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Sobre la violencia
Por (reenvio) José Pablo Feinmann - Monday, Jan. 05, 2015 at 11:53 PM

7-10-2007 / La pregunta fundamental de la filosofía es: ¿hay o no hay que matar? Decidir si hay algo que justifique suprimir la vida de otro ser humano es afrontar el problema fundamental de esta disciplina, saber de saberes que asume todas las preguntas y señala a las que dan fundamento y origen a las otras, que deberán deducirse de aquéllas, las fundantes. Antes de la formulación que acabo de proponer fueron hechas otras dos desde perspectivas muy distintas.

Desde la perspectiva del existencialismo del absurdo, Albert Camus abrió su libro de 1942, El mito de Sísifo, afirmando la existencia de un solo problema filosófico: el suicidio. Cada uno cargaba con el peso de juzgar desde su absoluta, instransferible condición individual si la vida debía o no ser vivida. Era éste, para Camus, el problema fundamental de la filosofía. Si bien implicaba un tipo de violencia –la violencia ejercida sobre sí mismo–, esa violencia funcionaba como respuesta a un problema filosófico sobre la existencia.

Ese problema es el de un desajuste que se produce entre el hombre y la vida. Este desajuste es lo que Camus piensa con la categoría de lo absurdo. El hombre es absurdo para sí mismo e innecesario para el mundo. Es, así, un extranjero. En un ensayo siguiente (El hombre rebelde) abordará la relación entre absoluto y violencia, que es fundamental en nuestra interpretación. Nuestra pregunta se inspira en la formulación camusiana: juzgar si la violencia (sobre el Otro) debe o no ser ejercida, si hay o no hay alguna legalidad (alguna ley, algún derecho, alguna justificación histórica) para suprimir la vida de otro ser humano es el problema fundamental de la filosofía. Al decir problema fundamental decimos que pensamos –hacemos filosofía– para responder esa pregunta.

Hemos, pues, variado el punto de partida del filosofar heideggeriano. Con lo cual aspiramos a una temeridad inconcebible: salir de Heidegger. Quien abre su Introducción a la Metafísica con la siguiente pregunta: “¿Por qué es en general el ente y no más bien la nada?”. Considera a esta pregunta la pregunta fundamental de la metafísica (Martin Heidegger, Introducción a la Metafísica, Editorial Nova, Buenos Aires. 1959, p. 39). No vamos a entrar aquí en la cuestión de la metafísica en Heidegger. Ya lo hicimos en La filosofía y el barro de la historia. (Nota: texto que en forma de clases publicó este diario a lo largo de un año y que supongo pronto aparecerá como libro.) Ya que la filosofía de Heidegger abrumadoramente gira hasta el hastío alrededor de la cuestión del Ser, no extrañará que el hombre de la Selva Negra termine formulando la pregunta con la que abre su libro del siguiente modo: “¿Qué pasa con el ser?” (ibid., p. 70). A lo que responderá de distintas maneras. Por ejemplo, en La frase de Nietzsche “Dios ha muerto”, “con el ser no pasa nada”. No obstante, si la filosofía de Heidegger se distingue por la actividad del preguntar que surge del asombro con que los griegos (los presocráticos más exactamente) se abrieron ante el mundo y no con la duda con que el hombre de la Modernidad, que nace con el cogito, el maldecido cogito cartesiano, lo ha hecho, comprenderemos que la pregunta por el “ser del ente”, es decir, por el ser, articulará toda su filosofía. “¿Por qué es el Ser?” será su búsqueda infinita.

Fatigados de estas cuestiones y agobiados por otras (el mundo sigue siendo una masacre y cada vez lo es más al disponer el hombre de una técnica en creciente poder destructivo, hecho que Heidegger vio bien y que no pensamos discutirle), la pregunta fundamental, no de la metafísica sino de la filosofía (hoy) es: “¿Por qué es la violencia y no más bien su no ser, su negación, su inexistencia?”. Nuestra pregunta surge también del asombro. Pero este asombro no es porque las cosas sean. No nos importa “por qué es el ser y no más bien la nada”. Es una pregunta irrelevante. Nunca encontraremos su respuesta. Esa respuesta pertenece a la teología o al misticismo zen en el que Heidegger incursionará en el ocaso de su vida. O antes. Ya en Identidad y diferencia, en la cuestión del E-reignis, Heidegger se pierde en el claro del bosque y deja de interesarnos.

Tenemos cuestiones más urgentes, sangrientas y desalentadoras. La condición humana está en la hoguera, calcinándose, a punto de consumirse en su propia tragedia. No nos convoca la cuestión del Ser. Nunca sabré por qué es el ser y no más bien la nada. Sé, en cambio, que los hombres se matan a lo largo y a lo ancho del planeta, al que, además, destruyen. Sé que la violencia es nuestro tema. Salimos de la Historia del Ser heideggeriano, del giro lingüístico, del academicismo tardo-posmoderno de la academia norteamericana, del lenguaje como morada (del Ser y de la seguridad de los profesores de filosofía, sus papers y sus becas). La pregunta “¿por qué es la violencia y no más bien su negación?” nos lleva a plantear la cuestión del Ser desde otro ángulo, desde otro lugar, no desde la ontología sino, en todo caso, desde una ontología que, lejos de surgir del asombro o de la duda, surge de la desesperación, de los terrores vividos, de las víctimas, del dolor, del terrorismo del Imperio Comunicacional y del fundamentalismo islámico, del terrorismo del Estado argentino de marzo de 1976, de las víctimas de las organizaciones guerrilleras argentinas, del foco guevarista, de las víctimas de los llamados “socialismos reales”, de las víctimas de quienes, en efecto, deterioraron, dañaron, acaso por décadas o por siglos, la idea del socialismo.

Ante esta realidad sólo nos resta preguntar desde el dolor. No dudamos de la violencia. No nos asombra la violencia. Demasiado la hemos conocido por medio del sufrimiento. Queremos preguntarnos por ella. Pero no para que nuestro “estado de abierto” nos la “des-oculte”. Basta de Heidegger. No es en ningún claro del bosque, en ninguna propiación entre el hombre pastor del Ser y el Ser que encontraremos lo que buscamos. Si preguntamos (y ésta es la formulación áspera y despojada de nuestra pregunta) “¿por qué hay violencia?” lo hacemos para hundirnos en la historia de los hombres y no en la historia del Ser. Hay violencia porque hay hombres. Porque la historia (con todos los condicionamientos que se quiera: materiales, espirituales, lingüísticos, semiológicos, psicológicos, etc.) la hacen los hombres. Porque la historia es un hecho humano y, al serlo, es un humanismo, un humanismo que apesta, un humanismo que destruye a los hombres. El humanismo de la tortura no podría ser más que eso: humano. Los animales no torturan, el hombre sí.

