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Byung-Chul Han: transparencia, cansancio y psicopolítica
Por (reenvio) Carlos A. Scolari - Friday, Feb. 06, 2015 at 12:55 PM

8-12-2014 / Podemos decirlo sin temores: Byung-Chul Han es el filósofo de moda. Nacido en 1959 en Corea del Sur, este pensador ha desarrollado toda su carrera académica en Alemania en diálogo permanente con un amplio abanico de intelectuales, desde Heidegger hasta Marx, Foucault, Baudrillard y Benjamin.

Gracias a un estilo simple -que se expresa en libros más bien breves y de fácil lectura- Byung-Chul Han se ha convertido en un referente para pensar las transformaciones sociales y políticas que atraviesan las sociedades contemporáneas. A continuación algunos apuntes que extraje después de leer sus cinco volúmenes hasta ahora publicados en castellano. Como se podrá ver, hay mucho “food for thought” en sus páginas y unas cuantas polémicas para seguir conversando.

Todos los textos de Byung-Chul Han dialogan entre sí. A menudo sus argumentos se repiten, saltan de un volumen a otro y afloran en las páginas a lo largo de toda su obra. Para ordenar mínimamente este post seguiré los títulos de sus libros pero esto no significa que cada volumen esté exclusivamente dedicado a tal o cual argumento.

La Sociedad del Cansancio (2012 – Edición original: 2010)

En este volumen Byung-Chul Han sostiene que el modelo “viral” y la metáfora de la invasión bacterial -que reina en nuestra sociedad desde al menos el siglo XIX- ha ido perdiendo fuelle para ser reemplazada por otras metáforas y enfermedades. Según el filósofo surcoreano enfermedades como la depresión, el trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH), el transtorno límite de la personalidad (TLP) o el síndrome de desgaste profesional (SDO o “síndrome de burnout”) “definen el panorama patológico de comienzos de este siglo” (p. 11). La era inmunológica ha sido abandonada en favor de otro paradigma donde ha desaparecido “la otredad y la extrañeza” y solo reina la “diferencia” (p- 14). Byung-Chul Han ubica en el fin de la guerra fría el momento inicial de esa transición.

“La diferencia postinmunológica, es más, postmoderna, ya no genera ninguna enfermedad (…) Lo extraño se sustituye por lo exótico y el turista lo recorre. El turista o el consumidor ya no es más un sujeto inmunológico” (p. 14).

El viejo paradigma inmunológico -fundado en el concepto de “negatividad” (“lo otro inmunológico es lo negativo que penetra en lo propio y trata de negarlo”, p. 17)- no es compatible con la globalización ni con la disolución de las fronteras.

En este volumen Byung-Chul Han también introduce una cuestión que desarrollará en otros libros (como “La sociedad de la transparencia”): la superación del modelo foucaultiano del panóptico. “La sociedad disciplinaria de Foucault, que constaba de hospitales, psiquiátricos, cárceles, cuarteles y fábricas, ya no se corresponde con la sociedad de hoy en día. En su lugar se ha establecido desde hace tiempo otra completamente diferente, a saber: una sociedad de gimnasios, torres de oficinas, bancos, aviones, grandes centros comerciales y laboratorios genéticos. La sociedad del siglo XXI ya no es disciplinaria, sino una sociedad del rendimiento” (p. 25). El sujeto del rendimiento no sufre una explotación externa: es dueño de sí mismo y se auto-explota. Más adelante volveremos sobre este tema, uno de los leitmotivs de Byung-Chul Han.

El sujeto auto-explotado hace del multitasking una práctica que “modifica radicalmente la estructura y economía de la atención. Debido a esto la percepción queda fragmentada y dispersa” (p. 34). El multitasking y otras prácticas como los videojuegos nos llevan a un estado de atención superficial, lo cual según Byung-Chul Han genera una regresión similar al estado de vigilancia de los animales salvajes: “Los logros culturales de la humanidad, a los que pertenece la filosofía, se deben a una atención profunda y contemplativa” (p 35). Este estado de contemplación es imposible de alcanzar en el mundo del multitasking y la hiperatención.

La Sociedad de la Transparencia (2012 – Edición original: 2012)

La utopía de una sociedad o una persona transparente no es más que eso: una utopía. El sujeto necesita espacios para estar consigo mismo, lo cual exige una membrana impermeable que lo aísle del entorno. Según Byung-Chul Han “es imposible establecer una transparencia interpersonal. Y esto tampoco es deseable. Precisamente la falta de transparencia del otro mantiene viva la relación” (p. 15).

La sociedad de la transparencia lleva a la información total, “no permite lagunas de información ni de visión” (p. 17) y se acelera rechazando todo tipo de negatividad. De frente al avance del Big Data y la avalancha de datos empíricos -que amenaza con arrasar con toda teoría- Byung-Chul Han reivindica el pensamiento negativo: “la teoría como negatividad hace que la realidad misma aparezca en cada caso y súbitamente de otra manera, bajo otra luz” (p. 20). La sociedad de la transparencia también amenaza a la política, un tipo de acción estratégica que incluye una dimensión o esfera secreta. Si toda la política se reduce a una escenificación de la transparencia, el “final de los secretos sería el final de la política” (p. 21).

Pero volvamos al repliegue de la negatividad en la sociedad contemporánea: “el veredicto general de la sociedad positiva se llama ‘me gusta’. Es significativo que Facebook se negara consecuentemente a introducir un botón de ‘no me gusta’. La sociedad positiva evita toda modalidad de juego de la negatividad, pues esta detiene la comunicación. Su valor se mide tan solo en la cantidad y la velocidad del intercambio de información. La masa de la comunicación eleva también su valor económico. Veredictos negativos menoscaban la comunicación. Al ‘me gusta’ le sigue con más rapidez la comunicación conectiva que al ‘no me gusta’. Sobre todo, la negatividad del rechazo no puede valorarse económicamente” (p. 23). El “Yes, We Can” de Barack Obama también forma parte de esta hegemonía de lo positivo.

