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La medicalización de la vida cotidiana
Por (reenvio) Enrique Carpintero / revista Topía - Saturday, Sep. 27, 2014 at 11:12 PM

Abril 2007 / "Al amanecer, armados de una ardiente paciencia,entraremos en las espléndidas ciudades." Rimbaud

I

En el 2007 se produce un hecho histórico: es la primera vez en la historia de la humanidad que viven más habitantes en las grandes ciudades que en zonas rurales. Sin embargo cada día se hace más difícil vivir en la ciudad del capitalismo mundializado. Paul Virilio habla de la ciudad pánico . La fragmentación social que aparece en el desarrollo urbano muestra espacialmente lo que se inscribe simbólicamente en la subjetividad de aquéllos que la habitan. Desde el poder se genera esta violencia simbólica que enmarca nuestra identidad y legitima nuestras conductas en la afirmación individual no como una posible autonomía, sino como un yo hermético, sin fronteras, en cuyo espacio no entra nadie más y su cumplimiento es el encierro narcisista. En estas circunstancias el yo-soporte es dominado porlas pulsiones destructivas y autodestructivas produciendo los síntomas característicos de nuestra época.

Como dice Remo Bodei el yo de la modernidad hecho de acero y cemento se ha transformado en un yo de plástico biodegradable. En un yo video tape que se cambia según las circunstancias. En “la era de la dominación de las conciencias” el poder disciplina nuestra subjetividad banalizando la experiencia donde el dolor y el conflicto dejan de ser una fuente de energía. Por el contrario, hay que evitarlos. El consumo de bienes, el alcohol, los tranquilizantes, la dependencia de los medios de entretenimiento es lo que ofrece la cultura para que anestesiemos nuestra subjetividad.En este sentido la actual evolución de las biotecnologías, las neurociencias, las técnicas médicas y farmacológicas que pueden estar al servicio de la emancipación del sujeto se las utiliza para adaptarlo a la cultura del sometimiento. Por ello el medicamento que estaba exclusivamente al servicio del “arte de curar” hoy se lo ofrece como un objeto necesario de consumir para soportar las incertidumbres de un futuro que es vivido como catastrófico.

II

Medicar es un acto médico. En cambio la medicalización alude a los factores políticos, sociales y económicos que intervienen en la producción, distribución y venta de las grandes industrias de tecnología médica y farmacológica.La medicalización es un término que se viene usando desde hace muchos años para demostrar los efectos en la medicina de la mundialización capitalista donde lo único que importa es la ganancia. Es así como las grandes industrias redefinen la salud humana acorde a una subjetividad sometida a los valores de la cultura dominante. Muchos procesos normales como el nacimiento, la adolescencia, la vejez, la sexualidad, el dolor y la muerte se presentan como patológicos a los cuales se les puede aplicar un remedio para su solución. Al dar una resignificación médica a circunstancias de la vida cotidiana el sujeto no solo se convierte en un objeto pasible de enfermedad, sino también culpable por padecerla. La búsqueda de la salud se transforma en una exigencia que en mucha ocasiones genera enfermos imaginarios de enfermedades creadas por los propios laboratorios.

Estos para aumentar se rentabilidad establecen nuevas indicaciones para sus productos o bien cambian los valores normales de determinados parámetros fisiológicos para construir “factores de riesgo” que pueden ser tratados. Su resultado es una información que varía permanentemente . Al leer los suplementos de salud un día nos enteramos que la carne es tóxica, luego que es necesaria; es importante tomar vitaminas o, por el contrario, las vitaminas pueden traer dificultades; las frutas y verduras son valiosas para la alimentación pero hay que cuidar que no estén contaminadas; el colesterol cada día hay que tenerlo más bajo, lo cual es imposible sostenerlo sin medicación; hay que evitar la grasas, mantener el volumen de la cintura, etc.