Aquí, pues, estamos: la pregunta “¿qué es la violencia?” nos arranca de la historia del Ser en la que Heidegger sometió a la filosofía y nos arroja a (sí) el “barro de la historia”. Estamos sucios. No hay horror que no haya sido cometido y superado. Hillary Clinton dice: “No permitiré la tortura en Irak”. Hillary Clinton dice: “No retiraré las tropas de Irak”. Señora, su segunda afirmación es la negación de la primera. Estados Unidos, en Irak, es la vigencia necesaria, ilimitada de la tortura. En Abu Ghraib se tortura. Sus mismos soldados confiesan no saber ya qué están haciendo. Sólo, al final, dicen: “A partir de cierto momento uno se acostumbra. Ya no se preocupa. Torturar es algo que hay que hacer. Si nosotros no torturamos, nuestro pueblo va a sufrir otro atentado. Otro nine eleven”. Ahmadinejad, con su camisa abierta y su traje sencillo, cotidiano, quiere borrar al Estado de Israel. Niega el Holocausto, la más racional y mecánica aplicación de la violencia, el proyecto, único en la historia, de la destrucción total de un pueblo. El gobierno de Israel (respetamos la distinción entre “gobierno” y “Estado” que nos proponen los judíos de buen corazón) tortura y mata palestinos. Los militares argentinos se educaron en prácticas de contrainsurgencia en la Escuela de las Américas. Aunque llegaron a la perfección del horror asesorados por los paras franceses de Argelia. La guerrilla latinoamericana se extravió en la teoría guevarista del foco. Masetti hizo fusilar a dos jóvenes guerrilleros que militaban bajo su despótico mando. Sólo esa acción guerrera acometió su foco libertador en su búsqueda del nuevo hombre.

En su Prólogo poderoso al libro de Fanon, en esas pocas líneas en que cada palabra arde y deslumbra, enceguece, Sartre escribe: “Hay que matar”. El colono, si quiere liberarse, tiene que matar al colonizador. Al disparar su arma mata dos pájaros: suprime a un opresor y a un oprimido. Hace nacer un tipo de hombre y hace morir otro. Nace un hombre libre (el colonizado que mató), queda un hombre muerto (el colonizador que murió). “Hay que matar”. La violencia, aquí, es. No perdamos el tiempo en preguntar qué es. Una es la violencia del colonizador, que esclaviza a los hombres. Otra es la del colonizado, que los libera. Así se leyó a Sartre y a Fanon entre nosotros.

Estas líneas sólo se proponen ubicar a la violencia en la centralidad del preguntar filosófico. Hay un solo problema filosófico: la violencia. Juzgar si puedo o no puedo matar a otro ser humano es el problema fundamental de la filosofía. Es un problema ontológico: si no hay que matar le niego el Ser a la Muerte. Si hay que matar la Muerte es. Es un problema que compromete a la historia: se mata EN la historia, en una historia de conflictos, de antagonismos, no decidida, no teleológica, sin aufhebung, es decir, sin conciliación posible. Lo que en esa historia ocurre –la cadena de ruinas, la catástrofe benjaminiana– me lleva a una pregunta: “¿Por qué es (o hay) la Muerte y no más bien la Vida?”. Lo que me lleva al problema moral: ¿es bueno matar? ¿Es malo? ¿Debo matar? ¿Debo no matar? ¿Hay algo que me autorice a matar? Si mato, ¿soy bueno o soy malo? Si no mato, ¿soy inocente?

Estas líneas (provisorias) surgieron de la lectura de un corpus formado por una polémica que una carta del filósofo Oscar del Barco desató. Imposible o no, Del Barco, en la modalidad del grito, postula la necesaria vigencia del no matarás. Parte de la experiencia de Masetti en Salta y la muerte de dos jóvenes guerrilleros a manos de sus compañeros de armas, orden de Masetti mediante. La guerrilla de Masetti preparaba el campo para la incursión de Guevara en Bolivia, que acabó en el fracaso conocido. Respondieron León Rozitchner, Eduardo Grüner, Tomás Abraham y Horacio González. También el tema se debatió en la revista Conjetural. Todos, con mayor o menor dureza, cuestionaron a Del Barco, quien, según sé de buena fuente, prepara un libro de casi mil páginas sobre la violencia. A eso se le llama responder con energía.

Pero la discusión seguirá. En 1998 agoté mis fuerzas al publicar, sobre la violencia, un libro si no de mil al menos de casi cuatrocientas páginas (La sangre derramada) y fue puesta en escena mi obra teatral Cuestiones con Ernesto Che Guevara. No me fue bien. Uno de esos eternos peronistas que aparecen en todos los gobiernos que ese partido impone me recomendó no escribir más, consejo que claramente desobedecí. De él, en cambio, nunca vi un libro, ni entonces ni ahora. Había conseguido reeditar y dirigir la revista El Porteño y desde ahí recomendaba detener mi escritura. En El Ojo Mocho, que dirige mi viejo amigo Horacio González, María Pía López me trataba como a un maleante ideológico. Y el mismo Horacio, en su libro Restos pampeanos, habría de aplicarme el mote más inusual que jamás me aplicaran: “neoliberal”, me dijo. No es así como me llaman, por ejemplo, los que le hicieron el asalto a la Biblioteca Nacional, putsch cuidadosamente organizado que no logró triunfar. Esa gente suele decirme, como a él, “populista” o “nacionalista popular”. Qué pena, ¡con lo que a mí me gustaría ser considerado un hegeliano sartreano con toques de Foucault y Juan Bautista Alberdi! ¿Qué tenía de irritante La sangre derramada? Acaso este párrafo de sus Conclusiones: “Nuestro compromiso radica en luchar contra todas las causas de la violencia. ¿Hay una violencia legítima? Desde mi punto de vista, no hay violencia buena, ni violencia justa, ni violencia legítima. La violencia es –en sí– mala. Expresa una derrota: la de no poder tomar al Otro como un fin en sí mismo, la de no poder respetarlo en su humanidad. Esto no anula el deber de luchar contra la injusticia y el despotismo” (J.P.F., La sangre derramada, Seix Barral, Buenos Aires, 1998, p. 373). Pero esa lucha –al ser violenta– siempre corre el riesgo de “instaurar un nuevo rostro del despotismo y, por tanto, de la injusticia” (ibid., p. 373). Nadie recordó estos textos en las polémicas que giraron alrededor de Del Barco. Pero ahí están.

