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Mirta Baravalle, una historia de lucha y de vida
Por La Retaguardia -
Sunday, Apr. 19, 2015 at 7:50 PM
Sábado, 18 de abril de 2015 | (Por La Retaguardia) Esta entrevista la realizamos en octubre de 2011, así casi 4 años. Podría decirse que es una nota vieja. O bien que es una de esas que merece ser leída en cualquier tiempo. Es la historia de Mirta Baravalle, integrante de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora, una de aquellas 14 de la primera vez. La de esa mujer que, en la búsqueda de su hija, su yerno y del bebé que podría haber nacido de aquella panza de 5 meses, fue fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo.
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En una extensa charla recorrimos su historia, relacionada directamente con los comienzos de esos organismos de derechos humanos fundacionales en la lucha contra los delitos de lesa humanidad cometidos por el Terrorismo de Estado. También hablamos acerca de la importancia de dar testimonio y sobre la esperanza que genera en ella el compromiso de los jóvenes por la memoria, la verdad y la justicia. Pasen y lean. Quizá nosotros no, pero Mirta se lo merece.
“Siempre cada nota es como la primera”,
afirmó Mirta Baravalle al iniciar la entrevista grabada en las oficinas donde
funcionaba el Instituto Espacio para la Memoria en octubre de 2011. Fernando Tebele y Beatriz Luque, por entonces conductores de Oral y Público, se sentaron a la mesa del
programa de radio sobre los juicios a los genocidas.
A pesar de sentir que cada nota es como la
primera, Mirta no se inhibe ante la presencia de los micrófonos y solo se detiene
para pensar la palabra que mejor expresa lo que quiere decir.
“Era feliz, porque tenía una familia, tenía
a mis hijos, yo siempre había pensado y soñado con ellos. Para nosotros, para
mi marido y para mí, no había nada más importante. Yo era feliz de verlos, de
atenderlos, de verlos hasta último momento cuando los acompañaba a la puerta,
cuando se iban a la escuela, cuando iban al trabajo y cuando los veía doblar ya
volvía a mi casa, y más o menos a la hora de volver salía a la puerta a
esperarlos”, relató Mirta Baravalle al ser consultada acerca de cómo era su vida
antes del secuestro de su hija y su yerno.
El 27 de agosto de 1976, un grupo de
militares irrumpió en su casa familiar y secuestró a Ana María, que estaba embarazada
de 5 meses, y a su pareja, Julio César Galizzi. Nunca más supo de ellos.
Las
madres del amor
“En la época en que la gente, las personas, empezaron sistemáticamente a desaparecer, los familiares fuimos en búsqueda de
información, y ya había organismos de derechos humanos en aquella época. La Asamblea
Permanente por los Derechos Humanos (APDH), que ya estaba en 1975 porque,
después lo supimos, estaban desapareciendo personas en años anteriores; estaba
también el MEDH (Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos) y Familiares,
que fueron a los que yo de alguna manera fui llegando porque en ese momento desconocía
todo. Cuando uno salía a buscar no sabía dónde podía tener información de por
qué se habían llevado a los chicos, y en ese deambular de búsqueda uno se iba
encontrando con otros familiares que ya tenían quizás otra experiencia triste
pero anterior e iba sabiendo de los distintos organismos, pero todo era dentro
del estudio, de la oficina, como que era oculto, pero no porque se quisiera
ocultar, sino que la gente no lo veía, lo sabían los familiares”, contóBaravalle en diálogo con Oral y Público.
Como tantos familiares de desaparecidos,
Mirta fue hasta la Casa
Rosada: “nos daban una tarjeta con una fecha en la que
teníamos que volver para que nos dieran información, pero todo esto era de
manera individual, yo todavía no me había encontrado con familiares o madres.
