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Llegar, por todos los medios. Massa, la biografía no autorizada
Por (reenvio) Diego Genoud / revista Crisis - Friday, Jul. 03, 2015 at 2:58 PM

La última palabra sobre el renegado Sergio aún no ha sido dicha. ¿Un halcón con sonrisa de plastilina, una estrella fugaz, o un tigre de papel? El político que soñó heredar la maraña tejida por el kirchnerismo, quizás nunca encontró la punta del ovillo. En el siguiente capítulo del libro Massa. La biografía no autorizada, de reciente aparición, Diego Genoud desmenuza el armado mediático del candidato más brumoso, al que si algo le faltó fue “un toque de atención…”.

Sergio (Szpolski) dice que nunca tuvo un amigo que llegara a presidente. Que a él lo beneficiaría que Sergio (Massa) se convirtiera en el sucesor de Cristina Fernández. Pero dice también, sentado en sus amplias oficinas del quinto piso en Puerto Madero, que su tocayo no va a llegar y que él —jugado con el proyecto kirchnerista hasta el último día— no piensa en su beneficio personal. Los dos Sergios se conocieron hace más de una década en la casa de Enrique “Coti” Nosiglia, el alfil radical que armó con Luis Barrionuevo, primero, el Pacto de Olivos, y después, unos cuantos emprendimientos más. El ahora dueño de la radios Rock and Pop y Vorterix y del Grupo Veintitrés fue a visitar al ex ministro del Interior de Raúl Alfonsín y se encontró con el joven que, diez años más tarde, lanzaría su carrera hacia la Casa Rosada. Enseguida sintonizaron bien. Son parte de esa generación de “jóvenes” que vio llegar el kirchnerismo desde posiciones de poder. Los dos habían recibido una educación política previa; el alfonsinismo, el menemismo, la democracia anterior a 2001.

A poco de andar en su carrera, Massa tenía buen vínculo con los periodistas que cubrían las noticias del conurbano en la revista Veintitrés. Pero, además, como parte de una lógica que sigue vigente, lo tenía con el dueño de la revista. Con los trabajadores y con el patrón, para evitar malentendidos. No hay, a decir verdad, empresario de medios que no sea amigo de Sergio Massa. O que no esté en la lista de sus futuros amigos. Como en política, su radio de acción es mucho más amplio de lo que se supone. Por eso están, cerca suyo, los que dicen que Massa no le hace asco a nada.

A diferencia de la política kirchnerista de crear medios de escasa penetración o incentivar la compra de medios exitosos para tirarlos abajo en poco tiempo, Sergio fue siempre más astuto. Desde que se asomó a la “rosca” bonaerense como un pibe agrandado y canchero que resaltaba tanto en la Ucedé como en el peronismo de los barones, su política consistió en forjar lealtades en forma personal para lograr un trato edulcorado hacia su figura. Era apenas un diputado provincial y ya le daba resultados elocuentes. Años más tarde, el estallido de 2001 hizo volar casi todo por los aires y el candidato cayó en el sillón del titular de la Anses. Desde ahí, volvió a ganar centimetraje en los diarios, espacios en la tele y poder en la agenda.

Apenas llegó a la intendencia de Tigre, Massa comenzó a repartir negocios entre sus afectos. A Daniel Hadad le concedió las cámaras de seguridad en sociedad con Mario Montoto. A Sergio Szpolski le entregó la señalética del municipio y la revista Veredas de Tigre. A Alberto Pierri le autorizó el cableado para su empresa, Telecentro, y le abrió la puerta al distrito cuando eliminó la exclusividad que tenía Cablevisión. Además, destinó un porcentaje elevado de su presupuesto a pautar en medios y espacios de periodistas amigos. Sin embargo, el líder del Frente Renovador eligió a Szpolski para que llevara adelante el más ambicioso de sus proyectos: un estadio en Tigre para quince mil personas destinado a shows con artistas internacionales, que contaría además con un shopping y un estacionamiento para los asistentes. Massa lo consideraba necesario en función de la instalación de su municipio como marca atractiva para el turismo y las clases medias con alto poder adquisitivo. Vislumbraba que Tigre podía ser una alternativa frente al Estadio de River Plate, donde —repetía— la acústica era mala, y el Estadio Único de La Plata, que queda demasiado lejos del público de la zona norte.

Mientras estamos sentados en los sillones de un hotel de Retiro y consulta sus tres teléfonos, Szpolski me cuenta que junto a su socio y rival Matías Garfunkel ganaron la iniciativa privada el 25 de febrero febrero de 2011, pero el municipio finalmente nunca llamó a licitación. Entonces, no quedó claro por qué. A partir de 2013, los problemas comenzaron a ser claramente otros.

