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Máquinas radicales contra el tecnoimperio. De la utopía a la red
Por (reenvio) Matteo Pasquinelli - Tuesday, Oct. 14, 2014 at 3:44 AM

Berlin - Bologna, Febrero 2004 / "Cada uno de nosotros es una máquina del real, cada uno de nosotros es una máquina constructiva." Toni Negri

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"Las máquinas técnicas no funcionan, evidentemente, más que con la condición de no estar estropeadas. Las máquinas deseantes, por el contrario, al funcionar no cesan de estropearse, no funcionan más que estropeadas. El arte a menudo utiliza esta propiedad creando verdaderos fantasmas de grupo que cortocircuitan la producción social con una producción deseante, e introducen una función de desarreglo en la reproducción de máquinas técnicas." Gilles Deleuze, Félix Guattari, El Anti-Edipo

¿Qué es la cooperación(1) de los saberes? ¿Cómo funciona la economía del conocimiento? ¿Dónde está el general intellect trabajando? Acérquense a un distribuidor de cigarrillos. La maquinita que ven es la encarnación de un saber científico en dispositivos hardware y software, generaciones de ingeniería estratificadas al uso del comerciante: gestiona automáticamente los flujos de dinero y mercancías, sustituye al ser humano con una interfaz user-friendly, defiende la propiedad privada, funciona gracias a una mínima rutina de control y abastecimiento. ¿Dónde ha terminado el tabaquero?

A veces disfruta de su tiempo libre. Otras veces es suplantado por la sociedad que posee la cadena de distribuidores. En su lugar es entendible encontrar a un técnico. Lejos de querer imitar el Fragmento sobre las máquinas de Marx con un Fragmento sobre los distribuidores de cigarrillos, este ejemplo anti–saludable muestra que las teorías del postfordismo cobraron vida en torno a nosotros. Y que las máquinas materiales o abstractas constituidas por la inteligencia colectiva están concatenadas orgánicamente a los flujos de la economía y de nuestras necesidades.

Se habla de general intellect, pero deberíamos hablar en plural. Las formas de la inteligencia colectiva son múltiples. algunas pueden devenir formas totalitarias de control, como la ideología militar–administrativa de los neocons de Bush o del imperio Microsoft. Otras todavía se encarnan en las burocracias socialdemócratas, en los aparatos de control policiales, en la matemática de los especuladores de bolsa, en la arquitectura de la ciudad (paseamos cada día entre concreciones de inteligencia colectiva). En las disutopías de 2001 Odisea en el espacio y Matrix, el cerebro de las máquinas evoluciona en autoconciencia hasta desembarazarse de los seres humanos. Las inteligencias colectivas “buenas”, sin embargo, producen redes internacionales de cooperación como las redes [network] del movimiento global, de los trabajadores precarios, de los desarrolladores de free software, del mediactivismo, producen la cooperación de los saberes en las universidades, las licencias abiertas Creative Commons y hasta proyectos urbanísticos participativos, narraciones e imaginarios de liberación.

Desde una perspectiva geopolítica, podríamos figurarnos en una de las paranoias de ciencia ficción de Philip Dick: el mundo está dominado por una sola Inteligencia, pero a su interior se asiste a la guerra entre dos Organizaciones de general intellect contrapuestas y entrelazadas.

Habituados a las tradicionales formas representativas del movimiento global no aprehendemos los nuevos conflictos productivos, preocupados mucho más por la guerra no nos damos cuenta de la centralidad del combate. Siguiendo a Manuel Castells, definimos el movimiento como una subjetividad resistencial que no termina de devenir proyectual. No nos damos cuenta de la lejanía del movimiento global del centro de la producción capitalista, del centro de la producción de lo real. Y parafraseando a Paolo Virno, decimos que hay ya demasiada política en las nuevas formas productivas para que la política de movimiento pueda gozar todavía de una autónoma dignidad.(2)

El ’77 (no sólo italiano, pensamos también en la temporada punk) ha sancionado el fin del paradigma “revolución” y su cambio por el del movimiento, abriendo los nuevos planos de conflicto de la comunicación, de los medios, de la producción de imaginario. En estos días estamos descubriendo que también el formato “movimiento” es pasible de ser superado. A favor, probablemente, del de red [network]. Tres tipos de acción que en el siglo XIX eran bien distintas –trabajo, política, arte– ahora están integradas en una misma actitud y son centrales en todo proceso productivo. Para trabajar, hacer política, producir imaginario hoy se necesitan competencias híbridas. Esto no significa sólo que todos seamos trabajadores–artistas–activistas, sino además que las figuras del militante y del artista están superadas y que tales competencias se forman en un espacio común que es la esfera del intelecto colectivo.