fuente http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-92631-2007-10-07.html

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José Pablo Feinmann: el pseudofilósofo de la podredumbre
Por Christian Rath - Tuesday, Jan. 06, 2015 at 9:07 AM

José Pablo Feinmann:...
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El puntero intelectual del kirchnerismo escribe el guión de lo que será el encubrimiento oficial al asesinato de Mariano Ferreyra

28 de octubre de 2010 | Edición Impresa #1152 | Por Partido Obrero

El furibundo ataque al PO en la contratapa de Página/12 del último domingo (24/10), lleva por título "Sobre el uso político de los muertos". Su autor, José Pablo Feinmann, hasta ese momento no había obtenido de sus mandantes la detención de ningún culpable, pero él ya sabía, no de ahora, sino de hace años, que nosotros instrumentamos la muerte. Estamos ante un canalla. Dicho por un simpatizante de Montoneros, raya simplemente en la sinvergüenza.
José Pablo Feinmann sostiene que "los compañeros del PO... no han aprendido (sic, Feinmann ya lo sabía) a ver los matices, las diferenciaciones fundamentales entre las políticas burguesas que llevan en sí la muerte y las que no". El filósofo ni se da cuenta de que está haciendo un alegato de la impunidad, al invitarnos a dejar pasar el asesinato porque fue perpetrado aunque no lleva en si la muerte. Insiste en esto cuando dice que "no es fácil depurar (depurar de dónde sino del aparato oficial) a "esos sectores", en referencia a las patotas, es decir que deberíamos también "aprender" a convivir con ellas como vecinos. Nosotros hemos reclamado al gobierno que asuma la responsabilidad de esclarecer el asesinato y asegurar la cárcel para los culpables, porque tiene los medios para ello, aunque no la voluntad política. Nosotros somos los que estamos exigiendo "al gobierno" que dice "no llevar consigo la muerte", a que no encubra a los que la portan y se entrenan desde hace años. Feinmann dice que "es difícil". ¿Es también él, entonces, parte del encubrimiento? No fuimos nosotros los que reivindicamos a la Juventud Sindical, fue la Presidenta, y fue ella la que expresó con nostalgia no haber marchado junto con esa Juventud en los '70. El oficialismo no llevará en si la muerte, pero almuerza con sus portadores.
El uso que hace Feinmann de la distinción entre ‘las políticas burguesas' raya la complicidad con ellas. Esas diferencias no las descubrió él sino el marxismo, que tiene escritas bibliotecas enteras sobre la estructura contradictoria del capital. El las malversa. La distinción es de forma, no de contenido, porque es una distinción dentro del mismo régimen social, no es una distinción relativa a la explotación social y a la represión de la protesta social. Que lo digan, si no, Irigoyen en la Semana Trágica; Perón con la sección especial de la Policía en su primer gobierno y las tres A en el segundo; y hasta el bonachón de Illia.
Para abonar su posición, Feinmann retrocede arbitrariamente a 1975. Dice que cuando la huelga de Villa Constitución fue brutalmente aplastada por el gobierno de Isabel Perón, la Triple A y la burocracia sindical de Lorenzo Miguel, la patota sindical "era parte del poder". En cambio ahora, bajo el gobierno K "esta patota, la que asesinó a Mariano Ferreyra, no es parte del poder ni mucho menos del Estado. Ha sido, en principio, enardecida por los medios que hoy se rasgan las vestiduras por la muerte del joven militante del PO. Luego, pertenece a un sector de los ferroviarios. De esos sectores que deben ser urgentemente depurados, Pero ¿alguien cree que esta depuración es fácil?". En la marcha a Plaza de Mayo, sin embargo, no estuvo Clarín ni la oposición destituyente, tampoco Feinmann, pero sí los kirchneristas D'Elía, Forster y Horacio González, y recibimos la solidaridad del ‘Fenix', Abraham Gak.
Feinman, ¿tampoco estuvo en River, el viernes previo al crimen, ni conoce la reivindicación que hizo la Presidenta no ya de la Juventud Sindical, en esa ocasión, sino del propio Pedraza al inaugurar una clínica de la UF, a fines de 2009, al cual lo calificó como expresión del sindicalismo que ni "obstruye" ni "destruye" sino que "construye"? Los términos usados reflejan una reivindicación de principios. Del mismo modo, este malversador profesional de la historia y del lenguaje (acaba de escribir que Marx hubiera aprobado la anexión de Cuba por parte de Estados Unidos a principios del 900), elige el año 1975 para evitar referirse al gobierno de Perón, al cual él apoyó, que derrocó al gobernador de la provincia de Buenos Aires gracias a un motín de la burocracia sindical de la UOM, en la persona del vicegobernador, y al gobierno de Córdoba, a través de la policía provincial y luego intervino la provincia con el acuerdo previo de la UCR. La pretensión patológica por la distinción conveniente de los matices lleva a Feinmann a desconocer los colores elementales del arcoiris y a disolver lo concreto en una maraña de abstracciones, o mejor, macaneos.

Los hechos también hablan
Con este pase de magia, Feinmann ha escrito el guión anticipado de la lo que será la historia oficial del encubrimiento, o de cómo se culpa a un perejil. Al día de hoy la burocracia dispone de la titularidad del PJ de la provincia de Buenos Aires, del monopolio de representación de los sindicatos, de los recursos que le brinda la administración de las obras sociales, de los fondos que obtiene por derecha y por izquierda de los negocios que han pavimentado la relación con el Estado -que han crecido en forma exponencial en los últimos veinte años, y de aquellos que provienen del entronizamiento de la burocracia como capa empresarial privada. Gobierno y burocracia han centrado su defensa del "gremialismo orgánico" en la teoría de la "manzana podrida": los sindicatos no son todos iguales y una cosa es Camioneros (o canillitas o judiciales) y otra la UF, en la que perviven los métodos de los "gordos" asociados a las prácticas de la década de Menem. Olvidan que las 14 tercerizadas existentes en el Ferrocarril Roca -íntimamente vinculadas a las burocracias de las organizaciones del tren- fueron constituidas en 2007, es decir bajo el gobierno "nacional y popular". O la constitución de la Federación del Transporte que une a Pedraza/Moyano/Maturana, la parte "obrera" en el reparto de subsidios del estado y negocios con los pulpos privados.
El área de mayor presupuesto del Estado está sometida al control de Schiavi, De Vido, las concesionarias y la burocracia, unidos en la defensa del régimen de explotación y negociados en el transporte y la construcción. La mafia de los medicamentos derivó recursos a la campaña de CFK. ¿Es ésta la batalla "nada fácil" por la "depuración del aparato"? (no hemos incluido en la nómina las empresas adjudicadas al "clan" Moyano).

