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Otro 22 de agosto
Por Daniel Papalardo - Monday, Aug. 18, 2014 at 2:11 PM
danielpapalardo403@hotmail.com

Los relatos históricos y su necesaria asimilación paral posibilitar el cambio social.

Alguna vez leí , y creo necesario reiterarlo, que las fechas son marcas en el tiempo. Señales para no extraviar el rumbo. Indicadores de presencia y significación de lo histórico en lo actual. Interpelación del hoy por el ayer.

Con esta marca, enfrentamos el 22 de agosto, agregando con dolor un año más aquel trágico de 1972. Como desde aquel momento hasta hoy, afrontamos la necesidad de decir presente para que el olvido no se constituya en el viento mortal que desde Trelew, borre los últimos vestigios de la impunidad por aquella masacre.

Pero el tiempo recorrido hace que ese requerimiento primario no pueda centrare en el simple recuerdo. Ya no es posible que el 22 de agosto sea simple nostalgia, pérdida y dolor por los caídos. El desafió es no dejar subir al escenario de la vida, la rutina del recuerdo. El objetivo es no cosificar y dar por agotado un proceso de lucha, simplemente por que hemos comprendido que se trata de una lucha prolongada, no determinada exclusivamente por factores subjetivos y que las busquedas de ayer lo siguen siendo hoy.

La inmensa esperanza de que todo pueda cambiar emana de la conciencia colectiva y nace del encadenamiento de los acontecimientos.

Es cierto que hoy la eternidad de la dominación liberal en el mundo encuentra serios reparos pero por el contenido de las resistencias sociales desplegadas la Revolución Francesa parece no haber terminado.

Pese a que en Francia la República nunca fue proclamada en virtud de un voto legal realizado dentro de las formas constitucionales sino por la voluntad de un pueblo sublevado contra la legalidad existente. la “democracia formal”, se recuperó, abrió paso, con base en la economía social de mercado, de la que nos trae a colación Hermes Binner, apelando a la figura de la mano invisible que todo lo regula y compensa.

Ese giro democrático formal, busco desobligarnos a cada uno de nosotros de la necesidad de ubicarnos en un bando, es decir, por vía de la llamada corrección política, nos permitio la hibridez como signo distintivo del contenido de nuestras responsabilidades por la cosa pública, alejándonos de la posibilidad de consentir y emprender toda alternativa de lucha por otros medios, pues a esa opción se la hizo responsable del pasado inmediato.

Es que “estar en un bando”, como se lo estaba por la mayoría de los trabajadores y los jóvenes en los tiempos de la masacre de Trelew implicaba polarización social y eso es lo que hoy no se puede admitir. La democracia vigente, ocultando su génesis violenta en la revolución francesa, nos induce hoy por todos los mecanismos de dominación de masas posibles a mostrarnos todos juntos y solidarios con la empresa, con el patrón, con la marca, con el gendarme, aunque permaneciendo cada uno en su lugar. Dicho en otros términos: no es bueno poner la vista en el modelo acumulativo interno, y sus notorias desventajas para quien vive de un salario o peor aún se encuentra desempleado y librado a su suerte y mucho menos, intentar revertir ese orden de cosa por via de una instancia superadora.

El gobierno y el sistema, por vía ideológica con basamento en un populismo raquítico quieren persuadirnos e imponernos un modelo social que desconoce las clases sociales con sus intereses específicos y contradictorios. Así es posible escuchar por reiteración sobreabundante que. nuestra economía sólo funciona si estamos todos juntos, que la contradicción es patria o buitres.

Estar en un bando, como en el 1972 , es estar con la camiseta del explotado y oprimido, por un cambio social y la abolición de la dominación burguesa, es decir , ser partidario de la revolución que en primer lugar, significa ruptura. Quien no acepta esta ruptura con el orden establecido, con la sociedad capitalista, no puede ser, ni proclamarse partidario del cambio y necesariamente , está en otro bando

El relato histórico, atravesado por dosis de mito, memoria y mimesis, nos dice que durante décadas, los más grandes escritores, los más grandes artistas se unieron al movimiento obrero para celebrar las revoluciones En cambio, desde hace treinta años la mayor responsabilidad de quien tiene acceso a la palabra pública es alertar contra toda irrupción social violenta. Todo intento de transformación radical es totalitario, Terrorista o del siglo pasado, La idea de otra sociedad, a sus ojos vista, se ha convertido en algo casi imposible de pensar y con ello lo necesario es la adaptación al mundo en que vivimos o en el mejor de los casos, el anhelo de retorno al contrato social como el mejor futuro posible.

