Julio López
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“A nuestros viejos el Estado los mató dos veces, con la inundación y con el ocultamiento”
Por La Izquierda Diario - Saturday, Apr. 04, 2015 at 3:37 PM

Entre el 2 y el 3 de abril de 2013 los padres de Rocío Aguirre, el papá de Paola García y decenas de personas más perecieron bajo el agua. El Estado, lejos de reconocer su desidia y abandono, lanzó desde entonces múltiples maniobras para ocultar el número de muertos y la magnitud del desastre. Paola y Rocío reafirman su denuncia contra Pablo Bruera, Daniel Scioli y Cristina Kirchner, responsables políticos de este crimen social.

“A nuestros viejos e...
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Para Rocío y Paola los días previos a este segundo aniversario de la peor inundación vivida por la ciudad de La Plata fueron movidos. Sobre todo por los preparativos, junto a otros familiares, de las actividades para homenajear a las víctimas y denunciar una vez más a los culpables. La Izquierda Diario se juntó con ellas para conversar sobre lo ocurrido desde aquella fatídica jornada en la que más de 80 mil hogares fueron afectados y al menos 89 personas perdieron la vida.

Subsidios inexistentes y promesas incumplidas. Obras que no se terminan y, si se terminan no sirven para evitar un desastre similar al de hace dos años. Funcionarios que huyen para no dar explicaciones y una campaña electoral donde parece que nadie quiere hablar del tema. Y lo que es peor: una red institucional de ocultamiento para limitar al máximo la lista de fallecidos. Así transcurrieron estos dos años para Rocío y Paola, enfrentando a un Estado que, en todos sus niveles, les mostró su rostro más perverso.

Raimundo Aguirre e Irene Arias Burgos vivían en una casa de Ringuelet, en la esquina de 15 y 521. Juan Carlos García vivía con su esposa en 34 y 22, barrio La Loma. Esas dos zonas de La Plata fueron de las más afectadas por la lluvia persistente que entre la tarde del miércoles 2 y la mañana del jueves 3 de abril de 2013 descargó más de 400 milímetros, en un hecho climatológico inusual aunque, según los expertos, no impredecible. Raimundo, Irene y Juan Carlos, corridos por el agua que inundaba sus casas, salieron a la calle buscando autoevacuarse. Pero la correntada pudo más que sus fuerzas y los arrastró hasta ahogarlos. Rocío y Paola saben que sus familiares querían vivir, que esa noche buscaron salvarse y que sus muertes se debieron a la ausencia total de un sistema estatal de rescate a la altura de las circunstancias.

Rocío recuerda con detalle lo sucedido. “Mi papá y mi mamá fallecieron después de esperar toda la noche ser asistidos. Desde las 22 del miércoles hasta las 5:30 de jueves tuvieron contacto con el 911 y con Defensa Civil, ya que mi mamá estaba en situación de invalidez. En todas esas horas les dijeron que esperaran, que los iban a asistir cuando el agua bajara un poco y que se quedaran tranquilos. Una respuesta que le dieron a todo aquel que pidiera ayuda por teléfono.

Con ellos estaban mi hermana y su novio. Después de ayudar a muchos vecinos a autoevacuarse, mi papá subió a mi mamá a la mesa y pasaron la noche ahí, durmieron mojados y con mucho frío. Conmigo recién pudieron hablar a las 5:30 porque yo estaba sin luz y mi teléfono inalámbrico no andaba. A esa hora el agua ya llegaba al metro setenta y entonces mi papá me dice que iban a intentar salir para refugiarse en el Distribuidor (cruce de avenidas y donde nacen los caminos Centenario y Belgrano), ya que mucha gente había logrado subir allí y resguardarse.

En eso un micro de dos pisos se estrella contra el portón de un vecino de enfrente, provocando una ola que mete mucha más agua a la casa. Entre la oscuridad y los gritos papá decide cargarse a mamá al hombro y salir. Los cuatro alcanzan a cruzar la avenida 520. La gente que estaba en el Distribuidor les grita que no crucen, que es peligroso. Ahí mi papá se tropieza con el cordón y mi mamá es arrastrada por la corriente que va con fuerza hacia un zanjón de dos metros que hay frente al Distribuidor. Ella queda sumergida y él, al ver la situación, se infarta y se ahoga.

Mi hermana fue rescatada por unos buzos que aparecieron cuando toda la gente empieza a gritar desesperada y a indicar dónde estaba mi familia. Y también por un chico que se tiró a salvarla con sogas.”

