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Astroturfing en la alucinación fabricada
Por (reenvio) Juan Canales - Friday, May. 30, 2014 at 2:57 AM

12 mayo, 2012 / Todo el mundo sabe que La TV es uno de los instrumentos por excelencia para adocenar a la población. Pero no se limita a ser un cacharro electrónico que tenemos en el salón; es una auténtica droga alucinógena que programa nuestra mente con mecanismos casi quirúrgicos.

Hace tiempo tuve un pequeño flash. Y con él entendí un poco más el Astroturfing masivo al que estamos siendo sometidos y di un paso más a la hora de entender al gran Terence McKenna y a su calificación de la TV como droga dura.

Por qué digo dura… Durísima.

Astroturfing es una palabra USA para designar aquellas campañas politicas o publicitarias orquestadas desde oscuros despachos pero que se presentan disfrazadas como algo que emana, de manera espontánea y natural, del sentir popular.

La etimología es curiosa: Astroturf es el nombre de una marca de cesped artificial muy conocida en Estados Unidos. Y con esta denominación se intenta resaltar la actitud de esas prácticas manipuladoras: la intención de hacer pasar como natural lo que es completamente artificial.

La cuestión es que aquel día tenía unas agujetas tremendas por culpa de meterme demasiada caña en el gimnasio y a la noche estaba tan agotado que me tiré en el sofá a, cosa rara en mí, ver la tele un poco.

Vi un estupendo documental en el Canal Odisea sobre la situación de la marihuana en Europa y, al finalizar, cambié de canal y me encontré con anuncios. En estos casos suelo ponerme el DVD y ver otra cosa SIN anuncios. Ni siquiera zapeo porque las escasas veces que pongo la tele sólo me molesto en mirar tres cadenas (Odisea, Historia y Discovery) y del resto directamente PASO. Desgraciadamente ya ha habido esfuerzos, como he podido comprobar, para meter publicidad a saco en estos tres canales concretos y hacerlo prácticamente a la vez.

Pero esta vez estaba taaaan cansado que ni me moví. Así que me dediqué a analizar para mí mismo, como otras veces, la estupidez intrínseca, insultante, de la inmensa mayoría de los anuncios, acompañando las reflexiones con ironías chistosas en voz alta de las que me reía yo mismo. Si es que nunca me aburro. No sé hacerlo.

Y de repente, se hizo la luz. Sí, la luz.

Un anuncio de Aquarius me abrió los ojos: Libera Tu Mente, era el eslógan. Cuando lo oí pensé inmediatamente “¿Por qué Libera Tu Mente? Primero nos demonizan los psicoactivos y luego nos venden algo que no lo es como si lo fuera”.

En ese momento saltó la chispa. El Aquarius SÍ es psicoactivo. El PROPIO ANUNCIO es la psicoactividad. Los efectos alucinógenos se han externalizado, comprado, fabricado para ser emitidos en la Máquina de Alucinación vulgarmente conocida como televisor.

Obviamente no digo nada nuevo, nada que no se haya dicho ya hace 40 años, o que no se haya dicho mil veces. Pero nunca lo vi tan claro, tan evidente, tan cristalino.

Los humanos podemos experimentar alucinaciones de muchos tipos, tantas como sentidos tenemos. Pero las alucinaciones visuales y auditivas son las que ocupan un lugar central, simplemente porque en nuestra cultura se lo asignamos.

Así que seguí viendo la serie de anuncios desde esta perspectiva de Alucinación Fabricada. Los análisis que vienen a continuación vienen a ser un resumen de las cosas que me pasaban por la cabeza durante esos minutos de visionado del horror.

La primera reflexión, que me vino casi de inmediato, es que este componente alucinatorio ha sido reforzado por los avances en la tecnología infográfica.

