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Alberto Buela: rebanadas de inepcia intelectual
Por Margarita Opus Dei - Thursday, Jan. 01, 2015 at 11:22 AM

Alberto Buela pasa por ser un filósofo, en realidad es un auténtico inepto y un activista neonazi.

Proseguimos con la tercera entrega del análisis del artículo de Buela sobre el disenso. Obsérvese el siguiente pasaje del abstract:

Nuestra propuesta del disenso como verdadera causa agente de la teoría crítica posmoderna, intenta abrir espacios al verdadero pluralismo social en el seno de un sistema democrático procedimental y por ende vaciado de contenido. Al consenso de los grandes partidos debemos agregar las múltiples y variadas "mesas de consenso social" patrocinadas por los grandes lobbies e instituciones de la sociedad civil, para que cambiando algo, nada cambie.

Como sabemos, la fuente de este texto está aquí:
http://www.redalyc.org/pdf/279/27992707.pdf

Buela "propone" una teoría del disenso, una alternativa a una supuesta "teoría del consenso". ¿A alguien se le ha ocurrido reflexionar un instante sobre la contradicción inherente a tamaña "propuesta" "filosófica"?

Contradictio in adjectio

Véase. Si, estando bajo los efectos del alcohol o las drogas, aceptásemos la ocurrencia de Buela, pondríamos de manifiesto inmediatamente, no un "disenso", sino... un consenso.
Con lo cual la teoría quedaría refutada de antemano en el acto mismo someterla a discusión.

Si, en cambio, fuésemos coherentes con la "teoría" (¿?) del disenso y disintiésemos de ella, tendríamos que reividicar, una vez más, el consenso frente al disenso.

La "teoría del consenso" como objeto de la crítica frente a la delirante "teoría del disenso", siempre gana. Sea C = consenso y D = disenso. Si C, entonces no-D, y si no-C, entonces no-D, luego, en cualquier caso, no-D. La teoría del disenso se anula a sí misma como teoría sin tener que dar una paso fuera del abstract. Toda teoría como tal apela a un consenso, es decir, a una pretensión de validez. Cuando una teoría desempeña ésas sus pretensiones, deviene verdadera y quedará consensuada. Si no, rechazada. La teoría del disenso tiene, pues, por definición, que ser necesariamente falsa en tanto que teoría.

Buela ni siquiera es capaz de entender algo tan básico como el concepto mismo de teoría y ya no digamos sus supuestos pragmático-trascendentales. Mucho antes de que Habermas convirtiérase en el mayor filósofo vivo, ya Husserl, el fenomenólogo judío maestro de Heidegger, plantó en sus Investigaciones lógicas (1900) la evidencia de que el significado mismo del término "teoría" es el que es. Al igual que el concepto de "círculo" excluye el concepto de "cuadrado" en su significado, una "teoría" del disenso, una teoría que pro-ponga la validez del "disenso como tal" frente al "consenso como tal", carece de sentido, es una contradictio in adjectio.

Jürgen Habermas, filósofo alemán de prestigio mundial.
Buela farfulla sobre una "verdadera causa agente de la teoría crítica", o sea, que pretende validez para su teoría. ¿Qué forma adoptará la admisión de la propuesta de Buela como "verdadera" sino el consenso de quienes virtualmente la compartiéramos (si no estuviésemos frente a una mamarrachada tabernaria)? ¿Y qué sería entonces de tal teoría en cuanto teoría del disenso? ¿O acaso créese Buela que, en la teoría de la acción comunicativa de Habermas, el "peso del mayor argumento" (Triftigkeit) no presupone un debate y un contraste de pareceres? Precisamente, esa libertad y simetría de todas las partes disintientes es el centro de la propuesta de Habermas. Para los que nos hemos molestado en leer el libro criticado por Buela, está claro que de aquélla surge en Habermas el tan traído y llevado consenso, no de la ciega imposición de los lobbies o cosas por el estilo.

