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La herencia de Pocho: la Murga de los Trapos. “Tristes no podemos hacer nada”
Por María Cruz Ciarniello - enREDando.org.ar - Monday, Mar. 02, 2015 at 4:20 PM

La herencia de Pocho: la Murga de los Trapos

La Murga de Los Trapos nació en barrio Ludueña, a partir de un sueño que Claudio Pocho Lepratti tenía allá por el año 1997. Conformada en su mayoría por niños y niñas del barrio, la murga, alegre y rebelde, cumplió sus 15 años de vida, y lo celebró en lo que fue el décimocuarto Carnaval Cumple de Pocho. enREDando te cuenta cómo nacen Los Trapos y qué significa para los pibes ser “murguerx” y de Ludueña.

La herencia de Pocho...
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Por María Cruz Ciarniello

Dicen que en época de carnaval, la tierra de barrio Ludueña se transforma.

Dicen que durante esos tres días, el fuego arde entre sus muros. Que el color brilla, alumbrando la figura de un ángel que deambula en bicicleta. Que esa silueta alada lleva un mate, una mochila llena de escritos y la rebeldía necesaria para convertir un duelo en un sueño colectivo.

Dicen que en Ludueña, hay una murga con aguante. Rebelde, llena de coraje. Que entre sus levitas guarda la estampa de un Pocho y una sonrisa que a pesar de la injusticia, los empuja a patear el aire para romper con las reglas de un juego desigual.

Dicen que esa murga es la herencia del Pocho. Que sus trapos llevan su alma; su carne. Que con cada aparición y con cada canto y con cada nueva generación que la integra el Pocho renace, porque en ella está su semilla.

El décimocuarto carnaval de Ludueña tuvo lugar en la plaza que lleva el nombre del militante social asesinado en diciembre de 2001; en Liniers y Velez Sárfield. El barrio está militarizado, la presencia policial que anda en yunta,  intimida.

Pero dentro del perímetro de la plaza, la imagen es otra. Se huele la humareda de los chorizos en el fuego, la torta frita hecha por las vecinas se vende en los puestos, las murgas preparan su entrada y la música popular tira acordes en el escenario central. El pacto es que la policía no ingrese a la plaza, convertida en ritual. De la seguridad se ocupa una comisión del carnaval. No hay lugar para las botas ni los uniformes, aunque la flamante Policía de Acción Táctica mire de reojo desde una esquina.

La plaza, por estos días, es el lugar que concentra la denuncia de lo que pasa en el barrio, las muertes impunes de pibes jóvenes y muchos de ellos, asesinados por el gatillo fácil de la Santafesina S.A. Es la que intenta como puede, transformar esas balas en dignidad. Y esta es la consigna propuesta por más de 15 organizaciones sociales que organizan el carnaval y que intentan militar otros caminos; buscar y seguir luchando por ese otro mundo soñado por el Pocho y por tantos otros; para que ese universo no solo sea posible, sino real.

La murga de los 15

En este nuevo aniversario del cumpleaños de Claudio Lepratti; en este nuevo carnaval cumple de Ludueña; la Murga de los Trapos cumplió sus 15 años de vida. Si hasta el mítico Rey Momo pareció festejar de otra manera. Ese rey o dios que cada año se imagina de una forma distinta. Este año, los pibes de Ludueña lo pensaron, incluso, con una galera de murguero. Lo imaginaron con rulos,de piel marrón y anaranjada.

Sobre el escenario canta Varón Fernandez y a un costado, Belén y Ale hablan de la murga. ¿Cómo nace? ¿Qué significa ser parte de los Trapos?. Belén tiene apenas 21 años y lleva a la murga en la sangre. Es un pedazo vivo de su identidad; de su historia en el barrio. Ale tiene 31 y Ramón apenas 5 meses, el más chiquito de los murgueros de Ludueña.

“Los comienzos de la murga se remonta a fines de la década del 90, cuando encontrábamos en la agenda del Pocho cómo financiar un proyecto de murga, a partir de las necesidades que surgían en los grupos de jóvenes que él coordinaba. Esto lo encontramos a partir de una revisión de su agenda, en los años 97,98. En el 99 se empezaron a hacer formaciones de murga, yendo a la Grieta (el espacio cultural que coordina el Flaco Palermo). En ese momento, estaba Juli que tenía meses y ya formaba parte de la murga, como Ramón ahora”, cuenta Alejandra.

Julieta tiene 16 años; y como dice su compañera, integra los Trapos desde que  estaba en la cuna. Una particularidad de esta murga es la constante renovación de pibes y pibas que la forman; como si la sangre volviese una y otra vez a querer brotar para no resignarse.