Vengan por las llaves del Grupo

La noche del cierre de las listas de candidatos a diputados nacionales por la provincia de Buenos Aires, Massa estaba en el cenit. Ese sábado 22 de junio, había logrado su objetivo: que la política y los medios tuvieran a Tigre como foco de atención principal, casi excluyente. La boleta del Frente Renovador era una marquesina que encandilaba. Massa, el ex kirchnerista Darío Giustozzi, la periodista de TN Mirta Tundis, el industrial olímpico José de Mendiguren, el ex “lilito” Adrián Pérez, el sindicalista ortodoxo Héctor Daer... Pero a Massa ese pelotón de egos no le alcanzaba para el debut. “Cuidado con lo que preguntás porque tu jefe va en la lista”, le dijo cerca de la medianoche a una periodista de Tiempo Argentino que estaba cubriendo el cierre. Imantado por las luces del nuevo espacio, el sorprendente Matías Garfunkel había llegado hasta la municipalidad de Tigre para saludar a Massa. Pero Sergio, con esa vocación de ser siempre el más rápido en una baldosa, quiso meterle la contradicción al gobierno nacional en sus entrañas. En el búnker del massismo circulaba la versión —insistente y direccionada— de que el último eslabón de la dinastía Madanes iba en el puesto número 14 de la lista. La duda penetró incluso en la residencia de Olivos.

Sentado en la redacción de Tiempo Argentino, en el barrio de Las Cañitas, Szpolski comenzó a notar que su teléfono rojo sonaba. Un llamado, dos, tres. Todos con origen en la misma terminal, algunos ya cargados de vehemencia.

—Fíjense en el Registro de Reincidencia que maneja La Cámpora. Si Matías es candidato, vengan por las llaves del Grupo —le tuvo que decir a Juan Manuel Abal Medina, entonces jefe de Gabinete, para despejar las sospechas.

Con domicilio en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, el esposo de Victoria Vanucci no figuraba en el Registro de Antecedentes Penales, una instancia que debe atravesar cualquier candidato antes de inscribirse en una lista. Todavía aturdido por el lanzamiento de Massa, el gobierno tardó en comprender que Garfunkel estaba en Tigre sólo por esa condición irrefrenable de aparecer donde las cámaras se agolpan. Había conocido a Massa a partir de las charlas con Szpolski y —antes— con otro amigo de todos, Daniel Hadad. Unos meses más tarde, Garfunkel seguiría desafiando a Szpolski y al kirchnerismo puro pero desde otra vereda. A través de Twitter, en una voltereta repentina, Matías pasó a destacarse como escolta de Daniel Scioli en sus viajes al interior y detractor público del líder del Frente Renovador. El ex jefe de Gabinete que eligió Cristina Fernández para salir de la crisis con el ruralismo apelaría una vez más en público a su amistad con el empresario kirchnerista para acallar preguntas incómodas. A mediados de 2013, con Massa ya lanzado a las elecciones, los medios afines al gobierno nacional habilitaron finalmente a sus periodistas para que incursionen en Tigre. El ex titular de la Anses volvió a hacerle el mismo chiste a un trabajador del Grupo Veintitrés. Fernando Amato quiso preguntarle algo al candidato y se encontró con una respuesta similar a las que solía dar Néstor Kirchner cuando aceptaba preguntas en público.

—Decile a Sergito Szpolski que si no le gusta Tigre, que se mude.

—¿Por qué me dice eso a mí, Massa? Yo le estoy preguntando.