Si hace tan sólo 20 años un comentario habitual al ver un anuncio un tanto sofisticado era “mira, está hecho con ordenador” y la tele-visión básicamente se reducía a su función original de ver-de-lejos (sin olvidar que la edición, montaje y selección de las imágenes de por sí constituyen una desvirtuación considerable del contenido mostrado), hoy en día cualquier serie de anuncios muestra imágenes que están más cerca de la experiencia psicodélica que de la realidad cotidiana. ¿Es fácil distinguir una de la otra cuando ambas entran por la misma pantalla?

La deducción obvia es que hay una cantidad ingente de público que cuando ve en la pantalla como un niño, tras tomarse el yogur líquido con los trífidus, remongolones y subnortrones de turno industrialmente incorporados, es rodeado por bolas azules flotantes a modo de engranajes, en una ingenua representación del sistema inmunológico… SE LO CREE. Acaba creyendo que, efectivamente, dentro del cuerpo hay una especie de bolas azules bailarinas que efectúan la labor de protegernos de las enfermedades.

Quizás el/la amable lector/a piense que estoy siendo exagerado y que estoy considerando al público tonto. Pero sólo hay que considerar lo que puede pensar ese mismo niño actor (futuro adulto-ciudadano) de lo que ve en los anuncios. Cuando yo era un enano, y antes de poseer mi primer ordenador Amstrad, pensaba sincera y honestamente que los ordenadores eran como los de las películas, unas máquinas listísimas que hacían de todo y con las que podías hablar.

¿Qué imagen de la Realidad tiene un niño hoy en día? ¿Qué capacidad tiene de distinguir los hechos de lo que ha visto en la tele? ¿Qué puede esperar del mundo sino falsas expectativas?

Esta desconexión de la Realidad es creciente e implica por tanto una pérdida de tierra: sí, hablo de tierra en el mismo sentido que se le asigna en la expresión Tener los pies en la tierra. Esta pérdida es paralela a la desconexión también creciente con la Madre Tierra, con la Naturaleza. Si la vida en las ciudades propia de nuestra cultura urbana condiciona ese distanciamiento, la TV parece asumir el papel de sustituto. Así, la sensualidad y exuberancia del contacto con la Naturaleza nos la encontramos ahora, en forma de sucedáneo, en el bombardeo de los sentidos que se produce desde una pantalla. No sin motivo McLuhan encontraba la TV asociada, a un nivel muy profundo, al sentido del tacto; aunque parezca paradójico.

Siguiente anuncio: tras el yogur líquido para biencriar a nuestra prole nos encontramos la (relativamente) riquísima no-comida, oh mujer moderna, de 0 calorías y 0 nutrientes para esos momentos de ansiedad derivados de ver demasiadas tias requetebuenas y sin barriguita que continuamente aparecen en la Sagrada Pantalla de la Realidad Mejorada.

En un círculo vicioso que sólo se puede considerar diabólico, la Alucinación Fabricada tiene la misión de crear el deseo, la ansiedad de mejorar/poseer/tener/aparentar, de inducir la angustia que conduce al consumo desaforado. Y en un ejercicio fantásticamente cruel ofrece también la solución a los problemas que ella misma genera de modo consciente.

No pasaría nada si la TV no fuera, en efecto, una droga durísima. Según las últimas cifras que llegaron a mis oídos, el/la español/a promedio la ve entre las 3 y 4 horas diarias. La explicación, sencillísima, es que ver la TV supone un esfuerzo cercano a 0. Con lo que aunque nos bombardeen durante horas con paladas de mierda electromagnética, la más mínima satisfacción puntual que nos pueda producir una sesión visionado sencillamente acaba compensando. Hay quien postula que la TV produce secrección de dopamina en el cerebro, la misma sustancia que interviene en la adicción en la cocaina.

Esto explica también como espectáculos tan profundamente cansinos pueden soportar tanta repetición.