En definitiva, las compras deben ser realizadas con una guía de riesgos a asumir que nos indica la posible enfermedad y la tranquilidad por el correspondiente medicamento que la puede evitar. De esta manera la necesaria información sobre determinados problemas sanitarios se transforma en generar enfermos que pueden consumir medicamentos o tecnología médica.Lejos estamos de Sabín y Salk que no patentaron sus vacunas antipoliomelíticas por considerarlas un beneficio para la humanidad. Hoy la salud es un valor del mercado donde lo importante son las cifras que se facturan. El marketing predomina sobre la epidemiología. Esta red de intereses altera la relación médico-paciente y ha llevado al aumento en forma alarmante de la automedicación.

Grandes campañas publicitarias en los medios de comunicación ofrecen las bondades de un medicamento como si fuera cualquier producto para consumir. La ingesta de remedios se la ha naturalizado como una forma de vida. Ansiolíticos, analgésicos, laxantes, antiácidos y multivitamínicos no sólo se venden en las farmacias sino en quioscos y supermercados. Se estima que el 20 % de los medicamentos se ofrecen por fuera de los circuitos legales de comercialización. Su consecuencia es que nuestro país esta considerado un “subconsumidor” de medicamentos y se encuentra entre los primeros del mundo en el consumo de psicofármacos. Una consulta de la Universidad Maimónides y el Instituto Argentino de Atención Farmacéutica realizado a 3000 pacientes y 400 farmacéuticos muestran que el uso de medicamentos sin control médico adecuado conduce a que 100.000 personas se internan por esta causa en los hospitales públicos y más de 770 terminen muriendo.

En EE.UU. se ha transformado en la tercera causa de muerte después de las enfermedades cardiovasculares y el cáncer.Los diferentes factores que se ponen en juego para difundir la medicalización en la sociedad explican las fabulosas ganancias que tienen los grandes laboratorios, las cuales deben ser repartidas entre los diferentes actores que participan en este proceso. Un informe de la Asociación de Agentes de Propaganda Médica afirma que la diferencia entre lo que pagan por las drogas en el mercado mayorista y el precio que esa droga se vende en las farmacias llega al 55.281 por ciento. Por ejemplo el Diazepam, que el laboratorio suizo Roche comercializa con la marca Valium, el precio por kilo es de $ 235 (0,0002 por miligramo), la presentación que se ofrece es de 10 mg. por 50 unidades, lo que supone 12 centavos por la droga que lleva esa presentación, pero en las farmacias se vende a $ 40,40, es decir el 33.633 por ciento más.

Este margen extraordinario sobre el que el Estado no interviene, dificulta el acceso de la mayoría de la población a los medicamentos y le permite a la industria seguir haciendo lobby en las diferentes estructuras del Estado, realizar grandes campañas publicitarias y ofrecer promociones y descuentos .Este monopolio médico-tecnológico, nacido en Europa y EE.UU., da lugar a modelos neopositivistas donde la única valoración es la biología como determinante del proceso salud-enfermedad. Desde allí no se piensa en enfermos sino en enfermedades de pacientes que pueden pagar los altos costos de la tecnología médico-farmacológica. Esta situación esta llevando a que millones de personas en nuestro país y en el mundo mueran por no poder acceder a tratamientos básicos o mueran de paludismo, chagas, dengue y tuberculosis. Es decir, enfermedades que no dan rédito económico ya que para evitarlas es necesario el trabajo preventivo y mejorar la calidad de vida de la población afectada.

III

En el campo de la Salud Mental la medicalización se fomenta a partir de la hegemonía que ha adquirido la psiquiatría biológica. Frente al desarrollo de las neurociencias la psiquiatría ha dejado de lado el modelo de la psicogénesis para resolver el conflicto en beneficio de una clasificación de las conductas que reduce el tratamiento a la supresión de los síntomas. La enfermedad es una falla que hay que suprimir y no un problema a entender donde hay que dar cuenta de una etiología. Desde esta perspectiva el psicoanálisis es cuestionado por aquellos que han retrocedido a un neopositivismo que reduce el pensamiento a un circuito neuronal y el deseo a una secreción química.