El debate sobre el encolumnamiento de los periodistas tras la línea política o ideológica de los medios en los que trabajan es largo y comenzó a darse, sobre todo, a partir de que el kirchnerismo le dio aire a la Ley de Medios. Existen periodistas asalariados que coinciden —o son formados, incluso— con la ideología de sus patrones. Pero existen otros muchos, probablemente la mayoría, que no comparten el proyecto político o ideológico de los dueños de los medios donde trabajan. Como en todos los rubros, unos ponen el capital, otros trabajan en un ámbito en el que la discusión sobre los contenidos es muy desigual. A poco de andar, el kirchnerismo borró esa línea y, en su confrontación con el discurso mediático, se llevó puestos a los trabajadores, a los que pretendió negarles su condición. Aunque tenga otros modos y aparezca casi siempre como un invitado amable, Massa es hijo de esa concepción. Cree que los periodistas somos siempre —además de egos que deben ser masajeados— operadores de algún interés patronal. Por eso, ante preguntas imprevistas, elige el chantaje de invocar a sus amigos, los propietarios de los medios.
Las relaciones de Massa en el universo oficialista de medios no se agotan en Szpolski. Incluyen al empresario patagónico Cristóbal López y al contador mendocino Raúl Olmos. Con el dueño de Crónica y BAE Sergio comparte la pasión por Miami, a donde viajaron juntos en más de una oportunidad. Crónica conserva además un suplemento dominical dedicado exclusivamente a Tigre. Cristóbal delega el vínculo con Massa en Fabián de Sousa, su mano derecha, un político formado en la Franja Morada que pasó de negociar paritarias con petroleros en Comodoro Rivadavia a conducir con la delicadeza de un mono en un bazar la programación de C5N y Radio 10. López le debe mucho al matrimonio Kirchner y apuesta a Daniel Scioli para 2015, pero se esfuerza por pensar a mediano plazo. La periodista Rosario Ayerdi reveló en Perfil que De Sousa se acercó a Massa para ofrecerle financiamiento para su campaña en la provincia de Buenos Aires, en contra del kirchnerismo.

Aunque la Historia probablemente los juzgue como políticos en las antípodas, a Sergio Massa se lo podría definir con una humorada que en los años noventa se utilizaba para describir a Carlos “Chacho” Álvarez. “Cada vez que abre la puerta de la heladera y se enciende la luz, sonríe pensando que es una cámara de televisión”. Más allá de su deseo irrefrenable de figuración, Massa racionaliza su apuesta por lo mediático. Considera que no hay forma de hacer política sin la imagen. Por eso, piensa cada una de sus apariciones en función de la cobertura. A diferencia de Malena Galmarini, que prefiere no ir a las giras en las que abundan los periodistas, Sergio no va a ningún lado sin la prensa o sin filtrarlo a través de algún amigo periodista. Las anécdotas pueden contarse por decenas, pero con una alcanza. Como parte de su campaña electoral, el ex intendente de Tigre tiene comprados micrófonos con los logos de los principales canales de noticias. Es una inversión propia. Cuando viaja al exterior, le pide a su jefe de prensa, Claudio Ambrosini, que no olvide los micrófonos. Lo hizo durante las giras que emprendió en los Estados Unidos, en marzo de 2014, y en Brasil, al mes siguiente de ese mismo año. Ni TN, ni Crónica, ni Canal 26, ni siquiera América TV enviaron un cronista para acompañarlo. Sin embargo, las imágenes mostraban al candidato acosado por la requisitoria periodística. Las cámaras del Frente Renovador lo filman, los micrófonos del Frente Renovador registran el audio y después los canales lo difunden. Las fotos de la visita de Massa a San Pablo, por ejemplo, muestran que las manos del subsecretario de Comunicación de Tigre, Santiago García Vázquez, sostienen dos micrófonos. Está bien. El objetivo es que la gente se entere.

