adoptar la ideología actual del poder: la democracia. La democracia es ese sistema separado e institucionalizado de toma de decisiones que requiere la creación del consenso social para los programas propuestos. Aunque el poder siempre reside en la coerción, está justificado en el marco democrático a través de la aceptación que pueda ganar. Por eso es necesario para la izquierda buscar el mayor número de adherentes posibles, un número para enlistar en apoyo de sus programas. Entonces en su adherencia a la democracia, la izquierda debe adoptar la ilusión cuantitativa.

El intento para ganar adherentes requiere apelar al mínimo común denominador. Entonces en lugar de llevar a cabo una exploración teórica seria, la izquierda desarrolla un conjunto de doctrinas simplistas a través de las cuales ver el mundo y una letanía de ultrajes morales perpetrados por lxs dirigentes actuales, con los que lxs izquierdistas esperan atraer a las masas. Cualquier cuestionamiento o exploración fuera de este marco ideológico está condenado vehementemente, o es visto con incomprensión. La incapacidad para una exploración teórica seria es el costo de aceptar la ilusión cuantitativa conforme a la que los números de adherentes, sin importar su pasividad e ignorancia, son consideradxs como el reflejo de un movimiento fuerte, en lugar de la calidad y coherencia de ideas y práctica.

La necesidad política de apelar a las masas¨ también lleva a la izquierda a usar el método de pedir exigencias fragmentarias a lxs gobernantes actuales. Este método ciertamente es bastante consistente con un proyecto de transformar relaciones de poder, precisamente porque no pone en entredicho estas relaciones en sus raíces. De hecho, el hacer exigencias a lxs que tienen poder, implica que simples ajustes (aunque posiblemente extremos) de las relaciones actuales son suficientes para la realización del programa izquierdista. Lo que no se cuestiona en este método es el orden gobernante en sí, porque esto significaría una amenaza para el marco político de la izquierda.

La doctrina del progresismo está implícita en este enfoque fragmentario(de hecho, es precisamente “progresista” una de las etiquetas más populares entre izquierdistas y liberales hoy en día – que quisieran dejar atrás estas otras etiquetas miserables –.El progresismo es la idea que el orden actual de las cosas es el resultado de un proceso en marcha (aunque posiblemente ¨dialéctico¨)de mejoramiento y que si solo nos esforzamos (tras votar, pedir, litigar, usar la desobediencia civil, la violencia política o incluso tras la conquista del poder- cualquier cosa excepto su destrucción) podemos llevar este proceso más lejos. El concepto del progreso y el enfoque fragmentario que es su punto de expresión práctica a otro aspecto cuantitativo de la concepción izquierdista de la transformación social. Esta transformación es simplemente una cuestión de grados, de la posición de unx a lo largo deuna trayectoria en curso. La cantidad correcta de ajustes nos llevará ¨allá¨(donde sea que allá esté. La reforma y la revolución son simplemente niveles diferentes de la misma actividad. Lo absurdo del izquierdismo es que permanece ciego ante la evidencia de que la trayectoria que hemos seguido, por lo menos desde el ascenso del capitalismo y el industrialismo, es el creciente empobrecimiento de la existencia, y esto no se puede hacer desaparecer mediante reformas.)

El enfoque fragmentario y la necesidad política de categorizar también lleva a la izquierda a valorar a la gente en términos de su afiliación a varios grupos oprimidos y explotados, como por ejemplo, trabajadores¨, ¨mujeres¨, ¨gente de color¨, ¨gays y lesbianas¨ etcétera. Esta categorización es la base de la política de identidad. La política de identidad es la forma particular de falsa oposición en la cual la gente oprimida opta para identificarse con una categoría social particular, y con eso su opresión se refuerza como un supuesto acto de desafío en contra de su opresión. De hecho, la identificación continúa con este rol social, limita la capacidad de lxs que practican la política de identidad para analizar profundamente su situación en esta sociedad y actuar como individuxs en contra de su opresión. Por lo tanto, esto garantiza la continuación de las relaciones sociales que causan su opresión. Pero esas personas con sólo ser miembros de categorías, pueden ser útiles como fantoches en las maniobras políticas de la izquierda, porque semejantes categorías sociales asumen el papel de grupo de opresión y bloques de poder dentro del marco democrático.)

