Julio López
está desaparecido
hace 6424 días
versión para imprimir - envía este articulo por e-mail

Raúl Zibechi: "En su decadencia el Imperio será más violento que nunca"
Por ACTA - Tuesday, Jun. 17, 2014 at 1:05 PM

Reportaje a Raúl Zibechi: "En su decadencia el Imperio será más violento que nunca y habrá que defenderse"

Raúl Zibechi: "...
ra_l_zibechi.jpg, image/jpeg, 400x298

Fue Premio José Martí de Periodismo y militó en su juventud en el Frente Estudiantil del Movimiento Tupamaro, lo que le valió el exilio. Franco, a veces urticante, el colega que es autor de una amplia bibliografía habla de la decadencia estadounidense, se muestra convencido que derivará en guerras y violencia. En este sentido menciona a Ucrania pero también a Venezuela. Y advierte que los movimientos populares deben estar preparados para defenderse.

-Lo que está pasando en Brasil donde los sectores populares se rebelan ante el despilfarro que significa el Mundial puede ser considerado una advertencia respecto de los límites del desarrollo fallido que se ensaya en algunos países del continente. En Argentina por ejemplo se ocultan las cifras sobre pobreza.

- Sin duda. La evolución del rechazo al Mundial es muy significativa. En 2008 casi el 80% de la población lo apoyaba y sólo el 10% estaba en contra. Se crearon núcleos militantes en las doce ciudades donde hay partidos, empezaron a estudiar lo que iba a pasar y se conectaron con los afectados. Una amplia campaña de información y de organización, porque en todas las ciudades hay miles de desplazados de las favelas y barrios pobres para ampliar aeropuertos, autopistas y estadios para adecuarse a las condiciones que impone la FIFA. En total son unos 200 mil afectados por estas obras. Las empresas que ganan son las constructoras, como Odebrecht, Camargo Correa, OAS y otras, que además financian las campañas electorales de los partidos, incluyendo al PT.

Hoy la mitad del país está contra el Mundial y no volvería a presentar al país como candidato para organizarlo. Estoy llegando de Brasil de un encuentro en el norte, Maranhao, contra los destrozos que está haciendo la Vale, la segunda minera del mundo, entre los pueblos indígenas, negros y entre los pobres de las zonas rurales, y puedo dar fe que no existe clima de Mundial pese a toda la propaganda del gobierno y de las empresas. ¿Cómo se llegó a esto? La gente empezó a percibir que todas las infraestructuras están desbordadas, que hay insuficiencias en educación, salud, transporte, y que mientras no se invierte en los servicios sociales el Mundial exigió 13 mil millones de dólares de inversiones incluso en enormes estadios como el de Brasilia, donde no hay la menor tradición de fútbol y donde cada fin de semana acuden menos de 5.000 personas a los estadios. Eso llevó a las manifestaciones de junio de 2013 que fueron el fin de lo que llamamos el “consenso lulista”. O sea paz social a cambio de subsidios y planes sociales.

Una cosa más: por primera vez en mucho tiempo las favelas empiezan a movilizarse. Eso va a cambiar todo, porque las clases medias son muy racistas y van a reaccionar mal.

-La desestabilización que se da en Venezuela significa que Estados Unidos está mirando nuevamente en dirección al patio trasero?

- No tiene más remedio que hacerlo. Venezuela es la primera reserva petrolera del mundo y la consolidación de un proceso de cambios en ese país, que a nosotros nos puede resultar limitado pero es sin duda contra el imperialismo, es algo que no puede tolerar. No sólo por el petróleo, sino también porque la necesidad actual del imperio consiste en un control absoluto de todos los espacios del mundo. Estamos en una fase de decadencia de los Estados Unidos y en una fase así los límites de sus acciones son mucho más estrechos y eso impone dejar de lado muchos formalismos.

Lo que sucede en su política interna es todo un síntoma: militarización y control de toda la población, incluyendo los libros que leen, no invierten en infraestructuras, aumento de la desigualdad, desaparición de la clase media que era el sostén del sistema y pobreza creciente, al punto que del 21% de los estadounidenses no pueden comprar los alimentos suficientes para una dieta mínima. Están muy cerca de cómo estaba Argentina con Menem. Ese no es el panorama de un país que se propone ser modelo en el mundo, como lo fue hace más de medio siglo. Y si hablamos de los márgenes externos, ya no hay rincón del mundo donde puedan imponer su política con la facilidad que lo hicieron antes. Ante este panorama, necesitan control y más control, y eso también tiene un límite pero por ahora les permite estirar la decadencia.