El clan mendocino

El primer contacto de Massa en materia de contenidos fue Daniel Hadad. El ex dueño de Radio 10 conocía a Fernando “Pato” Galmarini de los años menemistas, la era en la que comenzó su ascenso rutilante como empresario de medios. Y trabó en poco tiempo una relación de empatía con Massa, que se inició formalmente con el micro para jubilados que ideó el entonces titular de la Anses de Eduardo Duhalde. Más adelante, como ya se mencionó, el intendente Massa le retribuiría a Hadad el espacio con la habilitación para ese negocio redondo y estratégico en su construcción de marketing y poder: el de las mil cámaras de seguridad instaladas en Tigre. Hadad y Mario Montoto ingresaron a Tigre de la mano de Sergio. Aunque sus orígenes políticos son divergentes, los dos tenían ya una enorme cercanía con Scioli y capacidad para influir en las políticas públicas de la provincia de Buenos Aires a partir de 2007, el año del desembarco del ex motonauta como gobernador. Todos estaban unidos, además, por los tentáculos de la consultora de comunicación de Alejandra Rafuls. El segundo contacto en el universo de los medios es el que hoy más influye sobre Massa. Daniel Vila y José Luis Manzano forman una dupla que hace un aporte inestimable para el proyecto del líder del Frente Renovador. Ya hemos dicho que Massa y Vila pasan las fiestas y veranean juntos en Pinamar hace más de una década. Durante los días y las noches de enero, todo les queda cerca. Sergio alquiló hasta 2013 la casa del ministro de Justicia y Seguridad de Scioli, Ricardo Casal, y el esposo de Pamela David es dueño de un chalet que perteneció al ex corredor de Turismo Carretera Juan María Traverso. Durante el día, el balneario CR los congrega junto al ex fiscal Carlos Stornelli, el director de Contenidos de Radio Mitre Jorge “Pucho” Porta y el ex vicepresidente de Argentinos Juniors, Daniel Guerra, amante reconocido de Miami como Massa. A Vila suelen acompañarlo su cuñado, socio y hombre fuerte de Rivadavia de Mendoza, Eduardo Carbini, y el ex titular del Instituto de Casinos y Loterías de la provincia, Daniel Pereyra. Quizás ahora no se lo propongan, algo anestesiados por el optimismo que les generan las elecciones presidenciales, pero Vila y Manzano representan un obstáculo gigantesco para la armonía con el Grupo Clarín. Propietarios del segundo holding mediático de la Argentina, el Grupo UNO, acumulan cuatro diarios, cinco canales de televisión abierta, 27 emisoras de radio AM y FM, 600 mil abonados a Supercanal, el segundo cableoperador del país, y demasiados millones de publicidad oficial. A partir de 2009 y después de algunos rodeos, los empresarios mendocinos se acoplaron al dispositivo del kirchnerismo para golpear al holding de Ernestina Herrera de Noble y Héctor Magnetto. Apoyaron con reservas la Ley de Medios y el Fútbol para Todos y apostaron fuerte contra Cablevisión, como ningún otro competidor se había animado a hacerlo antes. A fines de 2011, Supercanal inició en Mendoza una demanda para que se declare nula la fusión entre Cablevisión y Multicanal que había aprobado Néstor Kirchner en su última semana como presidente de la Nación, cuando apostaba a Clarín como garantía y cobertura. La querella, que cayó en manos del juez mendocino Walter Bento, terminó con la Gendarmería en la puerta de la empresa durante un lapso tenso de tres horas. Los que conocen a Magnetto dicen que será difícil que olvide esa escena. Vila y Manzano creen todavía que Cristina Fernández de Kirchner —no todos sus funcionarios pero sí ella— está dispuesta a ir hasta las últimas consecuencias contra el multimedios más grande del país. Algo similar pensaba Massa cuando era jefe de Gabinete y se lo anticipó a Jorge Rendo, el director de Relaciones Externas del Grupo Clarín. Fue una de las primeras veces que se lo cruzó en la residencia de Olivos, un tiempo antes de asumir como ministro coordinador en el Poder Ejecutivo.

—El problema que tienen ustedes es Cristina. No es Néstor.

Hay quienes afirman que, en un primer momento, Clarín vio a Massa como un delegado de Hadad en las aguas de la política. Ya no, claro. Ahora lo notan rodeado por el clan mendocino, lo cual es peor. Sergio heredó la relación con el Grupo cuando Alberto Fernández renunció, hastiado, al proyecto que más protagonismo le concedió en su vida política y al que —es justo consignar— contribuyó como pocos. También Clarín colaboró en esos primeros años de mandato de Kirchner, en los que obtuvo la prórroga por diez años de los canales de aire, en 2005, y la apoteósica fusión de Multicanal-Cablevisión, en diciembre de 2007. Hasta marzo de 2008, la fecha de la Resolución 125, las partes pusieron su granito de arena por una Argentina viable. Un mes antes, el 3 de febrero de 2008, apareció esa tapa pactada en la que Kirchner y Roberto Lavagna se dan vuelta para sonreírle a un fotógrafo de Clarín —Google todavía conserva la foto. En la nota, titulada “Acuerdo político de Kirchner y Lavagna para reorganizar el PJ”, Julio Blanck afirma que se respetará la diversidad en el partido y que la jugada “muy fuerte” está destinada a tener un “fuerte impacto en la opinión pública y en el escenario político nacional”. En fin. Era una ilusión generosa, pero no pudo ser.

Alberto Fernández fue, y quizá sea nuevamente, en el futuro, un hombre importante. Cuando comenzó a vislumbrar el enfrentamiento con Clarín como algo sin retorno, Kirchner lo bautizó en la intimidad como “Paladino” Fernández, por aquel delegado de Juan Domingo Perón que terminó haciendo las veces de vocero del dictador Alejandro Agustín Lanusse. Massa heredó de Alberto la relación con Rendo, el nexo fundamental y operador principal de Clarín. Se vieron por primera vez a solas en las oficinas del consultor en comunicación César Mansilla, poco antes de que el ex titular de la Anses asumiera como ministro coordinador. La información fue filtrada por el propio Massa al diario Crítica de la Argentina: Sergio quería que se supiera que su intención era firmar la paz con el Grupo. O, al menos, bajar los decibeles de la guerra. Desde entonces, Kirchner comenzó a condicionar al segundo jefe de Gabinete de su esposa con un apodo que lo empequeñecía: Rendito. Massa se reía de ese apodo con el que el santacruceño lo envolvía en las sobremesas tras los partidos de fútbol que se jugaban en Olivos. En esos encuentros donde el anfitrión ponía a Massa de arquero en el equipo rival y le amputaba a su sombra, Ezequiel “Kelo” Melaraña, el amigo que conoce a Massa más incluso que Malena Galmarini. A Kelo, ex jugador de fútbol y con los años hombre fuerte del club Tigre, Kirchner lo ponía en su equipo para asegurarse el triunfo.

