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Los indígenas más allá del manual escolar
Por Florencia Trentini* / Notas.org.ar - Friday, Mar. 13, 2015 at 3:36 PM

¿Qué pensamos cuando nos hablan de indígenas? ¿Qué esperamos ver? ¿Cómo asumimos que son? ¿Cómo suponemos que viven? La antigua imagen presentada en los manuales escolares de un círculo de carpas y en el medio un indio con plumas y taparrabos es difícil de olvidar.

Hoy, lejos de esa imagen, encontramos indígenas que recuperan territorios, que reclaman por el reconocimiento de sus derechos, que piden ser consultados, es decir, que se posicionan como sujetos políticos.

Entonces, pensar y entender “lo indígena” en la actualidad es complejo, justamente porque esa imagen que nos enseñaron no coincide con la realidad vivida en los territorios, una realidad que es resultado de complejos procesos históricos signados por el genocidio, la exclusión, la desigualdad, el despojo territorial y la violencia física y simbólica, pero también por resistencia y lucha.

Sería difícil homogeneizar la situación de los Pueblos Originarios de nuestro país. Por ejemplo, no es lo mismo hablar de los Mapuche que de los Qom, y aun dentro de estos Pueblos existen diferencias. Sin embargo, sí es posible decir que la lucha es por derechos que han sido históricamente negados y fundamentalmente es por territorio. También es posible generalizar las respuestas a estos reclamos: estigmatización y criminalización.

En algunos casos, como sucede con la comunidad Paichil Antriao en Villa La Angostura, los indígenas son tildados de “usurpadores” cuando deciden resguardar su territorio. En otras situaciones, como en la comunidad La Primavera en Formosa, se sostiene que son “utilizados” políticamente. De esta manera, más allá de las diferencias de estos casos, la reacción ante estos hechos es una sola: negación de la capacidad política de los indígenas para disputar derechos y, fundamentalmente, para cuestionar las formas de hacer política para y con estos Pueblos.

Lo más complejo de las luchas indígenas es que ponen en cuestión la “propiedad privada”, base del sistema capitalista, impuesto mediante un genocidio. Esto hace que las actuales disputas por territorio se busquen dirimir en función de quien fue el último que compró la tierra, invisibilizando los negociados previos y las ventas de terrenos en territorios previamente reclamados por comunidades indígenas. Asimismo, estas luchas introducen la idea de “autonomía” para manejar los territorios, discutiendo -entre otras cosas- los manejos clientelares y punteriles mediante los que se suele hacer política en las provincias.

En Villa La Angostura, por citar un caso, el reclamo de la comunidad Paichil Antriao y su último proceso de recuperación territorial en el Cerro Belvedere (entre ellos un lote comprado por Emanuel Ginobilli), desencadenó una marcha en defensa de la propiedad privada, acompañada por discursos estigmatizantes sobre el Pueblo Mapuche, sobre todo el ya conocido argumento de que los mapuches son chilenos, que ya ha sido ampliamente discutido y deslegitimado por diversos estudios científicos, pero que aún es útil al momento de negar validez a las demandas territoriales.

No parece ser una contradicción el hecho de que la mayoría de los negocios, hoteles o calles tengan nombres en mapuzugun (idioma mapuche), que en muchos lugares haya símbolos mapuches, como el kultrun, pero que se niegue la presencia histórica de este Pueblo en la localidad. Así, “la cultura” mapuche sirve para atraer al turismo, pero es invisibilizada y negada cuando reclama derechos. Esto retoma la lógica que entiende al indio como algo del pasado, pero que no puede ser un sujeto de la disputa política presente.

Es curioso que los detractores de los reclamos indígenas se amparen en las leyes para negar derechos, ya que estas argumentaciones “olvidan” que en el Artículo 75 inciso 17 de la Constitución Nacional se reconoce la preexistencia étnica y cultural de estos Pueblos, y su derecho a la autoadscripción y al territorio. También pretenden ignorar que existen Convenios Internacionales ratificados por nuestro país y Leyes Nacionales, como la 26.160, que no hacen más que reconocer derechos a los Pueblos Originarios. Es cierto que estos derechos no suelen cumplirse en la práctica, pero brindan un marco legal sobre el cual reclamar.

Para muchos estas demandas son inéditas y por lo tanto inventadas. Si en el pasado no existían comunidades o no se reconocían como indígenas entonces deben ser oportunistas que se quieren quedar con territorios que valen mucho dinero. La ecuación es justamente la inversa: hoy esas tierras valen mucho dinero y entonces aquellos “nadies” se vuelven visibles, porque son un obstáculo para el desarrollo económico que se pretende imponer. Y entonces, quienes debieron ocultar su identidad para sobrevivir hoy deben reafirmarla porque es la única forma de luchar por lo poco que les queda.

La lucha es ampliamente desigual ya que los Pueblos Indígenas se oponen a las grandes plantaciones de soja, a la megaminería, a la explotación de hidrocarburos no convencionales, a grandes proyectos turísticos. En esta pelea han encontrado aliados: multisectoriales, grupos ambientalistas, partidos políticos de izquierda, organizaciones de DDHH. Para estos grupos la articulación con estos Pueblos debe ser objeto de una reflexión permanente para no caer en un esencialismo que los lleve a esperar a ese “indio” del manual escolar y para no reproducir prácticas asistencialistas que vuelvan a negar la agencia política de los indígenas.

Lejos de una visión idealizada o estigmatizada de estos Pueblos, es necesario entender que en la actualidad son los que han podido ser después de siglos de avasallamiento. No hablar en su idioma o no practicar ceremonias es resultado de este atropello, pero también lo es el haberse constituido como sujetos políticos que disputan, luchan y resisten en condiciones sumamente desiguales. Ser indígena más allá del manual escolar, de aquello que se espera que sean, implica entender el doble juego de exclusión/inclusión que ha ido marcando las historias y las experiencias de estos Pueblos.



* Doctora en Ciencias Antropológicas – @flortrentini

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