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El default puso un freno a la protesta sindical
Por Ricardo Carpena - Tuesday, Aug. 05, 2014 at 12:56 PM

04/08/14 | Aliados. Moyano y Barrionuevo, en un encuentro de la Iglesia en Mar del Plata. / FABIAN GASTIARENA

El default puso un f...
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¿Cómo será el sindicalismo después del default? ¿Se mostrará inflexible como el juez Griesa? ¿Quedará desacomodado como Jorge Brito al negociar con los fondos buitre? ¿O se sentirá menos útil que el mediador Pollack? Tanto los gremialistas oficialistas como opositores temen lo peor: el impacto en la economía local por la pelea con los holdouts se convertiría en un indigerible combo de recesión galopante, más inflación y desempleo en alza. Los mismos componentes que, en las cíclicas crisis argentinas, hicieron que los sindicatos se atrincheraran en una postura cautelosa.

¿Sucederá lo mismo ahora? El fracaso de las tratativas en Nueva York, por lo pronto, sirvió para que Hugo Moyano y sus aliados postergaran la definición del nuevo paro de 24 horas. Se reunieron la semana pasada y primó el sentido común: no se puede lanzar una huelga cuando el país está en medio de momentos tan delicados. El líder camionero siempre le escapó, como ahora, al riesgo de que alguna de sus decisiones más duras lo deje emparentado con acciones “destituyentes”.

Por eso, se buscó la fórmula de convocar a un plenario de delegaciones regionales a fines de esta semana o a comienzos de la próxima, de donde surgirá el día de la medida de fuerza. En la práctica, de todas formas, será una suerte de compás de espera en la que el moyanismo aguardará las primeras resoluciones concretas de Cristina Kirchner para que el default no termine de derrumbar el consumo, el salario y las fuentes de trabajo en el último semestre del año.

El nuevo calendario de protestas del sindicalismo opositor está centrado ahora en la última quincena de agosto y la primera semana de septiembre. Hasta entonces, Moyano buscará consenso interno y externo. No sólo terminar de disipar las dudas sobre la actitud de Roberto Fernández, jefe de la UTA, que había tomado distancia del paro, sino también tratar de sumar a dirigentes de la CGT oficialista o independientes, como Sergio Palazzo. El titular de la Asociación Bancaria sabe que el Impuesto a las Ganancias está devastando los sueldos altos de sus trabajadores y por eso llamó a una huelga para este jueves, mientras volvió a dialogar con Moyano por motivos extrasindicales: es fanático de Independiente, club que preside el camionero.

Esta semana será clave. Se sabrá, por ejemplo, si Cristina tiene pensado aplicar algún plan que alivie los efectos del default, aunque en su discurso del jueves pasado en la Casa Rosada ya dio una señal clara de que no tocará Ganancias: fue cuando destacó que el aumento a los jubilados surge de la recaudación de ese impuesto y del IVA. Y pareció decírselo a los dirigentes de la CGT y de la CTA oficialistas que estaban allí: “La plata no sale de debajo de las baldosas ni la fabricamos con una maquinita. La ponen los argentinos con sus impuestos y tratamos de darle la mejor distribución posible”, dijo. Algún sindicalista se habrá hundido en su silla mientras la escuchaba.

Incluso en este contexto, la CGT Balcarce cree que en los próximos días será convocada por el Gobierno para darle una respuesta al reclamo por Ganancias. Ya hay resignación porque todas las señales son negativas y se conformaría con la promesa de una reforma legislativa. Peor aún, está en una encerrona por la opción “Cristina o los buitres” que echó a rodar el kirchnerismo: ¿cómo protestar si está en marcha una cruzada nacional para enfrentar el cruel ataque del capitalismo salvaje?

Hay sindicalistas K que ya fueron sondeados por funcionarios para que movilicen a sus afiliados en posibles actos callejeros para agitar el clima anti-buitres. Tras la respuesta sobre Ganancias, la central obrera kirchnerista debería reunirse para analizar qué hacer. Su titular, Antonio Caló, es partidario de dejar en libertad de acción a los gremios para protestar o no.

A Cristina le sonará igual como una declaración de guerra porque pretende para estos momentos un alineamiento incondicional.