“El mundo no es hoy ningún teatro en el que se representen y lean acciones y sentimientos, sino un mercado en el que se exponen, venden y consumen intimidades. El teatro es un lugar de representación, mientras que el mercado es un lugar de exposición.” (p. 68)

La sociedad de la transparencia valora la exposición. Cada sujeto “es su propio objeto de publicidad. Todo se mide en su valor de exposición. La sociedad expuesta es una sociedad pornográfica” (p. 29). Vivimos en un mundo que tiende a la hipervisibilidad, un espacio sin secretos ni misterios ocultos. A la sociedad de la transparencia “toda distancia le parece una negatividad que hay que eliminar: constituye un obstáculo para la aceleración de los ciclos de la comunicación y del capital” (p. 32).

En sintonía con los argumentos de Eli Pariser (autor de The Filter Bubble) Byung-Chul Han denuncia la construcción de burbujas de información personalizadas por los algoritmos. Estos sistemas -como el PageRank de Google- “presenta(n) al participante tan solo aquellas secciones del mundo que le gustan. Así, desintegra la esfera pública, la conciencia pública, crítica, y privatiza al mundo” (p. 69).

Para terminar este volumen Byung-Chul Han se interna en territorios foucaultianos y nos habla del nuevo panóptico digital, un dispositivo que “carece de perspectiva en el sentido de que no es vigilado desde el único centro por la omnipotencia de la mirada despótica. Desaparece por completo la distinción entre centro y periferia, que era constitutiva para el panóptico de Bentham (…) los que habitan el panóptico digital se creen que están en libertad” (p. 88).

La Agonía del Eros (2014 – Edición original: 2012)

En este volumen Byung-Chul Han retoma la desaparición de la negatividad para decir que “vivimos en una sociedad que se hace cada vez más narcisista. La libido se invierte sobre todo en la propia subjetividad” (p. 11). El sujeto narcisista del rendimiento “está abocado, sobre todo, al éxito” y su enfermedad es la depresión (“una enfermedad narcisista”) (p. 11). El sujeto depresivo del rendimiento “se hunde y ahoga en sí mismo” (p. 12).

PanópticoMás adelante Byung-Chul Han vuelve a la carga con las transformaciones en las formas de dominación: la sociedad del rendimiento “está dominada por el verbo modal poder, que formula prohibiciones y utiliza el verbo deber. A partir de un determinado punto de productividad, la palabra deber se topa pronto con su límite. Para el incremento de la producción es sustituida por el vocablo poder. La llamada a la motivación, a la iniciativa, al proyecto, es más eficaz para la explotación que el látigo y el mandato. El sujeto de rendimiento, como empresario de sí mismo, sin duda es libre en cuanto no está sometido a ningún otro que le mande y lo explote, pero no es realmente libre, pues se explota a sí mismo, por más que lo haga con entera libertad. El explotador es el explotado” (p. 19). Este nuevo tipo de explotación es mucho más eficiente que la anterior porque “va unida al sentimiento de libertad. Con ello la explotación es posible sin dominio” (p. 20).

El neoliberalismo entiende al sujeto como proyecto y no como explotado. De esta forma el fracaso lo asume el sujeto: “no hay nadie a quien pueda hacer responsable de su fracaso” (p. 21). Esta idea rebate la concepción de Benjamin (“el capitalismo es una religión”): el capitalismo no es ninguna religión porque “toda religión maneja las categorías de deuda (culpa) y desendeudamiento (perdón). El capitalismo es solamente endeudador” (p. 22). El resultado es la depresión y el síndrome del agotamiento.

En la última parte de La agonía del eros Byung-Chul Han arremete contra el Big Data y la supuesta “muerte de la ciencia” y de la teoría anunciada por la revista Wired en el año 2008. La correlación de datos habría sustituido a la causalidad. Byung-Chul Han sostiene que la teoría es “más que un modelo o una hipótesis que pueda verificarse o declararse falsa en virtud de experimentos (…) No hay un pensamiento llevado por los datos. Sólo el cálculo es llevado por los datos” (p. 74). La teoría, en otras palabras, es una “donación previa”, “trasciende la positividad de lo dado y hace que esto, de pronto, aparezca bajo otra luz” (p. 74). Byung-Chul Han no duda: “la masa de datos e informaciones, que crece sin límites, aleja hoy la ciencia de la teoría, del pensamiento” (p. 75). La ciencia que proponen Google y Wired es aditiva, no narrativa o hermenéutica. Le falta “tensión narrativa” (p. 75).

Para terminar, Byung-Chul Han concluye: “la tremenda cantidad de información eleva masivamente la entropía del mundo, y también el nivel de ruido. El pensamiento tiene necesidad de silencio. Es una expedición al silencio” (p. 75).

Apuntes alrededor de Byung-Chul Han

Si bien este post continuará con una segunda parte dedicada a otros dos libros de Byung-Chul Han (Psicopolítica y En el enjambre) podemos ir adelantando algunos comentarios a su obra. Como suelo decir, en un entorno donde escasea el pensamiento crítico siempre son bienvenidas las miradas que encarnan una filosofía “negativa” y apuntan a los aspectos más cuestionables de la sociedad del siglo XXI. En este contexto los libritos de este filósofo son un soplo de aire fresco… aunque algunos de esos aires nos recuerdan a cosas ya escritas a lo largo del siglo veinte respecto a la cultura de masas, desde el apocalipticismo de Adorno y Horkheimer hasta las “transparencias” de Baudrillard.

Me resultó interesante la hipótesis según la cual el modelo inmunológico estaría en fase de superación -algo muy posible- pero no la termino de compaginar con el día a día de nuestra sociedad. La reciente crisis del ébola en España nos demuestra que el miedo al Otro (en este caso un virus que, además, viene de… África) sigue vivito y coleando. Sin embargo no creo que sea una pérdida de tiempo seguir con atención la evolución de estos modelos de control en la cultura contemporánea. Por otra parte, estoy seguro de que el asalto al panóptico tradicional de Foucault que Byung-Chul Han propone dará lugar a unos cuantos debates.