-La historia del capitalismo chorrea sangre. Los ejemplos más recientes son Irak, Afganistán, Libia, ahora Siria, Ucrania Venezuela. Sin caer en nostalgias setentistas ¿como se resuelve esa violencia desde los sectores oprimidos, usted cree que la democracia puede ser profundizada como camino al socialismo?. ¿O se trata simplemente de un espejismo?

- Es uno de los grandes desafíos para el que no tenemos respuestas adecuadas. Vamos hacia una generalización de las guerras y de la violencia. Ninguna transición entre imperios se produjo en paz. Ahí están las dos guerras mundiales del siglo XX y las guerras de independencia del siglo XIX en América Latina. Eso no quiere decir que a la decadencia de la hegemonía estadounidense le sucederá la de China. No lo veo así, más bien vamos hacia un mundo multipolar que será más inestable, pero más propicio para los pueblos.

Nosotros como movimientos populares estamos enfrentados a decidir qué hacer frente a la violencia de arriba. Lo primero es tenerlo claro, que vamos a tener que responder. Si tuviera que elegir, que no siempre se puede, prefiero algo tipo Cordobazo o Rosariazo que la lucha armada de aparatos tipos Montoneros o ERP. ¿Por qué? Porque prefiero la lucha armada de masas, la violencia de masas a la creación de aparatos armados que luego se autonomizan y son más difíciles de controlar por la gente, que llegan a tener intereses propios. Pero tampoco excluyo esa posibilidad. Creo que habrá un terreno para experimentar, y para no repetir desvaríos como los que tuvimos nosotros en aquellos años. Pero que vamos a tener que apelar a la lucha con las armas en la mano, no tengo la menor duda, porque los pueblos no nos vamos a dejar masacrar con los brazos cruzados.

-En los noventa la destrucción masiva de puestos de trabajo llevó a la solidaridad a relegarse en el territorio, los movimientos sociales. Hoy en la Argentina el empleo vuelve a retroceder, la gente que tiene trabajo teme perderlo. Grandes sectores viven de la ayuda social que comienza a debilitarse. ¿Qué formas organizativas plantea esto?

- Me parece muy buena tu pregunta, porque nos coloca ante un desafío: no hay coartadas ante el trabajo de base territorial. Las dificultades que plantea no se resuelven fuera del territorio y del laburo cotidiano con la gente. Los caminos electorales o de otro tipo, que no los condeno totalmente, no resuelven el problema. ¿Cuál es el problema? Que los estados empezaron a disputarnos los territorios con las políticas sociales, con los planes y toda una serie de intervenciones cuyos límites son ahora bien visibles.

Entonces las formas organizativas deben partir del territorio, y deben asentarse en lo que habíamos conquistado entre 1997 y 2002, los emprendimientos para la sobrevivencia cotidiana, desde comedores hasta huertas y panaderías, y todo lo que quieras o puedas agregarle, bachilleratos, y así.

Entiendo que eso tiene un límite. No voy a negarlo. Pero sin ese laburo de base, no hay nada. O sea, no es desarmando ese laburo como avanzamos. A partir de ahí, hay necesidad de articular, coordinar, establecer alianzas y otras iniciativas que le den cuerpo y extiendan ese trabajo de base, sin anularlo. Mi aspiración sería que fueramos capaces de ir más allá con la misma lógica de lo que hay. Por ejemplo, en el terreno de la educación, hay un espacio enorme de articulación y aprendizaje conjunto entre las miles de iniciativas de apoyo escolar y los bachilleratos con los sindicatos de la educación. Pero eso no puede empezar por una reunión entre los dirigentes, sino por el trabajo juntos por abajo, en el territorio. Las reuniones entre dirigentes deberían ser el corolario no el primer paso.

-La actitud del gobierno ruso frente a los Estados Unidos en Siria y luego Ucrania, ¿inauguran una nueva etapa a nivel mundial?