La lógica política de la izquierda, con sus requisitos organizacionales, su apoyo a la democracia, la ilusión cuantitativa y su manera de valorar a las personas como meros miembrxs de categorías sociales, es inherentemente colectivista, y así suprime el individux como tal. Esto se expresa en el llamamiento a lxs individuxs a sacrificarse a las varias causas, programas y organizaciones de la izquierda. Tras estos llamamientos unx encuentra las ideologías manipuladoras de la identidad colectiva, la responsabilidad colectiva y la culpa colectiva. Lxs individuxs que son definidxs como parte de un grupo privilegiado -heterosexual,¨blanco, masculino, primer mundo, clase media¨ -se hacen responsables de toda la opresión atribuida a ese grupo. Por lo tanto son manipuladxs a actuar para expiar estos crímenes, dando apoyo incondicional y sin críticas a los movimientos de aquellxs que son más oprimidxs. Lxs individxs que son definidxs como parte de un grupo oprimido son manipuladxs a aceptar la identidad colectiva en este grupo desde una ¨solidaridad¨ obligatoria – hermandad, nacionalismo negro, identidad queer etc. Si rechazan o incluso critican radicalmente esta identidad de grupo, esto significará aceptar su propia opresión. De hecho, el/la individux que actúa solx (o solo con aquellxs con quien ella o él ha desarrollado una afinidad real) en contra de su opresión y explotación como él o ella la experimentan en su vida, están acusadxs de ¨individualismo burgués¨, a pesar del hecho de que ella o él están luchando precisamente en contra de la alienación, separación y atomización que es el resultado inherente de la actividad social colectiva y alienada que el Estado/Capital –la denominada ¨sociedad burguesa- nos impone.

Ya que el izquierdismo es la percepción activa de la lucha social como programa político, es ideológico desde arriba a abajo. La lucha de la izquierda no crece de los deseos, necesidades y sueños de lxs individuxs vivientes que son explotadxs, oprimidxs, dominadxs y desposeídxs por esta sociedad. No es la actividad de gente esforzándose por reapropiarse de sus propias vidas y buscando las herramientas necesarias para hacerlo. En lugar de eso es un programa formulado en las mentes de dirigentes izquierdistas o en reuniones de organización que existe encima y antes de las luchas individuales de las personas y para que éstas últimas tengan que subordinarse. Cual sea el eslogan de este programa –socialismo, comunismo, anarquismo, hermandad, el pueblo de África, derechos animales, liberación de la tierra, primitivismo, autogestión de lxs trabajadores etc., etc.– no proporciona una herramienta a lxs individuxs para usar en sus propias luchas en contra de la dominación, sino exige a lxs individuxs intercambiar la dominación del orden gobernante por la dominación del programa izquierdista. Es decir, exige que lxs individuxs continúen renunciando a su capacidad de determinar su propia existencia.

En su mejor momento, el esfuerzo anarquista siempre ha sido la transformación total de la existencia basado en la reapropiación de la vida por cada individux, actuando en libre asociación con otrxs de su elección. Se puede encontrar este sueño en los escritos más poéticos de casi cada anarquista conocidx, y es lo que hace del anarquismo ¨la conciencia de la izquierda¨. ¿Pero de qué nos sirve ser la conciencia de un movimiento que no comparte y no puede compartir la amplitud y la profundidad de su sueño, si unx desea llevar a cabo estos sueños? En la historia del movimiento anarquista, las perspectivas y las practicas más cerca de la izquierda, como el anarco-sindicalismo y el plataformismo, siempre habían tenido mucho menos del sueño y mucho más del programa dentro de ellos. Ahora que el izquierdismo ya no es una fuerza significativa distinguible de lo demás de la esfera política, por lo menos en el occidente, indudablemente no hay razón para continuar llevando este peso colgado en nuestros cuellos. La realización de los sueños anarquistas, de los sueños de cada individux que aún es capaz de soñar y desear, de manera independiente, ser lxs creadores autónomxs de su propia existencia, requiere una ruptura rigurosa y consciente con la izquierda. Como mínimo, esta ruptura significaría:

1. El rechazo a una percepción política de la lucha social; un reconocimiento que la lucha revolucionaria no es un programa, sino la lucha para la reapropiación social e individual de la totalidad de la vida. Como tal, es inherentemente anti político. Es decir, es opuesto a cualquier forma de organización social – y cualquier método de lucha – en la cual las decisiones sobre cómo vivir y luchar son separadas de la ejecución de esas decisiones, sin importar cuan democrático y participativo sea este procesoseparado de la toma de decisiones.