Donde Byung-Chul Han despliega una mirada muy interesante es en la cuestión del avance de la positividad y la instalación de un sistema de auto-explotación en el neoliberalismo. Sus reflexiones sobre el nuevo “sujeto del rendimiento” me parecen más que útiles para comprender los modos de producción simbólica y las nuevas formas de explotación en un capitalismo post-industrial donde reina la exposición y la hipervisibilidad. La crítica de Byung-Chul Han -un ataque en toda regla al corazón de esa ideología nacida en un garaje de California y alimentada a golpe de start-ups exitosas en Silicon Valley- sirve para comprender mejor las tensiones entre lo privado y lo público, entre el tiempo del trabajo y el tiempo del ocio, y otras oposiciones que marcaron a la sociedad industrial y hoy están en vías de desaparición. Hay que decirlo claramente: no todos pueden ser emprendedores exitosos. La revolución digital esconde miles de trabajadores hiperexplotados de la manera más tradicional en las líneas de producción (no solo en China) y una buena cantidad de especialistas flexibles que se auto-explotan y viven al borde del síndrome del burnout. Byung-Chul Han se encarga de reflexionar sobre esta segunda figura.

Tampoco resulta difícil disentir con Byung-Chul Han cuando critica a las burbujas de información personalizada que los algoritmos nos construyen a medida. Es evidente que este entorno informacional construido a nuestra imagen y semejanza introduce una cuña profunda en el concepto de “opinión publica” y las formas de hacer política y construir hegemonía (ver la entrevista “Los partidos políticos, los sindicatos y la escuela son interfaces en crisis. Hay que resideñarlas” que me hizo Diana Fernández Irusta para La Nación). La lectura crítica que hace Byung-Chul Han del conocimiento nacido al calor del Big Data, en cambio, me parece superficial y se merecería un análisis más extenso. Si bien nadie puede creerse “el fin de la teoría” augurado por Chris Anderson en Wired, las posibilidades que ofrecen las humanidades digitales no pueden liquidarse en un par de párrafos. Desde mi perspectiva hermenéutica y Big Data pueden entablar un diálogo fecundo.

Para terminar, me queda zumbando en el oído el recurrente reclamo de Byung-Chul Han a parar la máquina, hacer silencio y desacelerar el pensamiento. Esta idea tan romántica y decimonónica -que propone volver a un pasado idealizado donde aparentemente reinaba la tranquilidad, el silencio y el slow time, y por lo tanto se podía pensar en paz- me recuerda demasiado a las críticas de Theodor Adorno a las “síncopas perturbadoras” y a los “monótonos estímulos” del jazz… En breve: creo que necesitamos intelectuales que sean capaces de pensar no sólo sobre sino también desde las condiciones culturales de la sociedad contemporánea. O sea, necesitamos intelectuales -como Alessandro Baricco, Agustín Fernández Mallo, Eloy Fernández Porta, Vicente Luis Mora, Jorge Carrión o Alejandro Piscitelli- que piensen desde el multitasking, la hiperatención y la fragmentación entrópica.

fuente http://hipermediaciones.com/2014/12/08/byung-chul-han-transparencia-cansancio-y-psicopolitica

Byung-Chul Han: ¿filosofía para dummies? (II)

Comenzamos a despedir este 2014 con la segunda y última parte de la reseña dedicada a la obra de Byung-Chul Ha, el filósofo de moda en España. Si en la primera parte del post presentamos tres de sus libros -La sociedad del cansancio, La sociedad de la transparencia y La agonía del Eros- y avanzamos algunos comentarios críticos, aquí analizaremos otras dos obras -En el enjambre y Psicopolítica- y concluiremos con una reflexión general sobre los aportes de este pensador.
En el enjambre (2014 – Edición original: 2012)

Este es el texto donde Byung-Chul Han se ocupa a fondo del mundo digital. Desde ya se los digo: es la obra con la que menos sintonizo. En este volumen la mirada crítica del filósofo surcoreano se convierte en un garrotazo apocalíptico a todo lo que huela a silicio. Según Byung-Chul Han estamos en presencia de un “enjambre digital” formado por individuos que “no desarrollan ningún nosotros”, “no se manifiesta en una voz. Por eso es percibido como un ruido” (p. 27). Los modelos colectivos fundados en las nuevas tecnologías digitales “son muy fugaces e inestables, como en los rebaños constituidos por los animales. Los caracteriza la volatilidad” (p. 29). Byung-Chul Han busca diferenciarse tanto de la visión tradicional de la “masa” como de la “multitud” de Hardt y Negri.

Para los que estudiamos los procesos de comunicación resulta sorprendente leer a Byung-Chul Han cuando sostiene que en la comunicación digital “las informaciones se producen, envían y reciben sin mediación de los intermediarios. No son dirigidas y filtradas por mediadores. La instancia intermedia es eliminada para siempre (…) Medios como blogs, Twitter o Facebook liquidan la mediación de la comunicación, la desmediatizan” (p. 33-34). No estoy para nada de acuerdo con este análisis. Más que un estado de desintermediación total como sugiere Byung-Chul Han asistimos al desarrollo de nuevas instancias de (ciber)intermediación (ver el post Producción y distribución del conocimiento en la Era de la Ciberintermediación, el cual retoma algunas investigaciones que realizamos con Hugo Pardo Kuklinski y Cristóbal Cobo al respecto). Por otra parte… ¿Cómo se puede sostener que Twitter o Facebook no mediatizan la comunicación? ¿Acaso son interfaces neutras que no afectan las formas que asumen los intercambios entre los usuarios? Las plataformas digitales -desde Facebook hasta Amazon- generan un “efecto de desintermediación”, cuando en realidad son sus algoritmos los que modelan el consumo y las interacciones de los usuarios (ver mi post The filter bubble. Alguien te está mirando sobre los algoritmos de Google).

