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Marcelo Valko, investigador y psicólogo: "El dominador socializa la culpa"
Por Daniel Enzetti / Tiempo Argentino - Monday, Nov. 24, 2014 at 12:05 AM

Decodifica los mensajes políticos detrás de los homenajes en forma de estatua. El paradigmático caso de Roca y una firme pelea al imaginario de las clases dominantes.

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Por una invitación de Ediciones Sudestada, proyecto autogestivo que edita una revista de análisis político, sube a la web trabajos de investigación y publica colecciones literarias, recopiló en un libro la experiencia iniciada hace un tiempo por el escritor Osvaldo Bayer, cuando propuso quitar del centro porteño la estatua gigante de Julio Argentino Roca, la más grande de la ciudad. Pero Desmonumentar a Roca es mucho más que eso. En el trabajo, Marcelo Valko se mete con el imaginario que las clases dominantes impusieron para moldear una cultura criolla, a partir del genocidio de las campañas al desierto. Y lo hace describiendo los buenos deberes de los "escribas de la élite", que supieron imponer "una" Argentina a partir de sembrar moles de cemento con sus héroes, regalarles nombres de avenidas y dibujarlos en Billiken y Anteojito. "Nada es más peligroso que una estatua, en su aparente inmovilidad", dice Valko. Y agrega: "La gente no repara en eso, piensa que es algo que está ahí, para decorar el ambiente y servir de descanso a las palomas. Una estatua es modélica, te dice quién fue premiado y quién la mira desde abajo. Y los que la miran desde abajo somos nosotros."
A partir de que Osvaldo pateó el tablero, son 36 las calles y plazas de todo el territorio nacional que ya no tienen el apellido del genocida en sus carteles. Roca fue remplazado por Eva Perón en billetes de 100 pesos, y son varios los proyectos legislativos comunales y provinciales que esperan su aprobación para desterrarlo de distintos lugares. Un símbolo, que la derecha minimizó etiquetándola de "cruzada romántica". Y a lo que Valko responde: "No nos interesa solamente bajar una estatua, sino lo que cambia con el cambio. Hay que volver al país de Mayo, para entender qué quisieron nuestros verdaderos revolucionarios, y no dejar que nos sigan mostrando el 25 como una plaza lluviosa, con mazamorreras y jóvenes repartiendo escarapelas."

–¿La estatuaria es una herramienta de dominación?
–Por supuesto, y extremadamente efectiva. La elite que tejió la historia oficial hizo un país chiquito, mezquino y egoísta, mirando al puerto de Buenos Aires y dando la espalda al interior. Y sus estatuas actuaron como mojones sembrados en la geografía, para adoctrinar. Roca fue el mejor ejemplo de eso, que dicho sea de paso, no se detuvo en el genocidio de indios. No olvidemos que Miguel Cané, su ministro del Interior, fue el autor de la Ley 4144, la más represiva contra la clase trabajadora en toda la historia del movimiento obrero.
–¿Tiene el monumento más grande de la ciudad?
–No sólo eso: lo "honraron" con mayor cantidad de estatuas, calles y canteros que San Martín y Belgrano juntos. Esa mole que hoy vemos a metros de la Plaza de Mayo, donde la figura de Belgrano es humildemente de tamaño natural, fue ideada en la década del '30 por su hijo Julito Roca, que premió a un amigo del poder, Zorrilla de San Martín, para construirla, gracias a cederle 400 mil pesos oro. Dinero que por supuesto no era de él, sino del pueblo. Fijate qué manera de premiar al responsable de lucrar con 41 millones de hectáreas robadas a los indios, repartidas a sus amigos o condenadas al latifundio improductivo.
–En su investigación, usted sostiene que las estatuas prohíben el sufrimiento de las víctimas.
–Porque su presencia, imponente, invisibiliza a esas víctimas, tapa a los masacrados, los esconde. Por eso fue tan importante la iniciativa de Bayer, a quien acompañamos con mucho orgullo, de quitar a Roca de donde está y remplazarlo por un monumento a la mujer originaria. Osvaldo, una persona extremadamente íntegra y humilde, hirió a Roca de muerte. Lo cuestiona por cruel y por genocida.
–¿Es también una manera de cuestionar a la sociedad, que permitió que esas imágenes permanecieran en el tiempo?
–No, porque eso hacía la dictadura: socializaba la culpa. No somos culpables de los textos que nos mostraban cuando estudiábamos. El dominador quiere socializar la culpa porque eso es una comida totémica, en donde "todos" participan del homicidio primigenio. Osvaldo no es así. No duda en apuntar al criminal, con nombre y apellido. Roca es una imagen, que como muchas imágenes, muestran la dialéctica del amo y el esclavo. Por eso hay que bajarlas, y ocupar esos lugares con los que realmente se lo merecen.
–El libro también habla de la manera en que hasta la muerte fue elegida por aquella élite para moldear esa simbología...
–Claro, porque como dicen los alquimistas, "así como es arriba, es abajo". Y nosotros podríamos decir que "así como en la vida, también en la muerte". Hay muertes de pobres y muertes de ricos. Las de los pobres son muertes feas, se esconden con paredones altísimos, como los del cementerio de Chacarita. En cambio, con las muertes de los ricos se hacen visitas guiadas a los mármoles de la Recoleta. O se las rodea de jardines parquizados. «

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