2. El rechazo al organizacionalismo, con esto me refiero al rechazo a la idea de que cualquier organización puede representar a lxs individuxs o grupos explotados, la lucha social, la revolución o la anarquía. Por lo tanto, también el rechazo de todas las organizaciones formales –partidos, sindicatos, federaciones, etcétera– que, debido a su naturaleza programática, adoptan semejante papel representativo. Esto no se refiere al rechazo de la capacidad de organizar actividades especificas necesarias para la lucha revolucionaria, sino el rechazo a la sujeción de la organización de las tareas y proyectos al formalismo de un programa organizacional. La única tarea que jamás ha demostrado requerir organización formal es el desarrollo y mantenimiento de una organización formal.

3. El rechazo a la democracia y la ilusión cuantitativa. El rechazo a la opinión de que el número de adherentes a una causa, una idea o un programa es lo que determina la fuerza de la lucha, en lugar del valor cualitativo de la práctica de lucha como el ataque en contra de las instituciones de dominación y como la reapropiación de la vida. El rechazo a cada tipo de institucionalización o formalización de la toma de decisiones, y de hecho, a cada concepción de la toma de decisiones como un momento separado de la vida y la práctica. El rechazo, también, a los métodos evangélicos que se esfuerzan para ganar a las masas. Semejante método presupone que la exploración teórica está llegando a su final, que unx tiene la respuesta a la cual todxs se adhieren y que entonces cada método es aceptable para transmitir el mensaje, incluso si ese método contradice lo que estamos diciendo. Esto nos lleva a buscar seguidores que acepten nuestra posición, en vez de compañerxs y cómplices con quien seguir nuestras exploraciones. La práctica en vez del esfuerzo para llevar a cabo el proyecto de unx, el mejor que se puede, en una manera consistente con las propias ideas, sueños y deseos, atrayendo así a cómplices potenciales para poder desarrollar relaciones de afinidad y expandir la practica de la revuelta.

4. El rechazo a hacer exigencias a aquellxs en el poder, en vez de eso, eligir una práctica de la acción directa y el ataque. El rechazo a la idea de que podemos llevar a cabo nuestro deseo de autodeterminación con exigencias fragmentarias que, en el mejor de los casos, solo ofrecen una mejora temporal del daño del orden social del capital. El reconocimiento de la necesidad de atacar esta sociedad en su totalidad, de lograr una práctica y conciencia teórica en cada lucha parcial de la totalidad que debe ser destruida. Así también, la capacidad de ver lo que es potencialmente revolucionario –que haya movido más allá de la lógica de exigencias y de cambios fragmentarios- en luchas sociales parciales, ya que, después de todo, cada ruptura radical e insurreccional ha empezado debido a la chispa de una lucha que empezó como intento de ganar exigencias parciales, pero que cambió su práctica de solo exigir lo que deseaban a tomarlo y mucho más allá.

5. El rechazo a la idea del progreso, a la idea de que el orden actual de las cosas es el resultado de un proceso de mejoramiento continuo que nosotrxs podemos llevar más lejos, incluso posiblemente a su apoteosis si solo nos esforzamos. El reconocimiento de que la trayectoria actual – que lxs gobernantes y su oposición fiel reformista y ¨revolucionaria¨ llaman ¨el progreso¨ - es inherentemente dañino a la libertad individual, la asociación libre, las relaciones humanas saludables, la totalidad de la vida y el planeta en sí. El reconocimiento de que para lograr autonomía y libertad completa, esta trayectoria debe de ser llevada a su fin y que nuevas maneras de vivir y relacionarse tienen que ser desarrolladas. (Esto no necesariamente lleva a un rechazo absoluto de la tecnología y la civilización, y semejante rechazo no constituye el cimiento de una ruptura con la izquierda, pero el rechazo del progreso ciertamente significa la voluntad de examinar y cuestionar la civilización y la tecnología, y particularmente el industrialismo, seria y críticamente. Quienes no son capaces de cuestionar estos puntos probablemente siguen sosteniendo el mito del progreso).

