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Postales de un día antiperonista
Por Ulises Bosia - Notas.org.ar - Thursday, Feb. 19, 2015 at 9:31 AM

19 febrero 2015 | Por Ulises Bosia. Una fracción de la clase media entristecida, envejecida, indignada y amargada resiste y se busca a sí misma en el silencio y el homenaje al fiscal Nisman. Una aproximación a la psicología del 18F.

Postales de un día a...
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“Es como el 25 de mayo de 1810”

El pronóstico lo anunciaba desde la mañana, así que cuando cayeron las primeras gotas de lluvia rápidamente proliferaron los paraguas, que la mayoría de los manifestantes habían previsto llevar. Como flores que se abrían de pronto se formó un raro continuo de formas convexas, muchas negras, algunas coloridas. No eran paraguas comprados en la calle, de esos de un solo uso, que proliferan en las estaciones de trenes o en las galerías de marcas piratas.

La imagen flotaba en el aire, intentando concretarse en palabras, emerger de las aguas indeterminadas de la memoria colectiva. “Es como el 25 de mayo de 1810”, logró decir de repente un señor ya entrado en edad, satisfecho de su ocurrencia, contento de poder dotar de un linaje histórico a su propia participación en la marcha. Él mismo continuaba la acción liberadora de Belgrano y San Martín.

Nunca lo reconocerá, por supuesto, pero al ponerle palabras a esa idea estaba dando cuerpo al otro gran relato que atraviesa la historia nacional. El del mayo ilustrado para terminar con el despotismo de la corona española. Esa monarquía que, a diferencia de la corona inglesa, identifica con el oscurantismo, la ineficiencia y el atraso comercial, con el dominio feudal. El del mayo liberal que diseñó Bartolomé Mitre, y que se reproduce aún en libros de texto y programas televisivos. El que justifica la construcción de una nación capitalista, blanca y moderna.

“El pueblo quiere saber de qué se trata”, avanza este señor, que se da cuenta que la metáfora cierra porque – ¡quién podría dudarlo! – es el auténtico pueblo el que está movilizado hacia la Plaza de Mayo, reclamando a las autoridades conocer la verdad sobre la muerte del venerable fiscal.

“¡Argentina, Argentina!”

Pero la lluvia arrecia y pone a prueba el temple de los participantes. Más fuerte cae y ellos sienten que, como una prueba del destino, más deben resistir. Se miran y se reconocen en su solitaria batalla cotidiana contra el desbarranque del país en la corrupción, la mentira y la vagancia.

Del cruce de sus miradas surge un grito viril: “¡Argentina, Argentina!” No es como en la cancha, donde la identificación colectiva se apoya en la alegría y el orgullo nacional. Esta vez es con odio, con fiereza, mejor dicho, con el resentimiento y la impotencia de sentir que su país fue robado, impostado y degradado por un grupo de políticos sinvergüenzas.

La identificación nacional es ante todo excluyente. Al proferir este grito, se trata menos de unirse que de delimitarse. Porque ellos son el país. Así como el “campo”, que también era el país. “Cultivar el suelo es servir a la patria”.

Poco a poco los gritos bajan y empiezan a subir las primeros “oh, oh, oh oh” del himno nacional. Se robaron el país, su destino manifiesto de grandeza, hace falta un nuevo redentor, aunque ninguno de los pretendientes convence. El ánimo es de resistencia, pero con una cuota de resignación, porque al fin de cuentas, hay que reconocer que “este país es una mierda, no tiene remedio”.

“Esto es agua bendita”

El corazón lastimado por la corrupción de una realidad degradada encuentra consuelo en la pureza de Dios, que permite no naturalizar el estado de cosas existente, no perderse en el pantano de la mediocridad y la caída.

La copiosa lluvia que a esta altura logró atravesar los impermeables y paraguas impacta en las frentes y las mejillas, activando el eco de recurrentes experiencias de contacto con lo sagrado.

“Esto es agua bendita”, surge la frase de la multitud. El propio Dios reclama verdad y justicia, bendice la marcha y le da la legitimidad que no puede encontrar en una política a la que ninguno de los manifestantes le confiaría a sus hijos. La religiosidad a flor de piel, porque aunque cueste reconocerlo Argentina es América Latina.

Ese espíritu religioso ofrece al fin, también, una explicación de lo que nos pasó. Es que vivimos en un mundo de pecadores. Amén.

“Cristina asesina”

Rascando un poco la formalidad civilizada aparece la barbarie, como le gustaba describir a Martínez Estrada. La de la violencia y el odio, la de los deseos de muerte en las “personas de bien”. Aparece la barbarie en quienes más civilizados se creen a sí mismos, en los que justamente se diferencian de los negros en que son cultos y refinados. En que tuvieron educación.

Subliman en Cristina su odio de clase, su terror a verse igualados por laburantes y aún por cosas peores: titulares de la asignación universal, receptores de planes sociales, trabajadores de la economía popular.

Lo vuelcan en sus carteles. Como uno que decía: “Cristina asesina, basta de terrorismo de Estado”, con una mueca de sorna, en el mejor de los casos. Cuánto tiempo habrá esperado su autor para poder expresar su pequeña revancha individual. En el credo liberal todos tenemos derecho a expresar lo que sentimos…



@ulibosia

Foto: Emilio Zavaley

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