Julio López
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Hasta la victoria siempre, Herminia
Por Sonia Tessa - Rosario | 12 - Sunday, Sep. 21, 2014 at 12:36 PM

Hasta la victoria si...
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Imagen: Alberto Gentilcore

Ahí donde había una marcha, una movilización, estaba Herminia Severini. Sin medias tintas ni dudas, ella instaba a luchar. Lo suyo era la calle, el puño en alto. La remera del Che. Con su voz ronca, enseguida se plantaba, fuerte, enorme, ante cualquier poderoso, ante la policía, donde hiciera falta. Y eso que era chiquita, menuda. Herminia murió ayer, a los 88 años. Estuvo diez días internada en Pami II, tras sufrir un accidente cerebrovascular del que no pudo recuperarse. Una ciudad la extrañará, ahora que pertenece a su Historia. Hermina no iba a las rondas de los jueves, no pertenecía orgánicamente a Madres de Plaza 25 de mayo. Por la memoria de su hija Adriana Bianchi, desaparecida el 4 de enero de 1977, y de los 30 mil, elegía multiplicarse en todos los piquetes, las marchas, los reclamos que podía fortalecer con la presencia de su pañuelo blanco.

El desconsuelo ganó ayer a jóvenes de las más diversas organizaciones políticas y sociales que estaban acostumbrados a su risa, sus palabras provocadoras y la magia de sus consejos. Es difícil pensar que ya no estará. "Hay que luchar", decía y repetía ante cada atropello que conocía. Resignarse, entregarse, no estaban en su vocabulario. Más bien siempre la encontraban en la vereda de enfrente: denunciando, intransigente. Lejos del poder siempre y por convicción.

Hermina nació el 20 de marzo de 1926 en el campo, cerca de Correa. A veces contaba las dificultades de su niñez, sin dramatizar. No era de las que se regodeaba en el lamento, al contrario, sus armas eran la alegría y el empuje. Era la penúltima de una familia de 16 hermanos. Le tocó trabajar desde pequeña y no pudo terminar la escuela primaria. Tenía 11 años cuando uno de sus hermanos mayores se cayó de un sulky. Ella lo cuidó por dos años. Desde entonces, supo que quería ser enfermera pero no pudo. Tuvo que trabajar en el comedor que tenía su familia, ya en Cañada de Gómez. Su enjundia combativa no perdonó a sus hermanos. Combatió la explotación allí, como no lo hizo siempre.

Tenía 20 años cuando se casó y se radicó en Rosario. Su marido, colectivero, era "muy machista", como le contó a la historiadora Cristina Viano. Herminia quería otra cosa. Tuvo dos hijos: Daniel y Adriana. Se divorció cuando el nene tenía 8 años y la nena, 20 meses. No fue una decisión fácil en los años 50. Ser una mujer divorciada requería valentía y un gran desdén por el qué dirán. En aquel momento, empezó a trabajar como mucama en un sanatorio. Mientras paraba la olla sola, con dos hijos, Herminia decidió terminar la escuela y estudiar para convertirse en enfermera. Por supuesto, lo consiguió. No sobraba nada, más que las ganas de pelearla.

Supo de luchas gremiales, la explotación, la plusvalía que combatió hasta sus últimos días. En 1959 se afilió al Partido Comunista, y comenzó su historia de despidos por "díscola" en sucesivos sanatorios. Todo eso se lo contó a Cristina Viano en una serie de entrevistas plasmadas en su ensayo "Mujeres y movimientos sociales, un acercamiento a las Madres de Plaza de Mayo desde una historia de vida".

Herminia tuvo dos hijos. El mayor prefería dejar los estudios, no los creía necesarios para ser camionero. Tampoco le interesó la política. En cambio, la más chica sí quería estudiar y militar. Cuando hablaba de Adriana, Herminia se llenaba de orgullo. Que era buena estudiante, maestra de inglés, que había logrado rendir libre el quinto año, que sus compañeros la recordaban por su solidaridad y compromiso.

