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“Feminismo Chabón”
Por Nicolás Cuello de Putos Mal - Tuesday, Mar. 31, 2015 at 5:07 PM

¿Pueden ser los varones la mujer dentro de la bolsa?

“Feminismo Chabón”...
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Esta pregunta fue la que desató, por suerte, una cantidad de debates que en sus mejores versiones colocan la mirada sobre las posibles estrategias políticas en la lucha contra los femicidios, la representación de las victimas, los modos de hacer visible la violencia, y además, con una suerte de especificidad punzante, funciona como una pregunta por la articulación y la gestión de la palabra en los modos de acción feministas.

Personalmente reaccioné muy rápido al encontrarme con esta campaña, con un inmediato desacuerdo. Porque considero que no. Los varones cis no son la mujer dentro de la bolsa. Ya que entiendo que esa comparación resulta peligrosa, al producir una empatía, o una imagen de ilusoria proporción en términos de vulnerabilidad o precariedad existencial, política y cultural, que no es tal. Claramente los varones cis no mueren violados asesinados y descartados en bolsas de la forma en la si les ocurre a las mujeres cis, a las mujeres trans y a las travestis. Especialmente a quienes provienen de sectores populares, y a las adolescentes. Repito, y creo que pronuncio una obviedad: este escenario no es una realidad a la que puedan considerar como equiparable los varones cis.

Si bien se comprende que la estrategia promovía una imagen de empatía y solidaridad, creo que estas estrategias opacan y silencian las voces de quienes si mueren violadas, asesinadas, y descartadas en bolsas: Las mujeres. Entonces, el efecto que producen este tipo de “acciones solidarias”, es que fueron entendidas como contraproducentes, porque nivelan, igualan una realidad económico política y cultural que esta históricamente estructurada por una diferencia, y una desigualdad enorme. La empatía, y la identificación que promovía la posibilidad de sensibilizar a los varones, resultó, o fue utilizada como un argumento repetidas veces en las discusiones que tuvieron lugar alrededor del caso de Daiana, en donde se cuestionaban de manera imperativa que la "violencia de género" y los "femicidios" eran categorías que perpetuaban las diferencias entre los géneros, y que promovían de manera contraria lo que el "feminismo" se proponía evitar, la desigualdad.

Además, en estas discusiones fueron repetidos los llamados al orden, las prepotencias de autoridad, y los silencios promovidos, al reclamar cuan erradas estaban estas actividades al no querer incluir los casos de varones abusados. Todo en nombre de la igualdad, de la lucha contra la desigualdad de los géneros. Es decir, amparados en una empatía e identificación que los supone a ellos en las mismas condiciones o posiblidades de ser fragilizados, violentados, torturados, y asesinados como las mujeres. Amparados en una idea errónea, esta fascinación por la igualdad no hace otra cosa que borrar de manera sospechosa la diferencia material, real y efectiva que estructura las relaciones entre varones y mujeres en una sociedad hetero-cis-patriarcal. Esta pretensión igualitaria no es otra cosa que la reestructuración problemática y silenciosa de los privilegios asignados a los varones cis que permanecen sin ser cuestionados.

Este problema se ve en una suerte de “feminismo chabón”, generalizado y vulgarizado por la corrección política de los medios, o de algunas intervenciones políticas desafortunadas, que pide a gritos ser aplaudido, celebrado por su "toma de conciencia" en lugar de deconstruir sus privilegios de enunciación y representación en la cultura heteropatriarcal en la que vivimos. Los privilegios en lugar de ser entendidos como una responsabilidad, y una oportunidad a partir de la cual producir una política antagónica que logre desmantelar su efectividad, o cuestionar su ontología, se codifican desde la ansiedad, y la negación, hecho que se traduce en una permanente enunciación negadora y negativa a su existencia, y que intenta borrarlos sin un compromiso que los ponga en crisis.

Esto no significa que no sea valioso el trabajo y los intentos que se pueda articular políticamente en la revisión, reflexión y deconstrucción de los privilegios enunciativos, económicos, políticos, sociales, y culturales que se otorgan en bandeja a los varones cis, ya que resulta urgente el diseño de modos de intervención en la tradicional construcción violenta de la masculinidad hegemónica. Porque justamente no se trata de demonizar una expresión de género, o un cuerpo determinado, sino invertir la energía en producir otros modos de subjetivación que nazcan del trabajo colectivo, y que interpelen a la trama institucional donde se aprenden y solidifican los estereotipos de género, en pos de erradicar la violencia que constituye y sostiene una cultura donde las mujeres cis, las mujeres trans y las travestis son expuestas, de distintas maneras, a una permanente violencia sexual, y desigualdad económico política.

Ese trabajo, es decir, la productivización de esas preguntas en lo varones cis, que beneficien una política que se comprometa con la finalización de una cultura heteropatriarcal, violenta y abusiva, también entiendo quizás que tenga que tener otro espacio , otro registro y otro timbre. Uno que deje de producir jerarquías , desigualdad enunciativa, uno que no haga que esta voz, por "singular" por "asombrosa" por "conmovedora" sea habilitante y espere ser reconocida multiplicando de manera invisiblizada e invisibilizante los privilegios que la sociedad otorga como capital diferencial a los varones cis. Quizás el silencio respetuoso, la compañía y el trabajo de desmantelar la necesidad de atención y la urgencia de ser los sujetos políticos de toda lucha, habría que recordar, también es una actitud política.

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