Más interesantes son las reflexiones de Byung-Chul Han sobre los movimientos políticos nacidos al calor de los tuits. Lejos de Manuel Castells y otros teóricos de la sociedad-red movilizada Byung-Chul Han no ve con claridad las movidas indignadas de la última década: “La indignación digital no … es capaz de acción ni de narración. Más bien, es un estado afectivo que no desarrolla ninguna fuerza poderosa de acción” (p. 22). La creciente presión de desmediatización “se apodera también de la política. Pone en apuro a la democracia representativa. Los representantes políticos no se muestran como transmisores, sino como barreras. Y así, la presión de desmediatización se presenta como exigencia de más participación y transparencia. Precisamente a esta evolución medial debe su éxito inicial el Partido Pirata” (p. 35). Algo parecido podría decirse de Podemos en España. Ahora bien, que los nuevos movimientos políticos cuestionen a la “casta política” no significa que estemos de frente a un proceso de desmediatización de la política: lo que Podemos y otros movimientos similares proponen son nuevas formas de mediatización.

Una digresión antes de seguir: como habrán visto, Byung-Chul Han comienza hablando de “mediación” y en un momento determinado pasa a “mediatización”. Ignoro si se trata de un error en la traducción de alemán o de un uso superficial de ambos conceptos. Es obvio que “mediación” no significa lo mismo que “mediatización”. Sobre este tema les recomiendo la lectura de La Semiosis Social II de Eliseo Verón, un texto donde desgrana y define claramente ambos conceptos. Fin digresión.

En esta obra Byung-Chul Han vuelve a los temas tratados en sus otros libros, desde la excesiva velocidad de la vida social hasta la fragmentación y la positividad que definen a la sociedad contemporánea. Estas características se expresan en ciertos objetos. El siguiente párrafo es un buen ejemplo de su visión anti-gadget: “el smartphone es un aparato digital que trabaja con un input-output pobre en complejidad. Borra toda forma de negatividad. Con ello se olvida de pensar de una manera compleja. Y deja atrofiar formas de conducta que exigen una amplitud temporal o una amplitud de mirada. Fomenta la visión a corto plazo. Fomenta el corto plazo, y ofusca la larga duración y lo lento. El me gusta sin lagunas engendra un espacio de positividad” (p. 43). Los gadgets de silicio no le caen bien a Byung-Chul Han: “los aparatos digitales traen una nueva coacción, una nueva esclavitud. Nos explotan de manera más eficiente por cuanto, en virtud de su movilidad, transforman todo lugar en un puesto de trabajo y todo tiempo es un tiempo de trabajo. La libertad de la movilidad se trueca en la coacción fatal de tener que trabajar en todas partes” (p. 59). El pensamiento negativo de Byung-Chul Han no perdona: “la comunicación digital hace que se erosione fuertemente la comunidad, el nosotros. Destruye el espacio público y agudiza el aislamiento del hombre” (p. 75). Y culmina: “el exceso de información hace que se atrofie el pensamiento” (p. 88-89). Pasemos a otro libro.

Psicopolítica (2014 – Edición original: 2014)

A diferencia del anterior, este es libro de Byung-Chul Han que más me gusta. Si no tienen ganas de leerse todos los volúmenes (cinco hasta ahora) les recomendaría comenzar por este. ¿Por qué? Porque en cierta manera retoma y resume sus principales ideas. Byung-Chul Han comienza hablando de la ilusión de libertad (“el sujeto del rendimiento, que se pretende libre, es en realidad un esclavo”) y la absolutización del trabajo (“el sujeto neoliberal como empresario de sí mismo no es capaz de establecer con los otros relaciones que sean libres de cualquier finalidad” p. 12-13). Después retoma a Marx para darle una vuelta de tuerca al materialismo dialéctico: “el capitalismo industrial muta en neoliberalismoo capitalismo financiero con modos de producción posindustriales, inmateriales, en lugar de trocarse en comunismo” (p. 16). Y remata: “El neoliberalismo, y no la revolución comunista, elimina la clase trabajadora sometida a la explotación ajena. Hoy cada uno es un trabajador que se explota a sí mismo en su propia empresa. Cada uno es amo y esclavo en una persona. También la lucha de clases se transforma en una lucha interna consigo mismo” (p. 17).

En cierto momento Byung-Chul Han se aleja de Marx para acercarse a Foucault: la libertad y la comunicación ilimitadas “se convierten en control y vigilancias totales” (p. 21). Además, el “neoliberalismo convierte al ciudadano en consumidor … sólo reacciona de forma pasiva a la política, refunfuñando y quejándose, igual que el consumidor antes las mercancías y servicios que le desagradan” (p. 23). Como síntesis de estos cambios “nos dirigimos a la época de la psicopolítica digital. Avanza desde una vigilancia pasiva hacia un control activo” (p 25). La psicopolítica tiene sus instrumentos. El Big Data es uno de ellos, uno muy importante, ya que “permite adquirir un conocimiento integral de la dinámica inherente a la sociedad de la comunicación. Se trata de un conocimiento de dominación que permite intervenir en la psique y condicionarla a un nivel prerreflexivo” (p. 25). Con el Big Data “el futuro se convierte en predecible y controlable” (p. 25).

Si la dominación tradicional se basaba en la demografía y la estadística, la psicopolítica se funda en el Big Data. Como ya les dije en este contexto algunos gadgets (el smartphone en primer lugar) se convierten en “objetos de devoción”, ocupando el mismo lugar que el rosario en la tradición católica. El “me gusta” es el “amén digital” y Facebook, “la iglesia, la sinagoga global de lo digital” (p. 26) …y “el neoliberalismo es el capitalismo del me gusta” (p. 30). La biopolítica de Foucault -la forma de gobierno de “la sociedad disciplinaria”- es cosa del pasado: es “inadecuada para el régimen neoliberal que explota principalmente la psique” (p. 38). Byung-Chul Han lo dice claro: “Foucault no realizó el giro a la psicopolítica” (p. 40).

En otros capítulos Byung-Chul Han no ahorra críticas al cuerpo estetizado, los libros de autoayuda, el consumismo, la ludificación y la hegemonía de un pensamiento que pone las emociones por encima de cualquier otro tipo de vivencia, para terminar en un concepto que atraviesa toda su obra: la emergencia del “panóptico digital” (p. 62). De frente a tanto libro e investigación sobre lo emocional Byung-Chul Han no duda y clava el cuchillo en lo más profundo: “las emociones son esencialmente fugaces y más breves que los sentimientos… En el capitalismo del consumo se venden significados y emociones… La emoción se convierte en medio de producción” (p. 70). Para terminar Byung-Chul Han vuelve al Big Data y arremete contra la supuesta “muerte de la ciencia” (y “de la teoría”) anunciada por Chris Anderson en Wired, un tema que el filósofo surcoreano ya había tratado en el volumen La agonía del Eros (ver la primera parte de la reseña).

