Julio López
está desaparecido
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Memorias y presentes selectivos
Por Marco Teruggi - Tuesday, Mar. 31, 2015 at 11:43 PM

Memorias y presentes...
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Cuando Nisman murió el pasado 18 de enero en su casa, en Puerto Madero, el hecho generó en muchos, y así lo mostraron en las calles, una gran indignación, una honda preocupación por la República, sus instituciones, la ética y la moral. Esa muerte pareció colmar un vaso, aunque claro, fue difícil comprender cuál era ese vaso, o demasiado evidente ver que no se trataba del mismo que uno lleva dentro.

Rápidamente en las redes comenzaron a circular –ante los repetitivos Yo soy Nisman- los Yo soy Luciano Arruga, Yo soy Darío y Maxi, Yo soy el pueblo Qom, etc. Y preguntas, justas, a quienes se movilizaron el 18 de febrero: por qué nunca haber salido en fechas como el 24 de marzo, para la desaparición de Julio López, no haberse indignado ante los desalojos en la misma Buenos Aires –como la masacre de Villa Soldati-, ante el asesinato de Kevin Molina, de tantos jóvenes por gatillo fácil, la trata de mujeres y los negocios de Macri, etc.

La respuesta estaba en la misma composición de clase de quienes tomaron las calles –con honestas y republicanas consignas como Muerte a la cretina. Porque sí, se trató de una indignación clasista: la solidaridad por la muerte de quien podría haber sido amigo, pariente, socio, cómplice, una empatía inimaginable hacia López, Luciano, Kevin, los pobres de las tomas de tierras, los obreros de Lear, y etc. Aunque claro, las fotos de Nisman que comenzaron a circular posteriormente dejaron en un signo de pregunta ese asunto tan querido de la moral, y decir Yo soy Nisman comenzó a desdibujarse como sinónimo de heroicidad ética de zona norte.

Esa selectividad evidente de la indignación fue señalada con claridad por muchos, tanto kirchneristas como sectores de izquierda, y el carácter antipopular de ese sector y su lugar/rol histórico quedaron a la vista. De ese lado, fue y es seguro, no se debe estar.

Pero las cosas no siempre pueden dibujarse de manera tan nítida, en particular cuando se trata de nosotros mismos, porque el fuego del 23 de marzo en La Plata tuvo que ver con nosotros, con la complejidad de un escenario que no es nuevo. Porque Hebe de Bonafini es parte nuestra fundante en el largo camino por la justicia que comenzó desde la resistencia y lucha contra el genocidio. Y ella, como pocas otras Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, representa/encarna a los ojos de la mayoría esa lucha por los derechos humanos.

Hebe es entonces Hebe y más que Hebe, es un símbolo. Por eso cuando salieron a la luz los casos de corrupción de los hermanos Schoklender –algo que había sido advertido por muchos antes, como por Vicente Zito Lema, antiguo rector de la Universidad de las Madres-, el daño fue más que a la Asociación de Madres de Plaza de Mayo. Fue a una lucha histórica, a la construcción incansable y colectiva de memoria, de una hegemonía que logró establecer para la mayoría que el bien estaba de un lado y el mal de otro.

“Hebe de Bonafini, que fue acompañada, sostenida, amada, idealizada (lo que nunca es bueno) por la militancia política y social, de izquierda, clasista, combativas, décadas antes de que el kirchnerismo la “descubriera”, no tiene el derecho a abrazarse con Milani. Es simple: no tiene ese derecho porque todos y todas fueron sus hijos. Masacrados por los camaradas de armas de Milani. Que nunca renunció a su rango militar. Que nunca repudió la cacería y que incluso participó de ella”, escribió Alfredo Grande el pasado viernes.

Y hasta el pasado martes Hebe era para muchos en parte ese abrazo con Milani reivindicado por ella misma –¿el bien y el mal históricos unidos en nombre de la razón de Estado?-, la sombra de Schoklender merodeando –es decir al mismo tiempo la de tanta gente que se alejó de Madres-, declaraciones como las que realizó ante la desaparición de Julio López, a quien sentó más del lado de los acusados que de las víctimas.

Pero también seguía siendo la otra, siempre, con su lugar ganado con cuerpo y garganta en la historia nacional de resistencia, con su coraje, su irreverencia de los ochenta y noventa, su nombre como parte del nosotros, de esta lucha incansable de miles y miles por la memoria, la verdad y la justicia.

Por eso cuando el 23 de marzo HIJOS La Plata quemó un muñeco representándola junto a Milani, el escenario complejo se tornó oscuro. Porque es cierto que la actualidad de Hebe duele en gran parte. Pero también es cierto que ella es más que este momento, y ella representa más que ella, su pañuelo simboliza muchos pañuelos, y quemarla es, a los ojos de muchos y de los míos, quemar más que su nombre. Aunque se aclare, aunque con el comunicado de HIJOS La Plata se haga, bienvenido sea, responsable del hecho.

