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Un fantasma recorre Argentina… La rebelión popular de 2001
Por Juventud Guevarista Rosario -
Saturday, Dec. 20, 2014 at 8:21 PM
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“Nuestras clases dominantes han procurado siempre que los trabajadores no tengan historia, no tengan doctrina, no tengan héroes ni mártires. Cada lucha debe empezar de nuevo, separada de las luchas anteriores: la experiencia colectiva se pierde, las lecciones se olvidan. La historia parece así como propiedad privada cuyos dueños son los dueños de todas las cosas.” Rodolfo Walsh
“Néstor siempre ha dicho que en caso de tener una alternativa de derecha, porque la sociedad se vuelca hacia un proceso de derechización, lo importante es que el propio Frente Para la Victoria también tenga un candidato de derecha. Ese es el rol que viene a cumplir Scioli.” Emilio López Muntaner, senador por la provincia de Buenos Aires por el FPV
La condena de la “década del ‘90” es
uno de los ejes en que se apoya la propaganda kirchnerista. Su polémica
con aquella década en que el menemismo gobernó al servicio del “capital
financiero”, en que se privatizaron y se destruyeron las empresas del
Estado bajo un gobierno peronista (conquistas que el propio peronismo
había concedido a los trabajadores décadas atrás), es uno de los puntos
fuertes del “relato” épico en el que la abolición de la nefasta “década
menemista” se presenta como un mérito de Néstor y Cristina. En el relato
oficial, la década del ´90 fue un período oscuro, en que nadie se opuso
a Menem, hasta que la cosa explotó de la nada, y vino el matrimonio
patagónico a ordenar el caos y sacarnos del abismo.
Por empezar, que Néstor y Cristina hayan apoyado al menemismo no
significa que nadie se haya opuesto. El menemismo recién pudo
consolidarse después de la derrota de las colosales huelgas de
principios de la década del ´90 (telefónicos, ACINDAR, SOMISA, HIPASAM,
ferroviarios, la huelga general de estatales de marzo del ´90),
apoyándose en la división de la CGT y en la traición del grueso de los
burócratas. En realidad, el “anti menemismo” de Néstor y Cristina fue
bien tardío, y se empezó a notar cuando la senadora marcó algunas
diferencias respecto a algunas leyes, a finales de la década, cuando el
barco se empezaba a hundir… Mientras tanto florecía el movimiento
piquetero y la CGT reunificada volvía a parar, obligada por la crisis,
el hambre y el salto monstruoso de la desocupación que la política
económica de Menem y Cavallo habían provocado. Comenzaban a gestarse así
dos caminos contradictorios de salida a la crisis política y económica:
uno, el de la conspiración burguesa liderada por Duhalde; el otro, el
de la rebelión popular.
Basta recordar que Néstor Kirchner fue ungido presidente con la
bendición política de Duhalde para saber por cuál de los caminos de
salida transitó el matrimonio patagónico la salida a la crisis del plan
menemista y la alianza. Kirchner fue una pieza de la conspiración
burguesa apoyada en la Liga de Gobernadores, que elevó al poder a
Duhalde.
Pero la conspiración burguesa fue sobrepasada por la rebelión del 20 de
diciembre, que no sabía lo que quería pero si lo que no quería. La
rebelión no contó con una herramienta política que abriera el camino al
poder al pueblo trabajador, pero si fue capaz de imponer ciertas
condiciones de las que no podía escaparse el nuevo gobierno.
La Rebelión del 19 y 20
La crónica de los hechos decisivos puede
resumirse del siguiente modo: los saqueos enrarecen el clima social y
colocan al gobierno en una situación insostenible. La ola de saqueos va
mucho más allá de lo que esperaban los que la estimularon, hay muertos
por la represión y las capas medias advierten que, más allá de las
provocaciones, el motor real es el hambre. Hay que tener en cuenta que
se trataba de una clase media en crisis, proletarizada por la ruina del
comercio, la pequeña producción y las profesiones liberales. El gobierno
respondió con el estado de sitio y se produjo, como respuesta, lo que
es el hecho clave de los acontecimientos: las capas medias de la capital
ocupan el Congreso y la Plaza de Mayo. La importancia del cacerolazo es
muy grande, porque representó el desacuerdo con la instauración del
estado de sitio como respuesta al hambre de millones de compatriotas. Su
verdadero mensaje fue “nos negamos a creer que la solución sea la
represión”. Y sin el consenso general de las capas medias no hay
represión que pueda sostenerse en el tiempo. El control de la Plaza de
Mayo pasó a ser decisivo para la supervivencia del gobierno. De la Rúa
podría haber renunciado en la madrugada del 20, en la medida en que el
cacerolazo significaba un plebiscito de su gobierno. Pero sabía que
seguir en el poder dependía de alejar de la Plaza de Mayo al pueblo. De
aquí la represión de la madrugada a la manifestación pacífica en Plaza
de Mayo y el Congreso.
