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Política que desapercibe: 21 de febrero, día de la lengua materna
Por Adrián Moyano / El Cordillerano - Monday, Feb. 23, 2015 at 4:33 PM

130 años atrás, por estas playas se hablaban los idiomas mapuche y gününa yajitch (tehuelche del norte). Después de las conquistas militares, el Estado intentó borrarlos de diversas maneras. Hoy, los intentos por vivificarlos son muy tenues.

Política que desaper...
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El afiche del Día Internacional de la Lengua Materna.

Los testimonios que dejaron los viajeros europeos, argentinos y chilenos que anduvieron por estas latitudes al principiar la segunda mitad del siglo XIX no dejan margen para muchas dudas… Inmediatamente antes de la Campaña del Desierto, aquí se hablaban dos idiomas: el mapuzungun y el gününa yajitch. El primero es el que caracteriza al pueblo mapuche y que a pesar de tremendas contrariedades, se las arregló para sobrevivir. El segundo hace tiempo que no se escucha en la margen sur del Nahuel Huapi pero es el que acuñaron los gününa küna, más conocidos popularmente como tehuelches.
La mención tiene que ver con la conmemoración del Día Internacional de la Lengua Materna, que tuvo lugar en la víspera y desde ya, pasó desapercibida en Bariloche, Río Negro y la Argentina. Quizá la omisión tenga que ver con que el ciclo lectivo todavía no se inicia y entonces, las autoridades educativas y trabajadores de la educación están en otra cosa. Pero más bien, nos parece que la ausencia obedece a una resistencia por admitir que dentro de la jurisdicción nacional no sólo se habla el idioma de los conquistadores, sino también los de quienes aquí vivían cuando todavía en Europa se pensaba que la Tierra descansaba sobre cuatro enormes elefantes…

El chileno de origen galés Guillermo Cox se propuso arribar a Carmen de Patagones con un esquife desde el Nahuel Huapi, al cual llegó en los últimos días de 1862. De manera previsible para nosotros, su embarcación de hizo añicos en los rápidos del río Limay y a poco de su naufragio, fue a parar a las tolderías del lonko mapuche Paillakan, padre del célebre Foyel. Su expedición supo de varias vicisitudes pero a los efectos de esta reflexión, traigamos a colación que durante una posterior permanencia en los hogares de Winkawal e Inakayal, Cox pudo constatar el carácter plurilingüe de quienes aquí residían antes de la llegada del Estado y de la invasión del español, uno de los siete idiomas imperiales. En el verano de 1863, escuchó que entre sus anfitriones se hablaba mapuzungun de manera predominante, aunque algunas familias “tehuelches” que vivían sobre el río Kaleufu, se expresaban obviamente en su idioma.

Tampoco faltaban quienes manejaran el castellano, no sólo por sus permanentes tratativas con Valdivia o Patagones, sino también por su carácter de mestizos. En aquella estación calurosa, Inakayal y su gente levantaban sus viviendas en la actual jurisdicción neuquina, donde años más tarde se instaló el propio Sayweke.

Tres idiomas

Seis años después del viaje de Cox, el inglés George Musters pudo observar otro tanto. Durante la mayor parte de su viaje, el marino convivió con los aonik enk, es decir, los “tehuelches del sur” de las clasificaciones más usuales. A fines de 1869, la columna que integraba se encontró con los gününa küna o tehuelches del norte, donde hoy se erige la localidad chubutense de José de San Martín, muy cerca de Gobernador Costa. Durante el encuentro, el europeo advirtió que los norteños se expresaban en otra lengua y que algunos de ellos, sobre todo las autoridades, también conocían el idioma mapuche. Incluso, el galés. El contingente, que marchaba hacia Las Manzanas para comerciar y establecer acuerdos políticos, se topó con los primeros grupos mapuches donde hoy se levanta el aeropuerto de Esquel: de allí en adelante Musters oyó conversaciones en tres idiomas originarios.

En su primer viaje, Francisco Moreno no pudo aventurarse más allá de la naciente del Limay, aunque desde allí pudo advertir humaredas que delataban la presencia de Inakayal y su gente, en el espacio que hoy se reparten Dina Huapi y Bariloche. El porteño también identificó los dos idiomas a los que hacíamos referencia, aunque también creyó escuchar “lengua pampa”, sin que nunca quedara claro a qué se refería, porque en términos estrictos, nunca hubo un pueblo pampa en la región del mismo nombre ni en la Patagonia, más allá de las imposiciones étnicas que practicaron españoles primeros y argentinos después.

Con las campañas militares llegaron las instituciones del Estado y entre ellas, las escuelas. Todavía hay gente en Bariloche y parajes aledaños que recuerda que ellos o sus mayores hasta recibieron castigos físicos por parte de maestros, para que no se expresaran “como los indios”, es decir, en mapuzungun. En rigor, todo el andamiaje estatal se puso al servicio de una suerte de argentinización forzada para que en pocos años, aquellos “bárbaros” que fueron capaces de permanecer en libertad durante casi cuatro siglos, se integraran a la cultura hegemónica. Los resultados están a la vista, pero el idioma mapuche todavía resiste. No sólo en Bariloche, claro.

En esta ciudad, se enseña idioma mapuche desde hace tres años, a instancias de la Secretaría de Cultura de la Nación y el Instituto Nacional de Asuntos Indígenas. El entusiasta “kümeltuchefe” (profesor) es Pablo Cañumil. También hay una instancia de aprendizaje en la carrera de Letras de la Universidad Nacional de Río Negro. Son implementaciones importantes pero todavía demasiado débiles, si se las confronta con la energía que puso el Estado en provocar la desaparición de las lenguas maternas a partir de 1880 y hasta no hace mucho. Queda por hacer.

“Severamente en peligro”

Para la UNESCO, en la Argentina el mapuzungun está “severamente en peligro” y en 2000, se hablaba por parte de 10 mil personas en las provincias de Neuquén, La Pampa, Río Negro y Chubut. El cuadro no es inusual ya que según la propia entidad, “si nada se hace, la mitad de los seis mil idiomas hablados actualmente desaparecerá a finales de este siglo. Con la desaparición de las lenguas no escritas y no documentadas, la humanidad no sólo perdería una gran riqueza cultural, sino también conocimientos ancestrales contenidos, en particular, en las lenguas indígenas”, alerta.

No obstante, “este proceso no es ni inevitable ni irreversible: políticas lingüísticas bien planificadas e implementadas pueden reforzar los esfuerzos actuales de las comunidades de hablantes de mantener o revitalizar sus lenguas maternas y transmitirlas a las generaciones más jóvenes”. Argumenta la UNESCO que “la educación en la lengua materna no sólo favorece la educación de calidad sino que además es esencial para consolidar el plurilingüismo y el respeto de la diversidad lingüística y cultural en sociedades que se transforman rápidamente”.

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