Y en ese contexto lo que tenía que emerger emergió. Los cañones apuntaron contra HIJOS La Plata –yo mismo, llevado por motivos más personales, me equivoqué, tal vez simplificando. Porque sí, quemarla a Hebe fue un error político demasiado grande, en sí, y de cara a la construcción hegemónica, la de disputar la concepción de los derechos humanos, de construir el relato histórico. Hebe no debe ser quemada, ni sola, ni junto a Milani, aunque en la actualidad está abrazada junto a él.

Pero sobre ese fuego quemaron otros fuegos peligrosos: como el que equiparó la acción de HIJOS con actos de la derecha realizados esos mismos días –me refiero al comunicado de H.I.J.O.S La Plata-, y el que, sabiendo que la acción era de HIJOS, aprovechó para atacar a la izquierda toda.

Y creció la ola de indignación, las críticas, la condena hacia la quema del muñeco y la defensa cerrada hacia Hebe. Entonces se levantaron banderas, comunicados, palabras y acciones de apoyo. Y al tiempo que se vio la posibilidad de hablar, se evidenciaron también todos los otros silencios: ¿Por qué no han existido –o han sido tan pero tan pocos- comunicados y acciones para repudiar el cargo de Milani, al mismo Milani, la represión sistemática al pueblo Qom, la política represiva noventista de Berni, el proyecto x, las represiones a los trabajadores de Lear, los años de Stiuso en el Gobierno, la represión que ocurrió este mismo 24 de marzo en Formosa? ¿Por qué la indignación fue tan selectiva como la de quienes se solidarizaron con Nisman? Y me refiero a la pública, porque indignarse en silencio es cómodo y puede resultar cómplice.

¿Porque el fuego fue demasiado visible? ¿Porque la razón de Estado ahora es razón de esa militancia? ¿Lo de Milani, Berni, el pueblo Qom no fue y sigue siendo demasiado visible? ¿Si no es por razón de Estado es por proyecto? ¿Pero el proyecto no lo encabezan en gran, demasiado gran parte Milani, Berni, un temible posible futuro Scioli presidente, y Aníbal Fernández –sí, el de la responsabilidad con los asesinatos de Darío y Maxi- vocero de la ética y la moral?

No acuerdo en lo más mínimo con la quema del muñeco. Pero ni un segundo con pensar y equiparar a HIJOS con el enemigo, acusarlos de fascistas -cosa que fue escrita-, y que su acción colmó un vaso. ¿Cuál vaso? ¿El vaso colmado no fueron, entre otros, Milani, Berni, Stiuso? Para solamente hablar de nombres, y no de realidades de millones de argentinos. Porque lo cierto es que todos estos fuegos no han de servir “para que peones, maestros, hacheros, vivan mejor, coman mejor”. Y la situación de pobreza, exclusión y explotación de los sectores populares continúa y continuará siendo un dolor abierto, una realidad de la cual el actual modelo es en gran parte responsable. Sí, la indignación de muchos también es clasista, de la media.

Una posible conclusión es que salimos perdiendo. Se profundizan las divisiones en el ámbito de los derechos humanos, de la militancia popular, y la incapacidad de encontrar puntos de diálogo en la divergencia. Los ataques desde el kirchnerismo más cercano contra la izquierda no dejan de ir en aumento -mostrando oportunismo como en este caso-, y también es cierto que una parte de la izquierda continúa afirmándose muchas veces desde el anti-kirchnerismo, una política demasiado estrecha, en muchos casos estéril, y a veces peligrosa. Y digo kirchnerismo más cercano, porque mientras eso sucede el kirchnerismo de Scioli -admitiendo que exista tal diferenciación- prepara los afiches presidenciales, la gobernadora de Tucumán piensa otras frases para insultar a los humildes y demostrar quién gobierna, en Formosa las balas están nuevamente listas, y el país continúa siendo saqueado por las multinacionales que cuentan por millones las riquezas que se llevan.

Tal vez Alfredo Grande tenga razón, y se trate de una catástrofe cultural de un proyecto que ha masificado debates políticos en la sociedad a partir del 2008, pero que al mismo tiempo los ha permanentemente achatado -recortado sus horizontes y premisas- hasta llegar al punto en que sectores vinculados a los derechos humanos no rechacen que Milani esté al frente de las Fuerzas Armadas, que Berni haga alarde en televisión de sus acciones represivas, que haya una represión un 24 de marzo; y que no solamente lo rechacen sino que actúen, como enseñaron las Madres y las Abuelas.

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