Paola también tiene grabados esos momentos en su memoria. “El 2 de abril, alrededor de las 22:30 me llama mi mamá diciendo que tenían la casa inundada. Salimos con mi marido a buscarlos. Pasamos toda la noche sin poder llegar a la casa por la cantidad de agua que había en la calle. A las 6 llegamos con el agua por la cintura y empezamos a buscar cuál pudo haber sido el trayecto que pudo haber tenido mi papá. La gente nos decía que el agua había bajado muy fuerte desde 34 hasta 32, así que vamos hacia allá y antes de llegar a la 33, a media cuadra, encontramos el cuerpo de papá sumergido.

Estuvimos entre cinco y seis horas con el cuerpo de papá en la rambla de 32, esperando que alguien viniera a ayudarnos. Cuando bajó el agua empezaron a pasar vehículos y ahí la policía nos ’acompañó’ poniendo sus conos naranjas hasta que, supuestamente, llegara la morguera. Pero cada vez que se hacía el reclamo nos respondían que ya estaban al tope de cuerpos en la morgue. Entonces nos plantean la opción de que consigamos por nuestra cuenta una funeraria para trasladarlo, que ’no había inconvenientes’ en hacer eso. Dentro de una de las casas inundadas conseguimos una guía telefónica y al azar llamamos a una funeraria. En 15 minutos llegaron y a las dos de la tarde estábamos gestionando el sepelio de mi papá.”

Película de terror

Tanto Rocío como Paola vivieron esas horas como las más terribles de sus vidas. Sin embargo para ellas y sus familias la “película de terror”, como la definen, recién comenzaba. Una trama inimagible de maniobras por parte de funcionarios policiales, judiciales y políticos les terminaría mostrando el rostro canallesco del Estado, aquel que intenta despegarse de toda responsabilidad aún a costa de bastardear a los muertos delante de sus deudos.

“De ahí en más, la pesadilla”, dice Rocío. “Todo tipo de maniobras para querer ocultar. Yo creo que no se dieron cuenta de que mi hermana estuvo todo el tiempo presente.

A los certificados de defunción les pusieron hora de muerte el 2 de abril a las 22 horas, cuando tengo el llamado telefónico de ellos registrado 7 horas después, a las 5 y media de la mañana, y cuando mi hermana se estaba ahogando con ellos a las 6 menos cuarto. A su vez les ponen causas distintas de muerte, ’paro traumático’ a mi mamá y ’asfixia mecánica’ a mi papá, en un intento de querer pasarlo por ahorcado. A mi hermana la rescatan y, mientras los buzos y la gente sacaban los cuerpos de mis padres del agua, la policía la carga inmediatamente en un patrullero, le dicen que hay muertos por todos lados, que lo de sus padres ’ya está’ y la llevan a declarar a la comisaría, sin siquiera hacerle una revisación médica de urgencia. En esa situación mi hermana igual logra relatarme todo mientras es trasladada en el patrullero.”

Sin ese relato de la hermana y sin esa llamada registrada en su celular, Rocío cree que le hubiera resultado todo mucho más difícil. “Pude hacer que se reviertan los datos del certificado. Ellos quisieron valerse de las circunstancias en las que fue sacado el cuerpo de mi papá para fraguar el certificado. No le hicieron autopsia y sólo con una mirada por arriba quisieron cambiar las causas de la muerte para beneficio de ellos mismos. Mientras en ese momento el ministro Casal decía ’autopsias sí, autopsias no’ los cuerpos de mis papás iban y venía desde el hospital hasta el lugar donde se hacen las autopsia. En el hospital, estando yo frente al fiscal Condomí Alcorta (de turno en ese momento) él recibe un llamado de la comisaría donde le dicen que hay dos cuerpos, de tal edad, que una hija los vio y la otra hija está llamando buscándolos; y entonces él dice que bueno, que nos entreguen los cuerpos y que autopsia no ya que está más que claro que murieron por ’sumersión’. Tardamos doce horas en encontrarlos, pero una vez que dimos con los cuerpos hicieron todo rápido, al punto que en las primeras horas del viernes ya los estábamos enterrando.”

La explicación sobre esa rapidez la encontraría días más tarde. “Aunque de palabra y en los hechos los reconocían como ahogados, en los certificados de defunción que me entregaron a los cuatro días decían otra cosa. Le fui a pedir explicaciones a Condomí Alcorta y él me dijo que creyó en lo que se decía en la denuncia y que eso es lo que habían dicho los médicos forenses.