La fobia a las revoluciones y su corolario, la legitimación del conservadurismo, habilita expresiones tales como aquellas que indican que “a la izquierda del gobierno solo existe una pared”, que solo buscan establecer falsa conciencia , alegando que , fuera de la democracia liberal sólo se encuentran variantes totalitarias

Sin embargo, como lo acredita el relato histórico de la masacre de Trelew, los representantes y dirigentes de la sociedad política burguesa en todo momento en que sienten y advierte, que sus principios esenciales están muy gravemente amenazados, salen ellos mismos de su propia legalidad, y cometen las mayores aberraciones sobre el genero humano. El sufragio universal, ahora invocado para descalificar a las demás formas de intervención colectiva (como las huelgas, los cortes de rutas, los piqutes) se ha vuelto el eje estratégico de toda acción política, es esa su punzante pedagogía de la sumisión.

En América Latina la orientación política es según la tesis de la revolución permanente, al mismo tiempo democrática y social. El fracaso K habla a las claras de la desaparición política de las categorías populares y que la lucha continúa con eje en trabajadores y los sectores sociales oprimidos..

La revolución como objetivo militante en tanto desbaratamiento del poder burgués suponen para su concresión al mismo tiempo, una masa descontenta dispuesta a actuar, un Estado cuya legitimidad y autoridad se encuentren cuestionadas por una fracción de sus partidarios habituales, y la preexistencia de ideas radicales de cuestionamiento del orden social, con tradición en el relato que extremadamente minoritario al inicio permite sin embargo que puedan unirse todos aquellos cuyas viejas creencias o lealtades resultaron disueltas .

Lo que caracteriza la conciencia revolucionaria es la convicción de que las quejas sólo pueden ser satisfechas por la transformación de las instituciones existentes y por el establecimiento de otra organización social. Esto equivale a decir que esta conciencia no aparece de manera espontánea, sin una movilización política y una efervescencia intelectual previas y en eso se inscribe la necesidad del relato revolucionario.

Dicho en otras palabras, los relatos básicos que sostienen de manera fundamental los esfuerzos conscientes de los trabajadores y oprimidos guardan relación necesaria con los relatos que la mayoría acepta sobre las luchas e injusticias pasadas. Son formas que se adoptan para darle sentido al pasado , explicar el presente e imaginar y posibilitar el futuro .

Por eso es imperativo que junto con las condiciones materiales se ubique específicamente el rol que juegan los relatos que dan cuenta del movimiento social , en su pasado y presente en tanto estos generan una apertura de las condcutas y las evaluaciones que llevan consigo las personas dentro de las concepciones establecidas respecto de cómo funciona el mundo y cual es el sentido de lo que puede o no hacerse, tanto más en nuestro presente donde la demanda de los movimientos sociales es antes que nada defensiva, ya que, en general, quienes se movilizan y luchan , pretenden restablecer un contrato social que juzgan que ha sido violado por los patrones, los propietarios de tierras, los banqueros, los gobernantes. Pan, trabajo, una vivienda, estudios, un proyecto de vida, la representación de una existencia despejada de sus aspectos más dolorosos de la sociedad de El Capital pero no una sociedad superadora de las contradicciones capitalistas y las instituciones del Estado burgues

Más allá de la existencia proactiva de los círculos militantes, y la legítima pretensión de conformar una vanguardia, solo cuando la incapacidad de los dominantes para cumplir con las obligaciones que legitiman su poder y sus privilegios se torna manifiesta, es cuando, la cuestión contreta de la revolución pasa de la potencia al acto, en forma tal de determinar el imperativo colectivo de sentenciar que no siguen teniendo alguna utilidad social, los capitalistas, los políticos burgueses, los sacerdotes, los generales, los burócratas.

Es hora de agregar a la conmemoración nuestra cuota consciente de lucha. El enemigo de entonces y de hoy es el Estado . La democracia parlamentaria con la que hoy se viste, no es un orden superador de las contradicciones de aquella dictadura que se cobró la vida de nuestros compañeros sino una situación histórico política que testimonia el intento de los gobernantes de turno por defender los intereses de la burguesía explotadora.

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