Estatización de los sindicatos
Bajo los gobiernos K no fue alterada una coma de la ley de asociaciones profesionales, que sostiene la perpetuación indefinida de la burocracia, el sostenimiento del Estado vía el Ministerio de Trabajo de las reelecciones sucesivas, el régimen de la lista única, la ausencia de la representación proporcional, la negativa a reconocer los sindicatos inscriptos. Es decir, ha sido preservado todo el edificio que sostiene a la burocracia sindical, que no podría mantenerse un minuto frente a la intervención de los trabajadores sin la protección de este entrenado andamiaje.
Es decir que no es cierto que "esta patota no sea parte del poder", ni que el poder no sea parte de la patota. Es, en realidad, una condición de su existencia y una capa alimentada desde el estado para que actúe contra la intervención independiente de los trabajadores, como en el Hospital Francés, el Casino, la lucha de los docentes de Santa Cruz y ahora los tercerizados del ferrocarril. Dice Feinmann: "no es lo mismo alguien que te decepciona que un enemigo mortal". Pero Feinmann no parece decepcionado, finge que lo es, o la decepción, al menos, no pasa de un malestar transitorio. El gobierno lo decepciona, pero el partido que lucha contra la burocracia sindical que habría que depurar, aunque es difícil, lo enfurece y encoleriza. Feinmann tiene definidos sus campos. El hombre ni menciona que para Aníbal Fernández, la policia que franqueó la emboscada ha hecho "lo que tenían que hacer".
Feinman dice: "lo que tenemos es un gobierno que posiblemente nos haya decepcionado y nos decepcione...". Feinmann extorsiona con el miedo, es cómplice de la política de terror, por eso caracteriza que la perspectiva es "la muerte (que)... empieza a adueñarse de la escena". De ningún modo: es el nuevo comienzo que emprenden los trabajadores argentinos para poner fin a la lacra de la burocracia sindical y a todos sus gobiernos.

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El día en que Feinmann se acercó a Pedraza
Por Fuente: El Diablo se llama Trotsky - Tuesday, Jan. 06, 2015 at 9:10 AM

El día en que Feinma...
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Publicado: octubre 25, 2010

La compañera Paula Varela nos envía este post debatiendo con el Feinmann cínico y repelente que todos conocemos.

“No me peguen, no soy Bush´, así podría resumirse la contratapa de Página de Yrigoyen de ayer. El Feinmann culto ensaya una defensa del gobierno nacional que arranca con un poco de la versión más burda de la teoría del mal menor, equiparando a Cristina con Obama y a los ‘republicanos’ de ambos hemisferios. “No es lo mismo alguien que decepciona que un enemigo mortal”, dice en el único instante de honestidad de la nota que concentra una gran verdad para la centroizquierda: Cristina decepciona. Y el asesinato de Mariano Ferreyra hizo esa decepción inmaquillable y obligó a hablar de ella en el mismísimo PdeY, borrando las sonrisas de ese club de la buena onda que quedó congelado en la mueca de Cristina con su gorrita de la Unión Ferroviaria. Decepción escribió el Feinmann culto en su columna de PdeY. Y allí se vio, en el primer párrafo, ante la disyuntiva de cómo seguir la nota sobre un gobierno que decepciona. ¿Criticarlo? ¿Romper con él y con la gorrita de la UF? ¿Revisar todos los otros sapos que se comió en nombre del mal menor? No, decidió acercarse a Pedraza, y darle la mano, aunque lo salpique la sangre.

Decidió explicar (ergo, justificar) el asesinato de Mariano Ferreyra con un retorno, nuevamente otra vez, de la teoría de los dos demonios, en la que el ERP tuvo la culpa de que Perón fundara la Triple A y mandara a matar a cientos de jóvenes obreros y estudiantes; los medios de comunicación (pero nunca el acto en River y la campaña anti troska de los intelectuales K de Sociales) tienen la culpa de cebar a las patotas de la burocracia asesina; y, en última instancia, el propio Mariano (porque el Feinman culto tiene el tupé de pretender ‘iluminar’ al camarada asesinado) tiene la culpa de hacerle el juego a la derecha por “no comprender el Poder”. Y por ‘no comprender el poder’ (ser miope, bah), es que no se dio cuenta que hoy (a diferencia de la década del ’70) las patotas sindicales no son parte “del Poder”, sino “un sector que debe ser urgentemente depurado…”. Pero a ver, Feinmann, usted que comprende tanto el poder (¿será porque cena con él?), ¿puede explicarme cómo es que si las patotas de la UF no tienen la anuencia del poder –hablemos de gobierno para terminar con el eufemismo-, la Policía Federal liberó la zona para que pudieran asesinar tranquilos? Trate de no tomarme el pelo con la teoría de la autonomía absoluta de la PF, porque el mismo Ministro Fernández dejó clara la dependencia absoluta de la fuerza de su mando ¿Puede explicarme mejor qué hacía la UF en el acto de River en que Moyano confirmaba a la CGT y los sindicatos presentes como parte fundamental del gobierno de Cristina –no como sectores a ser depurados-? ¿Puede desasnarme acerca de por qué hace apenas unos meses –en noviembre de 2009- la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner dijo, junto a Moyano, en el acto del 87 aniversario de la UF que ese “era el modelo sindical que había que defender”? ¿Puede sacarme la duda, Feinmann, si lo suyo es miopía o cinismo?