Y así se manejaron. Si podían, le encontraban la vuelta a determinados casos para justificar que habían muerto por cualquier otra cosa (por ejemplo, electrocutado) y no por ’sumersión’. Así bajaban y subían casos de las listas de ahogados. Todo para poder bajar, en definitiva, el número de víctimas. Después de ver tanta mafia y tanto ocultamiento, tengo que agradecer que los cuerpos de mis padres no hayan sido desaparecidos o los hayan revoleado por ahí.”

El caso del padre de Paola es simbólico, ya que es el que hizo trizas el listado oficial de muertos presentado por Bruera, Scioli y Casal. Juan Carlos García era el fallecido número 53 pero su caso no quería ser reconocido por parte del Estado. Acá también fue la decisión de luchar por la verdad por parte de Paola lo que logró revertir la historia oficial. “Cuando encontré el cuerpo de mi papá, y ante el desconocimiento que uno tiene de los procedimientos, lo único en lo que pensábamos era en salir de esa situación. Por eso cuando nos ofrecen hacer un certificado de defunción, firmado por un médico, pensamos en que no iba a haber mayores problemas, si todos sabíamos cómo habían sido los hechos y que mi papá murió por la inundación. Pero al final el certificado decía que la causa de la muerte era ’paro cardiorrespiratorio no traumático’. Y además no coincidían la fecha y la hora con las que murió en verdad. Ahí caímos en la cuenta de la cantidad de irregularidades que se cometieron en el procedimiento, que no sólo fue en nuestro caso sino en el de muchas familias más.”

Al abandono por ausencia de rescate y asistencia a Paola se le sumaba una macabra trama. “Nosotros sabemos que ese día llovió como pocas veces, que no fue algo normal. Pero con lo que nos encontramos después de esa catástrofe fue con la desidia y con el ocultamiento. Todo lo que se hizo en esos momentos fue gracias a los propios vecinos que se autoevacuaron y que sacaron a la luz valores solidarios. Pero el Estado estuvo totalmente ausente en la ayuda, o presente de otra forma, ocultando todo lo sucedido.”

Y cuando dice que no sólo fue su caso incorpora un eslabón más de esa cadena. “Hay algo que se sabe poco, porque se encargan de ocultarlo por todos los medios, y es que hoy en día en la morgue de La Plata hay cuerpos que no están identificados y que debido a los tiempos procesales no fueron identificados habiendo pasado dos años. Y por eso, obviamente, tampoco se sabe si esas personas fallecieron o no a causa de la inundación. Y cuanto más se tarda más se pierden elementos de prueba. Hablamos de unos 20 cuerpos aproximadamente de un total de 60 que se encontraron en una pericia que se hizo en la morgue.”

Y por si fuera poco, las maniobras llegaron hasta el propio cementerio de La Plata, donde se comprobó que hubo casos de “doble entierro”, es decir dos cuerpos enterrados con la misma identidad. Con este nivel de acciones y omiciones, Paola no duda en que “el plan de ocultamiento estuvo y está organizado por quienes estaban y están en sus cargos a nivel municipal, provincial y nacional. Porque no hablamos de un caso. Hablamos de un procedimiento donde hay negligencias en la morgue policial, cuerpos sin identificar, dobles entierros y toda una serie de irregularidades que son inimaginables y que se repiten hasta hoy. ¿Qué tenemos que hacer? ¿Levantar el cementerio y comprobar que a cada cuerpo enterrado le corresponde la lápida que tiene encima?”

En una reflexión profunda, la hija de Juan Carlos concluye en que “fueron perfeccionando un sistema. Hace más de treinta años a los desaparecidos los enterraban como NN. Ahora dijeron ’qué mejor que enterrar a un muerto bajo otro nombre, total quién lo va a buscar’.”

Estado asesino, Estado impunes

Apenas bajadas las aguas, el intendente platense Pablo Bruera, el gobernador bonaerense Daniel Scioli y la presidenta Cristina Fernández de Kirchner se mostraron apesadumbrados y hasta se acercaron a algún barrio a hacer sus discursos de ocasión. La misma CFK bajó en helicóptero en un campito de Tolosa, besó algunas mejillas y volvió a emprender vuelo hacia alguna zona más seca y menos caliente.

