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Del que se vayan todos al todos contra todos
Por Germán Mangione - Friday, Sep. 26, 2014 at 2:32 PM

septiembre 26, 2014

Del que se vayan tod...
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Lo golpearon durante 15 minutos ininterrumpidos. Lo arrastraron de los pelos 50 metros, por Marcos Paz al 5400, con dirección este-oeste, hasta llegar a la esquina de Liniers. En el trayecto, lo arrimaron hasta un vehículo para golpear su cabeza en repetidas ocasiones con la puerta, abriendo y cerrándola. Una vez que llegaron a la esquina además de patearlo,  tomaron la moto en la que circulaba, la levantaron a una altura considerable y se la arrojaron encima. Así mataron a David Moreira, el joven linchado en marzo en barrio Azcuenaga, Rosario.

Y no es por morbo el detalle, sino por necesidad. Por necesidad de dejar claro de que estamos hablando cuando hablamos de un linchamiento. De la saña que implica, la crueldad del hecho que a veces escuchamos reivindicar o incluso podemos encontrarnos asegurando repetir en caso de que se nos presentase la situación. Dejando claro en este punto, dejando explicito el total y absoluto rechazo y la condena a esta practica,  es importante intentar ir más allá en el análisis. ¿Cómo llegan un grupo de vecinos de un barrio laburante de Rosario a encontrar solución a la seguridad en un asesinato colectivo y cruel? ¿Cuáles son las ideas previas que permiten y alimentan esta saña? O lo que es más preocupante: porque después de la muestra más práctica y descarnada de lo que puede suceder, esto no deje de estar latente como posibilidad inminente de repetirse en cualquier esquina.

¿Por qué un pibe decide “salir de caño” y jugarse la vida por una cartera, un celular o un par de zapatillas? ¿Por qué aceptar que el futuro posible es un bunker sin ventanas y un puesto de soldadito narco? ¿Cuáles son los horizontes desaparecidos que hacen tan tentadora la oferta? ¿Por qué pareciera no importar nada?

Me arriesgaría a decir que por falta de política. Y léase que no hablo de políticas en plural para no confundir con planificaciones estatales de acción, digo política así en singular, pensándola como herramienta, como idea llevada a la acción.

QUE SE VAYAN TODOS.

A ver si me puedo explicar mejor. En algún momento, en medio de una de las más feroces crisis económicas que vivió el país como fue la del 2001, tuvimos la sensación de que la cosa no daba para más. No había certezas de que es lo que había que hacer, como no las hay ahora, pero había un convencimiento de que las cosas no estaban funcionando.

Vale aclarar. No es la intención a este punto comparar aquella situación económica con esta, sino pensar los problemas colectivos como de hoy (narcotráfico, inseguridad, etc) y como frente a ellos tenemos aquella misma sensación de que algo no está funcionando como debería. Sigamos. Y en ese convencimiento de que las cosas no funcionaban bien fuimos fundando y recorriendo el camino de crear herramientas propias, colectivas y por sobre todo transformadoras.

Fuimos haciendo política, y no solo de la partidaria. Fuimos retomando viejas herramientas o creando nuevas según fuese necesario. Ante el hambre fuimos armando movimientos de desocupados, comedores o piquetes. Ante la inflación los clubes del trueque. Ante la necesidad de más democracia las asambleas populares.

Ante la falta de representación cacerolazos, ante la falta de justicia escraches, antes los cierres de fábricas, las recuperadas y así podríamos seguir enumerando una a una la inmensa cantidad de herramientas con las cuales  (aunque a algunos les moleste admitirlo) fuimos haciendo política. Nuestra política. Esa que nos negaron una y otra vez en la historia. Esa que reservaron una y otra vez para unos pocos, pero que una y otra vez también volvimos a reconstruir para los muchos. Y no es cuestión de endiosar aquel proceso que también causo tanto sufrimiento a miles de argentinos que la vieron fulera, sino simplemente de reconocer un aspecto que empujados más por necesidad que por convicción, supimos transitar. No desparecieron las clases sociales, ni el clasismo despectivo, ni los aires de clase alta de cierta clase media, ni la explotación, ni mucho menos. Pero por peso de la situación, pudimos por breves lapsos entender aquello de “piquete y cacerola la lucha es una sola”.