“Esta nueva generación empieza a sumarse a fines de 2006; se formó a partir de Rika, de Erica y Cucha que son tres compañeros que están sosteniendo la murga. Siempre fuimos respetando la historia de la murga, por eso decimos que cumplimos 15 años”, apunta Ale.

“A mi me contaron que el nombre surgió de un campamento que habían hecho con Pocho, se habían juntado en un fogón y ahí Pocho pregunta cómo le iban a poner a la murga y fueron tirando varios nombres, hasta que quedó el de los Trapos, porque era lo único que teníamos. No había trajes, ni nada”, agrega Rocío. Milton es uno de los históricos de Ludueña y de lo que fue el grupo de jóvenes La Vagancia. Fue a él quien se le ocurrió, en medio de ese fogón, ponerle el nombre de los trapos.

Los trajes característicos de la murga recién aparecieron en el año 2008. “Era como muy característico vestirse con trapos, con lo que fuese. Creemos que la construcción del ser murguero o murgera, el ponerse el traje implica una construcción que no es solo lo que se ve hacia afuera, sino también es apropiarse de esa levita, con toda la carga histórica que eso implica. Fue un proceso que nos fuimos dando. Ahora, tenemos unos super trajes”, dice Ale con una sonrisa.

En estos 15 años, la murga ha cambiado su piel pero no su esencia. La identidad está en la mística de lo que dicen y hacen. El decir está en la denuncia; en contar lo que pasa tierra adentro, en la tierra de alguien.

“Sin duda estamos atravesados como todos con una historia muy fuerte que tiene que ver con Pocho y esa es nuestra plataforma, nuestro piso de laburo para construir las letras, para trabajar con los pibes, para incluir a los niños. Intentamos generar un arte popular, y es una herramienta, somos una expresión artística del Bodegón Cultural Casa de Pocho. Y esto habilita a que nos escuchen y nos presten atención. Tenemos responsabilidad sobre lo que estamos diciendo”.

Belén señala: “La murga se ríe, critica, burla. Y nuestra crítica pasa por decir lo que sucede en el barrio, desde ahí construimos con los pibes, desde su mirada. En la murga hay chicos muy pequeños y eso es lo que nos caracteriza: ser una murga de niños”.

Si el Pocho viviese ¿qué diría de esta  alegre murga rebelde? Seguramente estaría orgulloso. Ese sueño apuntado en una agenda, 15 años después, es una murga que tiene más de 30 integrantes, y en su gran mayoría, son niños y niñas.  Una murga llena de pibitos que alzan sus voces, que levantan sus piernas, que bailan y empiezan a llenarse de colores y de estampas. “Le mostramos al público que nos ve lo que sale de los niños, desde lo que le pasa en la casa, en el barrio. Nosotros al ser del barrio, tomamos un sentido de pertenencia muy fuerte. Nos vemos casi todos los días. Siempre estamos juntos”.

Previo a los días del carnaval, la murga ensaya diariamente. Durante el año, las reuniones son más esporádicas. El punto de encuentro es la casa de Pocho, hoy convertido en el Bodegón Cultural, un espacio donde confluyen diversos talleres pero además, una expresión social que tiene fuerte anclaje en Ludueña. El Bodegón es la organización que acompaña a Elsa Godoy, la mamá del joven Franco Casco quien apareció muerto en el río luego de estar detenido ilegalmente en la Comisaría 7ma de Rosario.

La producción de letras de la murga es variada. No cuentan con un cancionero, “porque es dificil armarlo”, dicen, “porque todos los años se hace un espectáculo nuevo. Y así es todo los años. Son una banda de canciones”, cuenta Belén. “Cuando nos quemamos la cabeza todos juntos, alguien se lleva un pedazo y lo termina en la casa, o lo terminamos todos”. Así nacen las letras.

Los pibes de los Trapos

El pilar que sostiene a la murga son los adolescentes. Belén cuenta: “A los niños no les exigimos mucho, pero los chicos cuando van creciendo ya lo toman como una responsabilidad muy grande. Cumplen horarios, hacen rifas para comprar tela, siempre tratamos de hacer las cosas todos juntos y ese proceso que se fue dando la murga en todo este tiempo, se vé en los mismos pibes”.

La alegría, sabemos, es un estandarte que identifica los días del carnaval. Es lo que obliga a seguir viviendo y a seguir respirando trozos de esperanzas. Es lo que en Ludueña, se pinta en colores y en cada uno de sus muros.

“Tristes no podemos hacer nada. Y eso lo entendimos en un proceso muy duro que fue la muerte de Pocho. Entendimos que desde la alegría podemos transformar lo que nosotros nos propongamos. Si pudimos transformar la muerte en vida, desde la construcción de la alegría podemos lograr cualquier cosa. Y desde ahí trabajamos todo lo que se pueda”. La frase de Alejandra es contundente y resume lo que es la murga, lo que transmite en el escenario, lo que sus letras nos cuentan. La fuerza de un Pocho que es pura memoria en el barrio y en cada carnaval de Ludueña.