"Mis dos hijos estuvieron siempre en la lucha conmigo, por pan, carne, leche barata, por todas la necesidades que siempre hubo. Yo les digo a los chicos de ahora, que si uno se traza una meta, y lucha, seguro que lo va a conseguir, con anhelo, con sacrificio con tesón, la lucha da resultado positivo, porque esa fue mi vida y mi trayectoria", dijo Herminia en una entrevista que puede leerse completa en "Paraná Insurgente" (http://parana.ahiros.com.ar/entrevistas/herminia.htm).

Herminia es una especie de gurú para las juventudes luchadoras de esta época, que la escucharon con devoción en charlas, encuentros y manifestaciones. Siempre la tuvieron cerca, nunca se puso en un pedestal. Apostó a ellos. Pero tampoco les perdonaba una. Para ella, no había ninguna excusa para dejar de pelear. Los encandilaba con sus preceptos, que la juventud de distintos espacios recordará para siempre como una antorcha.

Jamás fue peronista. Ella era camarada, pero reivindicó el afán revolucionario de su hija Adriana Bianchi, militante montonera. Aún con las discusiones que tuvieron entonces.

Tres décadas después, Herminia reconstruía uno de los últimos diálogos con Adriana.

-Mamá, vos me enseñaste a pelear y a luchar y hay que llegar hasta el final.

-Sí, pero el final... Cuando hay tanta gente desaparecida, yo veo que se los llevan y no vuelven más, y no sabemos donde están de un día para el otro. Seguro que un día vengo y no te encuentro ¿y qué hago yo?

-No, vos quedate tranquila que soy yo la que te tengo que dar la noticia.

-¿Pero si vos no das noticia?

-Bueno, no vayas nunca a la policía a buscarme, porque es lo peor que podés hacer.

Adriana fue secuestrada el 4 de enero de 1977 en San Martín y Boneo, en la ciudad de Santa Fe. El 16 de febrero siguiente, hubiera cumplido 22 años. La mataron antes, en uno de tantos enfrentamientos fraguados por el Ejército. Herminia viajó, buscó en el hospital Iturraspe, en la morgue y en el cementerio. Se enfrentó a los insultos y a las amenazas de los militares. Y le mostraron cuerpos en estado de descomposición. No pudieron venderle gato por liebre: se negó a reconocer un cuerpo que no pertenecía a Adriana. Se quedó sin restos para velar.

Herminia no llegó a la militancia con la desaparición de Adriana. Era militante antes de convertirse en una Madre. Nunca paró de denunciar, de apostar a la conciencia colectiva. Así lo hacía con sus incesantes charlas en escuelas, en facultades, institutos de formación. Y su docencia en acción con los militantes más jóvenes. "Los militares crearon un terror para el resto de la vida. Esto tratamos de decirles a los jóvenes. Sobre todo que estén unidos, que se cuiden, pero que no dejen de luchar, que esto no termina, y nosotros llevamos la palabra, la memoria. Pero si la memoria no se practica, si la memoria no la hacemos presente, entonces no sirve", dijo Herminia en aquella entrevista. Para ella, hacer presente la memoria era estar allí donde hubiera una injusticia para denunciar.

Los recuerdos se agolpan. En cada movilización, en los juicios contra genocidas, en cada reclamo gremial, en las luchas interminables para recuperar fuentes de trabajo, en cada lugar donde se la convocara, ahí estaba Herminia, riéndose, provocando las risas con sus ocurrencias, dispuesta a levantar la voz, a ir al frente. Y siempre lista para señalar a los traidores. Ahí estaba maldiciendo a los milicos, riéndose y también, cuando lo consideraba necesario, retando con ternura.

