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La extrema derecha que gobierna el mundo
Por Rosa Luxemburg - Monday, Apr. 07, 2014 at 4:45 PM

La extrema derecha no es un sector minoritario o residual: es el poder político que gobierna el hemisferio occidental.

Continuación de: http://nacional-revolucionario.blogspot.com.es/2014/01/la-extrema-derecha-que-gobierna-el-mundo.html

Toda acción política requiere, en primer lugar, la identificación del enemigo contra el que lucha.

Las caracterizaciones ideológicas, los fines y valores, los principios estratégicos y las metodologías tácticas de un movimiento, partido o grupo político, son conceptos que giran en torno a la sola cuestión de esa "enemistad" fundamental (Carl Schmitt), que nada tiene de "personal". Como en la guerra un general respecto de otro general o un soldado frente al adversario armado, no "odia" el revolucionario a individuos concretos, sino que pugna sin tregua para derrotar a un antagonista político. En condiciones normales es menester distinguir incluso entre el enemigo propiamente dicho y un mero contendiente coyuntural. Al enemigo se le detesta, pero, incluso a él, "políticamente", no "psicológicamente", como podría odiarse al ofensor de nuestra familia, amigos, bienes u honor.

El enemigo de la izquierda nacional es la oligarquía occidental. Ésta cabe definirla provisionalmente como extrema derecha sionista, racista, supremacista y expansionista. Sus integrantes humanos, sociales e institucionales pueden detectarse en cualquier lugar del planeta, pero singularmente en el hemisferio occidental; y de forma más concreta todavía en las burguesías financieras de Estados Unidos, Israel y Europa. Los oligarcas no conforman una religión, raza o etnia, ni siquiera una clase social, sino un estamento. Su opuesto simétrico son los trabajadores autóctonos. Oligarquía mundial y trabajadores nacionales definen la contradicción principal de la society occidental posmoderna.

Aquello que combatimos es, pues, el opresivo dominio oligárquico. Desde una posición de extrema izquierda -patriótica- de los pueblos contra la extrema derecha -transnacional- de las élites.

El vampiro es un cadáver parásito en pos de la vida eterna.

Queremos derrotar a los oligarcas en tanto que oligarcas. ¿Judíos, anglosajones protestantes de Wall Street, ingleses de la City, israelíes del Mossad, jeques saudíes, banqueros suizos...? No importa eso. Tienen, los oligarcas, nombres y apellidos. Su neutralización y hasta liquidación física, pero por vías legales (restablecimiento de la pena de muerte contra los genocidas y criminales de guerra o lesa humanidad), forma parte, necesariamente, de la lucha política revolucionaria y democrática. Negarlo sería incurrir en una repulsiva hipocresía "buenista" de la que es menester desprenderse antes de abordar cualquier compromiso político serio. Al final, las élites financieras pagarán por sus atrocidades y los responsables serán ejecutados como traidores a la nación. No hay punto intermedio ni "diálogo pacífico" cuando estamos hablando de enemigos políticos responsables de las peores fechorías que la historia recuerda.

"Odiamos", sí, a los oligarcas, pero se trata, subrayémoslo una vez más, de "odio conceptual": nada (o poco) sabemos de ellos como sujetos privados y no nos importa si beben agua mineral, vino de Rioja o prefieren el arte abstracto a la música clásica. Nos resultan indiferentes sus creencias soteriológicas o el color de su piel. Aquello que realmente cuenta es lo siguiente: que los oligarcas son los dirigentes, beneficiarios y responsables del aparato de conversión de los entes en [objetos/ mercancía+ capital+ objetos/ mercancía] que aniquila los pueblos, las culturas y la naturaleza. Son la Gestell de Heidegger. !Nada más "impersonal" que la Gestell! Pero está encarnada por unas personas y a éstas es menester localizarlas, detenerlas, procesarlas y ejecutarlas; democráticamente, sí, pero sin compasión. Bastará con aplicar las leyes penales y procesales del TMI (Nüremberg), es decir, sus propias normas represivas, antijurídicas mas plenamente vigentes. No podrán protestar por ello.