Se dio entonces el caso que un día determinado, no recuerdo la fecha, varias
madres a las que nos habían dado esa misma fecha, nos encontramos, fue de
casualidad. Éramos 4, 5 o 6, y cada una salía con la misma respuesta
que daban respecto a que nuestros hijos quizás se habían ido con su noviecita,
cosas que herían profundamente. No fue mi caso, a mí no me lo podían decir
porque los habían llevado de mi casa delante de mis ojos. Y ahí fue, un día X,
que Azucena (Villaflor de De Vincenti) nos dijo ‘nosotros tenemos que juntarnos, ser muchos, y
a lo mejor Videla nos va a dar una respuesta’. Inmediatamente cruzaron los
soldados y nos sacaron, pero fue ahí donde Azucena nos planteó el hecho de
convocar, y así se dio lo de convocar a los familiares, porque nosotras en ese
momento no decíamos las madres, decíamos los familiares. Y a esa convocatoria
fuimos 14. Estaban Azucena, María Adela Antokoletz, las hermanas Gard, Eva
Castillo Barrios, Pepa Noia, Delicia Miranda, la señora de Caimi, Raquel Marizcurrena,
Kety Neuhaus, Haydée Buela... A Esther Careaga y a María Ponce las conocí en
Familiares; con Mary salíamos mucho, hacíamos un pequeño folletito en el que poníamos
que teníamos nuestros hijos desaparecidos y nos íbamos a algún barrio y los poníamos
debajo de la puerta para que alguien supiera, con mucho cuidado evitando que
nos vieran. Con Mary íbamos a las iglesias especialmente; yo tengo una guía del
año ’77 donde tengo marcadas todas las iglesias a las que fuimos. Las madres de
alguna manera siempre estuvimos y estamos en función de ir a lugares donde
nosotros inocentemente pensábamos que nos iban a dar alguna respuesta sin medir
tampoco las consecuencias como ocurrió el 8 de diciembre”.
Madre
y Abuela
Cuando Ana María fue secuestrada estaba
embarazada de casi 5 meses; su familia supo que alrededor del 12 de enero
de 1977 nació su bebé: “fue una fecha que nos dieron –recordó Baravalle–, no
sabíamos ni el sexo; y en ese momento si bien yo ya estaba con Madres, sabía
que al bebé había que buscarlo de otra manera, porque en Madres buscábamos a
adultos y la forma de búsqueda de los bebés era otra, había que ir a institutos
de menores, a Casa Cuna, lugares donde podía ser posible que fueran derivados
los bebés. Cuando yo iba a (la cárcel de) Devoto, que iba todos los días ya sabiendo
que había chicas presas políticas, en las filas me iban diciendo, cuando sabían
que mi hija estaba embarazada y que ya había tenido a su bebé, que cuando los
bebés tenían 6 meses se los entregaban a la familia, y esa era una forma de
expectativa para uno, pero pasaban los meses y eso no ocurría. En esa búsqueda
del bebé recuerdo que en Familiares había dado mi testimonio, y pensaba que era
la única con esa situación, pero en una de las reuniones había otra madre que
también contó que su hija estaba embarazada, y recuerdo que cuando salimos de
Familiares las dos bajamos al subte de Callao, y nos quedamos paradas diciendo
qué podíamos hacer, pero quedó ahí, pasó el tiempo y cuando nos fuimos enterando
que había otras abuelas que estaban también buscando a sus hijas embarazadas, se fue haciendo una
rueda y nos fuimos juntando madres de hijas que ya habían tenido sus bebés y
otras que habían sido llevadas embarazadas. El primer encuentro que tuvimos en
grupo fue cuando vino Cyrus Vance (secretario de Estado del entonces presidente
de los Estados Unidos, Jimmy Carter), que estuvo en Plaza San Martín. Ahí
aprovechábamos tanto las madres como las abuelas a ir con nuestro testimonio y
poder alcanzárselos, ahí fue cuando nos concentramos y nos encontramos de
alguna manera esas 12 abuelas”.
Y así fue como a partir de la búsqueda de
sus nietos, estas 12 abuelas crearon un organismo que, en palabras de
Baravalle, se concentraba en todas las jóvenes que habían sido secuestradas y
desaparecidas embarazadas y en esos padres que habían sido llevados con sus
hijos chiquitos. Este grupo de Abuelas efectuó incluso una primera presentación
pidiendo por los bebés a la
Suprema Corte de Justicia en marzo de 1978: “nosotras ya nos
habíamos organizado por 12 bebés, había uno nacido que era Clara Anahí que
tenía 3 meses de edad cuando se la llevaron y el resto de los bebés eran
todos nacidos en cautiverio, había un bebé que tenía a las dos abuelas ahí,
pero era por 12 niños nada más porque no había otros testimonios. Ese día que
nos reunimos en la Plaza San
Martín, dijimos ‘vamos a buscarlos de una forma conjunta’ y nos empezamos a
reunir en casas de algunas de las abuelas. Recuerdo que una era la de María
Eugenia Irureta Goyena, que es la abuela de Macarena Gelman, también nos
reunimos en la casa de Julia Grandi, cuya nuera era la hermana de Víctor
Heredia”.