El general intellect es el patriarca de una familia de conceptos cada vez más numerosos y discutidos: economía del conocimiento, capitalismo cognitivo, inteligencia colectiva, intelectualidad de masa, trabajo inmaterial, cognitariado, sociedad de la información, clase creativa, cooperación de los saberes, postfordismo. En los últimos años el léxico político se ha enriquecido con instrumentos emparentados entre sí a los cuales les damos vueltas preguntándonos para qué sirven exactamente. Por simplicidad damos razón sólo a los términos herederos de un acercamiento iluminador, angélico, casi neognóstico. La realidad es mucho más compleja y esperamos que nuevas formas reivindiquen el rol que al interior de la misma arena le pertenece al deseo, al cuerpo, a la estética, a lo biopolítico. Y recordamos además la disputa trabajadores cognitivos vs. precarios, dos caras de la misma moneda que los precogs de Chainworkers sintetizan diciendo que “los primeros son networkers, los segundos networked; los primeros brainworkers, los segundos chainworkers; los primeros seducidos y abandonados por las empresas y mercados financieros, los segundos atropellados y flexibilizados por los flujos apátridas del capital global”.(3)

El punto es que estaríamos a la búsqueda de un nuevo actor colectivo y de un nuevo punto de aplicación de la oxidada clase revolucionaria. El suceso del concepto de multitud repercute también en la actual desorientación. El pensamiento crítico busca continuamente forjar el actor colectivo que encarnaría el espíritu de los tiempos y la historia se recorre nuevamente reconstruyendo las formas subterráneas a cada paradigma de acción política: el actor social más o menos colectivo, la organización más o menos vertical, el fin más o menos utópico. Proletariado y multitud, partido y movimiento, revolución y autoorganización. Hoy se imagina que el actor colectivo sería el general intellect (o como quieran llamarlo), su forma la red, su objetivo la constitución de un plano de autonomía y autopoiesis, su campo de acción el capitalismo cognitivo espectacular biopolítico…

Aquí no hablamos de multitud, porque el concepto es al mismo tiempo demasiado noble e inflacionado, heredero de siglos de filosofía y esquivado demasiado frecuentemente por los megáfonos de las cortes. El concepto de multitud ha sido más útil como exorcismo de las pretensiones identitarias del movimiento global que como instrumento constructivo. La pars costruens le tocará al general intellect: cuando filósofos como Paolo Virno deben reencontrar el terreno común, el actor colectivo perdido, reconstruyen la Inteligencia Colectiva o la Cooperación como propiedad emergente y constitutiva de la multitud.

En otra fábula paranoica, imaginemos que la tecnología fuese la última heredera de una saga de actores colectivos generados por la historia como una muñeca matryoshka: religión – teología– filosofía – ciencia –tecnología. Para decir que en las tecnologías de la información y de la inteligencia se estratifica la historia del pensamiento, incluso si de la saga recordamos sólo el último episodio, o sea la red que encarna los sueños de la generación política precedente.

¿Cómo se ha llegado a todo esto? Estaríamos en el punto de convergencia de diferentes planos históricos. La herencia de las vanguardias históricas de la síntesis entre estética y política. Las luchas del ’68 y del ’77 que abren nuevos planos de conflicto fuera de las fábricas y dentro del imaginario y la comunicación. La hipertrofia de la sociedad del espectáculo y de la economía del logo. La transformación del trabajo asalariado fordista en trabajo autónomo precario postfordista. La revolución informática y el advenimiento de Internet, de la net economy y de la network society. La utopía secularizada en tecnología. El más alto ejercicio de representación que deviene producción molecular.

Hay quien percibe el momento actual como una vivaz red [network] mundial, otros como una nebulosa indistintas, otros como una nueva forma de la explotación, otros como oportunidad. Hoy la densidad alcanza la masa crítica, forma una clase radical global en la intersección de los planos del activismo, la comunicación, el arte, las tecnologías de red, la investigación independiente. ¿Qué cosa significa ser productivos y proyectuales, abandonar la mera representación del conflicto y las formas representativas de la política?