Y en ese lodo todos manoseas, pero con la claridad de ver donde estaban los nudos de nuestros males colectivos. Pudimos mirar para arriba y decir a los gritos: ustedes los que manejan los hilos de la marioneta son el enemigo. Y pudimos unificar la idea en aquel “que se vayan todos” que contenía esa única certeza. Ellos eran los culpables de nuestras miserias y tristezas, y tenían que irse. ¿Que vendría después? La verdad era la pregunta menos importante. Nosotros mientras tanto íbamos ensayando, con las herramientas políticas que supimos conseguir, los caminos posibles.

TODOS CONTRA TODOS.

“En el 2001 en medio de la emergencia de hambre y pobreza en Rosario se reunían mas de 65 organizaciones sociales, políticas y sindicales en el consejo consultivo para buscar soluciones”, rememoraba Miguel Zamarini el presidente del concejo deliberante de la ciudad mientras charlábamos sobre la nueva emergencia de pobreza que hoy 13 años después empieza a asomar en Rosario, en las periferias castigadas ocultas tras el boom de la soja y el del monoambiente para alquiler. La Rosario post década ganada.

Zamarini lo dice hasta con cierta nostalgia al constatar que hoy ese tejido de herramientas políticas (construidas por el esfuerzo de las organizaciones más que por la planificación del estado) es más un recuerdo que una realidad en la región y en el país.

“Hoy las organizaciones que seguimos en los barrios disputamos el territorio con los narcos”, asegura Eduardo del Monte de la Corriente Clasista y Combativa, a la vez que augura tiempos complicados en los barrios. “Vuelve a acercarse mucha gente a las organizaciones a ver si consigue un bolsón de comida, se está poniendo peor”

Más allá de las cifras oficiales, que ya no convencen ni a propios ni convencidos, el innegable empeoramiento de las condiciones de vida de miles de argentinos va prendiendo algunas luces de alerta, y más cuando aparece acompañado de un alarmante aumento de la violencia. Violencia que se manifiesta en el aumento de los delitos, y en su virulencia, pero no que no es exclusiva de ese ámbito. Tras varios meses de presencia de las fuerzas federales en Rosario, el gobierno provincial debió reconocer que la tasa de asesinatos no había bajado tanto como se esperaba.

Pero además dio un detalle esclarecedor. Muchos de los asesinatos son entre personas que se conocen y no parecen tener que ver con la narcocriminalidad. El aumento y la asiduidad de los femicidios y la violencia escolar son señales, que con distinto grado de gravedad dan la alarma en el mismo sentido. ¿Pero como llegamos del que se vayan todos a esta especie de todos contra todos?

DURMIENDO CON EL ENEMIGO

Gustan decir los militantes del partido gobernante que la gestión de Nestor, allá por 2003, devolvió la política a la gente, principalmente incluyendo a los jóvenes.

En aquella afirmación que repiten hasta el cansancio, se oculta el gran secreto de esta época que empieza (al parecer) a llegar al fin de una etapa. Lo que el kirchnerismo vino a hacer en realidad fue todo lo contrario. No vino a “devolverle” la política a la gente, sino a quitársela de las manos. Aquellas manos que había identificado en las instituciones del estado el origen de sus males. No trajo de vuelta a los jóvenes a la política, sino que vino a sacarlos de la construcción política propia que entendía que los sindicatos, el parlamento, la corte suprema o los partidos como estaban constituidos hasta aquel momento no les servían para nada. Y por el contrario eran causantes de muchos de sus males.

El kirchnerismo vino a reconstituir aquellos poderes, pero para eso había que correr de la mira a los que teníamos identificados como culpables de nuestros pesares.  Y la mala noticia es que parecen haberlo, por lo menos parcialmente, logrado.

