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“Berni se quiere matar”
Por ContraPrensa (FPyCS) - Friday, Jul. 25, 2014 at 3:04 PM

July 25, 2014 | Relatos sobre el ingenio obrero: cómo burlar a las fuerzas de seguridad, la burocracia sindical y la patronal.

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Cada vez se le hace más difícil a Sergio Berni, Secretario de seguridad, sostener el relato del gobierno de que nunca iban a reprimir la protesta social. Cómo se explica entonces el soberbio despliegue de gendarmes que hubo ayer a la altura del kilómetro 31 de la Panamericana, frente a la autopartista Lear en General Pacheco. Cómo se justifican una docena de camiones celulares, los perros, el hidrante y los más de doscientos efectivos armados que rodeaban a los estudiantes y trabajadores que realizaron ayer, la tercera jornada de lucha nacional por la reincorporación de los despedidos y suspendidos de Lear Corporation.

Desde las 06 de la mañana del Miércoles 23 de Julio, los alumnos ejemplares de las enseñanzas de Néstor Kirchner, según palabras del propio Berni, se apostaron en torno a la colectora, aferraron sus escudos y cuadraron sus botas en una sinfonía siniestra. Esto no alcanzó sin embargo, para amedrentar el valor de los laburantes que estaban allí luchando por sus fuentes de trabajo. “Los perros tienen hambre” se le escuchó decir a un gendarme, pero tampoco fueron suficiente los ladridos de los temerarios ovejeros que rasgaban el alba, para quebrar la convicción de los militantes que se abrazaron a esta lucha, convencidos de que la solidaridad es la mayor arma con la que cuenta la clase obrera y que si tocan a uno, nos están tocando a todos.

El ingreso a la fábrica se encontraba bloqueado mediante tres piquetes apostados sobre la colectora y uno sobre una calle transversal: la pira de gomas ardía y arrojaba la única luz visible entre tanta oscuridad. Distribuidos en los distintos piquetes podía verse a los despedidos y sus familias, acompañados por laburantes de otros gremios, partidos de izquierda y agrupaciones estudiantiles de la UBA y de la UNLP. Azotados por las bajas temperaturas, conversaban amontonados y se brindaban calor y aliento ante la falta de una perspectiva favorable, a casi dos meses de iniciado este conflicto. Los cánticos y la percusión no se hicieron esperar y ahí la cosa fue tomando otro color. Los manifestantes estaban rodeados. De un lado un cordón de gendarmería tendido en línea paralela a los piquetes, custodiaba la banquina de la Panamericana. Del otro, una línea de policías de la Bonaerense custodiaba el alambrado de la fábrica. El panorama podía no ser el mejor, pero estaba claro que peleaban unidos, para lograr la reincorporación de los que se quedaron afuera.

Christian Castillo, dirigente del PTS, diputado de la provincia de Buenos Aires por el Frente de Izquierda, y Vilma Ripoll, dirigente del MST, se habían acercado hasta el lugar para brindar su apoyo a los trabajadores y manifestar su descontento, frente a las cámaras televisivas que se hicieron presentes, ante la falta de respuestas de parte del Gobierno.

La exigencia era clara: entran todos o no entra ninguno. Además, había que visibilizar el conflicto y para ello se ejecutó una movida que generó gran sorpresa. Ante la imposibilidad de subir a pie a la autopista, los manifestantes burlaron el cordón de gendarmes que creía garantizar el libre tránsito. Sin que lo advirtieran, un grupo organizó una caravana de autos solidaria que obtuvo éxito por partida doble: evitó que se desatara un nuevo episodio de represión y consiguió aminorar el tránsito de la autopista Panamericana, bloqueando cuatro de cinco carriles en ambos sentidos. Fue un acción tan simple como disminuir la velocidad frente a la fábrica, pero sirvió para poner el grito en el cielo por los obreros de Lear y a las fuerzas de seguridad en ridículo.

La reacción del personal de gendarmería fue hilarante. El Jefe a cargo del operativo corría de un lado a otro bullendo de ira, esquivando cámaras y micrófonos de la prensa y escupiendo órdenes estratégicas que sus muchachos se aprontaban a cumplir sin chistar. Sorprende la nueva tendencia que las fuerzas del orden han revelado por el séptimo arte. Ya se había insinuado esta inclinación en el primer corte que se hizo por Lear en Mitre y Callao, cuando un camarógrafo vistiendo gorra y campera de la Policía Federal se paseó frente al acampe, asegurándose de tomar buenas capturas de los militantes que pudieran servirles en el futuro. Esta vez, no fueron pocos los gendarmes que se pasearon entre los bloqueos recogiendo patente, modelo y conductor de cada auto con sus cámaras.

Pero los gendarmes no fueron los únicos nerviosos durante la jornada. Representantes de “la Verde”, lista oficialista en el gremio SMATA (adepta a la burocracia de Pignanelli) también se vieron crispados. Es que su plan de hacer entrar a la planta a los trabajadores no despedidos, virtualmente secuestrados en micros, también se vio frustrado por el sorpresivo piquete. Poder cortar la Panamericana burlando a la gendarmería nacional ya había sido un gran logro. Impedir que los micros de la Verde ingresaran a Lear fue más importante aun. Pero lo mejor de todo fue que los laburantes que permanecían como rehenes de la burocracia perdieron el miedo, hicieron oído sordo a amenazas y se bajaron de los micros. Le soltaron la mano a la patota que no dudó en descargar su bronca contra los autos del “piquete móvil”.

Patadas y golpes dejaron como saldo algunos abollones en las carrocerías y vidrios rotos, pero la satisfacción de ver a la Verde nerviosa valió la pena. Un trabajador despedido que se encontraba en el piquete en la puerta de la fábrica, se paseó con un megáfono por los demás piquetes sobre colectora y comunicó a todos los militantes la noticia: “La Panamericana está cortada por los autos y los laburantes que la burocracia quería hacer entrar a trabajar se bajaron de los colectivos. Dijeron basta, ellos quieren estar acá luchando con nosotros, contra Lear, contra la burocracia sindical, contra el gobierno”.

Antes del mediodía ya se había descomprimido el bloqueo, entre cantos y vitoreos de los manifestantes. Hasta los gendarmes se veían relajados – o derrotados – sin sus cascos y con los escudos apoyados en el suelo. La alegría embargaba a los trabajadores de Lear, quienes a pesar de encabezar una lucha desigual, se mantienen firmes y unidos. Con gran entereza resisten los embates que les disparan la burocracia, las fuerzas del Estado y el Gobierno, que mientras dice combatir a los buitres, es silencioso cómplice de una patronal yanqui y de este ajuste criminal que recae sobre la clase obrera.

Con las banderas de las organizaciones y del Encuentro Sindical Combativo en alto, el acto de cierre de la jornada fue todo aplausos y arengas. Esta vez no hubo que lamentar heridos. Lear no pudo funcionar. La Panamericana se cortó igual. Como bien dijo a sus compañeros Rubén Matu, delegado despedido de la lista Celeste y miembro de la combativa Comisión Interna de Lear, “Berni se quiere matar”.

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