Rendito

El interregno de Massa como jefe de Gabinete de Cristina Fernández duró un año. El 7 de julio de 2009, renunció y volvió a la intendencia de Tigre. El antecedente de Alberto Fernández como hilo conductor de los dos gobiernos Kirchner durante seis años era un contraste inapelable que le dejaba sabor a fracaso a la incursión de Massa. Algo no había salido como la Presidenta lo pretendía. Ya Sergio había quedado al margen de las decisiones importantes y había sido desplazado en la preferencia del matrimonio gobernante por Amado Boudou, que todavía intentaba justificar a Massa ante las críticas que se cocinaban en la quinta de Olivos. Massa dice que se fue porque no pudo cambiar lo que pretendía y es probable que los 4 millones de votantes que lo respaldaron en 2013 estén de acuerdo, en líneas generales, con esa explicación. El gobierno nacional lo eyectó sin argumentos públicos, como hizo con tantos ministros, incluidos Fernández y Roberto Lavagna, los dos funcionarios que mayor peso específico tuvieron en la década ganada.
Boudou —aquel amigo inseparable de Massa, que después se inmoló en la causa Ciccone—, afirma en cambio que Sergio se tuvo que ir del Ejecutivo porque intentó pactar con Clarín, el holding que abortó temprano las ilusiones políticas del vicepresidente. A fines de junio de 2009, en plena ofensiva por la Ley de Medios, el entonces jefe de Gabinete se reunió una vez más con Rendo y con un directivo periodístico del multimedios. De ese encuentro, surgió un compromiso que Massa no llegó a cumplir: el respaldo del gobierno para el cableado subterráneo que proyectaba el Grupo. Doscientos cincuenta millones de dólares para inversiones.

—Tenemos asegurado nuestro futuro político de por vida —le dijo Massa a Boudou.

—¡Vos estás loco! Me vas a hacer explotar la relación con Kirchner —respondió el muchacho de la guitarra y las Harley Davidson.

Quizá Sergio lo sepa o quizá no, pero Amado le contó esa escena a los hombres más influyentes del kirchnerismo y se la contó también a la Presidenta. El DJ que hizo sus primeras armas en Mar del Plata argumenta que, si se hubiera hecho el distraído con ese tema, habría arriesgado el vínculo que había logrado en poco tiempo con el poder, la confianza que, dos años más tarde, lo convertiría en candidato a vicepresidente de la fórmula más votada desde el regreso de la democracia. Boudou lo contó y, queriéndolo o no, ejecutó un doble movimiento: clausuró los días de Massa en el Poder Ejecutivo y se ganó el cielo de Cristina. Por un tiempo. El ex intendente de Tigre puede atribuir la historia de los 250 millones de dólares al rencor que Boudou incubó frente a la munición del programa de radio Mitre, Lanata sin Filtro, y la sinergia con el Grupo, que fulminaron la carrera de Amado. Pero los diezmados altos mandos del kirchnerismo no tienen dudas. El martes 7 de julio de 2009, después de un año en la jefatura de Gabinete, Massa renunció a su cargo. Cristina ya había aceptado el error de nombrarlo: “No hay comunión. Vos pensás distinto”, le dijo en su despacho unos días antes.

Quince meses más tarde, con la muerte de Kirchner, Sergio se liberó del apodo Rendito y pudo seguir viendo a Rendo sin que nadie lo cuestionara por eso. Lo recibió, por ejemplo, el día que Cristina Fernández estalló de ira en Tecnópolis después de perder las elecciones primarias con el Frente Renovador en la provincia. Aunque el gobierno y la oposición lo tildan de empleado de las corporaciones, Massa le dice a su círculo íntimo que él quiere ser dueño. Como lo fue Kirchner. Pese a que reclama seguridad jurídica para las inversiones que anhela para su gobierno y le hace más guiños al empresariado que a los sindicatos, Massa dice que él quiere conservar la autonomía que —entiende— el ex presidente ganó para la política. Con otros modales, con otros interlocutores, con otros objetivos, pero jugando de titular y de capitán. Sería prematuro arriesgar qué va a hacer Massa con eso que dice ahora si llega a sentarse en el sillón de Cristina. Pero eso es lo que dice, aunque casi nadie hoy le crea.