La deshonestidad intelectual de Buela

La teoría de la acción comunicativa, como su nombre ya indica para los que saben leer al menos el título de la obra (no así Buela), establece las bases transcendentales y éticas de aquel diálogo en cuyo seno puede surgir un consenso legítimo. Legítimo =racional. De ahí que se caracterice a Habermas, con Apel, como promotor de la denominada ética dialógica = ética del diálogo. Buela ignoró, sin embargo, el libro de Habermas. Atacó a Habermas sin tener ni la más remota idea de aquéllo que Habermas exponía en su obra. Un proceder intelectualmente deshonesto pero típico de este farsante que es Buela. El "filósofo" de la Pampa denosta el "consenso" según le "suena" que implicaría un acuerdo de facto entre los poderes existentes, justamente aquéllo que Habermas rechaza.

Por si fuera poco, y hete aquí lo más grave del asunto, suponiendo que existiera en algún lugar un ejemplo de un consenso de facto, no dialógico, sino dogmático y autoritario, ése es el de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana, o sea, el de la fe, aquéllo tan "posmoderno" que Buela nos tiene preparado como solución de recambio al dominio de las "mesas de consenso social" (¿cuáles?) presuntamente fomentadas por Habermas.

Más absurdos

El Prof. Dr. Alberto Buela, en el colmo de la inepcia filosófica, añade a continuación lo siguiente: el sistema democrático es "procedimental y por ende vaciado de contenido". Desde luego, no se puede ser más inconsecuente, que en tales ejercicios ostenta Buela como poco el récord Guiness. En efecto: por una parte denuncia Buela el consenso tácito o acrítico existente, lo que es un lugar común, pero, por otra, protesta que ese consenso no existe, pues el sistema democrático está "vaciado de contenido". Y, ¿por qué? Porque la democracia sería ante todo procedimental. !Pues claro, señor Buela, ese procedimentalismo, si fuera genuino, constituiría la condición, el requisito de un verdadero pluralismo y, por ende, del logro de la verdad! Cuando, en lugar de ser procedimental, la democracia comporta ya un contenido ideológico metido, por decirlo así, de contrabando o por la puerta trasera en el debate, entonces desembocamos en la actual "falsa democracia" del capital. Si puede criticarse en algo la democracia liberal burguesa actual -y digo la realidad de esa democracia, no la propuesta crítica de Habermas a la misma- es precisamente porque no es suficientemente procedimental, porque hace trampa y nos impone un consenso de valores que no está sujeto a discusión. Habermas perora sobre la manipulación de las instituciones democráticas por parte de los famosos "poderes fácticos", un discurso poco original; Buela, nostálgico de la Edad Media, sueña empero día y noche con cambiar una imposición (la capitalista) por otra, la suya (eclesiástica); con inocularles, en suma, a esas mismas instituciones pseudo democráticas un "contenido" ideológico situado más allá de todo disenso: la teología católica. Pues no nos engañemos: el "disenso" bueliano es, en verdad, el retorno de la inquisición medieval.

Barcelona, 31 de diciembre de 2014

Entregas anteriores de la serie:

Alberto Buela ha batido un récord dificilmente superable en el ranking de la inepcia filosofal. El escrito que más famoso le hizo y le proyectó al estrellato (en el sentido de estrellarse contra una pared), a saber, la "Teoría del disenso" (1999) es un panfletillo de unas 15 páginas, dirigido contra Jürgen Habermas -algo que se reconoce expresamente en el abstract-, en las que no se detecta, pese a una exhaustiva exploración microscópica, ni una sola cita sobre el filósofo alemán, ni una sola refutación o réplica concreta de los profundos, serios y documentados argumentos de Habermas.
Conclusión: Alberto Buela no se leyó la Teoría de la acción comunicativa (1985), un tratado de filosofía de primera magnitud, en dos tomos de densa filosofía alemana, de 517 y 618 páginas respectivamente en la edición española, donde se intentan establecer los fundamentos de una teoría crítica de la sociedad.
Buela no tiene ni idea de las argumentaciones de Habermas, como demostraremos con una simple lectura de su tabernario y bochornoso opúsculo.
En próximas entradas nos compremetemos a levantar acta de uno de los mayores fraudes de la filosofía iberoamericana, una vergüenza para la institución académica argentina. Creemos que Buela debería trabajar de basurero. Argentina se insulta a sí misma si mantiene a Buela como pintoresco profesor de la Pampa. Argentina cae en la infamia al aceptar a Buela en calidad de referente intelectual incluso de la derecha más rancia, inquisitorial y mezquina del mundo de las letras filosóficas. Buela comete faltas de ortografía, es un ignorante, un difamador, un mentiroso, un maleducado que insulta a todo el mundo y que con todo el mundo se ha peleado. No hay nada en Buela que permita, en fin, perdonarle sus excentricidades personales en nombre de la genialidad del escritor, porque nunca ha rebasado el nivel del periodismo pseudo filosófico de baratillo.
Es necesario pasarle cuentas a Buela. Por el bien de la Argentina, por el bien incluso de los sectores nacionalistas de la política de este país, por favor, retiren a Buela piadosamente del esparate. Su simple existencia pública es una mofa nacional.

Barcelona, 13 de febrero de 2011

Esta entrada de blog es una continuación de la anterior con el mismo título y analiza el texto de Alberto Buela publicado aquí:

http://www.redalyc.org/pdf/279/27992707.pdf

Obsérvese el Resumen de Buela, donde admite que su antagonista es, nada menos, la Escuela de Frankfurt:

Pretendemos, con las limitaciones del caso, responder a la Escuela de Frankfurt, pues como se sabe desde hace unos treinta años se impuso en las democracias occidentales la teoría del consenso, que tiene su origen ideológico en dicha escuela neomarxista con el filósofo Jürgen Habermas a la cabeza. Esto dio por resultado que "el consenso o acuerdo de los grandes partidos políticos" se transformara en el fundamento moral de nuestras menguadas democracias. Reemplazándose así la genuina representación democrática, transformando al sufragio universal y secreto en una verdadera farsa.

Pocas veces un presunto filósofo ha podido, en un espacio tan menguado, poner una al lado de otra tantas inconsistencias. Y esto ya sólo en el aperitivo textual o abstract.

Vayamos por partes. En primer lugar, enfréntase Buela a "la Escuela de Frankfurt", como si ésta formara un bloque y Habermas no hubiera desarrollado una extensa y profunda crítica de su fundador, el judío alemán Theodor Wiesegrund Adorno. Dicha crítica aparece publicada ya en 1985 y traducida al castellano en 1987: El discurso filosófico de la modernidad, véase para Adorno y Horkheimer pp. 135-166 de la edición española.

La habermasiana Teoría de la Acción Comunicativa, y no "la Escuela de Frankfurt", podría ser identificada, con más precisión, como el objeto de la presunta crítica bueliana. Pero el rigor, ni siquiera en algo tan básico como la delimitación del tema, no es el fuerte de Buela. Ahora bien, esto es poca cosa comparado con lo que viene a continuación e, insistimos, ello sin salir del citado fragmento.

Según Buela, en efecto, "hace unos treinta años", o sea, allá por el año 1974 si calculamos retrospectivamente desde el año 2004 en que está fechada la (presunta) "Teoría del Disenso", "se impuso en las democracias occidentales la teoría del consenso". Esta afirmación carece de todo sentido concreto o verificable. ¿Qué significa "en las democracias occidentales", algo muy, muy amplio, "se impuso una teoría"? Por ejemplo, en la democracia estadounidense no ocurrió en los años setenta nada que tuviera que ver con la influencia política de una nueva teoría filosófica, mucho menos oriunda de la lejana Alemania. Tampoco sucedió algo así, que se sepa, en la Gran Bretaña, ni en Francia, ni en Italia... Mucho menos en países iberoamericanos como Argentina. De hecho, la Teoría de la Acción Comunicativa, obra capital de Habermas, se publicó en Alemania en 1981 y sólo fue traducida al castellano en 1987. Si ejerció alguna influencia fue, a partir de entonces, en el ámbito universitario, pero no produjo ningún cambio formal o institucional en el funcionamiento de las "democracias occidentales", ya fuese en las estructuras de Estado, ya en las de los partidos políticos.