Apuntes finales

Como dije al final del primer post, en un entorno donde el pensamiento negativo tiende a ser tapado por millones de “me gusta” y discursos cargados de positividad (“Sonríe, te estamos registrando”), las miradas críticas son más que bienvenidas. También dijimos que los pequeños volúmenes de Byung-Chul Han son un soplo de aire fresco pero cargado de aromas de la crítica del siglo XX a la cultura de masas (desde Adorno y Horkheimer hasta Foucault y Baudrillard). En ese sentido creo que las obras de Byung-Chul Han están escritas más bajo el signo de la continuidad que de la ruptura.

Pero Byung-Chul Han está más que atento a los cambios de la sociedad digital post-industrial, desde las nuevas formas que adopta la auto-explotación hasta la emergencia del llamado “panóptico digital”. En este contexto Byung-Chul Han se presenta como una especie de Foucault 2.0 y abre líneas de reflexión muy interesantes y útiles en un entorno donde todavía se consume -a menudo de manera bastante acrítica- la versión original Foucault 1.0 (ver mi post ¿Bibliografía del oprimido?).

Algunas ideas de Byung-Chul Han me parecen interesantes (por ejemplo su crítica al “panóptico digital”, la “auto-explotación” y la hegemonía del pensamiento positivo y emocional); otras no me terminan de convencer, sobre todo cuando entra en cuestiones digitales, desde el tema del Big Data hasta la vida de los sujetos en las redes sociales. Lo reconozco: cuando Byung-Chul Han se pone a reflexionar sobre lo digital me aburre. Su mirada es unidireccional, sólo ilumina una dimensión de las tecnologías digitales -la negativa- y termina generando una fuerza que se anula con la de los discursos positivos sobre las “nuevas tecnologías” digitales. Si sumamos Negroponte + Byung-Chul Han el resultado siempre será cero (“0″). Estoy convencido de una cosa: necesitamos otro tipo de miradas que escapen a esta “razón dualista” (Jesús Martín Barbero dixit) que bloquea cualquier comprensión profunda del “enjambre digital”.

Una cosa me llamó poderosamente la atención: si bien Byung-Chul Han critica la configuración que está adoptando la sociedad contemporánea, desplegando una mirada que nos recuerda a la de los pensadores nacidos en el siglo XIX que se confrontaron con la naciente cultura de masas, su producción está más que en sintonía con los ritmos, polifonías y fragmentaciones de ese mundo. Me explico: sus libros son breves y de fácil lectura, hilvanados con frases cortas, casi tuits, que vuelven una y otra vez sobre los nudos conceptuales de su pensamiento: el panóptico digital, la auto-explotación, la fragmentación, la positividad, la falta de silencio… Byung-Chul Han critica el caos y la velocidad acelerada de las sociedades contemporáneas pero compone textos totalmente adaptados a ese ecosistema. Si bien encarna un espíritu adorniano, a la hora de escribir Byung-Chul Han se acerca mucho a McLuhan -el gran creador de aforismos/tuis sobre la cultura de masas- pero aún más a los bárbaros de Baricco. ¿Filosofía para dummies?

fuente http://hipermediaciones.com/2014/12/21/byung-chul-han-filosofia-para-dummies-ii/

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Crítica a nuestro ilusorio albedrío
Por Agustin Scarpelli - Friday, Feb. 06, 2015 at 1:03 PM

15/08/14 / Byung-Chul Han. Una introducción y fragmentos de sus ensayos -no disponibles en el país- para acercarse al ensayista de culto en Europa.

Probablemente el nombre Byung-Chul Han suene menos extranjero en Alemania que aquí. No hay sitio más global en el mundo que las grandes universidades de los países centrales, que rivalizan entre sí por ser la más multicultural. De origen coreano, el filósofo Byung-Chul se ha convertido en una celebridad universitaria en Berlín, donde reside, y a la vez, en un bestséller que se mueve entre lo popular y lo culto. Su ensayo La sociedad del cansancio (2012) va por la sexta edición en español; los contados ejemplares que llegaron a Buenos Aires se agotaron en una semana.

La sociedad de la transparencia (2013), La agonía del Eros (2014) y el flamante En el enjambre (2014) van camino a correr la misma suerte. Quizá sea porque entre las principales preguntas que hoy repican por todo Internet –las primeras en Argentina y otros países, como Alemania, según reveló esta semana un informe de Google– figuran: Por qué estamos tan cansados, por qué estamos solos. El apunte es estadístico pero da una dimensión del tono existencial de estos tiempos. Agotados, aislados. Tal vez el mismo lectorado masivo que se vuelca a los best-séllers de autoayuda hoy esté leyendo obras de diversas disciplinas, entre ellas la filosofía, con una búsqueda en clave existencial.

Doctorado con una tesis sobre Martin Heidegger, Byung-Chul es considerado por algunos como el sucesor de Peter Sloterdijk por sus análisis corrosivos de la contemporaneidad, aunque la relación con él sea enigmática, cuando no tensa.

¿Qué es lo que le otorgó notoriedad a este profesor que se había formado como metalúrgico en Seúl antes de mudarse a Alemania para estudiar literatura y filosofía? Quizá, su principal virtud sea la de asumir un lugar de enunciación arriesgado, el de polemista incisivo, sitio ocupado brevemente por su maestro Peter Sloterdijk con su Reglas para el parque humano. Precisamente, si existe un rasgo que permite poner en una serie todos estos libros publicados por la española Herder, es que todos los textos parten de la crítica y el comentario de autores precedentes bien conocidos. Byung-Chul toma autores y teorías que han circulado extensamente, también en nuestro medio. Pone en cuestión los conceptos de sociedad inmunitaria de Roberto Esposito, la sociedad disciplinaria y biopolítica de Michel Foucault, las ideas de Giorgio Agamben sobre la desnudez, el erotismo y la profanación, la teoría de Hanna Arendt sobre el rol del “homo laborans” en la vida moderna y las meditaciones de Richard Sennett sobre el trabajo.