Para ello cuentan con el DSM IV (Manual de Diagnóstico y Tratamiento de los Trastornos Mentales de la American Pychiatric Association) que psiquiatrizó la vida cotidiana en tanto toda conducta puede ser definida como un trastorno. Este es un manual basado en el esquema de síntomas-diagnóstico-tratamiento elaborado a partir de las neurociencias y el uso de psicotrópicos. A pesar de su utilidad epidemiológica el paciente es etiquetado con un diagnóstico que deja de lado su particularidad y las posibilidades de realizar un trabajo pluridisciplinario. Su objetivo no es organizar un tratamiento psicoterapéutico sino clasificar cada trastorno para poder aplicar la droga correspondiente: trastorno de aprendizaje con déficit de atención, Ritalina; depresión, Fluoxetina; ansiedad generalizada, Lorazepam y así sucesivamente.

De esta manera el diagnóstico realizado sobre la base del DSM IV se adecua a las necesidades de las obras sociales y los pre-pagos que al disminuir los costos de las prestaciones priorizan la rapidez en los tratamientos. Pero si la medicalización de la psiquiatría se ha expandido es porque los pacientes acorde con los tiempos que corren reclaman que sus síntomas psíquicos tengan una causalidad orgánica ya que al depositar la ilusión en una pastilla evitan el camino de la resolución del conflicto.También la locura se redujo nuevamente a sus componentes biológicos.

Para realizar semejantes cambios fue necesario echar por tierra muchos años de trabajo teórico y experiencias de comunidad terapéutica, hospital de día, etc. Hoy el loco no es un sujeto con el que se establece una relación terapéutica, sino se ha convertido en un objeto cuyos síntomas pueden ser tratados químicamente si tiene dinero para pagar los psicofármacos de última generación. Si es pobre será enviado a un manicomio. El manicomio es el paradigma de la segregación. Nadie le reconoce su efectividad curativa pero permanece mostrando su funcionalidad.

Nadie discute su efecto iatrogénico y todos están de acuerdo en limitar las internaciones psiquiátricas a cuadros agudos y períodos breves. Sin embargo la ley 448 de Salud Mental de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, que sostiene esta perspectiva, es permanentemente limitada en su aplicación por diferentes poderes instalados en las estructuras del Estado. En este sentido creemos que son secundarias las cuestiones que enfrentan a médicos y psicólogos o a psiquiatras y psicoanalistas. Lo importante es unificar a todos los que cuestionan el neopositivismo biológico rescatando el trabajo pluridisciplinario donde la medicación es un instrumento adecuado cuando se da cuenta de una subjetividad construida en su dimensión biológica, psíquica y social. Es decir, humana.

IV

Los ricos no sólo viven mejor que los pobres, viven más tiempo. Uno de los datos de la desigualdad es cuánto se vive y cuanto se sobrevive a la enfermedad y al riesgo. Como venimos diciendo en anteriores artículos la protección de la vida es una tarea de los gobiernos por que las circunstancias de que la gente viva o muera es un hecho político. Si se deja que las condiciones de vida, la enfermedad y la muerte esté en manos de los votos o de la leyes del mercado, las familias pobres no pueden sobrevivir. Esta es la función de un Estado que represente los intereses de la mayoría de la población.

Sin embargo la lógica del capital desnuda un Estado que no es objetivo, sino que defiende los intereses de los sectores empresarios, al no garantizar las leyes que protejan a los sectores de menores recursos.Su resultado es la precarización de las redes sociales donde la cultura dominante sólo ofrece la ilusión del consumo. De esta manera la medicalización es la respuesta que permite sostener la fragmentación de las identidades individuales y colectivas. Para eliminar sus consecuencias no es suficiente con una condena moral ya que estas reproducen el modelo social y económico. Plantear su necesaria transformación requiere tener en cuenta que los sectores dominantes crean sus instrumentos de poder, de civilización y de cultura, así como los medios para realizarlos. De allí la importancia de la fuerza del colectivo social para permitir formas organizativas que generen comunidad.