Mirta Baravalle declaró en el juicio por elPlan Sistemático de Robos de Bebés: “ese plan no fue algo improvisado, ellos
sabían ya de qué manera llevar a cabo ese sistema siniestro. Al principio
éramos ingenuas o pensábamos que cuando se llevaban a nuestros hijos los
llevaban a una cárcel, que estaban mal pero en una cárcel, y a medida que
íbamos sabiendo y que íbamos teniendo un poco más de experiencia, íbamos conociendo
cosas horrorosas pero tampoco las mentalizábamos porque sino no hubiéramos
podido seguir”.
En algún momento algunas personas
plantearon que al restituir la verdadera identidad a los nietos apropiados se
les generaba un doble daño como víctimas porque se los estaba sacando de la
familia que los había criado de pequeños. Al respecto, Baravalle fue
contundente: “a estas personas que decían que nosotros no teníamos
sentimientos, yo les decía ‘el que tiene nietos y piensa esto, que los mire si
lo tiene al lado y piense qué sentiría si lo hubieran robado, y ante esa
situación qué haría, ¿lo dejaría porque ya lo tuvo esa gente que lo robó? No, ellos
necesitan rescatar sus raíces, su verdad, su identidad. Cuando vimos cómo la
primera niña que pudimos rescatar cambiaba o renacía, confirmamos que era
necesario buscar a los chicos que se habían llevado”.
Trascender,
de lo individual a lo colectivo
Oral y Público le preguntó a Mirta
Baravalle si recordaba el momento en que empezó a sentir que la búsqueda, primero
personal y después colectiva, las había transcendido ya, generando un movimiento social:
“creo que en realidad nunca tuvimos en consideración eso –afirmó–, porque al
principio buscábamos cada una a nuestros hijos, era algo propio, pero cuando
íbamos conociendo a otras madres, cuando estábamos y nos preguntábamos cómo era
tu hijo, qué hacía, e íbamos haciendo una composición y una imagen de que eran
iguales, era una forma de captarlos, de sentirlos todos como uno, porque yo
pienso a mi hija, a mi yerno, pero es como si todos de alguna manera fueran un
calco, era una generación que ya no era uno, eran todos, yo no los puedo
separar, yo no puedo separar esa generación de ninguna manera, porque en todos
están, cuando veo los rostros, las imágenes de todos esos chicos, para mí son todos
mi hija, mi yerno, y esos chicos a los que no conocí pero con solamente leer el
nombre es como que ya los siento, y entonces esa es la forma en que de alguna
manera quisimos rescatarlos del olvido que quería imponer la dictadura. Para ellos
(los genocidas) iba a ser un golpe más de Estado, hicieron lo que quisieron y pensaban
que la gente se iba a someter a los vaivenes como siempre, pero esta vez no
pudieron porque esa forma de querer rescatar a nuestros chicos, primero
físicamente ya era no dejar pasar un día más sin saber o tenerlos con nosotros,
que no pasaran ninguna situación de sufrimiento, pero a medida que uno va
lógicamente aceptando muchas cosas, uno va rescatando su memoria y al hacerlo estamos
poniendo su presencia, la presencia de ellos siempre está, no importa dónde
sea, pero están siempre. Y cuando a nosotros nos llegue nuestro último día
sabremos que hicimos todo lo posible para que ellos siguieran viviendo”.
Dar
testimonio
“Yo pienso que los juicios que ahora se
están llevando a cabo tendrían que haberse realizado hace ya muchos años, se
hubieran evitado mayores tormentos en el sentido de que los familiares a través
de todo este tiempo tuvieron las consecuencias de la desaparición de sus seres
queridos, sin poder alcanzar o vislumbrar una respuesta respecto de los
mismos”, afirmó Mirta Baravalle, en diálogo con Oral y Público.
La integrante de Madres de Plaza de
Mayo-Línea Fundadora tiene en claro que la realización de los juicios son muy
extenuantes para los sobrevivientes y familiares que deben declarar: “vemos
cómo son sometidos especialmente los testigos o las víctimas a tener que volver
a aquellos tiempos, a cuando comenzó esa vida de dolor, de impotencia también,
y estar escuchando en los juicios a los testigos y escuchar toda esa vida que
ha traspasado ya las esferas de lo que es posible o no de canalizar... Si bien es
cierto que hay algo muy especial que uno no sabe por qué, de dónde viene esa
fortaleza que les permite a los testigos poder seguir adelante, que son parte
justamente del conocimiento de todo el horror, de toda la criminalidad que
ejerció la dictadura con sus víctimas”.