En segundo lugar, buena parte de sus ensayos breves están atravesados por dos categorías de contornos algo imprecisos, como el binomio positividad/negatividad. Para Byung-Chul, el exceso de positividad –esa fuerza que ahuyenta del seno de la sociedad cualquier posibilidad de contradicción– es lo que caracteriza a la sociedad actual. La potencia de la negatividad consiste en que las cosas sean experimentadas justamente por su contrario: el emblema de la negatividad es Batleby, el personaje de Herman Melville que a toda tarea o pedido responde con candor: “Preferiría no hacerlo”. Por el contrario, la sociedad positiva, analiza Byung-Chul en La sociedad de la transparencia , no admite el sentimiento negativo: “se olvida de enfrentarse al sufrimiento y al dolor, de darle forma” cuando, en verdad, “también el espíritu humano es un nacimiento con dolor”, subraya.

Con sus textos, el lector se siente inmediatamente interpelado y comprendido en su desgracia e insatisfacción cotidianas: la hiperactividad y el multitasking, interpretados por el autor como fenómenos que impiden la verdadera acción, aquella que requiere de la actitud contemplativa; pero también el estrés que deriva de la autoexplotación; o la intimidad amenazada por las redes sociales, en las que participamos voluntariamente y que nos esclavizan a tiempo completo; el control ejercido por el panóptico digital; la soledad y el aislamiento que ello implica, imposibilitándonos para ejercer cualquier acción común. Estos son los “males de época” diagnosticados por Byung-Chul.

En La agonía de Eros el filósofo se propone explicar el actual declive del amor y del deseo y la sexualidad, particularmente agudo en aquellos países donde más se encarnan las vanguardias tecnológicas: “en la sociedad del rendimiento, dominada por el poder, en la que todo es posible, todo es iniciativa y proyecto, no tiene ningún lugar el amor como herida y pasión”. Otro de los síntomas del hombre contemporáneo es la depresión, que se origina en la persecución desmesurada del éxito personal. La sociedad disciplinaria caracterizada por Foucault ya no tiene lugar: el hombre, convertido en empresario de sí mismo, es más eficaz, más productivo autoexplotándose hasta desfallecer. Y esto es así porque si por un lado el hombre de hoy asocia su labor a una sensación de libertad, y no de coacción, por otro lado ya no reclama nada a los mecanismos de control: “la explotación también es posible sin dominio”, sostiene.

Como se ve, las ideas sobre el poder sostenidas por el filósofo se ocupan de un aspecto menos opresivo que productivo. En La sociedad de la transparencia parte de las conceptualizaciones del utopista Jeremy Bentham sobre el sistema del panóptico para explicar las nuevas formas de la vigilancia en la sociedad de control. Se podría creer que en esto sigue al último Foucault. Sin embargo, dice del filósofo francés: “Acepta sin crítica que el régimen neoliberal, como ‘sistema de estado mínimo’, como ‘administrador de la libertad’, posibilita la libertad del ciudadano. Se le escapa por completo la estructura de poder y coacción que hay en la proclamación neoliberal de la libertad”.

Byung-Chul acaba de salir de imprenta En el enjambre, aún no distribuido en España. En él se ocupa de las modulaciones de la individualidad en medio de la colmena digital de conexiones.

Para todos ellos, podemos arriesgar tempranamente cinco claves de lectura:

1.

La adopción del psicoanálisis, el cine y la literatura devuelve a sus textos una escala humana, perdida en los vericuetos tecnicistas de otros autores. ¿Será acaso que el lenguaje de las ciencias humanas se alejó tanto del hombre que ya no dice nada sobre su experiencia? La lectura que hace en La agonía del Eros del best-séller Cincuenta sombras de Grey , por ejemplo, le permite mostrar hasta qué punto la desaparición del otro en la pornografía y los imperativos de la salud y la vida sana (y el principio del rendimiento) dinamitan el amor y la sexualidad. Y esto es así porque “El Eros se dirige al otro en sentido enfático, que no puede alcanzarse bajo el régimen del yo. Por eso, en el infierno de lo igual, al que la sociedad actual se asemeja cada vez más, no hay ninguna experiencia erótica. Esta presupone la asimetría y exterioridad del otro”.

2.

Byung-Chul tiene ideas propias y originales pero se sirve de la crítica filosófica de otros autores cuando esto le permite entrar en un tema y apropiarse de él.

La agonía de Eros parte de una crítica a la israelí Eva Illous y “esas teorías sociológicas” que desconocen que hoy está en marcha algo que ataca al amor más que la libertad sin fin o las ilimitadas variantes: “No sólo el exceso de oferta de otros otros conduce a la crisis del amor, sino también la erosión del otro, que tiene lugar en todos los ámbitos de la vida y va unida a un excesivo narcisismo”.

3.

No es sólo la filosofía oriental la que opera en la obra de Byung-Chul. También su lectura descentrada de la filosofía dominante. No es sorpresivo que un autor de origen coreano utilice el mismo conjunto de autores que leemos en Argentina –Alain Badiou, Jean Baudrillard, Agamben, Esposito o Arendt. La buena noticia es que ese recorte sea atractivo para los europeos, que muchas veces han dudado de que pueda haber algo más que objetos de estudio blindados “en el extranjero”, reservándose la interpretación final excluyente. Más aún, parafraseando al filósofo palestino Edward Said, también estrella de la academia estadounidense, el nuevo peligro sería caer en el “occidentalismo” y creer en una imagen de Occidente estereotipada.

4.