La alegría es una trinchera y una forma de resistir. Y ser murguero es la identidad que a muchos y muchas, los llena de fuerza. “Yo empezé la murga a los 13 años”, dice Belén. “A nosotros la murga nos hace bien, nos hace bien compartir con el otro. Nosotros decimos un montón de cosas con la murga; decimos que las cosas que vemos y que no quieren que se vean. Y eso es lo que sentimos cuando bailamos, actuamos, cantamos. Es la energía que te dá la murga para decir y hacer lo que uno siente”. La joven de 21 años sentencia: “cuando bailas sentis una energía que te recorre todo el cuerpo y te hace bien. El ser murguero es eso, poder decir, sentir y poder transmitir ese sentimiento”.

El barrio y la policía

“Estábamos ensayando y pasaron por delante nuestro, ensayando, por entre medio. Pasan ellos con sus armas y nosotros estábamos con los chicos, pasan intentando intimidar. Seguimos cantando y nos corrimos, pero fue algo muy fuerte”. Belén cuenta el episodio que vivieron con la policía durante estos días, mientras ensayaban en la plaza. El dolor, a pesar de todo, se siente en el aire y tiene que ver con la cantidad de muertes de pibes que viene sufriendo el barrio, con la fuerte presencia del negocio del narcotráfico anclado en las zonas populares y con la decisión política de responder con la militarización y la ocupación territorial por parte de las fuerzas de seguridad.

Sin embargo, este carnaval logró generar su propia Comisión de Seguridad, impidiendo que la policía se junte en la plaza. “Patrullan el barrio todo el día, y se juntan acá en la plaza. El carnaval logró que la policia comunitaria y la tactica entiendan que no podían habitar el carnaval. Y eso se respetó. No están entrando a la plaza. El enfrentamiento con ellos es cotidiano, y nosotros lo hacemos cantándole una canción. Nosotros no somos violentos, y ellos nos provocan, pasaron entre medio de nosotros esperando que un pibe le haga algo. Tenemos una canción muy clara, dirigida a las fuerzas de seguridad”.

La tensa relación con la policía, dice Ale, es cotidiana. “La murga justamente, intenta decir esto, este carnaval tiene la particularidad de ser un hecho político muy claro que nace con una denuncia por los caídos del diciembre de 2001. Tiene la impronta de la denuncia y por eso es un hecho político en sí mismo. Pero también tiene una plataforma política donde convergemos distintas organizaciones sociales. Cada una aporta algo; queremos generar un carnaval que denuncia y que anuncia y la murga necesitaba salir a decir algo”, suelta Ale.

¿Qué significa para los chicos, la Murga de los Trapos?. La respuesta es simple: “Ludueña tiene una historia muy grande de muchas expresiones artisitcas y donde vos recorras el barrio, va a haber un pibe que sepa que es la murga, que tire un paso o te toque un instrumento”. La murga se lleva en el ADN del barrio. “Lo vemos cuando salimos a recorrer el barrio, quizá no está el pibe que viene al ensayo pero que te espera en la puerta de su casa, tirando una patada desprolija, o se quedan viendo todo el ensayo. Siempre están, nos conocen y son pibes que les gusta capaz solo ver o que no se animan a ser parte, pero que saben que estamos”, dice Belén.

Ale apunta que es necesario respetar los tiempos de cada pibe; que eso es “ser murguero”: “te encariñes y te sientas partes y te animes”. También las levitas son un sello de identidad. “Los primeros trajes eran todos iguales. Ahora fueron cambiando, y ellos mismos fueron agregando las cosas que mas les gusta, los apliques. Se intercambian con otras murgas.” El verde, naranja y amarillo son los colores de los Trapos. Un verde fuerte, un naranja brillante y un amarillo que nos encandila.

La herencia del Pocho es la murga rebelde de Ludueña. “Hoy nos reconocemos como trabajadores de la cultura, y nos atrevemos a soñar un mundo donde quepan muchos mundos más. Sin duda, pudimos lograr y llevar adelante un proyecto que el Pocho había soñado”, refiere Alejandra. Belén se siente orgullosa de ser parte de ese sueño y ser una murguera de Ludueña. “Nos gusta lo que somos”, dice, inflando el pecho por su barrio.

Dicen que en el mundo donde habitan las murgas, cada una tiene su padrino, aquel que le dió el empujón para salir a la calle. Y Belén no duda. Los pibes de Ludueña lo saben y lo siente cada vez que tiran patadas al aire, que carnavalean en algún barrio o por las calles del suyo, cuando suena un redoblante y una denuncia les copa la memoria: “Si Pocho estuviera acá, él sería nuestro padrino, porque él vive en todos nosotros”.

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