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Narcozonceras II
Por Carlos del Frade - Saturday, Aug. 09, 2014 at 1:28 PM

Narcozonceras II...
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“El problema es la corrupción policial”

 (APe).- También florece esta frase entre dirigentes políticos, sociales y trabajadores de prensa. Reducir la complicidad necesaria a solamente los integrantes de las fuerzas de seguridad, nacionales y provinciales.

Como si detrás de esos nichos de corrupción no existieran responsables políticos, empresariales, judiciales, abogados, contadores y de otras tantas ramas que permiten la larga cadena de eslabones que son imprescindibles para el armado, en el tiempo y en el espacio, de un grupo narco.

Cortar las responsabilidades en la cadena de mandos policiales es proteger dirigentes de los propios gabinetes gobernantes. Se hace, simplemente, por mezquindad y mediocre cálculo para las próximas elecciones. Defiendo cerradamente al funcionario porque, de esa manera, evito el supuesto costo político que supone admitir que lo ilegal crece desde adentro de la estructura administrativa propia. En todo caso dejo que pase el tiempo, lo pongo en otro lugar y poso de arcángel comprometido en la lucha contra el monstruo de mil cabezas que siempre está allá afuera. Nunca adentro.

Esa negación es similar a barrer bajo la alfombra.

El problema es que la basura acumulada suele estallar.

Dormir con el enemigo no parece ser una buena estrategia.

Pero, más allá de las férreas defensas a funcionarios varios de diversos partidos políticos, si hay corrupción policial es porque hay corrupción política.

En el ya legendario y notable libro de Ricardo Ragendorfer y Carlos Dutil, “La Bonaerense”, hay una frase que puede y debe tenerse en cuenta cuando las crónicas publican información en este sentido: “Detrás de cada policía corrupto hay un político corrupto”.

Frase que no allana el camino para la condena facilista, falsa e hipócrita que afirma que “todos los policías son corruptos” o que “todos los políticos son corruptos”.

Definitivamente, no.

Pero si es preciso detenerse a pensar que alguien miró para otro lado cuando iba constituyéndose el huevo de la serpiente que luego creció y se desarrolló en cualquier territorio.

“Esto es algo nuevo…”

La primera convención internacional sobre tráfico de sustancias ilícitas se hizo a principios de los años sesenta del siglo veinte, la anunciada guerra contra el narcotráfico se lanzó en Estados Unidos en 1970 y el primero de junio de 1973 se constituyó la DEA.

El narcotráfico no es algo nuevo. Al contrario.

Su historia, como se dijo en este mismo libro al recordar la invasión militar y económica que produjo Gran Bretaña en China el siglo diecinueve a partir de las llamadas guerras del opio, hunde sus raíces de forma muy honda en la crónica de Occidente.

Tampoco es nuevo en ninguna de las tres grandes provincias argentinas: Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba.

Desde los años veinte del siglo homónimo, las crónicas policiales hacen mención al negocio tolerado por los siempre presentes nichos de corrupción institucionales. Lo que resulta novedoso es la aceptación desde diferentes factores de poder que la expansión económica del mercado ilegal de sustancias prohibidas se lleva puesta la vida de miles y miles de pibes.

Pero ya en los años setenta, dictadura mediante, las cajas negras policiales tenían un renglón más que importante a la cuestión de la recaudación por narcóticos a cambio de liberar diversas zonas.

Lo hipócrita es decir, justamente, que estamos ante un fenómeno nuevo como salieron a denunciarlo la Conferencia Episcopal Argentina y la Suprema Corte de Justicia de la Nación, en el año 2013.

Como si los sacerdotes de base no vinieran alertando sobre estos hechos desde finales de los años noventa o como si los jóvenes abogados que asisten a militantes sociales y barriales no hayan presentado denuncias en los tribunales provinciales, también, desde hace décadas.

“Es un problema de seguridad”

El narcotráfico no es solamente un problema de seguridad.

Es un tema de salud pública, tal como lo vienen considerando los colombianos desde hace cuatro décadas y también de política económica.
Reducir la lectura del problema a una simple cuestión de seguridad termina dando como resultado que el consumo masivo de sustancias prohibidas como las decenas y decenas de vidas jóvenes que son devoradas antes de tiempo, puede resolverse con más policías, gendarmes o soldados en las calles.

Y eso no solamente no es verdad, sino que resulta muy peligroso.

Porque esa es la línea de acción trazada por el imperio desde fines de los años ochenta con Ronald Reagan a la cabeza y ejecutada en Colombia, México y Brasil con un resultado desastroso por las vidas perdidas, al mismo tiempo que creció la inseguridad y también el narcotráfico.


“…La droga es un enemigo peligroso”

Dicen los dirigentes políticos, económicos, judiciales y eclesiásticos. ¿La droga, el narcotráfico o las bandas narcopoliciales?.

¿Quién es el enemigo peligroso?.

Hay pibes y pibas consumidoras porque el sistema se basa en el consumo y el individualismo exacerbados. Por lo tanto, si hay algún enemigo, ese es el capitalismo.

¿Realmente partidos políticos como el Justicialismo, el Socialismo, el Radicalismo o el PRO quieren enfrentar al capitalismo?.

Remitir la identidad del “enemigo” a “LA” droga es recortar la conciencia de la ferocidad que adquirió el sistema en el último medio siglo donde, incluso, se ha naturalizado la perversión de consumir cuerpos de chiquitas y chiquitos menores de doce años por la supuesta satisfacción de un deseo.

La lucha contra el narcotráfico es la lucha contra el capitalismo.

Por lo menos intentar que sea menos feroz.

Una pelea que debe hacerse en lo cercano, desde lo pequeño, alumbrando esperanzas que no estén condicionadas a la imposición permanente de consumir.

“Drogas hubo siempre…”

Suele cambiar el sujeto en esta frase comodín de tres palabras.

“Prostitución infantil” hubo siempre, “pobres” hubo siempre, “explotación” hubo siempre…

Se modifica el sujeto pero el predicado es igual.

Perversa naturalización de la fabricación de injusticias de parte de minorías ricas y violentas.

Porque esta frase se utiliza para bajar la atención cuando avanza la información precisa, con nombres, apellidos, cifras y lugares y, entonces, se hace fundamental diluir el peso de las noticias y apabullar la denuncia contra el muro de las tantas indiferencias cómplices del sentido común que no hace otra cosa que justificar la manipulación de los que son más al servicio de los pocos que dominan.

“Drogas hubo siempre y en todo el mundo”, es la zoncera complementaria. Para quitar responsabilidades a los que gobiernan provincias, municipios, comunas y países.

Pero el problema es qué hacen esos gobiernos hoy y aquí en relación a las tramas mafiosas que mueven esos negocios que se sintetizan en sangre y dinero, la ecuación permanente del sistema en más de cinco siglos.

Porque el valor de la información es decir con nombre y apellido el cómo se articula el negocio y, entonces, una vez identificada la red ilegal proceder a su anulación.

La frase, sin embargo, quiere desmantelar esa fuerza potencial que lleva la investigación, generando resignación en los receptores y sembrando impunidad en el presente.

Las particularidades ayudan a generar políticas de transformación.

La naturalización, en cambio, es una deliberada construcción de complicidades múltiples.

(Del libro “Ciudad blanca, crónica negra”, del autor de esta nota que se presentó este jueves 7 de agosto en el sindicato de Luz y Fuerza de Rosario).

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