“Dales una señal”

La reunión fue en la casa de Sergio en el country Isla del Sol, con José Luis Manzano y Daniel Vila, pocos días antes de que el intendente de Tigre confirmara oficialmente que iba a asumir el desafío de enfrentar al gobierno. Ya el incansable Rendo había peregrinado hacia Tigre con un mensaje claro y, a la vez, sinuoso. “Vas a tener el apoyo del Grupo. Magnetto te quiere ver”. En aquel encuentro, el lugarteniente del empresario que el kirchnerismo denunció ante la Justicia por la compra compulsiva de Papel Prensa durante la dictadura se sinceró ante Massa.

—El problema con vos son tus amigos Vila y Manzano.

Según cuenta Vila, con orgullo indisimulable, Massa respondió con un razonamiento que era difícil de refutar y lo situaba en un lugar de prescindencia con respecto al Grupo.

—Ustedes no van a elegir a mis amigos. Yo no elijo a los de ustedes.

Con ese antecedente sobre la mesa, Massa reunió a los mendocinos en su casa para abordar un tema que hasta tenía título: ¿qué hacemos con Clarín?

La charla duró por lo menos dos horas, pero puede resumirse en tres posiciones. Manzano decía que Massa tenía que reunirse con Héctor Magnetto y sellar un acuerdo con el holding de medios más importante de la Argentina que fuera lo más duradero posible. Pero el todavía intendente de Tigre no estaba seguro: argumentaba que, después de haber visto cómo terminaba la amistad entre el kirchnerismo y Clarín, lo mejor para él era mantenerse lo más lejos posible de la influencia de un multimedios que seduce y presiona con la misma intensidad. “Sergio no quería saber nada”, dice ahora Vila, que entonces dejó de lado por un rato su enfrentamiento con Clarín y buscó un lugar intermedio.

—No te podés pelear con ellos en este momento, pero tampoco los podés ignorar.
Entonces, el ex ministro del Interior de Carlos Menem tuvo una idea:

—Lo mínimo que tenés que hacer entonces es darles una señal.

—¿Qué señal? —preguntaron Vila y Massa a coro.

—Tenés que traerlo a Alberto Fernández.

Los rostros de la logia reunida en Tigre se encendieron con una sonrisa. Todos estuvieron de acuerdo.

—¿Cuál es el rol de Alberto? Es el embajador ante Clarín —dice Vila. Y después, aclara: —No sé si él lo sabe.

Quizá Fernández lo sabe o quizá no, pero no pude preguntárselo. Como otros políticos con experiencia, Alberto está incómodo en el massismo. Le cuesta asumir que ese funcionario impetuoso que le disputaba protagonismo hasta que terminó reemplazándolo ahora sea su conductor. Sin embargo, en las mañanas de optimismo, es uno de los entusiastas que cree que el ensayo que conduce Massa puede tener un ala progresista, incluso con intelectuales al estilo Carta Abierta. El ex Superintendente de Seguros de Domingo Cavallo se ríe cuando le dicen que su jefe es de derecha. ¿No recuerdan cómo era Néstor cuando llegó?, responde. Dice que Sergio está decidido, es muy inteligente y se sabe elegido.

Más allá del rol de Fernández en el armado del Frente Renovador, Massa se enfrenta al desafío de lograr autonomía ante medios que establecen relaciones asfixiantes con el poder político. La dificultad es mutua. Para él, el temor a ser deglutido antes de tiempo. Para Clarín, las malas compañías de Massa en el mundo de los negocios: Vila-Manzano en primer lugar, pero también el banquero Jorge Brito, íntimo amigo de Amado Boudou y Sergio Szpolski. Aunque ahora figura en la lista de conspiradores del gobierno, Brito piensa lisa y llanamente que con Clarín es imposible vivir y convivir. En el primer semestre de 2013, mientras Massa hacía planes para desafiar al kirchnerismo, Manzano en persona se reunió con Cristina Fernández para advertirle que el acuerdo con el holding que propiciaban Martín Sabbatella y Carlos Zannini por intermedio del magnate mexicano David Martínez era fraudulento. Por lo menos seis meses antes del fallo de la Corte Suprema de Justicia del 29 de octubre de 2013 a favor de la constitucionalidad plena de la Ley de Medios, el titular de la AFSCA y el secretario de Legal y Técnica intentaron lograr la adecuación del Grupo al esquema de desinversión que establece la ley 26.522. Como cuando el presidente era Menem, Manzano fue a la residencia de Olivos para tratar un tema clave.