Pero la cadena de impunidad estatal siguió sumando eslabones en pos de que el caso de la inundación de La Plata se diluya con el tiempo y los responsables puedan seguir con sus campañas. Cuando se les pregunta por estos dos años de búsqueda de Justicia, Rocío y Paola lanzan acusaciones directas.

“Acá se montó una larga cadena de despropósitos mafiosos e irregularidades para, en definitiva, hacer que esto quede en el silencio y quede el menor número posible víctimas”, dice Rocío. “Pero estamos hablando de vidas, de familias destrozadas y de familias perdidas por la negligencia de una mafia y una corrupción terribles.

Desde lo social nunca hubo una ayuda a la altura de las circunstancias. Perdimos a nuestros viejos pero también todas las cosas que hacían a sus vidas, y nadie se acercó desde el Estado a realizar una necesaria asistencia a la víctima, ayudando siquiera a realizar esos trámites engorrosos que hay que hacer cuando sucede algo así. No nos dejaron siquiera hacer un duelo normal.

Y no sólo eso. Lejos de ayudarnos nos amedrentan. En nuestro caso sufrimos persecución, actos intimidatorios y hasta golpes. El mismo intendente llegó a decir sobre mis padres ’para qué salieron de la casa y arriesgaron su vida’. Y para colmo de provocaciones, en ese zanjón del que los buzos sacaron el cuerpo de mi mamá, que es una trampa mortal llena de pasto, basura y bichos, hoy, irónicamente, sólo hay un cartelito que dice ’prohibido pasar’.”

Paola suscribe y agrega que “ya pasaron dos años y lo que se hizo fue citar a todos los familiares de las víctimas pero a ningún responsable con cargo institucional, a los responsables de esas irregularidades. Evidentemente esperan que el silencio siga haciendo su trabajo. Yo tengo la expectativa de que va a haber justicia. Pero sé que ellos mismos no se van a autoincriminar. El entorno del fiscal Jorge Paolini, que tiene a su cargo la investigación, es ni más ni menos que la misma gente que armó todo este ocultamiento.”

La salvedad entre tanta desidia e impunidad es, para ellas, el juez platense Luis Federico Arias, que se encargó de cuestionar desde el principio la manipulación de Bruera y Scioli. “Tenemos que agradecerle que fue el único que se puso al hombro querer llegar a saber el número real de víctimas, apoyándose en nuestras declaraciones”, afirma Paola. Pero sabe que no todos los casos llegaron a una instancia judicial como el suyo. “Hay gente que ante el desconocimiento del derecho no hace estos reclamos de verdad. Y ahí nos preguntamos qué pasó con la gente que vivía a la orilla de los arroyos donde no quedaron siquiera las chapas de las casillas, donde familias enteras fueron llevadas por el agua. Se habla de derechos humanos, ¿pero dónde están los derechos humanos para ellos? Y así pasa el tiempo, las pericias no se realizan y ya hay delitos que prescribieron.”

Ambas saben que lo ocurrido con sus familiares sienta un precedente nefasto para el futuro. Y por eso su lucha no es sólo por lo que pasó sino por lo que puede pasar. “Para nosotros la justicia no es con indemnizaciones y subsidos”, advierte Paola, “queremos que se hagan las obras para que no nos volvamos a inundar y queremos justicia con los responsables de esta catástrofe evitable.” Y recuerda que en cada encuentro con funcionarios la sensación siempre fue la misma, de un grosero engaño. “Hubo reuniones en las que el ministro de Infraestructura Alejandro Arlía nos dijo en la cara que las obras que se van a llevar a cabo (que recién están en un 20% y quién sabe cuándo se terminarán) son para lograr que una inundación tenga 20 centímetros menos a lo que hubo el 2 de abril de 2013. ¿Yo tengo que ir a decirle a mi mamá que en la próxima inundación va a tener 20 centímetros menos de agua?”

La ausencia de un verdadero plan de contingencia para evitar un desastre similar al ocurrido hace dos años agrega indignación. Paola recuerda que “el 2 de abril fue feriado. Si llega a haber otra inundación un día que haya escuela y gente trabajando normalmente, todavía no sabemos cuál es la zona más alta de la ciudad a dónde tenemos que salir corriendo para salvarme. Estamos en el mismo estado de situación.” Y Rocío agrega que “ni siquiera sabemos a qué número tenemos que llamar si pasa algo así. Para no hablar de esa provocación del intendente cuando lanzó a poco de la inundación la famosa ’mochilita’, a modo de recomendación para resguardarnos de la lluvia. Nos decía que nos reservemos una mochila con chocolate, para que nos dé calorías y así cuidarnos del frío, una linterna, un chalequito…

Vamos a hablar en serio. Ellos no dudan a la hora de poner plata para campañas políticas, para recitales y para hacernos creer que todo sigue funcionando ordenada y transparentemente. Pero acá hubo, al menos, 89 muertos por una lluvia intensa. Y la gente que laburó toda su vida y que paga los impuestos al día ni siquiera fue socorrida ni tuvo a su alcance un bote y una frazada.”