Enlazando esto con el tema de las tías buenas de hace cuatro párrafos, puedo contar, como anécdota, mi experiencia con la MTV, el canal que surte de música la sala de máquinas del gimnasio donde voy: son-casi-todos-los-putos-vídeos-musicales-iguales. No sólo el lenguaje utilizado es el mismo en todos ellos: en todos hay, necesariamente, un plano o más que enfoca a cámara lenta el hermosísimo (según el estándar, claro) culo bailoteante de una veinteañera en bikini. ¿Por qué no se ha llegado todavía a la exhibición ubicua de vulvas espatarradas, seguida de penetración, en los vídeos musicales? Porque cuando el esfuerzo es 0, la satisfacción 0,01 de ver un culo bikinero distinto cada 4 minutos es suficiente. Y hay que dosificar en lo posible.

El siguiente anuncio de la serie venía a sugerir, entre líneas, que cambies de coche aunque no tengas un duro por culpa de la crisis. Sin comentarios.

Tras esta serie de despropósitos publicitarios pensé: Por hoy ya estuvo bien. Y apaqué la tele.

Durante el silencio que se produjo a continuación se produjo la reflexión más terrible de todas: si esto existe, si la tele es así, es porque esto funciona. Porque la estadística que mencioné, la de las casi 4 horas diarias de TV, implica que un porcentaje altísimo de la población se somete a este bombardeo constante. ¿Cómo puede perpetuarse, año tras año, este estado de cosas?

Está claro que se trata de un asunto de responsabilidad individual. Obviamente no podemos ni debemos ir delante de las cadenas de TV a manifestarnos en contra, y que no se le puede pedir a la directiva de las cadenas que emitan productos dignos, pues ese no es su interé$ primordial.

Pero sí está la opción de negarse a dejarse influenciar por la publicidad. No a verla, sino a levantar un muro mental que impida que penetre, jugar a tomarse los anuncios como lo que son: coletazos desesperados de un consumismo que no lleva a ninguna parte, mensajes de autobombo que, precisamente por ser auto no son de fiar. No son diferentes a un señor que entra en tu casa, como una tromba, a explicarte a gritos que él es el mejor en lo suyo.

¿Es culpa del medio? Pues no.

En TV hubo épocas muy dignas en las que se podían encontrar influencias muy positivas, como la serie Cosmos de Carl Sagan. Pero estamos hablando de una serie documental financiada por la PBS (el equivalente a RTVE en USA) y en parte por la BBC. En aquella época también pudimos disfrutar, los mocosos que ahora somos adultos, de programas relativamente sanos y educativos dirigidos a los niños como Barrio Sésamo, que sigue existiendo hoy en día y ha generado una variedad de productos educativos similares… desgraciadamente desplazados por productos como el manga superultrahiperviolento de hostias y sangre sin fin.

Obviamente había fines comerciales a la hora de producir estos clásicos que menciono, pero la excelencia en los contenidos formaban parte incontestable de esos fines. Y así Cosmos se pudo convertir en una de las series documentales más exitosas y vistas de la historia, del mismo modo que Barrio Sésamo alcanzó una posición equivalente en los anales de la programación infantil.

Hoy en día la BBC es un modelo inmejorable de como debería funcionar una TV: con independencia política absoluta, autofinanciada a través de un impuesto a los aparatos y con un fortísimo aparato de producción propia que le permite vender productos dignos, cuando no de altísima calidad, a todo el mundo. Y obtener beneficios. RTVE parece empeñado en adoptar este mismo modelo, pero su implementación real deja mucho que desear.

Porque ya que estamos tratando con una droga dura de la que ya existen demasiados adictos como para esperar un desenganche masivo, se debería hacer lo posible por convertirla en un producto digno. Ya que estamos ante la Alucinación Definitiva, es necesario por lo menos que no siga siendo el Mal Viaje Absoluto, de efectos increíblemente perniciosos, en que se ha convertido. Pero esa es responsabilidad de la audiencia.

Quítese el volumen a los anuncios. Apáguese el aparato ante Belén Esteban. Puede que en seis meses no reconozcamos esta tele si lo hacemos.

fuente http://astropuerto.com/astroturfing-en-la-alucinacion-fabricada/

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