versión para imprimir - envía este articulo por e-mail |
Zavaleta: Nos mataron a Kevin
Por La Garganta Poderosa -
Thursday, Sep. 11, 2014 at 9:54 AM
Temblamos, lloramos, gritamos,
no podemos más. Tenía 9 años, de luz, de risa, de paz. Aterrado y
meado, estaba acurrucado, bien refugiado, como cada vez que lanzan para
estos lados las batallas que digitan desde sus barrios privados. Para
no ver nada, se mantuvo escondido debajo de una mesada, aun cuando
todos estábamos reclamando que la Prefectura interviniera en lo que
estaba pasando. Pero aparentemente no era una cuestión de guita, porque
se quedaron en la garita. Y en el segundo tiroteo, totalmente
anunciado, Kevin Molina resultó baleado. Un tiro en la cabeza, en el
medio de la pobreza. Y no, no se fue “otro pibe”. Se fue un pibe, que
era único, tierno, irrepetible. Nos quitaron a un sobrino, a un hijo, a
un chiquito de tercer grado, por otro enfrentamiento que perfectamente
se pudo haber evitado. ¿Fue culpa de los narcos? ¡Vayan a buscarlos
donde guardan sus barcos! ¿O van a proponer más uniformados? ¡Para qué
mierda están por todos lados! ¿O van a decir que fue el “contexto de
peligrosidad”? Le faltaban 9 años para ser mayor de edad.
¿Dónde estarán ahora los
que vienen a la villa para hacer sus crónicas malditas? Vengan a ver
cómo está su madre, sus amigos, sus hermanitas, pero van a tener que
embarrarse los zapatos en esos pasillos inundados que la gorra sólo
camina para cerrar sus negociados. Toda Zavaleta está destrozada,
llorando sangre y sintiendo que nada sirve para nada, que podemos
marchar a tribunales o explotar en las redes sociales, pero seguiremos
siendo “los marginales”. ¿O van a decir que acaso fue un caso aislado?
¡Qué quilombo armarían si hubiera pasado en otro lado!
Nos mataron a Kevin, la
concha de su madre, acá, en la casilla de la tira 6 que compartía con
sus hermanos, justito atrás de la “Plaza Kevin” que ayudó a construir
con sus propias manos. Y que no se llamó “Kevin” por él, sino por un
amiguito suyo que hace 4 años perdió la vida, por otra “bala perdida”.
Aquel día, este Kevin, Kevin Molina, escuchó ese disparo desde la
habitación que se volvió nuestra redacción, pero creyó entonces que
habían matado a un perro. Y pálido, dijo: “Mataron al pedo”. Sin
querer, adivinó: pronunciaba mal la erre, pero no se equivocó. Hablaba
hermoso, era flaquito, vivía sonriente, le faltaba un diente. Corría
rápido con sus patitas, a la hora de las “gatetitas”. Y participaba del
espacio de apoyo que se daba cerca de su casa, desde el día que su
amigo se convirtió en esa plaza. Todo este amor, ahora es dolor.
Vengan si quieren
discutirlo, o al menos sentirlo, que nos van a encontrar parados de
manos, gritando que actualicen los Derechos Humanos, porque sus Fuerzas
de Seguridad están al servicio de cualquier cosa, menos de nuestra
comunidad. Ya habrá tiempo para denunciar lo que vimos y vivimos, pero
hoy sentimos que también lo perdimos por todo lo que no hicimos, lo que
no pudimos o lo que no supimos. Desde ahora y para siempre, lo
llevaremos en la piel: si Kevin murió por nosotros, nosotros vamos a
vivir por él.
La Garganta Poderosa