Una de las últimas veces que las familias de los fallecidos se iba a enfrentar con funcionarios resultó ser una nueva provocación. Fue el 10 de octubre del año pasado en la Legislatura bonaerense, donde se realizó una audiencia pública en la que se iba a debatir sobre las causas, las responsabilidades políticas y el encubrimiento de la cifra de muertos. A participar en ella habían sido convocados funcionarios municipales y provinciales con responsabilidad directa en los hechos. Pero ninguno fue. “Una provocación más de tantas”, dice Rocío. “Como alguien cercano a la intendencia de Pablo Bruera sólo estuvo Valeria Amendolara, quien después de once horas de esperar para que nos escuche se retiró a otra sala a tomar café. La única persona que habían mandado no nos quiso escuchar.”

Homenajes y denuncias

Hoy se cumplen dos años de una inundación y de un crimen social que nunca olvidarán los platenses y quienes desde otros lugares de la provincia y del país eligieron esa ciudad para vivir, estudiar y trabajar. Dos años de dolor y de bronca. Pero también de pelea por la verdad y la justicia, esa que el Estado se empecina en negar a como dé lugar.

La Plaza Moreno de La Plata será escenario de homenajes y denuncias. Como cada 18 de septiembre, cuando miles se reúnen para seguir exigiendo la aparición de Jorge Julio López. Esta vez los recordados son las decenas de mujeres y hombres arrastrados por el agua. “Van a haber dos escenarios. Nosotros vamos a estar a las 16 horas en la esquina de 12 y 51, exponiendo sobre los tres ejes que nos parecen importantes que son justicia, obras y subsidios. Vamos a realizar un informe sobre lo que se hizo en todo este tiempo y cómo estamos hoy. Y nos van a acompañar personalidades que siempre nos acompañaron como Soledad Escobar, Federico Arias, Paolo Menghini, el periodista Gabriel Prósperi y los ingenieros Pablo Romanazzi y Claudio Velazco.” La invitación la hace Paola mientras sigue coordinando los preparativos junto a Rocío, quien agrega que “mientras desde la Municipalidad siguen con sus campañas políticas, con su propaganda y sus recitales nosotros seguimos peleando por nuestros muertos”.

Muertos que, como dice ella, “no se querían morir. Ellos se querían salvar, por eso salieron a la calle, a esa trampa mortal. Esto fue un asesinato. Porque si no hay intención de matar a nadie lo que debe aparecer es la asistencia. Pero acá, lejos de eso, con todo lo que hicieron los mataron dos veces. Fue un verdadero crimen social que se podría haber evitado.”

Sobre el final de la charla ambas insisten en que no hay que olvidarse de las responsabilidades políticas de quienes hasta hoy siguen estando en el poder. Paola dice que tiene “que creer que en un futuro va a haber justicia. Porque si no tengo que pensar que mañana puede morir cualquiera de mis hijos y no vamos a saber dónde los van a enterrar. Tal vez en un futuro, cuando los que estén en sus cargos sean otros, a alguien se le ocurra hacer justicia sobre esto y ahí llegaremos a saber qué pasó.”

Rocío, con la imagen de sus viejos clavada en la memoria, sentencia que “el abandono fue en todos los niveles, tanto municipal, provincial y nacional. Cuando quisimos tener una entrevista con la Presidenta para explicarle toda esta serie de despropósitos e irregularidades, ella estaba ocupada recibiendo al boxeador ’Maravilla’ Martínez. Y después nos dijeron directamente que no nos podía atender porque todo esto le correspondía resolverlo al municipio, como si viviéramos en países diferentes. En lugar de tomar cartas en el asunto todos miraron para otro lado.”

El país en el que viven los funcionarios puede que sea el mismo en el que vivimos los millones de trabajadores y vecinos que sufrimos la decidia, el abandono, el asesinato colectivo y la impunidad. Pero, sin dudas, nos separan mil y un intereses.

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