Hay una metáfora hegemónica difundida en el debate político, en el mundo del arte, en la filosofía, en la crítica de los medios, en la cultura de red: el free software. Lo vemos citado al final de toda intervención que formule el problema de qué hacer (pero también en artículos de marketing estratégico…), mientras la metáfora gemela open source contamina cada disciplina: arquitectura open source, literatura open source, democracia open source, ciudad open source… Los software son máquinas inmateriales. La metáfora free software es incluso demasiado fácil por su inmaterialidad, que frecuentemente no consigue tener roce con el mundo real. Aunque sepamos que es una cosa buena y justa, polémicamente nos preguntamos: ¿Qué cambiará cuando todas las computadoras del mundo corran con free software? El aspecto más interesante del modelo free software es la inmensa red de cooperación que se ha creado entre programadores a escala mundial, ¿pero qué otros ejemplos concretos podríamos tomar para proponer nuevas formas de acción en el mundo real y no tan sólo en el reino de lo digital?

En los años ’70 Deleuze y Guattari tenían la intuición de lo maquínico, introyección/imitación de la forma productiva industrial. Finalmente un materialismo hidráulico que hablaba de máquinas deseantes, revolucionarias, célibes, de guerra y no de representaciones e ideologías. Deleuze y Guattari sacaron la máquina de la fábrica, ahora nos toca a nosotros sacarla fuera de la red e imaginar la generación post–Internet.(4)

El trabajo cognitivo produce máquinas, máquinas de todo tipo, no sólo software: máquinas electrónicas, máquinas narrativas, máquinas publicitarias, máquinas mediáticas, máquinas actorales, máquinas psíquicas, máquinas sociales, máquinas libidinales. En el siglo XIX la definición de máquina indicaba un dispositivo para la transformación de energía. En el XX la máquina de Turing –en la base de cada computadora– comienza a interpretar la información en forma de secuencias, de 0 y 1. Para Deleuze y Guattari en cambio la máquina deseante produce cortes, compone flujos y sin duda produce lo real. Hoy por máquina entendemos la forma elemental del general intellect, cada nodo de la red [network] de la inteligencia colectiva, cada dispositivo material o inmaterial que concatena orgánicamente los flujos de la economía y de nuestros deseos.

A un nivel superior, la red misma se puede considerar una mega–máquina ensamblada en otras máquinas, e incluso la multitud deviene maquínica, como escriben Hardt y Negri en Imperio: “La multitud no usa sólo las máquinas para producir, sino ella misma deviene, contemporáneamente, cada vez más maquínica. Del mismo modo, los medios de producción están cada vez más integrados en las mentes y en los cuerpos de la multitud. En tal contexto, reapropiación significa libre acceso y control del conocimiento, de la información, de la comunicación y de los afectos, en cuanto medios primarios de la producción biopolítica. El simple hecho de que estas máquinas productivas hayan sido integradas en la multitud no significa que esta última esté en condiciones de controlarlas; al contrario, todo esto vuelve a la alienación mucho más odiosa y viciada. El derecho a la reapropiación es el derecho de la multitud al autocontrol y a una autónoma autoproducción”.(5)

Con otras palabras se ha dicho que en el postfordismo la fábrica ha salido de la fábrica, que la sociedad toda ha devenido fábrica. Una multitud ya maquínica sugiere que la caída del actual sistema de producción en un plano de autonomía sería posible gracias a un golpe en los riñones, desconectando la multitud del comando del capital. Pero la operación no es del todo fácil en los términos del tradicional lema “reapropiémonos de los medios de producción”. ¿Por qué? Si bien es verdad que hoy el principal instrumento de trabajo es el cerebro y que por consiguiente los trabajadores podrían inmediatamente reapropiarse del medio de producción, es también verdad que también el control y la explotación de la sociedad han devenido inmateriales, cognitivos, reticulares. No sólo se ha acrecentado el general intellect de las multitudes, sino también el del imperio. Los trabajadores armados con sus computadoras podrían reapropiarse de los medios de producción, pero puesta la nariz fuera de la desktop se encontrarían frente a un Godzilla que no habían previsto, el Godzilla del general intellect enemigo.

Las meta–máquinas sociales/ estatales/ económicas a las cuales nosotros, seres humanos, estamos conectados como prótesis, están dominadas por automatismos conscientes e inconscientes. Las meta máquinas están gestionadas por un particular tipo de trabajo cognitivo que es el trabajo político/ administrativo/ gerencial, que proyecta/ organiza/ controla sobre una vasta escala, una forma de general intellect que no habíamos nunca considerado, cuyo príncipe es una figura que pisa la escena en la segunda mitad del siglo XX: el gerente [manager]. Como recuerda Bifo citando a Orwell en su ensayo Il totalitarismo tecno-manageriale da Burnham a Bush, en el mundo post–democrático (o si se prefiere, en el imperio) son los gerentes [manager] los que han asumido el comando: “El capitalismo está desapareciendo pero el socialismo no lo sustituye.

