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“La estatua prohíbe el dolor de las víctimas”
Por Adrián Moyano / El Cordillerano - Friday, Mar. 20, 2015 at 11:25 AM

La sala de sesiones del Concejo Municipal quedó chica para cobijar a la asistencia que convocó el ensayista y psicólogo. Arremetió no sólo contra la figura de Roca, sino también contra Francisco Moreno y Estanislao Zeballos, entre otros.

“La estatua prohíbe ...
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- FILOSO MARCELO VALKO -

“La estatuaria es peligrosa porque naturaliza el genocidio”, sentenció Marcelo Valko frente a un auditorio numeroso. “La estatua le prohíbe el dolor a las víctimas, no cesa de decir. No es inocua”, insistió. En su alocución no se refirió sólo al monumento que homenajea al general Roca en el Centro Cívico de Bariloche, sino también a otros ejemplos menos conocidos del norte del país que tienen como protagonistas a personajes de la religión católica, siempre en desmedro de los pueblos originarios.
El autor de “Pedagogía de la desmemoria” y “Desmonumentar a Roca” llegó a esta ciudad al responder la convocatoria del Espacio de Articulación Mapuche y Construcción Política, que reunió fuerzas para la ocasión con un ámbito que tiene como orientador al presidente del Concejo Municipal, Ramón Chiocconi. El interés que despiertan las reflexiones de Valko quedó demostrado, ya que hubo gente que tuvo que seguir de pie las alternativas de su extensa disertación.

Aclaró el psicólogo que “no se trata solamente de Roca” y de hecho, varias veces durante su alocución recordó que (Adolfo) Alsina provocó más muertos entre los indígenas que el tucumano dos veces presidente y que inclusive, el mentor de la frustrada zanja “dejó la tarea concluida para 1878”, es decir, un año antes del comienzo formal de la Campaña al Desierto, que arrancó en el otoño del año siguiente.

El investigador describió a Roca como una persona sin escrúpulos que fue muy hábil a la hora de aprovechar las oportunidades que se presentaban. Por ejemplo, relató que al capturar Conrado Villegas a Vicente Pincén, “le quitó el prisionero a su comandante para pasearlo triunfalmente por los calles de Buenos Aires. Para esa época, Pincén era el enemigo Nro. 1 de la Argentina y como Roca venía del interior, tenía que mostrar poder al electorado de Buenos Aires”, esgrimió. El hecho está documentado.

Las cuentas de la Iglesia

La charla se fundó precisamente en múltiples cartas e informes. En ese sentido, Valko aportó como novedad la apertura de los archivos del Arzobispado de Buenos Aires, a los que accedió en tiempos del actual Papa Francisco. Entre esos papeles, encontró varios testimonios de sacerdotes que fueron destacados en Martín García, “depósito de indios” según la terminología de la época. Campo de concentración diríamos hoy…

En la isla ya existía gente en cautiverio antes de que Julio Roca lanzara sus expediciones. “El grueso de los cautivos fue embarcado a Martín García, una isla siniestra, más importante numéricamente que la ESMA”, ejemplificó el ensayista. “Las remesas de gente” pueden rastrearse “en los listados que están en poder de la Iglesia”. De su lectura también puede inferirse la importancia que tuvo la viruela en la suerte de los prisioneros, enfermedad que causó una mortandad tremenda.

Con un estilo des-acartonado y recursos discursivos que hasta permitían esbozar una sonrisa a pesar del carácter trágico de los sucesos que describía, Valko recordó que en aquellos tramos del siglo XIX, para enfrentar a la viruela u otras enfermedades contagiosas, se solía aislar a los enfermos. Pero en este caso, el Ministerio de Guerra funcionó en sentido contrario: “los ponían a todos juntos para que la viruela se propagara más rápido”, acusó.

Los propios enviados de la Iglesia admitían en sus escritos que bautizaban a moribundos que no comprendían el castellano. La contabilidad de las víctimas fatales comenzó con la llegada de dos religiosos oriundos de Francia porque antes, “nadie anotaba los muertos”, acusó el psicólogo, quien acuñó el concepto de “delincuente étnico”. Es que entre los prisioneros de la República Argentina figuraban “niños de 2 años, niñas de 5 enfermos de viruela… ¿Qué delito habían cometido para estar encerrados? Eran delincuentes étnicos… Por eso digo que el problema no es Roca, el tema es más complicado, mucho más complejo”.

No podía faltar en su alocución el macabro patrimonio del Museo de Ciencias Naturales de La Plata, donde todavía existen “10 mil piezas de esqueletos. Estuvieron en exposición hasta 1950 y después se bajaron a los sótanos”, dio a conocer Valko, quien ponderó el trabajo del Grupo GUIAS. En la construcción de ese incomprensible inventario fue decisivo Francisco Moreno “quien saqueaba hasta los cementerios de los indios amigos”, ironizó el expositor.

No muy lejos de sus hazañas se ubicó Estanislao Zeballos, periodista que desde los medios de Buenos Aires “trabajó” a la opinión pública para que instalar la legitimación de la Campaña al Desierto. El psicólogo mostró testimonios contundentes: “Era tan ególatra que viajaba con un fotógrafo y un dibujante”. En la imagen que proyectó, una escena aparentemente casual en la que aparece el luego ministro de Relaciones Exteriores junto a varios soldados, se ven cráneos indígenas sobre una mesa y una mandíbula inferior”. Recordó el escritor que alrededor de 1880, tomar fotografías demandaba hasta dos minutos de exposición, es decir, Zeballos planeó concienzudamente ese documento gráfico.

Muchas otras pruebas espeluznantes del genocidio puso a consideración el investigador de Buenos Aires, quien bromeó sobre un comentario de un lector barilochense: “por qué no se mete los libros en el medio del culo”. Tomó con humor ese y otros improperios, para redondear que serán los barilochenses quienes tendrán que decidir qué hacer con la estatua de la peligrosidad. A M

Especímenes vivos

La exposición de Marcelo Valko se detuvo cerca del final sobre la suerte de los lonkos Foyel e Inakayal. El último fue involuntariamente noticia en los últimos meses de 2014, cuando se procedió a restituir restos mortales suyos que todavía permanecían en el museo platense. Después de su captura y conducción a Buenos Aires, las dos familias fueron conducidas a La Plata para que los científicos de entonces se dieran el gusto de contar con “especímenes vivos”.
Les practicaron “mediciones ridículas, como la distancia entre el cuello y el lóbulo de las orejas, les tomaban huellas plantales”, ejemplificó Valko. Aportó que un diario cordobés contemporáneo (corrían los años 80 del siglo XIX) bautizó a Francisco Moreno como “caballero de la noche” porque según la publicación, envenenaba a los mujeres cautivas al abrigo de la oscuridad. “Inacayal vio cómo iban a la repisa sus familiares”, describió Valko. Ante ese tormento, el prisionero cayó en una suerte de autismo que facilitó que le tomaran fotos y lo retrataran en términos pictóricos.

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