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10A: Carta de una obrera de la alimentación
Por Andrea D’Atri - Tuesday, Apr. 15, 2014 at 1:18 PM

Así relata el piquete obrero de la Panamericana, una obrera de la alimentación. Un día me contó que ella hubiera querido estudiar Letras en la universidad. Le encanta escribir. En el piquete del puente Pueyrredón, conocí a otro obrero, de una importante fábrica de gaseosas, que hace unos dibujos maravillosos. Como me gusta dibujar, me quedé charlando un rato con él, que me contó que también es autodidacta. Cuántas vocaciones, cuántos talentos, cuántas potencialidades aplastadas, dormidas, truncadas por la miserable explotación capitalista. Pero en los momentos de ruptura con ese orden, aunque sean pequeños momentos de ruptura (como un paro, una movilización), en las grietas del orden se cuela esta creatividad. Imaginate si se derrocara este orden que hoy mantiene esa creatividad aprisionada...

10A: Carta de una ob...
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La madrugada del 10 de abril se iba abriendo de a poquito, entre la oscuridad y el brillo de las llamas. Piquete de obreros combativos, los bombos resonando en la noche que se despedía, la bandera del gremio de la Alimentación sobre mi cabeza, y más allá, arriba, en el puente, las hileras del aparato represor, mulo de Berni y de Cristina, con dos nombres de pila: Gendarmería y Bonaerense.

No iba a ser fácil. Nos mirábamos en la oscuridad, y pensábamos: “nos van a cagar a palos”, “nos van a cagar a palos” y por el aire van a volar los termos, los paquetes de yerba, los mates, las galletitas, los celulares con los mensajitos de la gente que nos quiere pidiéndonos que nos cuidáramos. “Nos van a cagar a palos”

Esto llevaba en la cabeza. Todos con los cuerpos doloridos por nuestro trabajo en las fábricas, corriendo, tratando de amucharnos, nosotros, los obreros, los estudiantes, que quizás no tenemos tiempo para entrenar en un gimnasio, corrimos, hasta quedarnos sin aire, divisando los chorros de los camiones hidrantes de los siervos de la burocracia, nosotros, revolcados en el pasto, lastimados, sucios, los obreros, el movimiento más fuerte del país, la fuerza motriz que mueve la rueda. Nosotros. Y ellos, los entrenados para corrernos, para llenarnos los oídos de insultos, para reventarnos a palos y tirarnos sus perros. Así es como quiere ver el gobierno a la clase obrera, arrastrada a sus pies.

Pero nosotros corrimos, corrimos y el amanecer nos encontró tomando uno de los carriles de la panamericana, el otro lo tomaron ellos, para reprimirnos. La burocracia no va en cana. Daer, que desmanteló el sindicato de la alimentación no va preso, pero sí fue preso el compañero gráfico, porque nos quisieron escarmentar. Nos tiraron con balas de goma, nos impusieron su miedo, su vergüenza de siervos inútiles que no pudieron con un puñado de zurdos. No pudieron.

Y en cuanto se descuidaron, les tomamos el otro carril de la Panamericana, para que aprendan que con los trabajadores no se jode. Más de 300 efectivos que cumplían órdenes, no tuvieron el cerebro ni la inteligencia que tuvimos los obreros para burlarlos. Un corte que esperaban desarmar en diez minutos los mantuvo laburando un día de paro hasta el mediodía. Nunca van a poder comprender nuestro orgullo, nuestra dignidad, porque son sirvientes del estado.
Amaneció, había olor a matecito caliente, y como si fueran poco los abrazos y la camaradería, en el cielo, salió el arco iris. Los laburantes le sacábamos fotos y la gendarmería nos sacaba fotos a nosotros.

Esta jornada nos sirvió para entender la urgencia en el discurso ferviente de la compañera que siempre nos dice: “camaradas, tenemos que organizarnos, armar una gran agrupación, formar el gran partido de los trabajadores donde miles de militantes obreros salgan a la calle a luchar”. Mostrarle al gobierno quienes somos en esencia. Ayer, a pesar de que muchos de nosotros no tenemos experiencia en estas situaciones, los corrimos, les hicimos frente, los esquivamos con inteligencia y les ganamos. Otro cantar sería si fuéramos miles y miles de obreros en las calles, no podrían con nosotros, jamás. De lo contrario, nos van a pisar la cabeza, nos van a matar.

Ayer el arco iris salió, tímido primero, con sus colores asomando detrás de las nubes grises, como nosotros, subiendo al puente. Después brilló, hermoso y radiante, proletario el arco Iris. Debajo, en el final, estaba el tesoro: estudiantes y obreros luchando por la revolución.

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