De hecho, la oligarquía es muy difícil de "caracterizar", porque, precisamente, una de las claves de su poder consiste en permanecer oculta, es decir, en interponer, entre sus personas físicas y el pueblo de las comunidades nacionales a las que explota, devasta y extermina, unos "testaferros", los políticos profesionales, al servicio de entidades formales como "los mercados financieros", la banca, los "inversores", el FMI, la "troica", etcétera. Por tanto, el primer rasgo del sistema oligárquico es su total ausencia de autoridad y capitalidad: la invisibilidad. No podemos identificar, a diferencia de otros poderes históricos, dónde se encuentra la sede física o territorial del dispositivo oligárquico de dominación. Ni sus líderes reales están a la vista. Los vampiros-oligarcas esconden las tumbas donde húrtanse a la luz diurna (la verdad). Hablar de Wall Street, Londres, Washington o Tel Aviv sería expresarse en términos puramente metafóricos. Dicho dispositivo es esencialmente "aéreo" (burbuja financiera) y aterritorial, a la par que críptico y sectario (Club Bilderberg), aunque controle determinados enclaves regionales, ciudades, naciones enteras, estados y espacios "materiales" con sus respectivas sedes capitalinas, administrativas, políticas, económicas... La oligarquía sólo se "territorializa" a medida que desciende de rango en la jerarquía piramidal informal, hecho que permite a los poderes plutocráticos arraigarse y distribuir capilarmente sus tentáculos para extraer los recursos (trabajo, capital) que succiona de manera constante en un ámbito perfectamente acotado (no hay huecos) de vampirización económica. Las élites son extractivas.

La oligarquía y las masas

Parásitos, pues. La celebérrima "ética del trabajo", que difunden a voz en grito los oligarcas y sus esclavos interiorizan con un sentimiento de vergüenza y culpa cuando se encuentran en situación de paro laboral; aquella moral del hombre honrado que los "inversores" imponen al pueblo por la fuerza del adoctrinamiento y la presión social, calificando de zánganos improductivos a los "pobres" y "fracasados", es sólo la cínica estrategia discursiva de hediondas garrapatas tumbadas en hamacas junto a piscinas de lujo. El siervo del capitalismo tiene que desear ofrecer su sangre voluntariamente y cifrar en el hecho de ser explotado su identidad y valía personal. El "trabajo" de la sanguijuela financiera consiste, empero, en llamar por el móvil a su bróker una vez a la semana para informarse sobre la volumen de beneficios succionados al esfuerzo ajeno. !Y ningún desgraciado desprecia a semejante engendro, nadie le acusa, si es el caso, de no haber trabajado jamás -menuda suerte- y engordar aún más su bolsa sin dar un palo al agua! Antes bien, todos los patéticos desgraciados y fanáticos de la "ética del trabajo" (para tontos) querrían ser como el chupóptero bursátil.

La estructural "opacidad" del alto poder oligárquico representa la otra cara de su principal instrumento de dominio, a saber, la "información", entendiendo por tal, no tanto un contenido realmente formativo o veraz, cuanto unas cadenas sígnicas manipuladas, fraudulentas, propagandísticas o "ideológicas" en el sentido marxista del término. El poder de la oligarquía se basa, ante todo, en "lo simbólico" y, captado el signo, en la mentira (el signo está "invertido"), no sólo (o exclusivamente) en la simple coacción o fuerza policial/militar. Es el "lavado de cerebro", vehiculado por los denominados "medios de comunicación", por la propaganda política y comercial, el "mundo de la cultura" y la "educación", aquéllo que aparece en primera línea para mantener apaciguadas y políticamente sometidas a "las multitudes" (Negri, Hardt). Dicha "información", en el sentido de lo "informe" (carente de forma), constituye mental y axiológicamente al hombre-masa.

El hombre-masa es, ante todo, temeroso y obediente, no quiere "problemas", pide únicamente "salario", es decir, ser explotado de forma más o menos razonable, de suerte que pueda disfrutar, como poco, de algunos objetos de consumo que marcan el estatus del "individuo" como miembro de la society. La masa es el correlato sociológico subordinado de las élites en el interior del imaginario oligárquico. Por tanto, la masa es también un estamento. Porque en la sociedad posmoderna ya no existen las clases sociales. La movilidad social burguesa clásica ha quedado definitivamente congelada. El hombre masa sueña con ascender, pero sólo se "trepa" en tanto que afecto a la oligarquía y con independencia de los méritos, capacidad o esfuerzo.