Aun así, hay sectores del Gobierno que están analizando distintas medidas para “complicar y encarecer” los despidos y las suspensiones. Por ahora, sólo hay llamados de altos funcionarios a importantes empresarios para pedirles que no reduzcan personal. A cambio, a los hombres de negocios les dicen que la Presidenta no apoya el regreso de la doble indemnización, una fórmula que ya se usó en el pasado, espanta a los hombres de negocios y, para colmo, equivaldría a reconocer problemas que el Gobierno sigue negando.

Hay algo a lo que el Ministerio de Trabajo no debería negarse: la Justicia le ordenó que debe enviar inspectores a la planta de LEAR en General Pacheco para garantizar el ingreso de los cinco delegados combativos que fueron desplazados por SMATA en una asamblea irregular. Todo un dilema.

Ningún funcionario debería desairar un fallo judicial, pero la izquierda teme alguna maniobra. Es que detrás de este conflicto está la necesidad de las cúpulas sindicales y de muchas empresas de frenar como sea la proliferación de delegados incontrolables en las fábricas.

Rápido de reflejos, Moyano recibió a la comisión interna de la autopartista, junto con su hijo Facundo, y así le hizo un guiño al clasismo sindical en busca de apoyos para su nuevo paro. Pero más allá del gesto del camionero, aquí no hay alianza posible: la izquierda quiere capitalizar conflictos como los de LEAR y el peronismo es su adversario. También fue un mensaje para SMATA, que se radicaliza contra los combativos y afrontará un test crucial el 28 de agosto: finalmente habrá elecciones de delegados en la planta de Volkswagen de General Pacheco. Los comicios habían sido postergados ante la ola de suspensiones. Si el default empeora todo, será difícil frenar el ascenso de los rebeldes.

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El "juicio del siglo" posterga la rebeldía en los sindicatos
Por Ricardo Ríos - Tuesday, Aug. 05, 2014 at 12:58 PM

El "juicio del ...
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Viernes 01 de agosto 2014

La CGT oficialista, en audiencia con el jefe de Gabinete Jorge Capitanich Crédito: Télam

Cada vez es más extendido el coro que anticipa para la Argentina el peor de los mundos posibles por no haber alcanzado un acuerdo para saldar cuentas con los fondos buitres. Desde esa lógica, el fantasma del default sería el preanuncio inequívoco de que el país se irá al descenso.

Por lo pronto, mientras continúan las negociaciones contra reloj, lo único seguro es que este contencioso entre el gobierno argentino y la justicia norteamericana se ha transformado en una cuestión de Estado que por su implicancia posterga –vaya a saber cuánto tiempo- la consideración y tratamiento de otros tantos temas que también exigirían atención inmediata; incluidos varios de los que plantea el sindicalismo. Podría decirse que el gran árbol tapa un bosque de problemas.

La dirigencia gremial en general quedó así en la incómoda posición de saber que sus reclamos, por razonables que parezcan, corren el riesgo en el actual contexto de ser caracterizados de extemporáneos, superfluos o desestabilizadores. Esto explicaría el pie en el freno que pusieron las distintas centrales a sus respectivos planes de acción.

La CGT y la CTA oficiales, que venían azuzando con la idea de sublevarse y hacer marchas de protesta contra la administración K por su intransigencia a actualizar los mínimos no imponibles de Ganancias, se alinearon en estas horas como soldados incondicionales de Cristina y desactivaron prolijamente cualquier manifestación rupturista. Ayer se vio a varios de ellos en la Casa Rosada, aplaudiendo a la Presidenta hasta enrojecerse las palmas.

En la vereda de enfrente, Moyano continúa despotricando contra Cristina, aunque resulte evidente que ya no sabe cómo hacer para seguir estirando la indefinición de la fecha del paro general que el sindicalismo opositor dispuso oportunamente, hace ya más de dos meses.

Primero fue el razonable período de espera a una respuesta del Gobierno, que nunca llegó. Luego fue el tiempo del Mundial, y más tarde de las vacaciones de invierno. Se verá la semana que viene, para entonces formalmente finiquitado el receso invernal, si el espacio que lidera el camionero confirma algún día de la "segunda quincena de este mes" para ir a la huelga. El catálogo de pretextos parece agotado.