Desde los muros de Facebook, chicos y chicas, hombre y mujeres, de distintas identidades políticas, convocaron a darle fuerzas a Herminia durante los días que estuvo internada. "Ahora nos toca a nosotros hacerle el aguante", decían. Y una canción se multiplicó por el espacio virtual, dedicada a ella. "No te entregues corazón libre, no te entregues", dice el tema de Rafael Amor, que corona con un "los únicos vencidos, corazón, son los que no luchan". Herminia era un corazón libre. En su trabajo, Viano usa otra palabra: "irreductible". Así era.

Ayer a la mañana, temprano, la muerte de Herminia dejó de ser un temor inminente para convertirse en realidad. El dolor se combinó con la gratitud, el recuerdo de los momentos compartidos, y la urgencia de levantar su bandera. Hasta hoy, a las 9, en la Biblioteca Popular Gastón Gori (Juan José Paso 7990, y Tarragona), se la puede despedir. Sin coronas ni flores, que ella despreciaría. En cambio, las personas que la acompañaron en los últimos días planean recaudar fondos para que Pami II tenga su tomógrafo, y los afiliados no deban ser trasladados a institutos privados, como pasó con Herminia.

Para tantas personas que hoy se sienten huérfanas, no hay adiós, sino la frase del Che Guevara que fue su talismán: "Hasta la victoria siempre, Herminia".

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Un abrazo colectivo
Por Sonia Tessa - Rosario | 12 - Monday, Sep. 22, 2014 at 1:29 PM

Un abrazo colectivo...
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22 de Septiembre de 2014. Por Sonia Tessa | El viernes a la mañana, a los 88 años, murió una mujer extraordinaria. Rosario/12 convocó a algunos -muchos de ellos muy jóvenes- de los que compartieron tramo de lucha y militancia con ella a contar lo que significa la pérdida de una militante que se activó todo reclamo que creyera justo.

*Fernando Traverso (artista plástico): Herminia nos dejó un pañuelo blanco con olor a goma quemada y a tiza. Lleno de orejas y de voces. Y de ganas.

*Norma López (concejala Frente para la Victoria): Despierto. El café humeante, frente a la ventana. Pájaro intrépido se regodea en el pedacito de cielo que me toca. Sube y baja. Aletea. Se suspende. Y en ese instante único, eleva su ala izquierda y muestra el penacho blanco. Las risotadas de Herminia seguirán acompañando nuestras marchas.

*Cecilia Sarmiento (militante del PTS) A Herminia la conocí hace 14 años una noche de los lápices del 2000, me la presento mi abuela Lucrecia (Villalonga), Madre de Plaza de Mayo. Con ella dimos una dura lucha en las escuelas para que nos dejen hablar de nuestros caídos, hacíamos sentadas y cantos del himno a capela con el fin de que los directores nos dieran la bandera argentina para homenajear a nuestros compañeros desaparecidos. Por eso esta marcha de la noche de los lápices (2014) se la dedicamos a ella.

Herminia siempre amó a la juventud y nos supo transmitir lo mejores valores, ella era joven de alma aunque su cuerpo estaba viejo, Herminia tenía 88 años y un millón de historias de las que aprender, a pesar del inmenso dolor que sufrió, ella lo transformó en combate, porque odiaba este sistema putrefacto y sabía que la única manera era organizarse, ser solidarios, barrer a la burocracia sindical y enfrentar el sistema luchando, junto a los trabajadores, por los 30 mil, por Julio Lopez, luchando siempre como ella solía decir: ¡Hasta la victoria siempre, compañeros!

*Jorge Cadús (periodista de Alapalabra) Es imposible gambetear lo personal, aunque se sepa que hablamos de una historia colectiva. Con la década del 90 recién inaugurada, fue su voz gastada, dulce y firme, su voz bellamente disfónica de luchas, la primera de las voces de Madres que me invitó a la Plaza 25 de Mayo. Después, esas voces multiplicadas de las Madres rosarinas se hicieron el cobijo necesario ante la intemperie.