Es decir, como plantea Spinoza, no es solamente el afán desmedido de manipulación y dominio de un sector social el que genera el poder. También podemos observar en muchos otros un afán de servidumbre, una impotencia que los lleva a esperar sus alegrías y felicidad de supuestos poderosos: creer en la salvación que le propone la cultura de consumo. Los seres humanos sufren la servidumbre de sus pasiones tristes que disminuyen su propia potencia. En esta perspectiva el camino ético -según Spinoza- no es una supresión de las pasiones sino enfrentar las pasiones tristes (la depresión, la melancolía, el odio) con la fuerza de las pasiones alegres (el amor, la solidaridad, etc.). Por ello la importancia de una política liberadora que tenga en cuenta las pasiones. Una política basada en una razón apasionada que se transforme en una guía para la acción potenciando la fuerza del colectivo social contra el poder que la limita. Es decir, una política que permita reconstruir los lazos de solidaridad necesarios para hacer habitable nuestras ciudades.

notas:
· Virilio, Paul, Ciudad pánico. El afuera comienza aquí, libros del Zorzal, Buenos Aires, 2006.Si bien no coincidimos con su posición postmoderna describe con cierta elocuencia las problemáticas que atraviesan las grandes ciudades en el mundo. Aunque en una característica típica de un pensador eurocéntrico confunde los problemas que atraviesa la Argentina con las favelas de Brasil (pág. 102).
· “… el yo es el resultado de elecciones de objeto que llevan a identificaciones que permiten soportar la emergencia de lo pulsional. Este yo-soporte se constituye como garantía del proceso de estructuración-desestructuración del interjuego entre las pulsiones de vida y de muerte. Por ello, en el caso de una estasis pulsional, el yo desaparece en su función soporte al quedar atravesado por los efectos de la pulsión de muerte. En este sentido, el necesario trabajo con el yo permite que el sujeto se encuentre con su ‘potencia de ser’ para posibilitar un revestimiento narcisista del yo en una identificación sostenida en un proyecto como ideal del yo.” Carpintero, Enrique, “El Yo- soporte. La clínica en el trabajo con lo negativo”, revista Dialogantes, Buenos Aires, 2002.
· Bodei, Remo, Destinos personales. La era de la colonización de las conciencias, El Cuerno de Plata, Buenos Aires, 2006.
· Sobre este tema se puede consultar “Medicina Familiar y Comunitaria”en http://e-medicinafamiliar.org
· Ver “Salud para Tod@s. Blog de información y opinión sobre Salud en Argentina y en el mundo”, http://www.saludargentina.info
· Diario La Nación, 7 y 8 de enero de 2007.
· Diario Página/12, suplemento CASH, 26 de noviembre de 2006.
· Sobre este tema leer Pavlovsky, Federico, “La tentación: vicisitudes de un psiquiatra”, revista Topía, N° 47, agosto de 2006. También “Medicamentos, médicos y laboratorios: una cuestión del campo de la Salud Mental”, Gustavo Lipovetzky, José C. Escudero y Diana Kordon, revista Topía, N° 48, noviembre de 2006.
· Leer en este número, Janin, Beatriz “La medicalización de la infancia”.
· Para un crítica más desarrollada del DSM IV ver Roudinesco, Élizabeth, ¿Por qué el psicoanálisis?, editorial Paidós, Buenos Aires, 2000. El paciente, el terapeuta y el Estado, editorial Siglo Veintiuno Argentina, Buenos Aires, 2004.
· Esta situación es una tendencia mundial. Para ver lo que ocurre en Francia se puede leer Coupechoux, Patrick, “Hasta la locura es sospechosa. La psiquiatría arrastrada por la tormenta securitaria”, Le Monde Diplomatique, julio de 2006. Sobre un desarrollo de este tema en nuestro país leer Vainer, Alejandro, “La contrarreforma psiquiátrica”, revista Topía, N° 47, agosto de 2006.
· Barraco, Angel, Kazi, Gregorio, Vainer, Alejandro y Carpintero Enrique, “Desmanicomializar. Pasado y presente de los manicomios”, en este mismo número.
· Leer Vainer, Alejandro, “La contrarreforma psiquiátrica”, revista Topía N° 47, agosto de 2006.
· Carpintero, Enrique, La alegría de lo necesario. Las pasiones y el poder en Spinoza y Freud, editorial Topía, segunda edición corregida y aumentada, marzo de 2007.

fuente http://www.topia.com.ar/articulos/la-medicalizaci%C3%B3n-de-la-vida-cotidiana

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