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Los grafitis con identidad quichua nacen de la creatividad de un artista otavaleño
Por El Comercio - Friday, Feb. 20, 2015 at 11:49 PM

Los acordes de la música urbana del hip hop y el olor a esmalte se esparcen por la calle 13 de Abril, en el norte de Ibarra, al atardecer del sábado último.

Los grafitis con ide...
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Sobre una pared blanca, Álvaro Córdova con aerosoles de colores gris, blanco y negro pinta el retrato del escritor ibarreño Jorge Luis Narváez. Ni una lesión en su pierna izquierda, producto de un accidente que sufrió en los últimos días, le aleja de las calles, donde tiene oportunidad de mostrar su arte. El grafiti, que data de la época de Pompeya, es la pasión de este indígena otavaleño, de 21 años, que pinta en los muros bajo el apeltivo de T-naz. Su seudónimo, explica, surgió por los comentarios que hacían sus amigos. "Alguien, alguna vez me dijo: Tu obra está tenaz". Córdova, oriundo de la comunidad indígena de Peguche, es integrante de una familia de artesanos y comerciantes. Tiene 11 hermanos. Aunque la mayoría es hábil con el dibujo, él es el único que escogió, hace cuatro años, este camino del arte urbano. “Todos heredamos la destreza de mi padre -José Rafael-”, dice el grafitero. Su papá realiza bocetos, inspirados en diseños prehispánicos, que luego plasma en prendas de vestir, en los últimos telares que aún resuenan en esta localidad. El grafitero, en cambio, recuerda que empezó a dibujar como un pasatiempo. Luego salió a “grafitear” por las noches, pero en varias ocasiones fue perseguido por policías. Eso sí, aclara, que nunca ha pintado temas ofensivos, siempre ha hecho trabajos “que valen la pena”. Narváez, considera al artista otavaleño el Caspicara del grafiti, porque asegura que logra formar un show con el realismo. Por ello, el literato le pidió que plasmara un retrato suyo en la pared de su casa. De este mural tomará una fotografía que utilizará en la portada de su próximo libro: La Casa del Mondo Sucio. Este joven, que viste un pantalón holgado y camiseta sin mangas, perdió la cuenta de cuántos murales ha realizado. Los últimos bocetos los guarda en un cuaderno, que al igual que una docena de aerosoles siempre lleva en su mochila. Esas son sus herramientas. Las obras con la rúbrica de T-naz están en su natal Peguche, y en Otavalo, Ibarra, Atuntaqui, Quito y Tulcán, en Ecuador; y Bogotá, en Colombia. A la capital del vecino país viajó junto a otros tres exponentes de esta técnica, en enero último. Bolívar Vega “Jason”, de Atuntaqui, también fue uno de los representantes ecuatorianos en el festival internacional Sur Fest. Ahí, Córdova fusionó los caracteres con rostros de mujeres indígenas, tal como lo ha hecho en los muros de otras urbes. La técnica que utiliza la define como hiperrealismo. Pone su identidad en cada obra. “Me gusta hacer rostros de taitas (padres, en quichua) y mamas, (madres), porque son sabios y merecen respeto”. En Atuntaqui, por ejemplo, recuerda que hace dos años trazó el rostro de una sexagenaria mujer indígena. En el dibujo se resalta su amplia sonrisa. Para Juan Carlos Morales, autor de un libro sobre grafitis, es importante el apoyo de instituciones estatales al denominado arte público. “La idea es que el arte salga de los museos a la vía pública”. Álvaro Córdova ahora se prepara para asistir al tercer Festival Internacional del Grafiti, que se realizará en Atuntaqui, Imbabura. Ahí, junto a otros 39 artistas plasmará sus obras en 15 muros, del 27 de febrero al 1 de marzo.

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