Pedraza hace mucho mejor lo que al Feinmann culto lo lleva a una espiral de contradicciones insalvables y a la pedantería infame de “decirle cómo es la realpolitik” a un militante asesinado por las patotas del modelo sindical que su presidenta celebra con gorras y discursos. En la solicitada que la Unión Ferroviaria publica en la página 11 del PdeY del domingo enarbola la misma teoría de los dos demonios y de la “izquierda que desconoce la verdad del poder” y dice: “La situación planteada en el Ferrocarril Roca, infortunadamente, fue bastardeada por una utilización política inescrupulosa y miope, mucho más interesada en la agitación permanente que en la solución concreta de los problemas de los trabajadores (…) Nosotros –aunque nos agobie una enorme aflicción- sólo podemos seguir en el rumbo histórico de la UNION FERROVIARIA…”.

Allí, en una misma edición de PdeY, el Feinmann culto y Pedraza unidos por la teoría de los dos demonios y por la decisión de “seguir en el mismo rumbo”.

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Carta abierta a José Pablo Feinmann
Por Camilo Traverso - Tuesday, Jan. 06, 2015 at 9:11 AM

Carta abierta a José...
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Algunas de las cuestiones que se mencionan en esta carta están relacionanadas a dos notas de José P.Feinman:-Fragmento de su ultimo libro “El Flaco. Diálogos irreverentes con Néstor Kirchner”[1]

Y contratapa de PAGINA 12 del 24 de Octubre del 2010: “Sobre el uso politico de los muertos”[2]

Carta abierta a José Pablo Feinmann:

Hace tiempo que como jóvenes venimos siguiendo las declaraciones que por distintos medios usted publica acerca del caso del asesinato de Mariano Ferreyra, y otras de sus constantes ataques a diferentes (muy diferentes) corrientes de la izquierda en nuestro país, tanto del pasado como actuales. Las hemos leído en los artículos sobre el peronismo publicados en Página12, en alguna contratapa del mismo, en varios de sus libros, y más recientemente en su último trabajo que hoy viene a presentar a la ciudad de La Plata. También seguimos el debate público con Altamira, y decidimos participar con nuestra voz, sin intermediarios ni dirigentes, sin pedir permiso.

Nosotros escuchamos y seguimos atentamente lo que un hombre como usted dice porque ha construido una carrera y una identidad personal que a nuestro juicio, merece por lo menos respeto. Y decidimos escribirle porque sentimos que esto ultimo, el respeto, es lo que usted perdió hace algún tiempo, o lo deja en la mesita de luz a la hora de hablar de gente o corrientes con las que usted no comulga; y esta falta de respeto está dirigida fundamentalmente a los jóvenes que, pensando con cabeza propia, decidimos dedicar nuestra “edad de oro” a la militancia socialista, como lo hacia Mariano y como lo hacemos miles de jóvenes en todo el país.

Estamos hablando, José Pablo, de las constantes subestimaciones que usted hace a los jóvenes militantes, tratándonos de “perejiles” que no sabemos que estamos haciendo, de pobres ilusos funcionales a la restauración conservadora de la que alguna vez habló su amigo “el flaco” en Página12, persona a la cual usted adora, defiende y reivindica, como nosotros lo reivindicamos a Santucho, y por la que como mínimo tenemos eso que a usted le falta, respeto.

¿Acaso usted piensa que salir a la calle a luchar para que se termine el trabajo tercerizado, estrellita del menemismo que hasta hoy brilla con la misma intensidad, es hacerle el juego a la derecha? ¿O qué los trabajadores del diario clarín que pelean por sus derechos sindicales más elementales también le hacen el juego a la derecha, como afirman en 6-7-8? ¿Acaso no es el pueblo el único que salvará al pueblo? Si no es el pueblo, y piensa que son Cristina y Hugo, dígalo sin miedo, plantéelo: no hay que pelear por los derechos de cada quien, hay que esperar a que el gobierno nos resuelva los problemas, porque toda lucha indirectamente desgasta al gobierno y eso no sirve. Sería más digno que agarrársela con Altamira o con el comandante Roby Santucho, que también dio su vida por el socialismo, aunque a usted no le guste, y a los que constantemente descalifica poniendo la crítica política en un segundo o tercer plano. Porque cuando uno critica de forma constructiva lo hace porque quiere avanzar, sumar, convencer, pero usted destruye, destruye y destruye a todos los que hablamos de las contradicciones de este gobierno y de la necesidad de cambiar el modelo de país por uno realmente popular.

Usted pertenece a esta corriente en la que han caído muchas figuras interesantes del periodismo y la política argentina, la intolerancia progre kirchnerista, donde toman el té Galasso, Verbitsky, los periodistas 6-7-8 y usted, la gente que esta “holgada” con este modelo. Y critican a los que no estando así salen a la calle a pedir por ser escuchados. A pesar de ello, estas figuras merecen nuestro mayor respeto y nos gustaría discutir también con ellos estas cosas, porque deben sentirse realmente parte de esta propuesta política y las pasiones a veces nos llevan a malos entendidos a afirmar cosas de las cuales después nos arrepentimos. Pero usted viene siendo muy claro.

Si solo fueran estas cosas las que queremos discutir, no valdría la pena esta carta. Pero usted dio un paso más profundo que es necesario señalar, y quiero citar textualmente: “Lo peor que puede pasar es la violencia. El descontrol que se busca con los motines, con los escándalos. Altamoria tiene a sus pibes a un paso de los fierros o a un paso de justificar los fierros de los otros, algo que ya ocurrió el pibe Ferreyra”

Primero. Usted plantea que cortar el ferrocarril como medida de lucha de los trabajadores tercerizados es un motín. Una cosa es no estar de acuerdo con el método de lucha, lo podemos discutir, pero otra es poner a la victima de todo esto, que es el trabajador con sus derechos vulnerados que reclama, en el lugar del delincuente, al decir indirectamente que es un motín. Primera mentira, José Pablo.

Segundo. Se ve que conoce poco de la línea política del P.O., ya que son bastantes críticos de la cuestión de las armas, lo fueron en los 70, y lo siguen siendo ahora. Para hablar hay que conocer, y dudo que usted no conozca esto, así que segunda mentira.

Tercero. ¿Qué significa a un paso de justificar los fierros de los otros? ¿Significa que salir a pelear justifica las balas de la represión? ¿Para quién justifica eso? Porque para la sociedad entera no es así, que condeno este brutal asesinato. Lo justifica para los poderosos y mafiosos como Pedraza que no quieren perder el poder que tienen desde hace muchos años y que desde el 2003 hasta el trágico día que murió mariano no disminuyó, todo lo contrario; ¿lo justifica para usted? Esperemos que no, pero la sensación de esos párrafos es otra. Parece que a usted le hubiese gustado que los activistas disparen a los barras bravas para justificar las balas del otro lado. Pero aunque eso no paso, el muerto se lo tira a Altamira. Otra vez pone a la victima en el lugar del culpable, recurso muy habitual en usted.