El cacerolazo proporcionó la base política para una acción más resuelta.
En la mañana del 20, franjas más plebeyas y audaces de la población,
apoyándose conscientemente o no en el veredicto popular de la madrugada,
intentaron ocupar la Plaza. La represión salvaje no fue irracional: era
el único medio que tenía el gobierno para sobrevivir. Alrededor de las 5
de la tarde, y cuando estaba claro que las balas de goma y los gases no
alcanzaban para desalojar a los manifestantes, el gobierno recurrió al
último recurso: el asesinato. Los asesinatos en la capital fueron más o
menos a la misma hora y (aunque no sabemos si fue así en todos los
casos), con disparos en la cabeza o el pecho. Pero la manifestación no
se disolvió. De la Rúa tuvo que renunciar. Su dictadura había durado
menos de 24 horas.
La rebelión popular fue el corolario de un proceso de luchas obreras y
populares que sacudieron todo el período de gobierno de De la Rúa. No
hay que olvidar, en primer lugar, la importancia de las siete huelgas
generales de la CGT. A eso hay que sumar las luchas del movimiento
piquetero y, específicamente en el 2001, las huelgas docentes, los
conflictos parciales pero contundentes de Zanón, EMFER, Río Turbio,
Ferroexpreso Pampeano, huelgas de municipales y camioneros, etc.
Sin embargo, el movimiento obrero organizado estuvo ausente en los
hechos del 19 y 20. ¿Cuáles fueron entonces, los grupos sociales que
intervinieron en las luchas del 19 y 20? En primer lugar, la clase
obrera desocupada y, luego, las capas medias. Hay que destacar una
masiva presencia de jóvenes, trabajadores y desocupados, de la que los
motoqueros fueron la expresión más cabal y elevada, aportando
organización y disciplina ante la dura represión.
¿Por qué no estuvo la CGT en las jornadas del 19 y 20? Porque Moyano era
parte de la conspiración con Duhalde, apostando a un recambio y salida
más “ordenada” de De la Rúa. Pero la rebelión y la energía desatada en
la calle por el pueblo rebalsaban y atemorizaban a la burocracia
sindical y a toda la burguesía que conspiraba, imponiendo las
condiciones que marcarían la década por venir.
Las imágenes del nuevo presidente Rodríguez Saá declarando el no pago de
la deuda externa y recibiendo a las Madres de Plaza de Mayo son una
prueba de las condiciones que impuso la Rebelión, condiciones de las
cuales no podrían sustraerse en adelante los gobiernos burgueses.
Néstor Kirchner: el elegido
El inestable Rodríguez Saá fue vetado por
la liga de gobernadores a la semana de asumir. Con la asunción de
Duhalde, jefe de la conspiración, llegarán las medidas fundamentales del
nuevo modelo: el fin de la convertibilidad que permitió una
recuperación de la economía y un crecimiento del empleo, las primeras
retenciones, y la economía reorientada en interés del gran capital
nacional.
Ser un gobernador poco conocido a nivel nacional, y por lo tanto menos
“quemado” con el menemismo (a pesar de que hasta el año 2000
públicamente apoyaba y reivindicaba a Domingo Cavallo para le jefatura
de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires), fue la condición que tuvo en
cuenta Duhalde para elegir a Néstor Kirchner como candidato que pudiera
esquivar en alguna medida, en las elecciones presidenciales de 2003, el
rótulo de menemista y la exigencia popular de “qué se vayan todos”.
El creciente caudal de luchas sociales y participación política de fines
de los ’90, dio un gran salto con la Rebelión. Cómo respuesta, la audaz
política de derechos humanos que impulsó Néstor le sirvió para cubrir
dos grandes objetivos de un tiro: por un lado despegarse de Duhalde
(odiado por la movilización popular y siempre agazapado conspirando), y
por otro construir una base social propia (había ganado las elecciones
con solo el 22% de los votos) encausando así para la recomposición del
sistema y las instituciones esa energía desatada por el pueblo,
desarticulando un “peligroso” caldo de cultivo que podía gestar una
alternativa más radicalizada y hasta revolucionaria en el mediano plazo.