A su vez, la central de Barrionuevo y la CTA opositora del estatal Pablo Micheli, quieran o no, están atados a los tiempos que imponga Moyano, toda vez que el actual presidente de Independiente es el único sindicalista con el suficiente poder de fuego para llevar adelante hoy una medida de fuerza de alcance nacional.

Por otra parte, Micheli ya sabe que si quiere participar del paro deberá olvidarse (de hecho ya lo hizo), que la protesta aún sin fecha, será de 24 horas y no de 36; y sin movilización alguna a la Casa Rosada, como aquel dirigente propiciaba.

"Todavía no pudimos acordar que no haya piquetes el día del paro", señaló a Infobae uno de los voceros del camionero, dando cuenta que resultaron infructuosos los contactos bien discretos que mantuvo esta semana la CGT anti K con las expresiones sindicales de la izquierda más dura, para que renuncien a aquella herramienta de protesta.

Tampoco está definida la postura que adoptarán al fin, de cara al paro, los gremios de colectiveros y de conductores de locomotoras (La Fraternidad), Roberto Fernández y Omar Maturano, de decisiva participación en la huelga de abril.

Ahora los díscolos de la CGT oficialista propician dos paros, uno para el mes próximo y otro en octubre. Habrá que esperar a que ambos vuelvan del exterior, donde participan en un congreso internacional de gremios del transporte. Sabiéndose claves para la concreción de un paro exitoso, nadie prescindirá de lo que ellos opinen.

En cambio, el sindicalista de Panaderos, Abel Frutos, otro moyanista de número no se anduvo con rodeos al hablar con este medio: "Es tiempo de que el Gobierno también reconozca que tiene una profunda deuda interna; con los trabajadores, con los jubilados y con aquellos que perdieron sus puestos de trabajo producto de la crisis económica".

Visto que cada gremio defiende su metro cuadrado sin atarse por entero a lo que resuelvan las centrales, hay una tendencia a intensificar los paros sectoriales, como ocurrió días atrás con los gremios del sector portuario y marítimo o los trabajadores petroleros en el sur.

En este cronograma, los próximos anotados son los empleados bancarios, que ya oficializaron la realización de un paro para el jueves que viene, en vista de que el Gobierno no emitió ni una señal de que fuera a aliviar la carga impositiva que sufren los trabajadores con haberes superiores a los 15 mil pesos. Casi el 70 por ciento de los empleados de bancos sufriría hoy el recorte de sus sueldos.

Otros números en danza que dan miedo hablan de 15 mil familias que, en lo que va del año, se quedaron sin ingresos por los despidos que hubo –y hay- en el sector industrial. Esta semana las miradas apuntaron a la planta de capitales japoneses Fujitec, en el barrio porteño de Monserrat, donde hubo cesantías y suspensiones, además de adelantamiento de vacaciones.

El Ministerio de Trabajo impuso a las dos partes, gremio y empresa, que negocien hasta consensuar cómo sigue la actividad en esa planta dedicada al montaje y mantenimiento de ascensores.

También sentó un precedente esta semana el gremio de los trabajadores no docentes de universidades privadas que lidera el ex árbitro Guillermo Marconi, al lograr que se reabra su paritaria, consiguiendo un incremento del 5 por ciento, que vino a sumarse al 25 conseguido a principios de año.

En esa misma línea, también exigen reabrir la discusión salarial los docentes bonaerenses que anunciaron que el lunes y martes no dictarán clases, pese a que el gobierno de Daniel Scioli los amenazó con descontarles del sueldo los días que dure la protesta.

En medio de todo este mar de fondo, quedó algo tapado el duro traspié que sufrió esta semana en el Congreso uno de los presidenciables con mejores chances para 2015. Sergio Massa, de él se trata, no consiguió siquiera que fuera uno de los jefes de las cinco centrales sindicales para debatir un proyecto común sobre el régimen impositivo de los salarios. El fracaso de esa convocatoria y quienes finalmente asistieron (a título personal), ya había sido anticipado en esta columna.

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