Por último, ¿Por qué le molesta tanto que haya gente que se sienta socialista, luche por el socialismo y defienda el socialismo? Al mejor estilo Lanata, usted está harto que le hablen de socialismo. Está obsesionado, hasta cuando no le hablan de eso crea figuras “zurdas” inexistentes que discuten con usted desde lo ultra para justificar sus argumentos. Aunque muchas veces esos argumentos han sido utilizados en la realidad, usted debe ponerlos en boca de quien los dijo como muy bien hizo con Zamora. Pero nos encontramos con simplismos, o lo que es peor, con cosas que no se dijeron sino que usted pone en boca de los protagonistas de la historia en sus “novelas históricas”, y buscan tergiversar las cosas, como lo hizo con Salvador Allende al cual lo pone en el lugar de un pobre sonso, para ser suaves. Que casualidad que Allende también quería el socialismo, por otras vías, pero el socialismo al fin.

Cuando ocurrió lo de Mariano investigamos acerca del origen militante de José Pedraza. Nos sorprendimos al constatar su origen político en la militancia revolucionaria, leer varios de sus discursos combativos, y después identificar en varios momentos de la historia como lo fue cooptando el sistema para convertirse en un defensor del las injusticias, de la burocracia, de las empresas, eso mismo que había empezado combatiendo. Esta transformación termina con un Pedraza asesinando a un pibe que peleaba por lo mismo que él peleaba cuando era joven. Esa el la tragedia de Pedraza, pero no es la única.

Usted tiene su propia tragedia. Empezó militando contra las injusticias para cambiar este sistema, y hoy lo esta defendiendo; Empezó militando contra el miedo que aplicaban la triple A y los golpes militares contra los activistas, y hoy se dedica a sembrar miedo planteando que no hay que luchar porque sino nos mata la burocracia, haciendo responsables a los que luchan y no a los asesinos; nadó contra la corriente en los casi 30 años del “no te metas” y hoy nos decís que no hay que meterse si es por izquierda al gobierno, que nos pueden matar y además que nos manejan los dirigentes.

El problema central, José Pablo, es que cuando se lucha siembre hay riesgos, y los jóvenes estamos, otra vez, dispuestos a asumirlos. Y eso a usted le cuesta entenderlo, pero lo va a tener que entender, porque estamos dispuestos a no claudicar, como el Roby, el Che, Allende y no como usted. Y la historia va a ajustar cuentas con Pedraza, pero con usted también. Y no estamos hablando de violencia, los marxistas somos amantes de la paz, por eso luchamos, pero la paz se conquista con la voluntad de un pueblo, y en el camino pasan estas cosas, como lo de Mariano, que no nos hace retroceder, que es lo que le gustaría, sino salir mas convencidos hacia la victoria. Cuando hablamos de ajustar cuentas estamos diciendo que los jóvenes lo vamos a recordar como lo que es, un intelectual orgánico al capitalismo argentino, que siempre le tuvo miedo a la lucha, que odia la acción directa del pueblo y que se dedicó a destruir a los que eligieron ese camino, hasta a sus propios viejos compañeros.

Este sistema es tuyo. Hacete cargo José Pablo. Y punto.

Camilo Traverso, miembro de la Juventud Guevarista.

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Un jüdenrat entre los K
Por Jorge Altamira - Tuesday, Jan. 06, 2015 at 9:12 AM

28 de abril de 2011 | Edición Impresa #1174 | Por Partido Obrero

Desde el mismo momento en que una patota oficialista de la burocracia de la Unión Ferroviaria asesinó a nuestro compañero Mariano Ferreyra, tiró a matar contra un piquete de trabajadores tercerizados, dejó semi -invalida a nuestra compañera Elsa Rodríguez e hirió a otros dos compañeros, el gobierno y el kircherismo apuntaron contra el Partido Obrero. La Presidenta tomó la delantera cuando aludió enseguida a una puerta del Ministerio de Educación de la Nación que habría sido rota por militantes de la FUBA (lo cual era falso tanto en el plano fáctico como en la responsabilidad política) o se fastidió contra los que manifiestan “con palos”; no tuvo una palabra contra la burocracia sindical, con la que se había codeado cinco días antes del crimen, aun con el conocimiento que ella tiene de que toda esa burocracia se mueve con patotas del tipo de la que asesinó a nuestro compañero Mariano Ferreyra. Haciendo gala de su hocico entrenado, el ministro Aníbal Fernández se empeñó en superar a su jefa en la competencia de diatribas que el oficialismo desató contra el Partido Obrero, no contra la patota – quizás habituado a las juergas con esa calaña cuando revistió como intendente menemista de Quilmes. A la señora Presidenta y a su penoso ministro se sumaron luego los alcahuetes que se repiten en las páginas centrales de Tiempo Argentino. La culpa no la tenían los asesinos sino la víctima; la tenían los compañeros de la víctima, el partido de la víctima y los dirigentes del partido en que militaba la víctima. Sesenta mil personas desmintieron, desde el primer día, en Plaza de Mayo, al oficialismo y a su ristra de alcahuetes. Otras cincuenta mil lo volvieron a hacer, poco después, en un festival en el que decenas de artistas condenaron a la patota oficialista criminal de la Unión Ferroviaria – entre ellos el portorriqueño Calle 13 y un video de Carlitos Tévez enviado desde Inglaterra.