- Rusia volvió como actor global luego de más de un década de ostracismo. No va a dejarse acorralar sin salidas a los océanos, que es lo que quieren los yanquis. Empezó poniendo límites a la descomposición interna y al cerco a que lo tiene sometido la OTAN. Luego con alianzas fuertes con Siria, Irán y China. Ahora la alianza con China es temida por Estados Unidos porque se unen la potencia económica con la potencia militar. El imperio no lo puede aceptar. Ante la decadencia están dispuestos a jugar la carta militar, pero ahí Rusia les marca límites muy serios. La derrota de Occidente en Siria, es el primer gran triunfo de Rusia en este caso aliada con Irán. Es una derrota muy seria porque implica el primer retroceso de la alianza Estados Unidos-Israel-Arabia Saudí, una trilogía que no tenía sino victorias desde el fin de la segunda guerra mundial, desde 1945. Ahora sabemos que los saudíes tienen armas nuclearas que las consiguieron en Pakistán, mientras se condena a Irán por no tenerlas. Un verdadero maquiavelismo geopolítico ambientado en la crisis de Estados Unidos, que yo no puede controlar ni siquiera a sus aliados más cercanos.

-Cuál es la alternativa, desde lo económico, al colonialismo extractivista?

- No la tenemos. Y esa es una tremenda debilidad de nuestra lucha. El problema es que hoy el capitalismo, no sólo a nivel de acumulación sino de toda la sociedad, descansa en el extractivismo. Salir del modelo implica que los patrones de consumo actual, el tremendo consumismo que promueven los gobiernos progresistas, se va a terminar. Ahí nos colocamos frente a la necesidad de una disputa cultural sin la cual no podemos derrotar el modelo extractivo. Lo que quiero decir es que no podemos salir del modelo conservando la cultura consumista que va de la mano al tipo de acumulación que vivimos. Y esto es mucho más complejo de lo que imaginamos.

-Como ve la situación de Argentina ?

- Mal. Estamos ante el fin del ciclo kirchnerista sin alternativas económicas ni políticas, ni arriba ni abajo. Me explico: una década de bonanza fue desperdiciada sin cambios estructurales ni una mejora de la vida de los sectores populares que sea sustentable en el tiempo. No hay mejoras sustentables con planes, porque ellos son para superar una coyuntura no para instarlos como política en el largo plazo. No se sentaron las bases para una economía productiva sostenible. Y abajo, esta década generó enormes desgastes, desde cooptaciones hasta empeños en caminos que no son sino atajos. Aquella construcción potente que tuvimos en la segunda mitad de los 90 se desvaneció, aunque sin duda quedan espacios vivos, legítimos y autónomos que jugarán un papel en el proceso de reconstrucción del mundo popular que ya estamos viviendo. O sea, las cosas están mal, pero soy muy optimista porque el pueblo argentino no perdió sus ganas de luchar. Ahí tenemos Malvinas Argentinas, el único caso en la región donde se derrota a Monsanto, y tantas otras experiencias de lucha.

-El narcotráfico necesita la ilegalidad como el agua para seguir siendo negocio, la experiencia uruguaya parece interesante sobre todo si se animan a extenderla a otras sustancias verdaderamente nocivas como la cocaína. ¿Su opinión?

- El caso uruguayo es interesante pero se conoce muy poco de cómo se va a implementar. Primero: somos tres millones que es como regular un barrio de otro país, y esa pequeña escala te permite innovar, probar y si te equivocás se puede dar marcha atrás sin demasiados problemas. Segundo: la ley no es liberalizadora sino controladora, y de esto no se habla fuera de Uruguay, ni siquiera se conoce, hay mucha simplificación. Si vos consumís marihuana, hoy la compras y las fumas, pero el Estado no se entera. Con la ley podés ir a comprar a una farmacia pero tenes que poner tu documento de identidad y el Estado va a saber quién consume. ¿Vos le darías al Estado el dato de que sos consumidor? Creo que eso te indica el tipo de ley ante la que estamos. Hay quienes creen que los estados son garantía pero quienes nunca creímos en eso, sabemos que mañana puede venir la derecha o los militares y ahí van a encontrarse con un montón de datos sobre los consumidores. Además van a incrementar los controles en muchos otros sentidos, van a haber espirometrías no sólo de alcohol como ahora sino también de los que fumen marihuana. Hay controles que me parecen necesarios, pero en un período en el que los estados están aumentando los controles sobre la población, me parece como mínimo un tema a debatir. Dicho eso, creo que es positiva la medida, pero no la veo como la panacea como lo ve buena parte de los mismos medios que nos criminalizan por protestar, por ejemplo, contra la minería.

Artículo publicado en el Nº 102 del Periódico de la CTA, correspondiente al mes de mayo de 2014

agrega un comentario