¿Es normal que imágenes olvidadas golpeen los ojos desde muy adentro? La tarde que se abrazó después de tanto tiempo con Darwinia Gallichio, cuando una serie de volantes miserables intentaron meterle miedo. El día en que le arrebató el caño a un milico para demostrarle que el pueblo también podía armarse. La bicicleta pintada en el frente de su casa, donde el patio poblado de plantas resguardaba abrazos, mate y discusiones. Son postales propias que vuelven, ahora que me dicen que Herminia descansa de tanta pelea.

A lo mejor para engañar tanto dolor, creo fervientemente que, una vez más, anuda su pañuelo y cierra su mano. Que puño y pañuelo levantan vuelo. Y siguen marchando. Hasta la victoria.

*Sofía Alberti (periodista de Indymedia y CTA Rosario) Una estrella se enciende. El pañuelo toma alas y se multiplica en todas las cabezas a las que les enseñaste a mirar distinto. El dolor está, la tristeza está, las lágrimas están. Pero nos dejás la energía, la fuerza, la dulzura, la coherencia el empuje, el ejemplo. Andá Herminia, abrazala a Adriana e inunden todo con tu risa contagiosa. Andá Herminia, que te quedás en la conciencia y en las carcajadas que generan una y otra vez las cosas compartidas. Andá, que me quedan las cagadas a pedos para saber por dónde no ir. Andá, que si algún día tengo hijos les voy a decir que hubo una abuela en del alma, una Madre y Maestra con mayúscula y pañuelo, que se peleaba con la cana, que se metía en medio de las rondas de obreros en conflicto para agitarlos, que incomodaba a los acomodados. Por cómo viviste, vas a quedarte acá para siempre. Cuando me toque la hora, date una vuelta y retame por todas las macanas acumuladas para entonces. Sé que vas a terminar diciendo "mierrrrda, dale veni para acá", agarrándome la mano. Y ahí voy a saber que estoy el único lugar donde debo estar: a tu lado. ¡Hasta la Victoria siempre, compañera!

*Marianela Scocco (Licenciada y Profesora en Historia, integrante del grupo de Apoyo a las Madres de la Plaza 25 de mayo). Querida Herminia, ya ni siquiera recuerdo cuando te conocí porque desde el primer momento era como si te conociéramos de toda la vida. La primera vez, quizá, me conmovió tu historia. Luego tus palabras, tu fuerza, tu lucha. Verte llegar aquellas mañana frías al Tribunal para una audiencia más de los juicios iluminaba nuestros días. Algunos te recordarán por tus discursos, fervientes y entusiastas, otros por tus charlas, cálidas y didácticas. Yo me quedo con tu mano, tu fuerte y ajada mano, que un día me apretó para guiarme. Nos dijiste que vivirías hasta los 100 años y te creímos tanto que no pensamos que esto llegaría. Hoy duele en todas partes. Y sobran las palabras. Ojalá te hubieras quedado más tiempo, solías hacer el mundo más lindo. La última vez que te vi fue en la marcha del 24. Esta vez no la olvidaré. Me quiero quedar para siempre con ese recuerdo, con tu alegría, con tu destello. Donde quiera que vayas, ya sos eterna. ¡Hasta la victoria siempre compañera! ¡Gracias por tanto!

*Juan Monteverde (militante de Movimiento Giros) Escucharla siempre era lo más lindo. Se fue, pero no se fue. Como todos los que pasan por la vida haciendo cosas que los trascienden. Luchando por eso.

Algunos dicen que la democracia se basa en la convicción de que en la gente común, hay posibilidades fuera de lo común. A eso se dedicó ella todos estos años, a enseñarnos eso... Gracias Herminia.