Lo que están naciendo es un nuevo tipo de sociedad planificada y centralizada que no será ni capitalista ni democrática. Los gobernantes serán aquellos que controlan efectivamente los medios de producción, esto es los ejecutivos, los técnicos, los burócratas y los militares, unidos bajo la categoría de “gerentes” [“managers”]. Ellos eliminarán a la vieja clase propietaria, aplastarán a la clase obrera, y organizarán la sociedad de modo de mantener en sus manos el privilegio económico. Los derechos de propiedad privada serán abolidos pero no será por esto establecida la propiedad común. No tendremos más pequeños estados independientes, sino grandes super–estados concentrados en torno a los centros industriales en Europa, Asia y América, y estos super–estados combatirán entre sí. Estas sociedades serán fuertemente jerárquicas con una aristocracia del talento en el vértice y una masa de semi–esclavos en la base”. (George Orwell, Second Thoughts on James Burnham, 1946).(6)

Hemos citado al inicio las dos inteligencias que se enfrentarán en el mundo y las formas en las que se manifiestan. La multitud funciona como una máquina porque está disminuida en un esquema, en un software social, pensado para la explotación de sus energías y de sus ideas. Esto es, los tecnogerentes [tecnomanagers] (públicos/ privados/ militares) son aquellos que, inconscientemente o no, proyectan y controlan máquinas hechas de seres humanos ensamblados unos con otros. El general intellect genera monstruos.

Comparada con la penetrabilidad del tecnomanagement neoliberal, la inteligencia del movimiento global es poquísima cosa. ¿Qué hacer? Es necesario tanto inventar máquinas virtuosas revolucionarias radicales para colocar en los puntos nodales de la red [network], como enfrentarse al general intellect que administra las meta–máquinas imperiales. Y antes de comenzar, tomar conciencia de la densidad de “inteligencia” que se condensa en cada mercancía, organización, mensaje, medio, en cada máquina de la sociedad postmoderna.

Don’t hate the machine, be the machine. ¿Cómo transformar la cooperación de los saberes y de los conocimientos, de los instrumentos y de los espacios en nuevas máquinas productivas radicales revolucionarias, más allá del superescuchado free software? Es el mismo desafío que en un tiempo se pronunciaba: reapropiarse de los medios de producción. ¿La clase radical global conseguirá inventar máquinas sociales que sepan desafiar al capital y funcionar como planos de autonomía y autopoiesis? ¿Máquinas radicales que sepan afrontar la inteligencia tecnogerencial y las meta–máquinas imperiales dispuestas en torno nuestro? El match multitudes contra el imperio deviene el match máquinas radicales contra tecnomonstruos imperiales. ¿Desde dónde comenzar a construir estas máquinas?

notas:
1) Condivisione, de “condividere”, “compartir”, no tiene una traducción demasiado feliz en castellano (“compartición”) –pudiendo connotar, según el caso, “el compartir”, “participación”, “puesta en común” o bien, como creemos es más correcto en este texto, “cooperación” [N.d.T.].
2) Paolo Virno, Gramática de la multitud, Colihue, Buenos Aires 2003; ed. orig. Grammatica della moltitudine, Derive Approdi, Roma 2002. [existe una traducción alternativa de Eduardo Sadier, revisada y corregida por el autor, Buenos Aires 2002, N.d.T.].
3) Chainworkers, Il precognitariato. L'europrecariato si è sollevato, 2003, publicado en http://www.rekombinant.org/article.php?sid=2184. Ver también http://www.chainworkers.org e http://www.inventati.org/mailman/listinfo/precog.
4) Gilles Deleuze, Felix Guattari, El AntiEdipo, Barral/Corregidor, Barcelona 1973; ed. orig. L'anti-Oedipe, Les Éditions De Minuit, París 1972.
5) Michael Hardt, Antonio Negri, Imperio, Paidós, Buenos Aires 2002; ed. orig. Empire, Harvard University Press, Cambridge MA 2000. [existe traducción alternativa de Eduardo Sadier, Buenos Aires 2001, N.d.T.].
6) Franco "Bifo" Berardi, Il totalitarismo tecno-manageriale da Burnham a Bush, 2004, publicado en http://www.rekombinant.org/article.php?sid=2241.

Web + PDF: http://www.rekombinant.org/article.php?sid=2301
Traducción: Emilio Sadier. Buenos Aires, Argentina. Marzo 2004.

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