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Polémica indígena por la inauguración del monumento a Juana Azurduy
Por Notas.org - Thursday, Jul. 16, 2015 at 11:45 AM

Este miércoles se inauguró la estatua de Juana Azurduy, detrás de la Casa Rosada, en donde previamente estaba emplazada la figura de Cristóbal Colón. Un hecho que -entre otras cosas- implicó debates, polémicas y diversos posicionamientos de distintas organizaciones indígenas.

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Hace tres años el Ejecutivo Nacional anunció el reemplazo de la estatua de Cristóbal Colón por la de Juana Azurduy. Esto desató una fuerte polémica con el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires que entendía este acto como una intervención de la Presidencia sobre el patrimonio y el espacio público de la ciudad. A mediados del 2014, se llegó a un acuerdo para que la estatua de Colón fuera trasladada a la Costanera Norte.

Sin embargo, más allá de la disputa jurisdiccional, las figuras de Colón y la de Azurduy representan una disputa simbólica. El primero está claramente vinculado a la conquista y el genocidio sobre los Pueblos Originarios, mientras la segunda se encuentra asociada a las luchas por la independencia de Nuestra América. Por lo tanto, simbólicamente, no es lo mismo que uno u otra estén apostados junto a la Casa Rosada.

El monumento fue donado por Bolivia (un millón de dólares) por lo que la inauguración se dio en el marco de la breve visita del presidente Evo Morales a nuestro país donde además realizó una serie de negociaciones y acuerdos en materia de cooperación energética y de la realización de la “Fiesta Popular de la Integración” que continuará hasta el sábado 18 con la presencia de varios artistas musicales, un desfile de comunidades latinoamericanas y una feria de colectividades.

La idea de reemplazar a Colón por Azurduy fue interpretada de distintas maneras por diversas organizaciones indígenas. Allá por 2013, cuando se anunció el traslado del monumento a Colón, el Encuentro Nacional de Organizaciones Territoriales de Pueblos Originarios (ENOTPO), vinculado al gobierno, declaró mediante un comunicado que acompañaba la decisión de la presidenta, en tanto la figura de Colón representaba el genocidio y el etnocidio de los Pueblos Originarios. Y entendía este hecho como un paso más hacia un país plurinacional.

En su comunicado manifestaban que “es fundamental desandar el camino de la colonización en términos materiales y simbólicos. El ‘patrimonio estatal’ no es un legado inmanente del pasado, sino que a través de él se construye y reconstruye políticamente la historia de nuestro pueblo. Es por ello que es importante bajar los cuadros de los genocidas y desmonumentar a Colón”.

Por otro lado, frente a la inauguración, la Confederación Mapuche de Neuquén también difundió un comunicado titulado “Pan y circo en la Casa Rosada dedicado a nosotros, Pueblos Indígenas” en donde denuncian que hay micros y pasajes aéreos para trasladar a integrantes de las comunidades indígenas a esta “fiesta popular” para “aplaudir acríticamente lo que va a suceder”.

Para la Confederación, ésta es una muestra más de los “numerosos actos simbólicos y retóricos, cargados de demagogia y resignación”. Así, manifiestan que, “esta vez se nos hará parte de una nueva celebración, mientras la situación de despojo y expulsión de los territorios comunitarios no se detiene. Como muestra de esta realidad, más de un contingente, pasará frente al acampe de QOPIWINI en Av. 9 de Julio y Av de Mayo, como una muestra cruel de este intento de ocultar el sol con las manos”.

Asimismo, sostienen que “en la política estatal de desconocer nuestra preexistencia como naciones originarias, hasta a la misma Juana Azurduy le restan su origen indígena y la muestran como una heroína del Alto Perú o valiente guerrillera boliviana. Es que el ‘crisol de razas’ nacional y popular, es un argumento fuerte para fundir todas las diferencias y sumergir en el mestizaje a más de 30 pueblos naciones que reclaman derechos desde sus plenas identidades y riqueza cultural”.

Por su parte, QOPIWINI, la organización que hace cinco meses viene llevando adelante el acampe en Avenida de Mayo y 9 de Julio, pidiendo el cumplimiento de Derechos Humanos y derechos colectivos de los Pueblos Indígenas, convocó a realizar una marcha hasta la inauguración para entregar al presidente Evo Morales una carta y para invitarlo a que visite el acampe y se ponga al tanto de los reclamos que los distintos Pueblos Originarios vienen llevando adelante frente al Gobierno Nacional.

Estos distintos posicionamientos responden a circunstancias que a simple vista pueden resultar contradictorias, pero que se fundamentan en las políticas actuales con respecto a los Pueblos Originarios de nuestro país y a las distintas formas en que las organizaciones indígenas se posicionan frente a estas políticas (disputándolas, aceptándolas, negociándolas).

Por un lado, la estatua de Juana Azurduy en el “patio trasero” de la Casa Rosada tiene una carga simbólica específica, por lo tanto, no celebrar este cambio sería desconocer que una figura que representa a las luchadoras latinoamericanas que pelearon por la independencia de nuestros pueblos simboliza algo absolutamente diferente a la figura más representativa del genocidio que implicó “la conquista” de América.

Sin embargo, a metros de donde hoy se inaugura esta nueva estatua se encuentra aun firme y en pie la de Julio Argentino Roca, símbolo del genocidio sobre el que se construyó nuestra Nación. Hace años el historiador Osvaldo Bayer trata, sin éxito, que la misma sea reemplazada por la figura de la “mujer originaria”.

Asimismo, es imposible negar que este acto sucede mientras muchos referentes indígenas se encuentran judicializados, mientras un cacique está preso en Tucumán por defender su territorio, mientras los qom, pilagá, wichi y nivaclé acampan hace cinco meses denunciando lo que está sucediendo en la provincia de Formosa, por nombrar solo algunos hechos puntuales que grafican la violencia que los Pueblos Originarios sufren a lo largo y ancho de nuestro país cuando se levantan a luchar por sus territorios y reclamar por sus derechos.

Sin embargo, desmonumentalizar o bajar cuadros de genocidas no da lo mismo. Si algo hemos aprendido de este gobierno en materia de Derechos Humanos es que lo simbólico debe ser acompañado de políticas concretas de reparación y reconocimiento a las violencias y genocidios perpetrados por el Estado a lo largo de nuestra historia.

Mariana Gómez, doctora en ciencias Antropológicas e investigadora del CONICET

Florencia Trentini, doctora en ciencias Antropológicas – @flortrentini

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