*Norma Ríos (APDH) Ella amaba la humanidad. Y detestaba a genocidas, milicos y patrones. A falsos y mentirosos. Al que regalaba o cambiaba principios por dinero. En ese orden o cambiado, lo mismo da. Su amor de luchadora, de revolucionaria madre abuela bisabuela, se concentraba en la juventud, a quien le hablaba de la necesidad de la lucha, la rebeldía, la unidad, el compromiso y el estudio para tener un mejor futuro. Tenía decenas de nietos/as del corazón. Era capaz de hablar de terrorismo de estado a niños/as de un jardín de infantes y que la entendieran. Increpar a un juez, a un ministro, a un gendarme o a un burócrata sindical, por defender a su gente, que éramos nosotros/as. La queríamos y la respetábamos. Su coherencia, su coraje, su firmeza, su falta de miedo y, porque no, sus enojos y retos, nos faltarán cada día a quienes la disfrutamos de cerca. Y también su enorme optimismo y alegría, esos que te ayudaban a seguir cuando te decía: ¡Bueno, basta de eso! ¡Adelante, hay que seguir! ¡Siempre Adelante!

Querida Herminia, enfermera de dolores en el cuerpo y corazones heridos, quiero creer que andarás por ahí, de la mano de Adriana, fogoneando estrellas para que brillen más, con el puño en alto y arengando: ¡Hasta la Victoria, Siempre!

*María Luciana Pollola (Arte por la Libertad, militante del Espacio Juicio y Castigo) Herminia buscó y buscó y en su búsqueda nos encontró a todos nosotros, que aprendimos que hay que Ser, que se Debe patear puertas, se Debe gritar fuerte para que te escuchen, la vieja ES (creo que nunca voy poder poner fue) el puño que se levanta en cada marcha, el grito de "se puede", la que del reto pasaba en dos segundos a darte ese abrazo que te apachuchaba el corazon, la que le enseño a mi hija Nina a decir "hasta la victoria siempre", la que siempre va a quedar en el corazón de muchas luchas. ES la que SIEMPRE será, la madre de las luchas, Vieja te quiero siempre.

*La Bruja (Patria Grande Rosario) Se nos fue una verdadera imprescindible. En su hermosa sonrisa y su puño compañero caben todos nuestros sueños. Siempre resguardando y acompañando todas las luchas y exigiéndonos soñar, pero también actuar en consecuencia.

Herminia día a día nos enseño que lxs unicxs vencidxs son aquellxs que no luchan, pero además que quien no lucha por los derechos humanos de ayer y de hoy es cobarde y mezquino, además de cómplice.

Enseñándonos a que no nos engañemos y mostrándonos, con una ética intachable, que el único camino es denunciar las mentiras donde y ante quien sea, por más incomodxs que pongamos a varixs.

El dolor que nos queda no se compara con todo lo que de ella aprendimos. Gracias Herminia por enseñarnos que la única lucha que se pierde es la que se abandona.

¡Hasta la victoria siempre!

*Painé Nocetti (bisnieta por adopción). Llevo tu sonrisa como bandera. Ella fue de esas personas necesarias de Lima Quintana, militante de toda una larga vida, enfermera por vocación de solidaridad, madre, de dos hijos, de la plaza y de todos nosotros, abuela y bisabuela: maestra de alma y vida. Hace más de diez años conocí a una mujer hermosamente alegre, violentamente dulce, sorprendentemente madre, increíblemente fuerte, maravillosamente aguerrida, fulgurante de alegría ante una pibada desconcertada. Nos enseñó a ser un poquito más libres a todos y todas quienes la conocimos, fue la gran jardinera de este jardín de gente, en cada escuela, en cada barriada popular, en cada lucha en la calle, en cada marcha y en cada pibe y en cada piba sembró su semillita rebelde. Algunos aún esperan ser regados, otras dando las primeras germinaciones, otros más saliendo a la luz y muchos y muchas floreciendo a la hoguera de las luchas, estos somos sus pibes y pibas.

Nota publicada en Rosario/12, domingo 21 de septiembre de 2014

Foto: Archivo Indymedia Rosario

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