Su prosa tiende al axioma. El argumento adquiere su potencia de esa brevedad. Su voz es la de un ventrílocuo. Sostiene lo que la filosofia alemana no podría decir; y retoma teorías de viejo cuño sin convocar a los autores que las forjaron ni la tradición que conllevan. Pero eso ya obligaría a un libro de cientos de páginas. Es cierto que la cita no siempre es elegante pero en ciertos casos la referencia es obligada. “Las cosas se tornan transparentes cuando se despojan de su singularidad y se expresan en la dimensión del precio. El dinero, que todo lo hace comparable con todo, suprime cualquier rasgo de lo inconmensurable, cualquier singularidad de las cosas. La sociedad de la transparencia es un infierno de lo igual”, escribe. ¿No resuena allí la teoría sobre el “fetichismo de la mercancía”, de Marx?

5.

Vida y obra. A la manera de los gurúes de artes marciales, Byung-Chul no se hace presente... No contesta los mails, nos dicen sus editores..., ha dado contadas entrevistas y no respondió a nuestras gestiones. La sociedad de la transparencia es inaugurada por un pasaje de Peter Handke: “Vivo de aquello que los otros no saben de mí”. Es evidente que la frase caló en el filósofo. En ese mismo libro, en uno de los capítulos que refieren a la fotografía, critica duramente aquello que denomina “el valor de exposición” en la sociedad actual. “El imperativo de la transparencia hace sospechoso todo lo que no se somete a la visibilidad actual. En eso consiste su violencia”, sostiene. De su presencia queda la fotografía pixelada de las solapas, de una belleza juvenil exótica.

fuente http://www.revistaenie.clarin.com/ideas/filosofia/Byung-Chul-Han_0_1194480560.html

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El infierno de lo igual: La sociedad de la transparencia
Por Ana March - Friday, Feb. 06, 2015 at 1:04 PM

13 de diciembre de 2013 / Un exceso de positividad está cambiando el paradigma de occidente, sentencia Byung-Chul Han, filósofo alemán de origen coreano en su libro ‘La sociedad del Cansancio’, un interesante ensayo que hace unos días reseñaba en este blog.

Hoy quiero acercaros ‘La sociedad de la transparencia’ (editado también por Herder Editorial, en el año 2013), de este mismo autor, en el cual el filósofo profundiza sobre las consecuencias que el abandono de la negatividad y de toda resistencia a la alteridad está operando en la sociedad actual, totalizado el concepto de la transparencia hasta convertirlo en un fetiche.

“Ningún otro lema domina hoy tanto el discurso público como la transparencia”, explica Byung-Chul Han. La omnipresencia de lo transparente no puede reducirse a un cambio en el ámbito de lo político o lo económico, sino que encuentra su explicación dentro de un cambio de paradigma social, en lo que el autor denomina la nueva ‘sociedad positiva’. La abolición de lo negativo ha inundado el torrente del capital, la comunicación y la información; el cálculo, la dirección y el control someten hoy nuestras acciones volviéndolas transparentes.

“La transparencia es una coacción sistémica que se apodera de todos los sucesos sociales y los somete a un profundo cambio”. Desmontando toda su negatividad, eliminando lo extraño, la imposición de la transparencia busca volver nuestras acciones operacionales y acelerarlas. “Las cosas se tornan transparentes cuando se despojan de su singularidad y se expresan completamente en la dimensión del precio. El dinero, que todo lo hace comparable con todo, suprime cualquier rasgo de lo inconmensurable, cualquier singularidad de las cosas. La sociedad de la transparencia es un infierno de lo igual.”

“Una nueva palabra para uniformación: transparencia”

Carente de destino el tiempo ha perdido su carácter fluido para nivelarse a un presente siempre disponible, se ha vuelto transparente. El futuro se visualiza como un presente optimizado, se ha vuelto transparente. Las imágenes se han liberado de toda dramaturgia, de toda su profundidad hermética, se han vuelto pornográficas, se han vuelto transparentes. “La coacción de la transparencia nivela al hombre mismo hasta convertirlo en un elemento funcional del sistema. Ahí está la violencia de la trasparencia”, sentencia el autor.

Catalogando de ingenua la ideología del Post-Privacy, que busca el abandono de la esfera privada en pos de conducir a una comunicación transparente, Byung-Chul Han reflexiona sobre la imposibilidad de que opere una transparencia efectiva en los hombres consigo mismos o con sus semejantes, dado que el inconsciente permanece oculto para el Yo, lo cual vuelve también imposible una transparencia interpersonal, que por otra parte no es deseable. “Precisamente la falta de transparencia del otro es lo que mantiene viva la relación”, protegiendo la atracción y la vitalidad. “Una relación transparente es una relación muerta (…) sólo lo muerto puede ser transparente”.

El mundo se ha vuelto más desvergonzado y desnudo. Hoy, ejercitarse en la actitud de la distancia es una forma de resistencia ante el totalitarismo de la trasparencia. “La distancia y la vergüenza no pueden insertarse en el ritmo acelerado del capital, de la información y de la comunicación”. La negatividad de dejar que las cosas caigan en el olvido, o de no saber, muchas veces obra en beneficio, pero la sociedad de la transparencia no permite que nada escape a la visibilidad, ni da oportunidad a espacios vacíos, por lo que la inspiración y el pensamiento, ambos necesitados de esa laguna, se ven perjudicados. “Una sociedad que no admitiera ya ninguna negatividad de un vacío sería una sociedad sin dicha. Amor sin ninguna laguna de visión es pornografía. Y sin laguna de saber el pensamiento degenera para convertirse en cálculo.”

La sociedad positiva, escribe el autor, despojándose de toda negatividad se olvida de enfrentarse al sufrimiento y al dolor, olvida darles forma. Para Nietzsche, el alma humana agradece su profundidad, grandeza y fuerza, precisamente, a la demora en lo negativo. La infelicidad inculca fortaleza. “La sociedad positiva está en vías de organizar el alma humana totalmente de nuevo. En el curso de su positivación también el amor se aplana para convertirse en un arreglo de sentimientos agradables y de excitaciones sin complejidad ni consecuencias.”

El amor, despojado de sufrimiento y pasión, de sus figuras negativas, se ha domesticado, expresa Byung-Chul Han, volviéndose una fórmula de consumo y confort. En la sociedad positiva “Hay que evitar cualquier lesión. Cede el disfrute sin negatividad, aunque por otra parte, en su lugar devengan perturbaciones psíquicas como agotamiento, cansancio, depresión, atribuible a un exceso de positividad.”