De todos modos, Baravalle está convencida
de la importancia de prestar declaración, incluso lo ha hecho ya varias veces, por
ejemplo en el juicio por el Plan Sistemático de Apropiación de Bebés y en el de
Campo de Mayo: “yo doy testimonio de alguna manera como testigo testimonial
porque yo no tengo nada... es decir, nadie vio a los chicos, no hay testigos, no
tengo nada, como miles, los chicos es como que se evaporaron, pero sabemos que
posiblemente pudieron haber sido llevados a la zona de Campo de Mayo, pero
tampoco es algo que uno pueda realmente reafirmar porque no sabemos, y en eso
se fue dando la búsqueda de los chicos”.
Infancia
Al momento de la entrevista con Mirta
Baravalle, Pedro Falivene trabajaba en el Área de Investigación del Instituto
Espacio para la Memoria. Pedro falleció muy joven e injustamente en agosto de 2013, pero en
el año en que se grabó esta charla, era parte del Instituto Espacio para la Memoria asistiendo a los juicios. Falivene vivía feliz en la pequeña localidad de Uribelarrea,
ubicada en el partido bonaerense de Cañuelas. Allí nació Mirta.
“Así como de casualidad ella se encontró
con una serie de madres en la puerta de la Casa Rosada y dieron
paso a la formación de Madres de Plaza de Mayo, nosotros compartiendo un
almuerzo en Comodoro Py nos venimos a enterar de que ella nació en un pueblo donde
yo estoy prácticamente viviendo. Me contó que se había ido de muy chiquita, a
los cinco años, y que no había vuelto, y ahí empezamos a gestar un poco el
retorno de Mirta a Uribelarrea”, relató Falivene en aquel Oral y Público de
2011.
“A mí me trasladó a aquella infancia de la que
he intentado rescatar recuerdos, y ha sido hermoso y emocionante porque mi
familia, mis hermanos, corretearon por esos lugares, mi madre, mi padre,
teniendo en su momento sus amigos o colaboradores y siempre es una historia que
a uno le parece que son situaciones que a lo mejor uno no le da importancia,
pero cuando se les presentan es muy distinta, una se emociona, lo siente y lo
vive”, recordó Baravalle.
Falivene remarcó que se
trató de una doble apuesta: “ella no fue solamente a Uribelarrea, un pueblito
de 1000 habitantes, sino que logramos una movilización con los alumnos del
secundario que tuvieron una charla con Mirta, ella les contó su experiencia, se
hizo una ronda en la plaza de Uribelarrea, que es la primera ronda de una madre
de Plaza de Mayo-Línea Fundadora en el pueblo, y el valor que rescatamos
nosotros con los directivos de la escuela, aparte de que estamos fomentando que
los chicos quieren que sea ciudadana ilustre y ella se niega, vamos a ver cómo
hacemos para convencerla, pero lo importante es que en Capital uno se choca con
la realidad, con las marchas, con las madres, pero el acontecimiento allá es un
hecho trascendental, nosotros fuimos y chocamos con los chicos para contarles
qué pasó en el país y qué está pasando, y acompañar la currícula que se viene
dando en las escuelas bonaerenses porque los pibes ya tenían un espíritu porque
estuvieron viendo La Noche
de los Lápices, además yo les iba llevando materiales del IEM, así que fue
doblemente interesante”.
Futuro
“Uno a veces quiere sentirse otra persona,
que no es la que está realmente recibiendo toda esta falta de justicia, y yo me
suelo poner en un plano aparte y creo que muchos lo hacemos, porque si no no
hubiera sido posible llegar a la edad que tenemos y haber seguido soportando
tanta infamia que uno ve. Aparte nosotros nos debemos a los 30.000 detenidos
desaparecidos porque son la fuerza que también nos da a nosotras para poder
seguir adelante, que de alguna manera se va proyectando esa lucha de por qué
esa generación dio su vida, que lo podemos ver ahora que a nosotros nos
alimenta, y nos da energía cuando vemos a la gente joven que quiere también
revertir situaciones de inseguridad respecto a los derechos humanos, y en el
sentido del valor que se le da a las personas, así como nuestros hijos querían
un cambio social, las generaciones que vienen especialmente las que están
ahora, uno las ve con esa fuerza de querer revertir todo lo que hubo durante la
dictadura y durante estos últimos años, entonces quizás eso también me da esa
fortaleza, al menos yo lo valoro de esa manera, y ese compromiso de seguir
adelante y acompañarnos también”.
Mirta Baravalle y un recorrido por su
historia, desde su infancia en un pequeño pueblo bonaerense pasando por los comienzos
de su búsqueda, que son los inicios también de organismos como Madres y Abuelas
de Plaza de Mayo, hasta su presente de continua lucha, y su futuro con la
mirada y la esperanza puesta en los más jóvenes.
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Great news
Por Beatrice -
Monday, Apr. 20, 2015 at 7:45 AM
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