Un largo mes más tarde, la Presidenta renovó sus planteos ante la familia de nuestro compañero, en una reunión sigilosa que se armó en la Casa Rosada – según pudo reconstruir Diego Rojas en su reciente libro “¿Quién mató a Mariano Ferreyra?”. En el diálogo entablado en la ocasión, la Presidenta en ningún momento aborda la cuestión de la burocracia sindical, ni hace la menor alusión a que la gente de Pedraza (y en aquel momento Pedraza mismo) seguía instalada en el ex Roca, en la Secretaría de Transporte y en el ministerio de Trabajo. La Presidenta sí repite, sin embargo, una provocación desplegada mucho antes por la ex fiscal del caso, Caamaño, al afirmar que el Partido Obrero no ofrecía testigos a la causa, lo que se reveló como sobradamente falso. Pablo Ferreyra, el hermano mayor de Mariano, kirchnerista, le tuvo que pedir a la Presidenta que “deje de lado al Partido Obrero” para atender al castigo de los culpables. Las mentiras de la ex fiscal y los apremios de sus citaciones de los testigos nos obligaron, en aquel momento, a advertir de la situación a la jueza Wilma López en una conversación telefónica directa. La política de apaciguamiento de la burocracia, sin embargo, por parte del gobierno, no lo ha ayudado mucho: Hugo Moyano estuvo a un paso de hacerle una movida ‘destituyente’ frente a los balcones de la Rosada para exigirle protección en un juicio que investiga los vínculos que tendría con la recolectora de basura Covelia.

El domingo 24/4 nos enteramos por una nota en La Nación, que el intelectual que los K supieron borocotizar, José Pablo Feinmann, repite en un ‘libro’ lo que ya había dicho con anterioridad: que “Altamira tiene que cargar con el cadáver de Ferreyra”, al cual “mandó a cortar vías contra gente armada”.

Hay muchos militantes o intelectuales que se indignan ante esta insistencia en la calumnia que raya lo canallesco, pero no logran caracterizarla o explicarla. Sin embargo, es simple: el crimen de la burocracia de Pedraza pesa como un inmenso adoquín sobre las pretensiones progresistas de los K, y sobre su necesidad de preservar la complicidad de la burocracia y la regimentación que ésta ejerce en el movimiento obrero. Mariano Ferreyra se yergue acusador contra el maridaje repodrido con la tercerización, con la gestión corrupta del ferrocarril, contra la tercerización de la represión a cargo de patotas reclutadas por la burocracia sindical. Mariano Ferreyra es la denuncia de una gigantesca impostura; para el gobierno es una pesadilla, a Feinmann lo devuelve a sus tormentos de cobarde político y de escriba complaciente. El Partido Obrero es calumniado como un monstruo porque ha ido a la caza de los asesinos materiales, sociales y políticos de Mariano Ferreyra con todos los instrumentos de un programa revolucionario. No basta con escupir a los Feinmann, hay que entender la infección que generan estas supuraciones enfermizas.

Lo de Feinmann no es simplemente una copia de la orientación de quienes lo bancan. Lo de Feinmann es una canallada. Ocurre que Feinmann sabe muy bien que el piquete de compañeros tercerizados desistió de cortar las vías, en Avellaneda, cuando advirtió la presencia de la patota, e incluso exigió a la policía, que acompañaba la situación, que dispersara a la barra brava de la burocracia. Lo mismo volvió a decidir, ya en Capital, cuando comprobó que la patota los venía siguiendo desde la provincia. Pasado el mediodía, el piquete de luchadores tomó una decisión más: dar por canceladas las posibilidades de realizar una jornada de lucha en ese 20 de octubre y dispersarse, en razón precisamente de la hostilidad de la patota de José Pedraza. El acto criminal de la patota no fue contra trabajadores que intentaban cortar vías sino que habían desistido de hacerlo; no fue contra trabajadores agrupados para defenderse sino con personas que se separaban; el crimen fue un acto que contó con la complicidad de la policía desde la propia jefatura; no fue una acción culposa sino homicida. El piquete de tercerizados y luchadores mostró un elevado grado de responsabilidad; el cordón que Mariano y otros compañeros formaron frente a la patota que venía a agredirlos, tenía el propósito de proteger a las mujeres y a los mayores. El crimen de la patota no fue provocado, fue premeditado. La caracterización de los hechos que ofrece Feinmann (Mariano fue ‘mandado’ a la muerte) es la del ideólogo del crimen, la del intelectual de la patota asesina.

Feinmann cree que ha descubierto una nueva categoría ‘filosófica’ (a quién es funcional la izquierda), pero es una fantasía que aqueja a los mediocres. Lo de Feinmann y lo de sus compinches no es más que un emprendimiento macartista. Escribas como Feinmann adolecen de memoria - ¿no fue acaso la propia dictadura militar la que en forma reiterada responsabilizó a Madres y a Familiares de Desaparecidos de haber ‘mandado’ a la muerte a treinta mil luchadores argentinos por la educación o formación que había dado a sus hijos? Los secuestros de bebés en cautiverio, ¿no fue justificada para evitar que tuvieran una educación ‘subversiva’ y un destino similar al de sus padres? El ataque de Feinmann al Partido Obrero y a Altamira es propio o característico de un deshecho intelectual. Feinmann escribe todo eso a sabiendas de que las patotas oficialistas de la burocracia asolan el territorio nacional – en Neuquén, en Santa Cruz, en el Hospital Francés, contra los huelguistas del Casino de Puerto Madero, donde no hubo muertos por pura casualidad. ¿O cuando el kirchnerista Varizat atropelló a los docentes en una 4x4 en Río Gallegos tenía previsto herir sin matar? ¿Quién ‘mandó’ a Carlos Fuentealba a la muerte? ¿No había advertido Sobisch que no permitiría ninguna perturbación en ese fin de semana largo que él pensaba aprovechar en términos de negocio del turismo? ¿Quién ‘mandó’ a los Qom a ser asesinados por la policía de un kirchnerista precursor, el gobernador Insfrán? Feinmann procede como el degenerado que justifica la violación por la minifalda de su víctima. Pero Feinmann no es inocente: él sabe muy bien que los políticos del kirchnerismo reclutan punteros entre los barrabravas, como bien lo documenta Diego Rojas en su libro, donde incluye, entre ellos, al violento Carlos Kunkel. Es por eso que el asesino Favale aparece retratado junto al ministro Boudou en un una festichola, y también con la 6,7,8 Sandra Russo.