Hoy a la vista de millones los grandes culpables de la presión fiscal o del agujero económico que se agranda no son los que se enriquecieron con la especulación y ni los empresarios y funcionarios que destinaron más de 190 mil millones de pesos al pago de una deuda externa ilegitima ilegal y fraudulenta en estos años, sino que son los que reciben algún tipo de ayuda social. Por más que toda esta ayuda sumada no sea más que una ínfima parte de aquellos negocios de ladrones de calculadora y maletín.

Pocos pueden visualizar que los abultados subsidios a las empresas energéticas o de transporte que no invirtieron un solo peso son los causantes de los deficientes servicios que debemos pagar cada vez más caros y que cada tanto nos hacen desayunar una tragedia evitable. Pero ven claramente su enemigo energético en aquellos que están “colgados de la luz” o el problema del estado del transporte en sus trabajajadores.

Mientras las fuerzas de seguridad son denunciadas como garantes o socios de los carteles narco como en el Sedronar o en la policía santafesina,  y miles de pibes perecen consumidos por la droga, se festeja con algarabía cuando tumban un bunker o se encarcela a un pibe que lo administra como encontrando allí el comienzo de la solución.

Mientras las empresas despiden o suspenden personal, para poder mantener niveles de ganancias fabulosos en medio de la crisis después de haber ganado fortunas en época de bonanza, se aplaude a los gendarmes que hacen respetar el “derecho a circular” y se señala a los trabajadores como los culpables de reclamar demasiado.

Mientras la corrupción hace ricos de la noche a la mañana a los funcionarios y empresarios del poder los laburantes son el blanco habitual del delito y viven el pánico diario de perder lo poco que tienen y hasta la vida. Mientras la policía está más ocupada organizando el delito que garantizando seguridad, el “hay que matarlos a todos” actúa como un bálsamo que calma las fieras poniendo la mira en los pibes que roban y no en la situación que los empuja al choreo.

Mientras todo esto pasa, el linchamiento aparece  de golpe,  estallándonos en nuestra civilizada cara una como opción ante el delito. Aparece como una opción ahí justo donde quedo el agujero de la política, de esa política que nos fue arrebatada de las manos, para intentar devolvérsela a aquellos que siempre manejaron los hilos.

Aquellos que quieren que miremos para el costado con bronca,  con odio profundo hacia ese que está ahí al lado pero ya nunca podrá ser un aliado. A ese que está peor que nosotros y solo por eso ya es un posible enemigo. Porque cuando se corre la política, cuando desaparecen o se hacen inocuas las herramientas políticas la ley de la selva se entroniza por doquier.

Y ahí, es cuando la ley del más fuerte, nos empuja contra el más débil en un todos contra todos que evite que miremos para arriba gritando de nuevo: que se vayan todos.

 Seguramente pensar todo esto no nos alcance para cambiar lo que vivimos todos los días, y quizás ni siquiera para entenderlo, pero no intentar pensarlo siquiera sería ya haber perdido definitivamente.

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Y sí, violencia por el placer!
Por gorvachot - Friday, Sep. 26, 2014 at 4:26 PM

Erich Fromm, en los 70's se tomó el laborioso trrabajo de intentar explicar por qué el ser humano se está deshumanizando y aún más, por qué sin importar la época ni el lugar, a un ser humano o a una masa humana enorme se le salta un tornillo y ejerce la violencia sádica por el gusto mismo de disfrutar el acto barbárico.

El Erich no afirma que la violencia es biológico-genética como los instintivistas y los neodarwinistas creían-creen, pero sí que la época, el entorno social, la burocracia y un aparato opresivo en el tiempo puede generar ciudadanos que disfruten de la violencia contra un tercero o grupo de terceros... Sostiene así mismo que la ausencia de amor real es lo que da el pie inicial para la barbarie y el más cruel de los atropellos, la violencia por la violencia misma.

Tratar de entender la violencia, la cruelda y los sucesos humanos desde una óptica moral izquierdista no ayuda para nada porque se exonera al pobre de barbarie y se lo victimiza quitandola la parte humana social psicológica profunda... que no tiene nada que ver con ideologías o lucha de clases...

El libro es Anatomía de la Destructividad Humana (Siglo XXI Editores)

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