En cuanto a la política, el autor escribe “La política es una acción estratégica. Y, por esta razón, es propia de ella una esfera secreta. Una transparencia total la paralizaría (…) Sólo la política como teocracia se las arregla sin secretos. Aquí, la acción política cede a la mera escenificación”. Por lo que sentencia que la sociedad positiva va camino a la pospolitización, a una política exenta de colores e ideologías, trasparente. La opinión reemplaza a la figura negativa de la ideología, siendo menos radicales y penetrantes, se libran de tener consecuencias. “Así, la actual sociedad de la opinión deja intacto lo ya existente”. Por lo que el totalitarismo de la transparencia actúa como un efectivo estabilizador del sistema.

“El veredicto general de la sociedad positiva se llama <me gusta>”

megusta“Sin la negatividad de la distinción se llega irremisiblemente a una excrecencia general y a una promiscuidad de las cosas”. La simple acumulación de información, explica Byung-Chul, no implica verdad, ya que le falta un sentido, una dirección. Transparencia y verdad no son equiparables, pues la verdad se ubica dentro del rango de lo negativo al declarar todo lo otro como falso. La falta de esa negatividad de lo verdadero implica una imprecisión que se ve agravada por la hipercomunicación y la hiperinformación.

La negatividad de la separación, del secreto, de la delimitación, el encierro, se ve abolida en la nueva sociedad de la exposición. Las cosas se han vuelto mercancías y han de ser expuestas, todo su valor reside en la exposición y en el capital de atención que genere, desintegrando el <valor cualtual> del que hablaba Walter Benjamín, el valor de culto de lo misterioso y lo inaccesible. “El imperativo de exposición conduce a una absolutización de lo visible y lo exterior. Lo invisible no existe, porque no engendra ningún valor de exposición, ninguna atención.” La hipervisibilidad afecta incluso al cuerpo, que vuelto hacia afuera, despojado de toda negatividad, desvestido y expuesto, se ha cosificado como un objeto de exposición al que hay que optimizar, exponer y explotar.

Sobreexpuesto a la mirada y al consumo inmediato, el cuerpo se ha vuelto pornográfico, obsceno, aniquilando el eros, el sexo. “La exposición pornográfica produce una alienación del placer sexual. Hace imposible experimentar placer (…) La sociedad de la trasparencia es enemiga del placer.” El placer necesita del encubrimiento, la negatividad del secreto, el velo. La seducción de la máscara, la ilusión y la sugerencia estimulan el placer, la tensión erótica. “No es casual que la actual sociedad de la trasparencia sea a la vez una sociedad de la pornografía.” La fantasía y el encanto ya no traman sus posibilidades en el placer de lo ambiguo, en la fascinación del misterio, la hipernitidez no deja lugar a ningún rodeo imaginativo, algo que no restituye ningún recibir y disfrutar. Despojada de la intensidad del misterio, la imagen pornográfica, sin nada que permita el lento goce contemplativo, nada por vulnerarse, no impresiona, a lo sumo es el objeto de un <me gusta>.

“La violencia de lo transparente vuelve sospechoso todo lo que no se somete a visibilidad (…) La comunicación visual se realiza hoy como contagio, desahogo o reflejo. Le falta toda reflexión estética. Su estetización es, en definitiva, anestésica”. El “me gusta” como juicio no requiere ninguna contemplación que se demore. La complejidad vuelve más lenta la comunicación, así, la hipercomunicación anestésica minimiza la complejidad en pos de acelerarse. “Es esencialmente más rápida que la comunicación del sentido”. La transparencia va unida a un vacío de sentido. “La masa de la información y comunicación brota de un horror vacui”.

La dialéctica de la libertad como nuevo modo de control

d60ca649d573b34dc91e00b228f4b7a6 La mirada absoluta de la era digital ha destituido la imagen de control del panóptico diseñado por Jeremy Bentham, reemplazándolo por un panóptico no perspectivista, es decir, sin que la despótica vigilancia omnipresente provenga de una figura en el centro. La distinción entre centro y periferia se ha diluido, el panóptico digital funciona sin ninguna óptica de perspectiva, su eficacia está en que se produce desde todos los ángulos, desde todas partes.

La soledad, el aislamiento y la incomunicación propia del modelo panóptico que se aplica en el panóptico de Bentham, no es aplicable al modelo digital. Los moradores del panóptico digital se conectan y comunican entre sí. “Lo que garantiza la transparencia no es la soledad mediante el aislamiento, sino la hipercomunicación.” Además, los moradores del panóptico digital colaboran activamente en la construcción del mismo, y en su conservación, ellos se exhiben y se desnudan. “El exhibicionismo y el voyeurismo alimentan las redes del panóptico (…) La exhibición pornográfica y el control panóptico se compenetran.”

El desarrollo actual del mundo apunta en pos de un gran panóptico digital. Un panóptico total, sin separaciones de adentro u afuera, sin muros. “Google y las redes sociales, que se presentan como espacio de libertad, adoptan formas panópticas. Hoy, contra todo lo que se supone normalmente, la vigilancia no se realiza como ataque a la libertad. Más bien cada uno se entrega voluntariamente a la mirada panóptica digital. El morador del panóptico digital es víctima y actor a la vez. Ahí está la dialéctica de la libertad, que se hace patente como control.”
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Sobre el autor: Byung-Chul Han, de origen coreano, estudió filosofía en la Universidad de Friburgo y Literatura Alemana y Teología en la Universidad de Múnich. En 1994 se doctoró por la primera de dichas universidades con una tesis sobre Martin Heidegger. En la actualidad es profesor de Filosofía y Teoría de los medios en la Escuela Superior de Diseño de Karlsruhe. Autor de más de una decena de títulos, ‘La sociedad del cansancio’ es su primera traducción al castellano.

fuente http://blogs.culturamas.es/anamarch/2013/12/13/el-infierno-de-lo-igual-la-sociedad-de-la-transparencia/

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