Recordemos que el periódico de las Madres (con el peso y referencia
social que ya tenían) reivindicaba la lucha por el socialismo, y que el
principal partido de la burguesía en nuestro país, el Partido
Justicialista, carente de representatividad, vivía una intensa crisis
interna que parecía terminal.
Si recordamos la masiva participación de la juventud en las jornadas del
19 y 20 de diciembre y en los seis meses posteriores, tenemos un
panorama de aquellos hechos que tiran por tierra el relato kirchnerista
que fue gracias a su gestión que la juventud irrumpió en la vida
política. Por el contrario, la política oficialista puso especial
esfuerzo en quitar el protagonismo a la movilización popular y en
especial de esa juventud.
Maniobrando sobre los efectos de la rebelión, con concesiones al
movimiento piquetero destinadas a dividirlo y neutralizarlo, la política
económica fue, en gran medida, una continuidad de la iniciada por la
dupla Duhalde-Lavagna (apoyado en grupos como Techint y Clarín
capitaneado por Magneto) hasta el conflicto del campo en 2008, cuándo,
dispuesto a avanzar con un capitalismo más desarrollista chocó con los
grupos que hasta entonces lo habían sostenido.
La derrota frente a las entidades ruralistas se produjo por la falta de
claridad acerca de sus objetivos y por su trabajada desmovilización
popular. La necesidad de recomponerse políticamente fue la que marcó el
momento de mayor radicalización del kirchnerismo con la estatización de
las AFJP, la Ley de Medios, la Asignación Universal, etc. La crisis
económica mundial le puso límites a esa política progresista, que
comenzó a ser sustituida por la de “sintonía fina” con la intención de
eliminar los subsidios, pero la tragedia de once y el fantasma de la
Rebelión dejaron a mitad de camino esa intencionalidad.
Ese carácter contradictorio marcará toda la política posterior, signada
por la necesidad de aplicar el ajuste y retornar a los mercados,
contenida o moderada por el fantasma de la Rebelión Popular. El debate
actual entre oficialismo y oposición, es decir entre los distintos
representantes de la burguesía, es con qué métodos lo llevarán adelante,
hasta donde se puede llegar con el ajuste, que profundidad tolerará el
pueblo, y quién es el más idóneo para implementarlo. El gobierno
comprende esta contradicción, y mientras avanza en el proceso de retorno
a los mercados, prepara el terreno en cuanto a medidas y leyes
represivas que aplicará otro gobierno sin Cristina Fernández en la Casa
Rosada. Con más o menos conciencia todos los capitalistas advierten que
el límite a la explotación viene trazado por la posible corporización
del fantasma de la Rebelión popular del 2001.
Los trabajadores y el pueblo
La rebelión del 2001 no logró superar la
barrera del “que se vayan todos” para poner un verdadero gobierno de los
trabajadores y el pueblo, pero sí imponer nuevas condiciones más
favorables. Pero, como un segundo producto de la rebelión, han surgido o
se han desarrollado organizaciones políticas revolucionarias en todo el
país, que crecen y se consolidan como nuestra Juventud, el Frente por
la Unidad Guevarista, y la Unión del Pueblo, o como el FIT a nivel
electoral. El saldo en aprendizajes, experiencias y organización
política es muy importante. El reiterado fracaso de las opciones del
gran capital, hoy de la mano del kirchnerismo, debería abrir la
expectativa que otro sistema, liderado por los trabajadores, de las
soluciones que el pueblo necesita.
El presidente que resulte de las elecciones del año próximo, como
representante de conjunto de la burguesía, se verá obligado a avanzar
sobre las conquistas de la Rebelión, y esto abrirá un nuevo período de
luchas más elevadas (en este último tiempo hemos asistido a varias muy
importantes, en fábricas, entre los docentes, contra la mega minería y
el fracking, y otras).
Para la clase dominante se torna imprescindible desterrar la herencia
política de la Rebelión popular de 2001. Y para los trabajadores se hace
necesario que sus luchas converjan en una alternativa política que
evite su aislamiento, su derrota o la usurpación de sus efectos por la
clase dominante como desde el 2003 a esta parte. Una alternativa que sea
capaz de luchar por un cambio completo en el sistema, llevando por fin a
los trabajadores al poder.
Se hace más urgente, entonces, incorporarse y construir organizaciones
políticas revolucionarias, que se planteen el socialismo como
alternativa. En esa tarea estamos, ¡incorpórate!!
Juventud Guevarista de Argentina
20 de diciembre de 2014