—Acá hay fronting. Son todos testaferros, Cristina. Existe una cláusula de recompra de las acciones en un plazo de cinco años —le advirtió a la Presidenta.

Es historia antigua pero, desde veredas aparentemente opuestas, Vila y Szpolski coinciden en que, antes del fallo de la Corte que opacó en parte el triunfo de Massa en las elecciones generales, hubo un plan para sumar a Clarín a la desinversión. La llave que el gobierno había encontrado era David Martínez, socio minoritario aunque poderoso de Clarín en Cablevisión a través del Fondo Fintech. Martínez, el accionista del Grupo que aceptó la Ley de Medios y presentó una propuesta de adecuación, convenció a Carlos Zannini de que era posible comprar las acciones de Cablevisión en sociedad con algún empresario afín al kirchnerismo. Magnetto habría rechazado una de las primeras ofertas porque estaba Brito.

La fortaleza y la debilidad de Massa en una eventual relación con Clarín son sus aliados. Alberto Pierri es otro que conoce bien al Grupo. Empresario papelero, presidente de la Cámara de Diputados durante la presidencia de Menem y reciclado después como dueño de medios, el “Muñeco” Pierri está en todos lados. Mantuvo una convivencia con Clarín durante años en la Asociación Argentina de Televisión por Cable (AATV), pero buscó distancia para penetrar en el conurbano y acercarse al kirchnerismo. Cultivó una excelente relación con su coterráneo Gabriel Mariotto —viven los dos en Lomas de Zamora— durante su paso por el Comfer —el antecesor de la AFSCA— y conoció también la intimidad de la residencia de Olivos en vida de Néstor Kirchner. Dueño de Canal 26 y de Telecentro, Pierri ahora acompaña a Massa en todo lo que puede. “La red de Telecentro es también el soporte preferido para las líneas telefónicas de los intendentes massistas, ya que ‘Beto’ [Pierri] —como lo llama el massismo— les aseguró que es a prueba de pinchaduras”, escribió el periodista Damián Nabot en Perfil en noviembre de 2013.

Los ex kirchneristas que secundan a Massa le advierten sobre la presión de Clarín, el monstruo cansado al estilo Sullivan que siempre pide más. También Vila hace una descripción del poderío del Grupo Clarín que coincide con la que el kirchnerismo reiteró hasta el cansancio. Afirma que existe una relación de 8 a 1 entre el holding que orienta Magnetto y su inmediato competidor, en grilla, contenidos, facturación y penetración. El dueño de América dice que hay un sector del gobierno que hace como que se pelea con Clarín y señala a Zannini y a Sabbatella, los que, según cree, montan la pantomima de la guerra. En la otra facción, Vila ubica a la Presidenta —que está dispuesta a ir “a muerte contra Clarín”— y a soldados que cayeron en el camino, como Boudou o como Juan Manuel Abal Medina, de buen trato con Vila y Manzano.

Son los que piensan que no sólo el sistema de medios es inviable con Clarín: el país lo es. Como prueba de que en esa contienda predominaban los fuegos artificiales, Vila cita un dato. En sus charlas con empresarios de medios, el presidente de la Corte Suprema, Ricardo Lorenzetti, argumentaba que Zannini le había pedido como prioridad el expediente de la Ley de Medios pero le había dado vía libre para que cajoneara el expediente de Cablevisión, que impugnaba la megafusión autorizada por Néstor Kirchner en 2007 que todavía está vigente, el talón de Aquiles del gigante que orienta Magnetto.

La relación entre Massa y Vila es intensa. Tanto como esa foto de marzo de 2014 que los captó en la Vendimia Solidaria de Mendoza en el momento justo en que Daniel lo palpaba de armas desde atrás ante la mirada atónita de Malena Galmarini. En esa imagen potente, Vila es el policía neoyorquino y Sergio es el ladrón que se entrega con resignación. El vínculo, que nació en 2002 en las carpas de CR en Pinamar, se fortaleció en 2008 cuando el empresario mendocino le fue a plantear el problema de los pasivos fiscales del Grupo América, poco antes de que Massa fuera designado jefe de Gabinete. El intendente de Tigre fue el artífice del llamado canje fiscal para los medios de comunicación. La ley 26.476, de diciembre de 2008, de regularización de deudas tributarias y exención de intereses y multas, abrió durante seis meses la posibilidad de ajustarse a la moratoria y ofreció facilidades de pago de hasta ciento veinte cuotas para el capital adeudado, sin los intereses vencidos. La normativa les permitía a los medios canjear sus deudas fiscales y previsionales, incluidos sus intereses, por espacios publicitarios. El decreto 1145, que se firmó al vencer ese plazo, el 31 de agosto de 2009, ya con Massa fuera del cargo, permitió que el Grupo Clarín regularizara deudas por 198 millones de pesos y el grupo Manzano-Vila lo hiciera por 134 millones de pesos. Oxígeno para las cuentas de todos.