Por otra parte, si esa influencia hubiera existido, hecho no probado y que Buela ni siquiera se molesta en documentar, habría sido notablemente beneficiosa para las posturas democratizadoras que Buela dice defender, siendo así que, precisamente, Habermas propone como concepto ético-político normativo una "comunidad ideal de diálogo" en la que impere la Triftigkeit, o sea, "el peso del mejor argumento", y no los intereses de aquéllo que podríamos denominar "los poderes fácticos".

Así que las oligarquías de partidos, a las que parece referirse vagamente Buela, no sólo existen mucho antes de que Habermas propusiera una construcción del consenso racional de la sociedad a través de la mencionada "comunidad ideal del diálogo", sino que la propuesta habermasiana constituye, punto por punto, la negación de aquella oligarquía. En otras palabras: lo que convierte a las democracias occidentales en "una verdadera farsa" no es la influencia de la Teoría del Consenso, como Buela denomina incorrectamente a la teoría habermasiana, sino la ausencia de una racionalidad comunicativa y la usurpación de la misma por nudos pactos entre grupos de intereses, de lobbies que manejan la prensa, financian las campañas electorales y manipulan a la población con mentiras bochornosas.

La vinculación que los poderes oligárquicos establecen con los electores, con los votantes, con los depositarios de la soberanía popular, es decir, los ciudadanos, vulnera las prescripciones normativas de la "comunidad ideal de diálogo", de la ética dialógica reivindicada por Habermas y, en definitiva, aunque Buela no se haya enterado, de la "teoría del consenso". Esto es así porque se trataría aquí de unas relaciones asimétricas entre los depositarios del poder y los depositarios de la soberanía en las cuales éstos últimos permanecen mudos, sujetos a la sola opción de "votar" entre las alternativas que los oligarcas se avengan a ofrecerles, es decir, ninguna, porque todos los partidos representan en el fondo lo mismo. Pero este "lo mismo" no es el resultado de un consenso dialógico, según parece farfullar Buela, sino de una imposición ideológica encubierta.

¿Qué tiene que ver, entonces, la cruda realidad del funcionamiento oligárquico de las democracias liberales y capitalistas con la ética dialógica y la comunidad ideal del diálogo o la teoría de la acción comunicativa defendidas por Jürgen Habermas como fundamento de una teoría crítica de la sociedad? No se tratará, desde luego, de una relación de legitimación y correspondencia mutuas, según la pretensión de Buela, sino de algo bien distinto. La teoría de Habermas no sólo no abona la oligarquía de partidos, sino que la pone radicalmente en cuestión, la critica hasta las heces, la dinamita oponiéndole unos imperativos de racionalidad comunicativa democrática que aquélla teme y, por supuesto, rehúye como la peste.

Así, en este simple fragmento del resumen, el abstract, de la "teoría del disenso" (que no es una teoría ni nada de nada), se pone de manifiesto toda la indigencia intelectual del Prof. Dr. Alberto Buela. El "filósofo" de la Pampa lo entiende todo, no ya de manera inexacta, sino justamente al revés. Y la causa tal inepcia es que desconoce en absoluto la Teoría de la Acción Comunicativa de Jürgen Habermas, de manera que, literalmente, no sabe de lo que habla.

Continuaremos otro día con el debate aportando nuevas "piezas de convicción" a la tesis principal de este sitio, a saber, que Alberto Buela es un auténtico incompetente filosófico, un impostor que avergüenza a la academia argentina. A tales efectos, iremos denunciando, una a una, todas las incongruencias del discurso bueliano en esta vergonzante "Teoría del Disenso" que le dio tanta popularidad entre neófitos y que, sin embargo, representa sólo un buñelo de viento pseudo científico carente de toda fundamentación.

Barcelona, 9 de octubre de 2014

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