6. El rechazo a la política de identidad. El reconocimiento de que, mientras varios grupos oprimidos experimentan su despojo en formas especificas para su opresión, y el análisis de estas especificidades es necesario para poder comprender completamente cómo funciona la dominación, sin embargo, el despojo es fundamentalmente el robo de la capacidad de cada unx de nosotrxs de crear nuestras vidas en nuestros propios términos, en libre asociación con otrxs. La reapropiación de la vida en el nivel social, así como su reapropiación completa en el nivel individual, solo puede ocurrir si dejamos de identificarnos esencialmente en términos de nuestras identidades sociales.

7. El rechazo al colectivismo, a la subordinación del individux al grupo. El rechazo a la ideología de la responsabilidad colectiva (un rechazo que no significa el rechazo del análisis social o de clase, sino que remueve el juicio moral de semejante análisis, y rechaza la práctica peligrosa de inculpar al individux de actividades hechas en el nombre de, o las que fueron atribuidas a una categoría social de la cual supuestamente ellxs forman parte, pero sobre la cual no tenían elección – por ejemplo, ¨judío¨, ¨gitano¨, ¨hombre¨, ¨blanco¨ etc.)El rechazo a la idea de que alguien, debido o a su ¨privilegio¨, o a su supuesta afiliación a un grupo oprimido en particular, debe solidaridad incondicional a otra lucha o movimiento, y el reconocimiento que semejante concepción es una gran obstrucción para un proceso revolucionario serio. La creación de proyectos y actividades colectivas para servir las necesidades y deseos de lxs individuxs involucradxs, y no al revés. El reconocimiento de que la alienación fundamental impuesta por el capital no está basada en ninguna ideología hiper-individualista que puede promover, sino que nace del proyecto colectivo de producción que lo impone. El reconocimiento de la libertad de cada individux de poder determinar las condiciones de su existencia en libre asociación con otrxs de su elección –ej. la reapropiación social e individual de la vida – como el objetivo primario de la revolución.

8. El rechazo a las ideologías, es decir, el rechazo a cada programa, idea, abstracción, ideal o teoría que, construidos para ser servidos, se ponen por encima de la vida y lxs individuxs. El rechazo entonces de Dios, el Estado, la Nación, la Raza etc. pero también del Anarquismo, el Primitivismo, el comunismo, la libertad, la razón, el individux etc. cuando éstos se convierten en ideales para sacrificarse a unx mismx, a nuestros deseos, aspiraciones, sueños. El uso de las ideas, el análisis teórico y la capacidad de razonar y pensar en abstracto y críticamente, como herramientas para realizar nuestros objetivos, para reapropiarse la vida y actuar en contra de todo lo que se pone como obstáculo en el camino de esta reapropiación. El rechazo a respuestas fáciles que nos impiden ver con claridad los propios intentos de examinar la realidad que enfrentamos, en favor del cuestionamiento continuo y laexploración teórica.

Como yo lo veo, estos puntos son los que constituyen una ruptura real conla izquierda. Donde faltan estos rechazos- o en la teoría o en la práctica- los vestigios de la izquierda aún se mantienen, y esto es un impedimento para nuestro proyecto de liberación. Dado que esta ruptura está basada en la necesidad de librar la práctica de la anarquía de los confines de la política, ciertamente no es una adopción de la derecha ni de ninguna otra parte del espectro político. Sino que es un reconocimiento de que la lucha por la transformación de la totalidad de la vida, una lucha para retomar cada una de nuestras vidas por nosotrxs mismxs en un movimiento colectivo para la realización individual, solo puede ser obstaculizada por los programas políticos, organizaciones ¨revolucionarias¨ y las construcciones ideológicas que exigen nuestro servicio, porque éstos también, como el estado y el capital, exigen que les demos nuestras vidas en vez de retomarlas para nosotrxs. Nuestros sueños son demasiado grandes como para los límites estrechos de los esquemas políticos. Desde hace mucho tiempo tenemos la necesidad de dejar atrás la izquierda y seguir adelante nuestro alegre camino a lo desconocido de la insurrección y la creación de vidas plenas y auto-determinadas.

De Anarchy: A Journal of Desire Armed, numero 54.
También distribuido en 2002 por Venomous Butterly Publications
Traducido en Febrero, 2014 México

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