Audiencia con el diablo

Pese a la reticencia que mostraba en aquella charla con Vila y Manzano, Massa siempre quiso conocer a Héctor Magnetto. Si no lo hizo antes fue porque el CEO del Grupo Clarín no habilitó esa posibilidad o porque tuvo temor de quedar enredado en un juego que no terminaba de dominar. El primer encuentro a solas entre el candidato a presidente del Frente Renovador y el cerebro del multimedios más grande de Argentina fue el 10 de junio de 2014 y tuvo el aspecto de una cita casual. Ese día, Clarín mostró en el MALBA su poderío para congregar a toda la clase política y su renovada vocación de organizar debates para la elite gobernante. En la primera jornada del ciclo Democracia y Desarrollo estuvieron el empresario cristinista Hugo Sigman (Grupo Insud) y el vicepresidente de la UIA José Urtubey junto con banqueros como Enrique Cristofani, del Santander, o Juan Bruchou, del Citibank, y hombres fuertes de la Asociación Empresaria Argentina, la entidad patronal que orienta Clarín, Luis Pagani y Adrián Kaufman (Arcor) y Luis Betnaza (Techint). Lo que Clarín pretendía era reunir a políticos de todos los partidos opositores, en un intento de trazar coordenadas para el próximo gobierno. Ernesto Sanz, Hermes Binner, Horacio Rodríguez Larreta, Ricardo Alfonsín, Felipe Solá, Humberto Tumini y la Mesa de Enlace en pleno se sentaron en primera fila. Sin embargo, a Magnetto le interesaban sobre todo dos presencias, la de Daniel Scioli y la de Sergio Massa, que —fiel a su costumbre— esperó hasta que se fuera Scioli para hacer su ingreso. El gobernador bonaerense dio el presente y su encuentro con Magnetto fue narrado sin firma ni fotos en una nota en la que se destacaba la cordialidad del saludo. “Qué convocatoria”, dijo Scioli. “Es la nueva Argentina”, respondió el CEO. Todo fue sonrisas y amabilidad. Clarín le mojó la oreja al kirchnerismo y alguien en la residencia de Olivos volvió a maldecir al ex motonauta.

Sin embargo, lo más destacado de la jornada no salió publicado en las páginas de Clarín ni en las de ningún otro medio: fue el encuentro a solas entre el dueño del multimedios y el ex jefe de Gabinete de Cristina Fernández. Al término del panel sobre “El nuevo agro argentino”, el empresario de 70 años y el candidato de 42 se quedaron cara a cara, acompañados únicamente por María Laura Santillán, que ofició de presentadora y se lleva muy bien con el matrimonio Massa. M y M estuvieron reunidos durante cuarenta minutos en un auditorio con capacidad para 224 personas. Durante ese lapso, el que monopolizó la palabra fue Magnetto, el anfitrión. Los dos conocían detalles de su interlocutor a través del embajador Rendo. Sergio reconoce que quedó impactado, a mitad de camino entre la sorpresa y la fascinación, por la personalidad de Magnetto. Lo envolvió la seguridad con la que el CEO se expresaba, pese a las dificultades para hablar que tiene a causa de un cáncer en la garganta. Fue una presentación, un primer acercamiento que sirvió por lo menos para que la desconfianza inicial entre uno y otro retrocediera varios casilleros. Terceros que accedieron a los términos de la conversación afirman que Magnetto y Massa quedaron en reunirse para tomar un café en busca de imaginar pautas de una futura convivencia que uno desea intensamente y el otro no descarta. Sergio apenas tuvo margen para hacer algunos chistes y recriminar el poco espacio que —lo dice en serio— le conceden los medios de Clarín: piensa que en 2014 el Grupo hizo su gran apuesta por la candidatura presidencial de Mauricio Macri.

fuente http://www.revistacrisis.com.ar/llegar-por-todos-los-medios.html

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