En este mismo momento miles de petroleros de Santa Cruz se han rebelado contra la burocracia sindical – con la que la Presidenta había firmado un pacto social, el año pasado, con la advertencia maternal de que si los petroleros cortaban rutas “los mato”. Son los Mariano Ferreyra y los ferroviarios del sur sublevados contra sus propios Pedrazas. El gobierno les quiere meter un interventor de la burocracia, para mantenerlos en condición de sometimiento. Mientras Feinmann tomaba partido por la burocracia contra Mariano Ferreyra, el PO y Altamira, su ministro Carlos Tomada era pillado en una grabación telefónica conspirando con Pedraza para destruir al movimiento de tercerizados. Feinmann se reconoce a sí mismo como un miserable, porque el filósofo no eructa la menor reflexión acerca del hecho de que fue necesaria la muerte de nuestro compañero Mariano Ferreyra para que el gobierno incorpore a planta permanente a 3.100 trabajadores tercerizados. ¿Serán necesarias otras muertes para que ocurra lo mismo en las petroleras, en las telefónicas, en Edenor, en las mineras, en Siderar y en las plantas industriales de todo el país? Después de todo, lo que exigen los compañeros petroleros del sur es un convenio colectivo de trabajo nuevo, mientras que al gobierno K y a Repsol le interesa vaciar YPF para distribuir dividendos al amigo Eskenazi (para pagar sus préstamos con los españoles) y a los accionistas españoles quebrados por la crisis hipotecaria de España.

El ‘mensaje’ de Feinmann (no encuentro la palabra que describa la decrepitud intelectual del personaje) es: no luchen – total la Argentina peronista es una fiesta. Después de todo, enfrente del luchador siempre hay alguien armado – en eso consiste el Estado. El viernes pasado, los esbirros de Assad mataron a cien sirios que participaban en las manifestaciones contra la dictadura. Algo habrán hecho. ¿Quién los habrá mandado? A principios de 2009 el gobierno de Israel masacró a cerca de dos mil civiles en Gaza; algunos intelectuales kirchneristas de la SEA se opusieron a condenar a Israel porque entendían que el conflicto era “complejo” y los palestinos no eran precisamente inocentes. En medio de una rebelión gigantesca de los pueblos árabes y de la represión brutal de sus gobiernos, los Feinmann de esa parte del mundo otean desde sus covachas para ver de qué lado ponerse en el momento final.

Los pueblos ven a los Mariano Ferreyra de un modo diferente. Me viene a la memoria, probablemente por su música, la letra de la Marcha Fúnebre de la Revolución (rusa) de 1905: “Adiós camaradas, adiós corazones nobles/Caísteis en la lucha fatal/ víctimas de vuestro amor sagrado por el pueblo./Todo lo disteis por él, por su vida, sus honor, su libertad… / Adiós, camaradas, seguisteis un noble sendero…/Se acerca el momento en que el pueblo despertará, grande, potente y libre…/Adiós, camarada…”

Este 20 de abril se cumplió el sexto mes del asesinato de Mariano, pero también (entre el 19 y el 20) el 68 aniversario del levantamiento del gueto de Varsovia. Un levantamiento contra toda esperanza, un levantamiento que no buscaba la victoria sino la muerte digna; de un lado un puñado de judíos valientes, del otro los nazis. Entre los sublevados no había, por supuesto, ningún Feinmann, que condena precisamente a los que luchan. Pero sí los había en el gueto: eran las autoridades judías que colaboraban con los nazis y hacían las veces de informantes o carceleros de su propio pueblo. Los Jüdenrat (consejeros judíos) se opusieron al levantamiento judío con argumentos más plausibles que los de Feinmann, porque del otro lado había nazis, y el destino del campo de concentración era una expectativa remota de vida. Los K han encontrado su Jüdenrat.

La reflexión de Hegel acerca de la relación entre el amo y el esclavo está fuertemente inspirada por la rebelión de los esclavos y semi-libres negros en Haití, contra los plantadores blancos y el opresor francés. Hegel concluye que solamente es libre el ser humano dispuesto a entregar su vida para conquistar la libertad. De la escuela de Hegel se desarrolla el planteo de la libertad de Marx, como la conciencia de la necesidad – la conciencia de la universalización de lo humano. A su hija, Marx le definió la felicidad como la lucha. Mariano Ferreyra pudo vivir como el ser libre de Hegel y de Marx. Mariano Ferreyra, hasta la victoria siempre!

P.D. : Moria Casán tiene el doble de la estatura intelectual del Jüdenrat, José Pablo Feinmann. Fue la única que, en la campaña electoral de 1992, rompió la censura absoluta de los medios de comunicación a mi candidatura y me invitó a su programa de televisión – el único, repito, que me acogió en aquella campaña. La facultad de Periodismo de La Plata debería darle a la menemista Moria el premio a la libertad de expresión. El bloque duró 17 minutos, en el cual hablamos de los planteos del Partido Obrero, la disolución de la Unión Soviética y hasta el secuestro de dinero del Banco Central por parte del gobernador de la UCR de Río Negro, Massaccesi. Con esta temática llegué al público enorme de Moria y me pude escurrir de la censura de los medios. El debate fue más interesante que los que protagoniza 6,7,8 – que huye de los políticos marxistas o de izquierda. Las pretensiones frívolas del programa tuvieron expresión en tres observaciones finísimas de la conductora, que respondí con la ironía de un marxista y la calle de quien vivió en un conventillo sus primeros 19 años de vida, ¡donde éramos la única familia peronista! (había una radical, dos anarquistas, una del PC y una vieja que litigaba con la mía sobre la responsabilidad de los judíos en la crucifixión de Cristo). Eduardo Valdés, un K como Feinmann, me confidenció en una ocasión que empezó a tomar en serio al PO cuando me vio en el programa de Moria, porque para él era una señal de voluntad de llegar a todos lados, sin esquematismos. Lástima que Eduardo no me haya invitado nunca a sus propios programas, desde que se hizo K, de modo que él también quedó por debajo de la diva. Me voy a permitir una única expresión grosera: cuando el Jüdenrat Feinmann me objeta la entrevista con Moria, sólo demuestra que es un tilingo (en el lenguaje de Jauretche) – un pelotudo, en mi propio lenguaje.

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y no pasa nada en la Argentina?
Por PREOCUPADO !!!! - Monday, Jan. 19, 2015 at 2:43 PM

Millones en Mar del Plata,esta todo bién,que pase el que sigue.Crisis ?????, millones en Mar del Plata no hay crisis.
Mataron al fiscal,no importa,hay millones en Mar del Plata,todo bién,no le den bola a Lanata,Clarin miente.No miren tanto a La Nata y no escuchen Radio Mitre que miente,no murio ningun fiscal,era solo un espia anti Cristina.
Cristina ? NO TIENE TIEMPO Y ESTÁ TRISTE,POBRE LA CRISTINA. Hoy hay solo fideos con grasa de cerdo,el hambre llego a Olivos,pobre Cristina,hagamos una olla popular para darles de comer a los cristinistas.

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