Cuando hablamos de "trabajadores" como antagonistas sociales de la oligarquía, el significado de este término es, por tanto, normativo, no descriptivo; y político, no meramente económico. El "trabajo" define aquí una actividad creadora y reproductiva del pueblo que se justifica por sí misma al servicio de la comunidad nacional, nunca jamás en provecho de las "élites" propietarias del capital financiero (que, subrayémoslo una vez más, no trabajarán jamás). Cuando un poeta escribe poesía, eso es trabajo aunque no reciba salario "a cambio": su tarea representa un fin en sí mismo. El trabajo se justifica por su valor social y cultural. La madre trabaja al educar al hijo, pero no "cobra" (normalmente) por ello. Cuando el empleado de un McDonald's sirve, en cambio, una hamburguesa repleta de gusanos, no trabaja, porque su única finalidad es la remuneración. Sólo significa "trabajo" aquello que haríamos por deber o vocación en cualquier circunstancia y con orgullo.

No será verdadero trabajo las tareas que realicemos únicamente para recibir unas monedas, "puesto" que abandonaríamos inmediatamente -para disfrutar de unas vacaciones- si el dueño no nos pagara. Obligación y deber son palabras que mientan conceptos éticamente opuestos. El deber y la vocación profesional definen al trabajador. La obligación y el salario caracterizan al semiesclavo hombre-masa bajo el dominio oligárquico. Por eso el hombre-masa es esencialmente un consumidor, un aspirante a oligarca, no un trabajador; y de ahí también que las sociedades oligárquicas estén destinadas a la ruina económica, a la quiebra de las instituciones de protección social y, llegados a este punto fatal e inevitable, al restablecimiento de la esclavitud laboral descrita por Engels en La situación de la clase obrera en Inglaterra (obra que vuelve a estar vigente después de un siglo de ostracismo literario).

La tortura como método sistemático y legal de represión en las "democracias" antifascistas.

En segundo lugar, la oligarquía dispone de medios tecnológicos suficientes para aplastar materialmente cualquier revuelta de masas que, en el supuesto de una fractura o brecha en la campana simbólica virtual de narcotización de los productores/consumidores/contribuyentes (que no "ciudadanos"), pudiera amenazar mediante la violencia física las instituciones políticas del sistema estatal (pseudo) "democrático".

La oligarquía, empero, es muy capaz de utilizar el crimen de forma habitual en la periferia de su dominium, concepto que implica, pese a lo dicho más arriba, una cierta espacialidad concéntrica que se refleja en su estructura social jerarquizada. Centro/periferia son nociones que no identifican las relaciones tradicionales entre una capital imperial y unas colonias, sino "campos operativos" en los que el método de explotación/extracción y el trato dado a los dominados es cualitativamente distinto. El "imperio" no existe, se trata de un invento "antifascista" de Petras y Negri. La oligarquía es anti-imperial por esencia, y quien no entienda esto no ha entendido nada.

En los ruinosos márgenes (vertederos humanos y ecológicos) de la "Franja Aérea" (Orwell), el dispositivo oligárquico sustenta dictaduras policiales dispuestas a exterminar sin contemplaciones a sus súbditos, y así protocoliza los patrones de actuación allí donde la apariencia de la "democracia" es tanto más frágil cuanto más onerosa e "innecesaria" (el montaje de cartón piedra democrático resulta "caro", "insostenible" ya incluso).

En las "zonas centrales" la violencia (secreta, tecnificada, profesional) "sólo" es empleada normalmente de forma selectiva contra los disidentes más peligrosos o contra personas "incontroladas" que, por diversas razones, poseen información capaz de perjudicar a determinados intereses oligárquicos (por ejemplo, Joan Cogul fue asesinado por la mafia catalana, es decir, por la oligarquía local, cuando iba a declarar contra determinados dirigentes políticos nacionalistas).

Las oligarquías a las que tenemos que enfrentar, en primera instancia, son las que operan como tentáculos del poder oligárquico mundial en nuestra propia patria. Pero si olvidar que la "política nacional" y la "política internacional" jamás funcionan a modo de compartimentos estancos. No existe ya "política nacional", la soberanía de los estados (excepto EEUU/Israel) ha sido suprimida hace décadas. Cuando luchamos contra Rajoy, estamos, al mismo tiempo, luchando contra Bruselas, el FMI, Wall Street y Tel Aviv. Ignorar esta realidad sería ingenuidad o un ejemplo de suicidio político.

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