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Sur, paredón y… nunca más
Por Marciano Bolten - Coop. La Brújula - Monday, Sep. 08, 2014 at 1:16 PM

Sábado, 06 Septiembre 2014 | Escrito por Marciano Bolten | Una tarde de sol con viento leve, algo parecido a un otoño en pleno invierno, fue el aclimatado escenario en el que se convocó a la sociedad rosarina para la señalización del Ex Batallón 121 como C.C.D. “Centro Clandestino de Detención”, de la última dictadura militar. El lugar indicado para el acto: las calles Leiva y Lamadrid de la zona sur de la ciudad a las 17 hs de un miércoles.

Sur, paredón y… nunc...
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Específicamente, y para sorpresa de varios, en el paredón donde supo estar el ingreso de las patrullas que utilizaban para el secuestro de personas a mediados de la década del 70. Fue una sorpresa porque se esperaba el acto fuese adentro, donde aún se encuentra el pabellón B en el que hacinaban, torturaban, violaban y desaparecían civiles… personas, sin juicio previo y bajo el lema de una “guerra”.

“La verdad es que no sé por qué no nos dejaron realizar el acto a dentro. Porque cuando empezamos a construir el proyecto dentro de la Comisión de Derechos Humanos del Consejo, hicimos tres recorridos y fueron realmente muy movilizante”, comentó María Eugenia Schmuck, concejala y presidenta de la Comisión de DDHH de la consejo deliberante local, quien además dijo: “Hubiese sido muy interesante que toda esta gente que hoy está acá haya hecho lo mismo, me parece que hubiese sido el mejor acto que podríamos haber realizado”.
La ciudad, por su parte, seguía su curso lejos de prestar atención al evento. Pero justo en Lamadrid y Leiva algunos vecinos pararon la oreja y se acercaron. Algunos, los más curiosos, tomaban fotos desde sus terrazas, mientras que otros solo se limitaron a observar desde el balcón en silencio.

En lo que refiere al acto puntualmente, asistieron un centenar de personas entre las que se encontraban sobrevivientes, Madres de Plaza 25 Mayo, organizaciones sociales y agrupaciones políticas, HIJOS, concejales locales, jueces. La iniciativa consiste no sólo en indicar el lugar, sino, que sea sitio de la Memoria antes de que concreten la propuesta de la provincia de urbanizar todo el predio.

“Aquellos que sostienen que hubo una guerra aquí, me parece que siguen equivocados. Y sin embargo, en algún sector no es equivocación, sino que es una visión concreta que hace que desde el estado se pueda saquear, torturar, violar, matar y desaparecer, la apropiación de los hijos por ejemplo”, aseveró edil Norma López, que añadió: “Creo que ha avanzado mucho la sociedad y eso se lo debemos al fortalecimiento de la democracia”.

Sensaciones cruzadas

En el pequeño escenario, un rato antes de descubrir la placa que señaliza el lugar, Olga Moyano sobreviviente del proceso, comenzó a recordar pausadamente lo que significó pasar por este batallón: “recordar este lugar es traer a la memoria el tiempo que permanecimos clandestinamente aquí, ya que teníamos las vendas en los ojos, y debíamos aguardar hasta que se nos realizaran los consejos de guerra donde era la sede del II Cuerpo de Comando del Ejército. Por este lugar pasamos no sólo ciudadanos y ciudadanas rosarinas, sino muchos compañeros y compañeras de las provincias de Corrientes, Formosa, Entre Ríos, Misiones, Chaco”.

Ramón Verón, también sobreviviente del entonces Batallón 121, al lado del mural mitad pintada y mitad del culo de un falcón verde, que indica artísticamente el ingreso al centro clandestino, entre la emoción de la placa descubierta y la gente que lo acompañaba, sostuvo: “Es una alegría en definitiva poder hacerlo y lo que nos empuja es la memoria de nuestros compañeros, de nuestros familiares. Yo creo que ese es un sentimiento que a veces no se puede graficar pero está muy presente”.

Por otro lado, Elsa Pozzi de Massa, madre de Ricardo Massa aún desaparecido decía: “Con 38 años de lucha y con lo que ya ha pasado, llegar a estos lugares es una costumbre pero una costumbre que sigue doliendo, sobre todo las que no hemos podido cerrar la historia de nuestros hijos, porque al no encontrarlos siguen siendo desaparecidos”.

Además, respecto al batallón Elsa replicó: “Acá lo que leo es que lo tenían en un pabellón”, haciendo referencia a la placa y un folleto que tenía en sus manos en que se detalla hasta cómo eran las celdas. “Es una situación que los que la han sobrevivido pueden contar, pero por los que no están tenemos que pensar si de alguna oportunidad puede surgir un dato que nos oriente”, agregó.

“Todo lo que sea reuniones de chicos, especialmente de jóvenes, para nosotros es importantísimo. Porque indica que la memoria perdurará y eso es lo más importante, ya que nos muestra que no fue en vano la lucha. Nosotros no somos los protagonistas, nosotros salimos a la calle por una circunstancia de la vida, los verdaderos protagonistas fueron nuestros hijos”, finalizó Norma Vermeulem, madre de Osvaldo Mario Vermeulem, también desaparecido.

Qué fue del Batallón 121

El  predio del ex batallón consta de 30 hectáreas. Allí funcionó el Comando del II Cuerpo del Ejército desde 1964 de la mano del entonces presidente Arturo Umberto Illia, hasta el año 2009 en el que se trasladó junto al Batallón de Comunicaciones 121 a la ciudad ganadera de Curuzú Cuatiá, sur de la provincia de Corrientes. Fue una decisión del Ministerio de Defensa encabezada en aquel entonces por Nilda Garré y respaldada por Néstor Kirchner.

La medida castrense guarda directa relación con el control de los recursos naturales para prevenir conflictos previsiblemente ligados a las reservas de agua dulce como el acuífero Guaraní y otros recursos naturales como los Esteros del Iberá. La contradicción, los esteros y humedales correntinos de esa zona son de propiedad privada, de un tal Douglas Tompkins, titular de la fundación llamada Conservation Land Trust –hoy vende por partes el terreno a otros extranjeros-, que en total se estima tiene alrededor de 179.000 hectáreas en esa región, o sea, la mitad de los Esteros del Iberá.
Del otro lado, y al interior de los claustros militares rumoreaban que el traslado a un lugar geográficamente alejado consistía en un castigo por lo sucedido en la última dictadura militar.

En la actualidad, y en una paradoja de estos tiempos, se encuentra utilizado por 800 efectivos de la Gendarmería Nacional afectados por el operativo de seguridad de las fuerzas federales. A quienes se los veía, desde la vereda, en su cotidiano vivir dentro del predio. El operativo es duramente criticado por organizaciones sociales y de izquierda por apremios ilegales llevado adelante en los barrios periféricos de la ciudad –que para muchos recuerdan los años de plomo-, y por ser una medida que no modifica la realidad en la que vive la ciudad. La inauguración de la placa y el mural, combinados con el hecho de que se encuentren las fuerzas federales, fueron motivos suficientes por el cual el acto se realizó afuera y no adentro.

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